Poema en línea recta
Aún no he conocido a nadie que hayan molido a palos. Todos mis conocidos han sido campeones de todo.
Y yo, tantas veces despreciable, tantas veces inmundo, tantas veces vil, Yo, tantas veces innegablemente parásito,
Imperdonablemente sucio,
Yo, que tantas veces no he tenido la paciencia de bañarme, Yo, que tantas veces he sido ridículo, absurdo,
Yo, que he dado públicos traspiés en las alfombras de etiqueta, Que he sido grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
Que he sufrido ofensas y he callado,
Y que cuando no he callado todavía he sido más ridículo:
Yo, que les he parecido risible a las camareras de hotel, Yo, que he advertido guiños entre los mozos de cuerda,
Yo, que he hecho picardías financieras y he pedido prestado sin pagar, Yo, que a la hora del puñetazo lo he esquivado
Agachándome hasta más debajo de donde era posible el puñetazo; Yo, que he padecido la angustia de las pequeñas cosas ridículas, Yo compruebo que en todas esas cosas no tengo par en el mundo.
Todos los hombres que conozco y me dirigen la palabra Jamás han tenido un acto ridículo, jamás han sido ultrajados,
Jamás han dejado de ser príncipes – todos ellos príncipes – de la vida...
Ojalá pudiese oír la voz humana de alguien Que confesara no un pecado, sino una infamia, Que contara no una violencia, sino una cobardía. No, todos son el Ideal si les oigo y me hablan.
Es tan vasto mundo, ¿no habrá quien confiese que ha sido vil alguna vez? ¡Oh príncipes, hermanos míos,
ya estoy harto de los semidioses!
¿Es que no hay seres humanos en el mundo? ¿Seré acaso el único ser vil y equivocado de la tierra?
Podrán no haberles amado las mujeres, Podrán haberles traicionado – pero ridículos, ¡nunca!
Y yo, que he sido ridículo sin que me hayan traicionado ¿cómo voy a hablar con esos superiores míos sin titubear? Yo, que he sido vil, literalmente vil,
Vil en el sentido mezquino e infame de la vileza.
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