La jirafita
En el Museo de las Relaciones Rotas,
donde la gente dona toda clase de objetos
que pertenecieron a sus antiguas parejas
y que se exhiben en torno al concepto
de relaciones frustradas y sus ruinas, según explica
el anuncio, encontré aquella jirafita que te regalé.
La encontré con una pequeña nota, una tarjeta
doblada en dos atravesada por un cordón dorado
que le colgaba del cuello. En esas tres líneas
de despedida pude reconocer tu letra.
Lo que no pude –y dudo de que pueda algún día–
es adivinar quién diablos es Javier.
The monster
La tortuga raspa su caparazón
contra la reja del ventanal. Produce
un temblor que retumba en los vidrios.
Es evidente que quiere entrar.
Insiste levantando la puerta de la reja
unos milímetros y se queda mirándome.
Yo le hago un gesto de susto, como en las viejas
películas de terror. Me gusta que ella crea,
aunque sea por un instante, que representa
una verdadera amenaza para toda la familia.
Mariposas
Seguí los pasos de aquel poeta japonés
que, enojado porque no lograba
componer el poema de una mariposa,
salió al jardín, rompió el papel con furia,
lo arrojó al aire, y los pedacitos de papel
se posaron en las ramas de los árboles.
Yo tampoco pude lograr el poema.
Y sin embargo no obtuve el mismo resultado.
Me quedé absorto mirando el ficus
y después el suelo: sentí compasión por los
pedacitos de papel esparcidos a mi alrededor.
Los examiné en silencio, lentamente,
como si practicara un ritual milenario.
El sol de la tarde bajaba y el canto de los
pájaros se escabullía detrás de los tejados.
Había algo de poesía japonesa en el aire.
Luego fui por un cesto. Y en él arrojé,
una a una, todas mis mariposas muertas.
MÁXIMO BALLESTER (1964, Buenos Aires, Argentina)
Fuente: Facebook
Imagen: www.eforyatocha.com
En el Museo de las Relaciones Rotas,
donde la gente dona toda clase de objetos
que pertenecieron a sus antiguas parejas
y que se exhiben en torno al concepto
de relaciones frustradas y sus ruinas, según explica
el anuncio, encontré aquella jirafita que te regalé.
La encontré con una pequeña nota, una tarjeta
doblada en dos atravesada por un cordón dorado
que le colgaba del cuello. En esas tres líneas
de despedida pude reconocer tu letra.
Lo que no pude –y dudo de que pueda algún día–
es adivinar quién diablos es Javier.
The monster
La tortuga raspa su caparazón
contra la reja del ventanal. Produce
un temblor que retumba en los vidrios.
Es evidente que quiere entrar.
Insiste levantando la puerta de la reja
unos milímetros y se queda mirándome.
Yo le hago un gesto de susto, como en las viejas
películas de terror. Me gusta que ella crea,
aunque sea por un instante, que representa
una verdadera amenaza para toda la familia.
Mariposas
Seguí los pasos de aquel poeta japonés
que, enojado porque no lograba
componer el poema de una mariposa,
salió al jardín, rompió el papel con furia,
lo arrojó al aire, y los pedacitos de papel
se posaron en las ramas de los árboles.
Yo tampoco pude lograr el poema.
Y sin embargo no obtuve el mismo resultado.
Me quedé absorto mirando el ficus
y después el suelo: sentí compasión por los
pedacitos de papel esparcidos a mi alrededor.
Los examiné en silencio, lentamente,
como si practicara un ritual milenario.
El sol de la tarde bajaba y el canto de los
pájaros se escabullía detrás de los tejados.
Había algo de poesía japonesa en el aire.
Luego fui por un cesto. Y en él arrojé,
una a una, todas mis mariposas muertas.
MÁXIMO BALLESTER (1964, Buenos Aires, Argentina)
Fuente: Facebook
Imagen: www.eforyatocha.com