La poesía de Cruz, en sus primeros libros, teniendo algunos poemas excelentes y aún primordiales, es todavía la lucha de un joven poeta con sus referentes: Teillier, Barquero, Cárdenas, entre los más identificables, haciendo de la así llamada “poesía lárica” su sustento: un mundo de provincia, de seres y enseres, nostalgia por un espacio singular, donde la infancia, el mundo rural, los espacios vitales de lo primigenio son experiencia, pero sobre todo, experiencia lectora: lectura de poemas que me hubiese gustado vivir y escribir. Lo que para una parte no menor de los poetas de los 90 fue la poesía de Rosamel del Valle, Eduardo Anguita o de la Generación del 38 sin más, en Cruz decantó en una asimilación y aprendizaje de referentes en aras de un “País de Nunca Jamás”. Pero Cruz, un poeta poseedor como pocos de una poderosa intuición autoconsciente de su escritura, muy pronto debió advertir que nada se podía sacar en limpio en la reiteración mimética de un modo de entender el poema como aporía de un gesto imposible. Tal vez por eso puede comprenderse la secuencia que en esta antología deviene en las dos secciones inmediatas y consecutivas: “Fábula del bandolero” y “La aldea de Kiang después de la muerte”. Ambas son acciones paralelas en el tiempo, discurriendo hacia la autonomización de sus recursos: más que plasmar la mímesis de un universo lárico en retroceso dadas las peculiaridades de la modernización económica y cultural del Chile del primer tercio del siglo XXI, acá pueden leerse dos puntos de fuga de una poesía que ve agotado sus referentes: por un lado, una especie de épica bandolera en sintonía con cierto Pound y la relectura de ese imaginario que representa los límites de una vida peligrosa: el bandido, el cuatrero, el sujeto expelido de los procesos de modernización que traen a lugar un modo peculiar de vérselas desde el margen de la provincia con una violencia ancestral asumida como punta de lanza de la aventura y la ruptura con lo establecido. Pero aquel gesto que no deja aún de poseer una atmósfera romántica y anarquista limita con su propio esteticismo.
Ismael Gavilán en https://latinamericanliteraturetoday.org/es/rese%C3%B1as/una-bella-noche-para-bailar-rock-antologia-poetica-de-cristian-cruz-2/
Una bella noche para bailar Rock
Esta es una bella noche para bailar rock.
A mi padre lo trajimos muerto desde Santiago,
El clan quería verse reunido al fin:
nuestra madre sólo recibía órdenes de la familia,
“Tú eres el encargado para irte con tu padre
/en la carroza”.
Bien, asentí, y fui a comprar cigarrillos.
A la salida de la ciudad le pedí al chofer
/que prendiera la radio,
nos pusimos a fumar.
“Mi padre fumaba también”, dije.
Ya en la carretera buscaba una emisora;
las radios aquí se escuchan mal producto
/de las montañas.
“Escuchemos un cassette”, dijo el chofer.
Colocamos la cinta, una selección de rock argentino,
Y luego preguntó si fumaba cannabis.
Fumamos mientras avanzábamos
/por las montañas y la carretera.
Al llegar bajamos el féretro de papá,
le di gracias al chofer por el viaje.
Hoy como hace dieciocho años
pienso a quién debo traer de la gran ciudad,
para que la familia esté unida
para que la familia sea feliz.
En concreto
El poeta Donald Davie nació en Inglaterra en 1922,
de él sé pequeños datos de una antología.
Mi padre; que terminó de colero en
/las ferias de Pudahuel,
murió dos días antes que Davie
/en septiembre del 95.
Por ese entonces yo había robado un par de autos
/para quemarlos cerca del aeropuerto.
Está claro: no existe nada que ligue todo lo anterior.
Tres vidas movidas al unísono;
Davie, mi padre, y una conexión de cables
/bajo un volante.
Yo afeité a mi papá antes que se pusiese frío.
El hisopo maquillaba su cara verduzca con espuma,
luego la Gillete hacía su trabajo.
A Davie lo prepararon en una funeraria londinense
/para recibir los ritos anglicanos.
En concreto; existe una desaparición hace 25 años,
aunque se puede oler la colonia inglesa
/después de la afeitada,
leer los poemas de Davie de vez en cuando.
Todos podemos desaparecer de verdad,
/regresar y afeitarnos de nuevo.
O conducir un auto de un lado a otro sin
/mayores obligaciones.
Yo fijé en un punto la mirada,
los dos muertos del poema la fijaron en mí.
No existe problema alguno; hemos sobrevivido
/al tiempo,
/al espacio y las apariencias.
Poemas ratas, poemas luz
Existe gente que ha escrito buenos poemas,
/y no sabes cómo lo hicieron.
Según tú, cruzaron el río místico que
/está lleno de buenos poemas.
Tamaño asunto motiva decir;
“Ese poema me hubiese gustado escribirlo yo”
Cerveza ucraniana de trecientos pesos
tabaco Richmond sobre la mesa.
Qué hacen esas dos cosas a orillas del río.
Mi hija patina una tarde de invierno
Se acerca a la reja de la cancha y me dice:
¿Qué figura quieres que haga; el ángel, el cisne
(aunque ese me cuesta mucho)
o la paloma hacia atrás?
Me gusta el ángel, pero realiza lo que quieras mostrarme.
Entonces abarcó toda la cancha,
de una esquina a otra; pensando quizás
/cómo sorprenderme.
Al rato se acercó a la reja y me pidió la botella con agua.
El día había estado nublado y frío,
de pronto una luz naranja rompió en las cordilleras
/nevadas que están sobre el valle.
No sabemos lo que haremos más tarde
/o cuál será el desenlace,
la brisa comienza a amoldar nuestras mejillas,
y quizás es hora de volver a casa.
Espera, espera, déjame realizar otro intento.
Claro, inténtalo toda tu vida; ser un ángel o un cisne,
como esa luz que se apodera de la cima y la abandona
/todas las tardes, una y otra vez.
Otros poemas de CRISTIAN CRUZ, aquí
Fuente: Raza Cómica
Imagen en Descontexto