En qué dirección caminar
Podríamos haber pasado como una pareja casada
yendo en tren de Manhattan a Chicago
la última vez que estuvimos juntos. Recuerdo
mirar por la ventanilla apreciando la belleza
de las cosas comunes: los lugares de paso, el mundo
de espaldas a nosotros, las estaciones pequeñas
y abandonadas de nuestra historia. Dormí contra tu
pecho y tu panza sin preguntarte
porque eran las últimas horas. Había un
olor en el forro de piel de tu chaleco nuevo
de China que no reconocía. Quise olerlo
a propósito. Me desperté temprano y te pedí
que vinieras a tomar un café. Dijiste: dormí un rato más
y yo dije que solo nos quedaba una hora y viniste.
No hablamos mucho más después. En la estación,
agarraste tus cosas y me dejaste el chaleco,
luego te fuiste como habíamos acordado. Así tenías
diez minutos para encontrarte con tu familia y poder irte.
Me quedé parada junto al asiento aturdida por el cansancio
y la contundencia del final, tan inmóvil que podía
sentir mi propia respiración. Me puse el chaleco
y mi campera, agarré la valija y, al darme vuelta, te vi
por la ventanilla sucia parado afuera
mirándome. Nos miramos sin expresión
alguna. Invisibles, inadvertidos, inmóviles.
Ese momento es el que cuento como prueba
de que me quisiste definitivamente. Después de eso fui
una mujer sola con una valija preguntándole a un obrero
en qué dirección caminar para conseguir un taxi.
Asking for Directions
We could have been mistaken for a married couple
riding on the train from Manhattan to Chicago
that last time we were together. I remember
looking out the window and praising the beauty
of the ordinary: the in-between places, the world
with its back turned to us, the small neglected
stations of our history. I slept across your
chest and stomach without asking permission
because they were the last hours. There was
a smell to the sheepskin lining of your new
Chinese vest that I didn’t recognize. I felt
it deliberately. I woke early and asked you
to come with me for coffee. You said, sleep more,
and I said we only had one hour and you came.
We didn’t say much after that. In the station,
you took your things and handed me the vest,
then left as we had planned. So you would have
ten minutes to meet your family and leave.
I stood by the seat dazed by exhaustion
and the absoluteness of the end, so still I was
aware of myself breathing. I put on the vest
and my coat, got my bag and, turning, saw you
through the dirty window standing outside looking
up at me. We looked at each other without any
expression at all. Invisible, unnoticed, still.
That moment is what I will tell of as proof
that you loved me permanently. After that I was
a woman alone carrying her bag, asking a worker
which direction to walk to find a taxi.
LINDA GREGG (1942, Suffert, New York / 2019, New York, Estados Unidos de Norteamérica)
Traducción: Mariángel Mauri
Otros poemas, aquí
De: Asking for Directions, en "Chose by the lion", 1994
Enlaces: Círculo de poesía | Emma Gunst
Imagen: The New York Times
0 Comentarios