Tony Hoagland

El poeta sonriente viste un saco gris con una remera negra. Está parado delante de una pared de tejas grises, dándole un tono uniforme a toda la imagen

Gramática de gorriones     




Los gorriones son ese tipo de gente 

que perdió la guerra hace miles de años; 
como castigo los despojaron a todos de su color; 
cafés y beiges y grises se aferran a los esbeltos 
tallos de carrizo en la ciénaga, y apenas y se ven 
contra el oscilante pasto quemado.
Tengo que manejar dos horas a la costa,
cruzar los desnudos rastrojales de milpas pisoteadas,
las granjas desvencijadas y en ruina,
el agua en las acequias que está tan quieta y llena
bajo un cielo de octubre de dieciocho colores
–grises todos.
Cuando Emma dijo: “Me cambiaron los planes”,
y clavó la vista en sus manos; cuando Bethany dijo:
“Me quiere pero no bien”,
el día estaba siendo así en nuestros adentros: muy a destiempo:
Se-Renta-Casa, sin amueblar;
garaje con buzón destartalado;
café con vista al lago cerrado por razones personales.
Y los pájaros como soldados derrotados
ocultos entre matorrales que nos llegan al pecho.
Cuando los gorriones se alzan sin motivo aparente
y dan amplias y cortas vueltas contra el vasto cielo pálido,
¿qué tanta importancia puede tener?
Como si mi tristeza hubiese sido una especie amenazada,
como si mi ánimo fuera un área de humedales costeros
necesitados de protección federal,
un lugar en donde nunca se iría a planear un desarrollo,
pensado para siempre como un baldío.
Esto es lo que dejé atrás al ir hacia adelante.
Cada vez que siento que soy un bueno-para-nada
regreso aquí a pararme y a observarlo:
mojado y quieto como una huella en el lodo;
medio oculto entre los oscilantes ocres,
agachado como un asentimiento.


TONY HOAGLAND (1953, Fort Bragg, Carolina del Norte, Estados Unidos de NA)
Fuente: Letras Libres
Traducción: Pedro Serrano
Imagen en New York Times 

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