Pablo Ingberg | El poeta ocasional
Pablo Ingberg en “El cielo no sé”, integra la dualidad referencial en
una evidencia armónica y trascendente: un texto donde se mixturan y encabalgan
varias figuras y varios sentidos (los ayeres y el hoy y, tal vez, el mañana), a
partir de la experiencia de lectura que fusiona un instante presente y un
instante pasado, lo contrario del tiempo que pasa (“encierra en libros su isla
desierta”).
Leer es decidir y establecer un vínculo de diálogo con un interlocutor
imaginario al que por momentos, en este caso, el emisor se dirige y evoca o
cita y adopta como patrimonio común, que no solo sirve de telón de fondo, sino
que actúa como un personaje más, influyendo y participando en los poemas:
traduce por otros medios inquietudes, ideales y esperanzas (“Con ese arte
alzaron templos de oro / y escribieron la historia del futuro”).
A partir de situaciones puntuales o libres asociaciones privadas, logra
captar la vida y el ambiente a veces dichoso, a veces infortunado de la época,
sin necesidad de patetismos del anecdotario que se dirimen, o que debieran
dirimirse, en los divanes, sin buscar sonoridades especiales porque conoce las
herramientas de las que dispone la lengua en la que escribe: le basta el ritmo
simple y espontáneo de la poesía (“La luz es un bien escaso / y no hay gobierno
del azar / que resuelva dónde cae”).
Alberto Cisnero
Proyecciones
Al fondo de la noche a la derecha
hay una puerta azul por donde pasan
los sueños a una sala de espera
de la oportunidad de proyectar
en la pantalla íntima
de un par de párpados dormidos
rollos viejos y nuevos de películas
de todo género posible o imposible
Otros mundos en éste
Vivir para contarlo
es el título de una novela
un tren tomado alguna vez
a una estación del año
en donde uno aparece en ruinas
que cuentan una historia
por la que caminaba construyendo
para después poder contarla
aquí y ahora siempre
algo así como el mito
del vuelto de la muerte
para contar el más allá más acá
sin ir más lejos
Es infinita esta pobreza abandonada
La moneda del sol se deposita
en la alcancía gris del horizonte
en el reino paulatino de la noche
la carencia nos iguala poco a poco
ningún cuerpo echa sombra somos ya
todos cuerpo de sombra entre las sombras
y el oro ausente de la luz
proyecta en las alturas del anhelo
un cielo negro negro negro
agujereado apenas por las balas de plata
de diminutas desesperaciones
El cangrejo ermitaño
De su intemperie original
el cangrejo ermitaño halla refugio
en la concavidad de un caracol
una espiral de túneles secretos
que a su frágil deriva abre una puerta
a una tiniebla de la que apropiarse
Allí crece internado en oquedades
para envolverse de la hostilidad
sospechada al acecho en el afuera
y acomodando el crecimiento
a esa espiral de túnel y tiniebla
va adquiriendo la forma interior
de esa externa dureza prestada
de modo que al mirarse en el espejo
desnudo de envolturas caracólicas
vería informidades
Pero el entorno ve tan sólo al cascarudo
ese informe armonioso en apariencia
que rehúye de costado
Hasta que un día una princesa azul
besa al bello durmiente y disuelve la cáscara
y todo es intemperie original
PABLO INGBERG (1960, Dolores, Buenos Aires, Argentina)
De: "El cielo no sé", Barnacle, 2025
Imagen en SurySur
0 Comentarios