Podrías dejar
para otro momento
el agua bendecida,
tus rezos
y los santos expeditos.
No es que comprenda
la urgencia de volver
a los viejos amuletos.
Después de todo
¿qué somos
sino repartidores
de gastadas moralejas?
Prefiero seguir confiando
en mis propios esfuerzos.
Todavía estoy
en el mundo de los vivos,
solo espero
que no te alejes.
Peldaño sobre peldaño
vida tras vida
me ocupé de construir una escalera.
No creo haber engañado a los creyentes,
nadie volvió para hacer el reclamo
aunque dudo que allá arriba
haya algo de mucho valor.
No era suntuosa
ni poseía la pendiente adecuada,
pero convencí a todos
de que era la única válida.
La escalera fue mi seguro de vida
nunca supe manejar
mejores armas.
Esto lo aprendí hace algún tiempo
mucho antes de descubrir la magia,
cuando desorientado
moraba en las tinieblas.
Era eficaz contra los violentos
que se sabe, temen por igual
al cielo y al infierno.
Caen de los balcones
se desmayan,
se entierran en el suelo,
imploran pero no piden ayuda.
Percibo tras la penumbra
sus rostros despojados de encanto.
Escucho un murmullo profundo.
Desasosiego de voces sin brillo.
Intento hacer contacto
aunque me pregunto si vale la pena.
Algo los enlaza:
un vicio, unas monedas,
el dolor impar...
lo ignoro.
El vértigo ensaya mil variantes
hasta llegar a la pregunta,
la única
que puede salvarnos.
El silencio se entromete en nuestra conversación
Por momentos es un murmullo.
Tu rostro no logra
evitar ciertas palabras.
Resuelvo decir yo mismo
lo que tus labios omiten.
Ya nada será igual,
todo explota por el aire
y acuden a la cita
nuestros temidos fantasmas.
Entonces el diálogo se desmorona.
Parecemos distraídos
pero hablamos de los asuntos
que dominan este mundo.
Me detengo y pienso
en no ofrecer una salida elegante.
No intento un castigo,
lo hago para mantenernos a salvo.
De: "La incomodidad", Huesos de jibia, 2015
"El trayecto esbozado en La incomodidad, es el de un tránsito por caminos que presentan obstáculos, rodeos, sentencias; travesías que avanzan y retornan en un permanente contrapunto de incertidumbre y certezas. Nos invita a hacerlo en compañía de una divinidad silenciosa, de dudosa existencia. En cada derrotero, el verso se estructura y se compone como un diálogo íntimo con los enigmas (...)"
María Lanese
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