El bar de Folies Bergere, de Edoaurd Manet | El poeta ocasional

El bar de Folies Bergere, de Edoaurd Manet










El
Folies-Bergère era uno de los cafés-concierto parisienses de finales del siglo
XIX. A ellos acudía gente de todas las clases sociales a comer y beber, a
divertirse y, sobre todo, a ver y ser visto. Las botellas de la barra así lo
indican: al lado del champán, bebida de la alta sociedad y de la gente
adinerada, hay una botella de cerveza inglesa Bass -identificable por el
triángulo rojo de la etiqueta-, asociada a las clases populares. El mundo
retratado por Manet en esta pintura es el mismo que aparece en novelas de Emile
Zola, como 
Nana.

La composición del cuadro es
una estructura centrada por la camarera Suzon, inmersa en sus pensamientos,
ensimismada; a su izquierda se apiñan los clientes y la derecha lo ocupan lo
que parece ser el reflejo de Suzon hablando con un cliente. La platea reflejada
en el espejo forma una franja horizontal que divide en dos el cuadro. La barra
y su reflejo definen también otras líneas horizontales. Suzon y las botellas
actúan como elemento de unión de estas franjas compositivas. A la izquierda usa
el espejo y las botellas para ampliar el espacio, en cambio, a la derecha, los
usa para limitarlo.


La mujer que mira a través de
los gemelos no está identificada, pero simboliza a una sociedad en que lo más
importante es ver y dejarse ver. La mujer de blanco en el extremo izquierdo de
la platea es una amiga de Manet, Mary Laurent, y la que está detrás es Jeanne
Demarsy, otra amiga.


En el ángulo superior
izquierdo se advierten las medias rosas y los zapatos verdes de un acróbata que
ameniza la velada del café-concierto. Pero nadie, y Suzon la que menos, parece
interesado; la presencia del acróbata sólo sirve para acentuar el aire
melancólico de la camarera.


Una marcada línea vertical
recorre la cara y el vestido de Suzon, como un eje de simetría. Las dos rosas
que tiene delante sirven para resaltar las flores que lleva prendidas en el
corpiño. A la derecha aparece reflejada la camarera hablando con un hombre; se
trata de Gaston Latouche, un colega a quien Manet pidió que le sirviera de
modelo. La imagen parece más metafórica que real, puesto que el reflejo de
Suzon no debería aparecer en esta posición y, además, su postura no coincide
con la de la mirada ausente. Quizás se trate de la conversación que Suzon
mantuvo unos minutos antes y sobre la que ahora reflexiona, o acaso la que
desea tener con alguien que la aparte de la monótona vida de camarera. A
subrayar el vestido negro de Suzon (en claro contraste con los impresionistas
que lo excluían de su paleta), uno de los "colores" más difíciles de
manipular.


Manet pinta un lugar que
conoce bien y donde se siente como en casa; prefiere el bullicio y el trajín de
la gran capital, al ritmo de vida más sosegado del campo. Sabe captar la
brillantez de la iluminación eléctrica y repite, en los delicados encajes de
las mangas y el cuello del vestido de la camarera, la araña de cristal
reflejada a sus espaldas.
 

 




De: http://www.lasalle.es/santanderapuntes/arte/siglo_xix/pintura/impresionismo/manet_el_bar_de_folies_bergere.htm

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