Jorge Santkovsky | El poeta ocasional

Jorge Santkovsky










Podrías dejar





para otro momento

el agua bendecida,

tus rezos

y los santos expeditos.



No es que comprenda

la urgencia de volver

a los viejos amuletos.



Después de todo

¿qué somos

sino repartidores

de gastadas moralejas?



Prefiero seguir confiando

en mis propios esfuerzos.



Todavía estoy

en el mundo de los vivos,

solo espero

que no te alejes.







Peldaño sobre peldaño





vida tras vida

me ocupé de construir una escalera.



No creo haber engañado a los creyentes,

nadie volvió para hacer el reclamo

aunque dudo que allá arriba

haya algo de mucho valor.



No era suntuosa

ni poseía la pendiente adecuada,

pero convencí a todos

de que era la única válida.



La escalera fue mi seguro de vida

nunca supe manejar

mejores armas.

Esto lo aprendí hace algún tiempo

mucho antes de descubrir la magia,

              cuando desorientado

moraba en las tinieblas.



Era eficaz contra los violentos

que se sabe, temen por igual

al cielo y al infierno.







Caen de los balcones





se desmayan,

se entierran en el suelo,

imploran pero no piden ayuda.



Percibo tras la penumbra

sus rostros despojados de encanto.



Escucho un murmullo profundo.

Desasosiego de voces sin brillo.



Intento hacer contacto

aunque me pregunto si vale la pena.



Algo los enlaza:

un vicio, unas monedas,

el dolor impar...

lo ignoro.



El vértigo ensaya mil variantes

hasta llegar a la pregunta,

la única

que puede salvarnos.






El silencio se entromete en nuestra conversación






Por momentos es un murmullo.

Tu rostro no logra

evitar ciertas palabras.



Resuelvo decir yo mismo

lo que tus labios omiten.



Ya nada será igual,

todo explota por el aire

y acuden a la cita

nuestros temidos fantasmas.



Entonces el diálogo se desmorona.

Parecemos distraídos

pero hablamos de los asuntos

que dominan este mundo.



Me detengo y pienso

en no ofrecer una salida elegante.



No intento un castigo,

lo hago para mantenernos a salvo.






De: "La incomodidad", Huesos de jibia, 2015

"El trayecto esbozado en La incomodidad, es el de un tránsito por caminos que presentan obstáculos, rodeos, sentencias; travesías que avanzan y retornan en un permanente contrapunto de incertidumbre y certezas. Nos invita a hacerlo en compañía de una divinidad silenciosa, de dudosa existencia. En cada derrotero, el verso se estructura y se compone como un diálogo íntimo con los enigmas (...)"


María Lanese



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