3
sólo estuvimos acá. se oían
los mismos ruidos de siempre.
el tiempo se llevaba consigo
más tiempo, saberlo no varía
nada, aunque nos rehusemos
a una operación comercial
con nosotros mismos, menos
seguros al escribirlo, al volver
a pensar en frases distantes
que recordamos borrosamente.
y que también olvidamos.
6
este no es otro recuerdo ufano,
pero eso fue entonces, todavía
presto en el libro viejo de nuestra
cabeza, mientras se derruye
el medio ambiente en tiempo real,
y anotamos tal vez sí, tal vez no,
lo que solemos captar tras el confort
del sentido, ambos lados de la hoja:
acudió a nuestros labios una línea,
conciliamos un argumento impar
y comenzó oficialmente nuestro
romance; dulces y alegres cuando
los astros querían.
18
y ese sería nuestro porvenir:
sin contrato social, sin deponer
las armas y menos aún firmar
la paz; otra generación proscrita
e ilegal, hambreada, una bolsa
llena de huesos en la papeleta
junto a dos o tres barranca yaco
en la mente. y garrafas, pozos
ciegos, agua de bomba. vulgo
vil. leímos: fin de la revolución,
principio del orden y profusas
rúbricas al pie; anticipaciones
aprensivas. si pisamos mierda,
nos persignamos.
27
nunca te llamé para preguntar
cómo estabas, citarnos o sólo
por mero pasatiempo nocturno
desde una cabina del teléfono
público. ese género literario
hubiese implicado espera, dinero,
cráteres y rocas sobre la cabeza
y habernos conocido entonces.
¿cuándo tuvimos un artefacto
en la casa? ya promediando
el año cuatro del siglo. el silencio
revela y define. las muertes
llegaban en papel de carta.
del interior. de los confines
oriundos. con retraso. sumando
más distancia a la sucesión
de piedras sepulcrales. eran
las únicas noticias del frente.
hablar no es gratis. recordémonos
siempre y adiós.
38
Vera trajo el jazmín en un vaso
con agua. este año la planta solo
dio una flor, tenemos a nuestra
vista lo que en ella hay: la luz
de la luna, un llamado que conforta
del mundo y sus convenientes
menudeos; no es preciso identificar
al autor de ese signo perfumado
que sin necesidad de alfabeto
en un rincón de la ciudad
nos cuenta nuestra propia historia,
nos contempla al fin.
De: "Clase 75", Barnacle, 2025
Otros poemas de ALBERTO CISNERO, aquíEn el tramo presente de su prolífica obra Cisnero se aboca al recuerdo. Un
trazo grueso une, en los planos de su memoria, una de las etapas más dolorosas
del país —la Argentina— y la parte escarpada y trabajosa, no pocas veces
sufriente, de la edad humana. “Clase 75” significa “estoy casi en los cincuenta
y soy este producto de ellos”. Cada alusión se superpone a las otras, y ninguna
es redundante. El íntimo plano, junto con el político, el social, el
metafísico, se incrementan en un roce continuo en esta lengua áspera, precisa,
material y sin embargo flexible hasta casi vaporizarse. Cisnero detiene el
vértigo increíble de la cuarta parte final del siglo anterior y el comienzo del
milenio, cuando la historia enterró de apuro cuerpos e ideas y estalló en una
aceleración con olor a fuego. Así, desde las primeras líneas de este poemario,
la literatura —lo que decir se puede— aparece en un concreto paisaje (“el
viento mecería achiras / sobre la margen del asfalto, / restos de caucho,
tizne”). La épica es aludida como un discurso derrotado: “¿mantuvimos las
apariencias / tras los elementos figurativos / del lenguaje para con la derrota
/ librarnos de la derrota?”.Tiene apariencia de almanaque, de borrador, aunque
con estrofas rectangulares la misma se recupera, y es ella la de una noticia
hilvanada en la locura del hogar y los piquetes: locura de sobrevivir a ese
margen que devora la historia desde implacables pantallas y hechos dinámicos,
brillantes, sonoros y confusos. Un hito será este libro como eje de un tiempo
socialmente marginal y políticamente medular.
Jorge Aulicino
0 Comentarios