La manzana en la oscuridad
( a partir de Clarice Lispector)
Apareció de improviso
unión en el sencillo ejercicio
cotidiano, habitar la indulgencia
Los cortes de la manzana resbalando de los dedos
El libro palpitaba con sus tapas verdes,
luminiscentes, desde el día
en que fue dado por perdido
( debajo de la cama como un gato
asustado o un niño a escondidas se demoraba)
Su transparencia hacía
aumentar nuestra ceguera,
un observador implacable
inmóvil
Espectador de las horas
-Martin- el personaje de Lispector-
deambuló en el desierto lavando las culpas
de su crimen
La casa que habitàbamos no poseía el presente
le estaba negado
el pasado tomaba el mando : un barco zigzagueando
llevado por piratas enarbolando su bandera de la muerte
Lo había dado por perdido después del caos de noviembre
-esos meses impíos que reclaman lumbre, meses de vino
caliente mirando caer la nieve, la esperanza de ser redimidos-
Encontrando la vida en lo ínfimo
de la materia, en un rezo murmurado
se ahonda bajo la piel la plegaria
Me doblegaba frente a esa ola helada,
-vientos austeros a través de galerías remotas,
presiente y canta la desunión su canto
Las puntas de estrellas lacerantes parten
en dos al fruto, y un tarascón deja la huella de los dientes,
blancos encajes apurados de olvido
-de prisa, de prisa, siempre demasiado veloz el recorrido
La estación de tren desoladora
los àrboles esmirriados luchando por guardar
esa última hojita, verde por milagro
El libro, me acompañaba
como àngel de la guardia, caracol vacío de sí
deseo trashumante
Una postal de París olvidada, dice :
Hay tantas catedrales y puentes célebres
en la Tour Saint Jacques Nerval se detiene con un poema en el bolsillo
Apollinaire en el Pont Mirabeau
Rilke en el Hôtel Dieu deposita el cuerpo de Laurids Brigge
Rimbaud escribe cartas tristes a su madre
cartas como un barco de papel detenido
Vallejo presiente el dia de su muerte
Perdido, en alguna precipitación en un tren hacia París,
imaginaba con recelo una deriva de manos poseer el libro,
la misma deriva
en nuestro umbral manchado de nevisca
En una librería de Barcelona surgió
brillando, irresistible : « La manzana en la oscuridad »
Nos engullía en silencio
la paroxística criatura que rugía
quebrándonos,
sobre la piel, lienzo en el cual
deposita sus obras negras
la materia viva
Cometas precipitándose vertiginosos
hacia la tierra, así volvíamos
a viejos terrores de la infancia,
gemas perfectas, engarzàndose en mi flanco
Rimbaud de Charleville, te sangra la mano
Las piedras, vivas, grababan la imposibilidad de ser
Tal vez el dolor es la inmovilidad
y la errancia en la inmovilidad-
La manzana no hacía más que brillar
en la oscuridad del cuarto, sin que le diéramos piedra libre
salió a la luz triunfante,
El libro volvió a mis manos,
lista para recibirlo,
pronta a partir
Dejando diminutas huellas en la nieve,
pisadas leves linderas al bosque,
tanta levedad resonando en el cielo de los astros,
sin despedidas
el desierto de Lispector en una cartera de charol
un trozo de manzana amarillenta en el bolsillo
Inédito
VIVIAN LOFIEGO nació en Buenos Aires. Hizo un Master en la Universidad de Buenos Aires en Ciencias Sociales estudió artes escénicas. Se radicó en París. Trabajó en el Teatro del Odeón con Lluís Pascual. Hizo un Master en Literatura Hispana en la Sorbonne. Es autora de libros de poesía, libros de artista, teatro, cuento, fue finalista del premio Julio Cortázar, es autora e ilustradora de libros para chicos y traductora de algunas de las grandes voces de la poesía francesa. Coordina el Premio Internacional de Cuento Juan Rulfo. Fue miembro en el 2011 de: La Fabrique de Traducteurs, en el CITL (Collège International de Traducteurs Littéraires) Colabora en el suplemento Ñ.
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