Nocturno
El pasillo estrecho sin escuadras como quiso
el albañil italiano que a ojo moldeó una ruta
llena de plantas hace casi imposible tu paso
con la camilla. Cada vuelta cada avance ruego
que la proa de este amasijo de fierros y sábanas
hospitalarias ancle en el living abarrotado
de platos colgados en la pared. Que se detenga
y te dejen en la cama pero tampoco ese deseo
será cumplido. Las medidas exiguas de la puerta
no permiten el giro de la camilla. Te tendrás
que conformar con un campamento en el comedor
entre el tapiz cubano y el reloj de cuerda del abuelo
detenido en aquella hora. Suelto los billetes
de la propina. El martirio de la travesía ya terminó
exhaustos nos desplomamos sin gracia pero rotundos.
Toda la casa a oscuras los muebles que reconozco
al tacto las baldosas frescas algunos ladridos. Tu murmullo
acompaña el sueño se interrumpe con la luz clara del velador
encendido como una gruta recién descubierta en la niebla.
Me distraigo con el teléfono voy saltando de foto en foto.
La ventana abierta disipa el olor a encierro. Puedo decir
cómo suena cada cosa. Cuál anunciará la fortuna cuál su reverso.
Qué peso y declinación tiene la espera. Dónde caerá la rama
del jazmín. En qué rincón del patio perdí las llaves.
De esta pequeña tregua cómo pasamos a las convulsiones
que vaciaron tus ojos. No alcanzo a llevarte el recipiente
vomitás cada vez más rápido. Las manos son garras
dones precarios para economizar los gestos del amor.
“Todo esto es tuyo” me decís. Una última voluntad salpicada
de espasmos. Ya es de noche de madrugada aprendemos
a descifrar el ritmo no sé si es tu respiración o mi terror.
No tocamos nada de ese orden que nos antecede. Un naufragio
aguas en avance o repliegue. No puedo seguir durmiendo
sopeso cada movimiento cuido la luz que aparece
cuando pronunciás mi nombre.
Otros poemas de ALEJANDRO MÉNDEZ, aquí
De: "Para arder", inédito
De: "Para arder", inédito