Alejandro Méndez: No tocamos nada de ese orden


Nocturno     




El pasillo estrecho sin escuadras como quiso  
el albañil italiano que a ojo moldeó una ruta 
llena de plantas hace casi imposible tu paso  
con la camilla. Cada vuelta cada avance ruego  
que la proa de este amasijo de fierros y sábanas 
hospitalarias ancle en el living abarrotado 
de platos colgados en la pared. Que se detenga 
y te dejen en la cama pero tampoco ese deseo 
será cumplido. Las medidas exiguas de la puerta 
no permiten el giro de la camilla. Te tendrás 
que conformar con un campamento en el comedor 
entre el tapiz cubano y el reloj de cuerda del abuelo 
detenido en aquella hora. Suelto los billetes
de la propina. El martirio de la travesía ya terminó 
exhaustos nos desplomamos sin gracia pero rotundos.

Toda la casa a oscuras los muebles que reconozco 
al tacto las baldosas frescas algunos ladridos. Tu murmullo 
acompaña el sueño se interrumpe con la luz clara del velador 
encendido como una gruta recién descubierta en la niebla.
Me distraigo con el teléfono voy saltando de foto en foto.
La ventana abierta disipa el olor a encierro. Puedo decir
cómo suena cada cosa. Cuál anunciará la fortuna cuál su reverso. 
Qué peso y declinación tiene la espera. Dónde caerá la rama
del jazmín. En qué rincón del patio perdí las llaves.

De esta pequeña tregua cómo pasamos a las convulsiones 
que vaciaron tus ojos. No alcanzo a llevarte el recipiente 
vomitás cada vez más rápido. Las manos son garras
dones precarios para economizar los gestos del amor.
“Todo esto es tuyo” me decís. Una última voluntad salpicada 
de espasmos. Ya es de noche de madrugada aprendemos 
a descifrar el ritmo no sé si es tu respiración o mi terror. 
No tocamos nada de ese orden que nos antecede. Un naufragio 
aguas en avance o repliegue. No puedo seguir durmiendo 
sopeso cada movimiento cuido la luz que aparece 
cuando pronunciás mi nombre.


Otros poemas de ALEJANDRO MÉNDEZ, aquí
De: "Para arder", inédito

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