ROSA LUXEMBURGO, AGOSTO DE 1914
Será la matanza de todos los pueblos.
Bajo el sol oscurecido por los gases venenosos,
montados en ratas grandes como caballos,
millones de trabajadores matarán a millones de trabajadores.
Pero su muerte durará poco: resucitarán y seguirán matándose.
Son las visiones que ahora pueblan mis noches y mis sueños.
¿Podríamos haber esperado otra cosa del parlamento alemán?
Los soldados parten hacia el frente llenos de entusiasmo.
A su paso, las mujeres les dan flores y besos,
aprietan sus senos contra los uniformes, palpan los fusiles .
Están radiantes ahora que se separan, la guerra es alegría.
¿Y los cielos? Se han llenado de pájaros metálicos
que escupen fuego y metralla sobre los soldados.
¿Podríamos haber esperado otra cosa del parlamento alemán?
Católicos, protestantes, judíos, agnósticos, espiritistas,
conservadores, liberales, socialdemócratas, todos,
absolutamente todos, tienen prisa por llegar al frente.
Yo no veo partidos políticos, solo alemanes, ha dicho el Káiser.
Pienso en el revólver que siempre llevo conmigo,
pero sería una confesión de derrota. Quiero ver la primavera.
¿Podríamos haber esperado otra cosa del parlamento alemán?
Bajo el sol oscurecido por los gases venenosos,
montados en ratas grandes como caballos,
millones de trabajadores matarán a millones de trabajadores.
Pero su muerte durará poco: resucitarán y seguirán matándose.
Son las visiones que ahora pueblan mis noches y mis sueños.
¿Podríamos haber esperado otra cosa del parlamento alemán?
Los soldados parten hacia el frente llenos de entusiasmo.
A su paso, las mujeres les dan flores y besos,
aprietan sus senos contra los uniformes, palpan los fusiles .
Están radiantes ahora que se separan, la guerra es alegría.
¿Y los cielos? Se han llenado de pájaros metálicos
que escupen fuego y metralla sobre los soldados.
¿Podríamos haber esperado otra cosa del parlamento alemán?
Católicos, protestantes, judíos, agnósticos, espiritistas,
conservadores, liberales, socialdemócratas, todos,
absolutamente todos, tienen prisa por llegar al frente.
Yo no veo partidos políticos, solo alemanes, ha dicho el Káiser.
Pienso en el revólver que siempre llevo conmigo,
pero sería una confesión de derrota. Quiero ver la primavera.
¿Podríamos haber esperado otra cosa del parlamento alemán?
PALABRAS PARA LENIN
Yo te pregunto, camarada Lenin: ¿Me harías fusilar en un sótano por los guardias rojos (como a los Románov —perro incluido—, por ejemplo) si entrara sin anunciarme en tu despacho del Kremlin? Es que anoche releí algunos de tus escritos y he deseado conocerte.
Dicen que ibas con un gato en brazos a las reuniones del Comité Central.
La noche era de insomnio y yo avanzaba en ella como un viejo tren blindado. Había niebla sobre los marjales, cantos de lechuza, una luna incandescente. Me alejaba de Buenos Aires con mi mujer dormida.
(La ciudad está sitiada por el hambre y la peste, se suceden las revueltas y las matanzas, dirá Pravda).
En mi mochila llevaba una gramática rusa, un diccionario bilingüe, algunos poemas de Mayakovsky, un cuchillo de pesca. Me alejaba así, con mi mujer dormida, atravesando la cañabrava y los marjales.
Duerme todavía. Cuando despierte, cantará y encenderá un fuego de leña. Yo estaré pescando. Tenemos hambre. Comeremos pescado del Paraná.
¿Has visto alguna vez las aguas de este río en tus sueños, camarada Lenin? ¿Has visto jamás un surubí atigrado remontar el Moscova? Estas aguas son inmensas y brutales, y este pez es inmenso y brutal también: noventa kilos, una boca enorme, ojos pequeños que no comunican amor, sino una soledad opresiva y voraz.
(Hemos hablado con las almas que pueblan estas riberas, pescadores nocturnos, canoeros que se orientan por las estrellas y el viento, y nos han dicho que evitemos la mirada del surubí porque es la desdicha misma quien te mira y a poco se te nubla la vista y se te hiela el corazón, y ya nadie recuerda tu nombre).
Hace horas que lucho con este pez, me duelen los brazos. Embiste contra mí y luego se aleja hacia lo profundo del río. Debo usar su fuerza para cansarlo, traerlo, dejarlo ir, traerlo.
El fuego de leña está listo, mi mujer baila y canta Katyusha. ¿Te gusta esta canción, camarada Lenin? ¿La canta alguien en la eternidad? ¿No? Sin canciones, la eternidad no vale la pena. Abandoná el mausoleo y venite al Litoral, nadie notará tu ausencia. Disfrutaremos juntos del amanecer.
Sí, nuestro ruso es intermedio, no será tan arduo comunicarnos.
¿Isaak Bábel? No, ya no está, lo ejecutaron en el 40. Sí, Stalin.
Y los Románov han sido finalmente exhumados y canonizados, hay procesiones multitudinarias que marchan desde la casa Ipátiev, es todo muy ortodoxo.
Sí, también, veinticinco millones de muertos. Operación Barbarroja, guerra relámpago. Berlín cayó en el 45.
Me duelen los brazos. El sol está alto, el viento ya no sopla.
Anochece en Ekaterinburgo, se oyen disparos secos en el Litoral.
Dicen que ibas con un gato en brazos a las reuniones del Comité Central.
La noche era de insomnio y yo avanzaba en ella como un viejo tren blindado. Había niebla sobre los marjales, cantos de lechuza, una luna incandescente. Me alejaba de Buenos Aires con mi mujer dormida.
(La ciudad está sitiada por el hambre y la peste, se suceden las revueltas y las matanzas, dirá Pravda).
En mi mochila llevaba una gramática rusa, un diccionario bilingüe, algunos poemas de Mayakovsky, un cuchillo de pesca. Me alejaba así, con mi mujer dormida, atravesando la cañabrava y los marjales.
Duerme todavía. Cuando despierte, cantará y encenderá un fuego de leña. Yo estaré pescando. Tenemos hambre. Comeremos pescado del Paraná.
¿Has visto alguna vez las aguas de este río en tus sueños, camarada Lenin? ¿Has visto jamás un surubí atigrado remontar el Moscova? Estas aguas son inmensas y brutales, y este pez es inmenso y brutal también: noventa kilos, una boca enorme, ojos pequeños que no comunican amor, sino una soledad opresiva y voraz.
(Hemos hablado con las almas que pueblan estas riberas, pescadores nocturnos, canoeros que se orientan por las estrellas y el viento, y nos han dicho que evitemos la mirada del surubí porque es la desdicha misma quien te mira y a poco se te nubla la vista y se te hiela el corazón, y ya nadie recuerda tu nombre).
Hace horas que lucho con este pez, me duelen los brazos. Embiste contra mí y luego se aleja hacia lo profundo del río. Debo usar su fuerza para cansarlo, traerlo, dejarlo ir, traerlo.
El fuego de leña está listo, mi mujer baila y canta Katyusha. ¿Te gusta esta canción, camarada Lenin? ¿La canta alguien en la eternidad? ¿No? Sin canciones, la eternidad no vale la pena. Abandoná el mausoleo y venite al Litoral, nadie notará tu ausencia. Disfrutaremos juntos del amanecer.
Sí, nuestro ruso es intermedio, no será tan arduo comunicarnos.
¿Isaak Bábel? No, ya no está, lo ejecutaron en el 40. Sí, Stalin.
Y los Románov han sido finalmente exhumados y canonizados, hay procesiones multitudinarias que marchan desde la casa Ipátiev, es todo muy ortodoxo.
Sí, también, veinticinco millones de muertos. Operación Barbarroja, guerra relámpago. Berlín cayó en el 45.
Me duelen los brazos. El sol está alto, el viento ya no sopla.
Anochece en Ekaterinburgo, se oyen disparos secos en el Litoral.
ISAAC BABEL
Mañana me fusilan.
El camarada Stalin ama mi literatura
el camarada Stalin odia mi literatura.
Ha firmado mi sentencia de muerte
antes que los jueces la pronunciaran.
Mi nombre estaba en una larga lista,
mi nombre tenía el número doce.
Dicen que te disparan al corazón,
la bala lo atraviesa y lo rompe.
Tu cuerpo cae a la tierra.
El camarada Stalin ama mi literatura
el camarada Stalin odia mi literatura.
Ha firmado mi sentencia de muerte
antes que los jueces la pronunciaran.
Mi nombre estaba en una larga lista,
mi nombre tenía el número doce.
Dicen que te disparan al corazón,
la bala lo atraviesa y lo rompe.
Tu cuerpo cae a la tierra.
ALEJANDRO MICHEL (1958, Mar del Plata, Buenos Aires / 2022, Ciudad de Buenos Aires, Argentina.)