Alan Talevi: Viajero del espacio y otros poemas

Alan Talevi

Primer plano del poeta Alan Talevi mirando hacia el costado derecho de la imagen. Tiene el pelo desordenado, barba algo tupida y el fondo es una pared gris con unas ornamentaciones de hojas

Viajero del espacio (fragmentos)




¿Por qué un hombre gasta             
siete años en apartarse tanto como pueda?

Así hacen todas
las cosas del cosmos: escapan

las lunas los planetas aun
los sistemas solares                     
fugan hasta sentir

El tirón de un campo gravitatorio ancla
invisible 
cordón 
umbilical           



Son pocos los cadetes que consiguen 
su matrícula espacial.                       
Deben mostrar
visión perfecta       (20 de 20) dos ojos
absoluta
mente simétricos idénticos gemelos con la curvatura          adecuada la exacta         
viscosidad del cristalino. Él

  quiso especializarse en caminata lunar
aprender a andar de nuevo
bajo otra fuerza. Una fuerza menor.
La de la luna. O Mercurio.  
La luz resbala. 

Un astronauta y un suicida se parecen. 



En el centro de control registran
cada uno de nuestros movimientos

las cámaras son ojos suspendidos
de un pequeño y delgado tallo que los une           
a un pie giratorio la mínima expresión de un cuerpo: el ojo.

Una flor-ojo.

Mirá sus párpados radiados, la pupila azul.                 

No hay
punto ciego. Abajo
en una oficina una mujer
con camisa beige ceñida por dentro
del pantalón, corbata, lentes
gabardina una taza humeante. 
 Hace guardia con café. Contratada  
para mirarnos en el monitor.

Granos llenos de pus. Espinillas.

¿Se distrae? ¿Lee?    

A veces sueño que rompe el silencio
abre el micrófono nos dice: 
―Buen día, John    ―Su voz es        
una cebolla silbando en aceite hirviente        
la credencial en su pecho, sujeta con alfiler ¿qué dice? 

“Megan”



Hubo una época en la que no cargaba
dolor. Un hombre libre
de dolor. Las personas son
lo que les sobra o les falta.  
Tal vez si flotamos 
suficientemente lejos
 en el éter
la carga se hará tenue como le ocurre
al campo gravitacional.
Algo que pierde intensidad hasta soltarse
de sí mismo.



Vamos, Megan. 
Prendé el micrófono. 
Susurrame. 
Jalame con tu voz
de cebolla que se fríe.

Prendé el micrófono. Tiranos
un cable  un salvavidas   
polvo sobre el etéreo       tobogán de plata.

¿Qué te cuesta?
Salvarnos, en verdad, no es tan difícil. 



Ojos en flor nos siguen a todas partes. Son
insoportables. 
Cada movimiento cada signo vital y emisión que hacemos
se registra. Lejos de la Tierra somos
lo poco que queda por copiar. 
Emitimos: calor gas  
heces            palabras.  
Nos copian. 

Megan abre el micrófono. Fritura. 

Vamos, Megan. Animate. 

¿Qué hay por perder?

Activa su cámara.
Nos miramos como lo harían dos tortugas. 
Espejamos nuestros movimientos. Acercamos
un ojo a la lente.


Te explotaste los granos punzaste los puntos negros tu piel

está tersa. Quizás sea solo
que la imagen que llega a años luz se ve
pixelada. Los párpados caídos, no tenés labios

Hablás decís:
—¿Soy real?

Tu voz suena como una lata
de atún herida por un abrelatas. Femenina
aunque metálica. 

Claro que sí. 



en las bocas de los peces

La hora

 

 
Pasé el verano aprendiendo
a tirar la línea.
Hay que lograr que el cebo 
se pose 
suave
sin hacer ola. Probé
distintos ríos, veinte tipos 
de carnada: 

tres meses y ni un pez. 

Esto es lo que hace el pescador de caña:
observa el mundo y trata de imitarlo. 
Hace un recorte 
de la naturaleza
y lo aumenta. 

En la librería del pueblo vi
una Historia de la pesca con mosca
En ella se describía al lucio
como un pez “solitario, 
valiente y melancólico”. 
Había instrucciones para armar una línea
con pelo de caballo. El pelo 
debe ser “redondo y limpio”, 
sin asperezas.
Para atraer la trucha se usa
aceite anisado:
a la perca se la llama
con una pluma o un corcho.
 
La clave, sin embargo, 
estaba en otro párrafo.

Las moscas Caddis pupan en pequeñas vainas
-cascarillas unidas a la roca del río-
y a la hora adecuada nadan
hacia la superficie y se paran
al sol
a secar las alas. Después 
despegan, de a miles,
haciendo que la trucha se vuelva 
audaz y lujuriosa. 
Cuando el sol cae el río explota, 
los insectos se posan sobre el agua 
que hierve en las bocas de los peces.

Una junto a otro, la tanza y el pelo 
redondo del caballo. 
El buen sedal no tiene memoria:
su lance es limpio, puro.



cómo devolver un pez al agua 




No alcanza con ser amable.  

Las manos tienen que estar desnudas, 
mojadas. 
Se puede usar un copo engomado y sin nudos
(nunca un trapo o guantes de algodón).
La capa de limo
-que protege al pez de la enfermedad-
debe preservarse a toda costa.
Los dedos lejos 
de las agallas y los ojos: 
podrías ahogarlo o dejarlo ciego. 
Las caídas son letales. 
Apenas quince segundos afuera 
escriben 
lesiones irreversibles en su cerebro; a veces
la vejiga se rompe por el cambio de presión.
Ya exhausto, 
al ejemplar se lo revive 
de cara a la corriente:     así.
El agua entra por la boca hacia las agallas.

Todo depende del pescador. 

Las pupilas de la captura no cambian de tamaño.



La intención de la mosca




Hay que lograr que el cebo 
se pose 
suave
sin hacer ola. 

Como en un Modigliani
montajes de distintos materiales transcriben 
las dimensiones esenciales que el pez atiende. 

En la Adams Parachute
                               insecto-símbolo de la pesca con mosca 
           la cola se fabrica 
           con plumas 
           de gallo marrón y bataraz;
dubbing de rata almizclera;
un mechón o el rabo de un ternero blanco 
para las alas.

  La línea de flotación baja imita 
el movimiento 
de ejemplares     un poco hundidos
vulnerables 
                         ninfas con el cuerpo partido 
        lisiadas
  o agotadas o
nacidas muertas abatidas
por una imprevista
ondulación del agua.

Sinuoso el pez se acerca 
a tomar la carnada:
a veces salta. 
A veces el pez llega a la superficie y salta 
arremete y vuela fuera del agua 
un espectáculo incomparable. 

Los aficionados debaten.
              ¿Qué ve la trucha? 

La trucha ve el mundo desde abajo. 
No distingue los colores.

  “Un atractor es la intención de la mosca en el agua”.



Catch and release



Hablaba con otro pescador y salió el tema
del anzuelo sin rebaba.
El tipo se transformó y empezó a los gritos:

                                      “¡la gran mentira 
                                      de la pesca con mosca! Todos
                                      hablan pero nadie los usa.”
 
Me alejé en silencio.
Cuando el pez corta línea y huye
con el anzuelo clavado 
debe llevarlo de por vida o esperar 
que se oxide y desprenda solo. 

El mejor trato para él es dejar de pescar. 

Miren: 

El pez escapa 
la adrenalina
lo ha puesto pálido
desconcertado sigue,
anhela
que la herrumbre haga lo suyo.
La corriente suelta
rojas partículas 
de óxido de hierro
y las lleva lejos. 

Al anzuelo sin barba le dicen
“anzuelo sin muerte”. 
Es fácil sacarlo 
sin desgarrar la pesca,
o la ropa, o
la propia carne. 



ALAN TALEVI (1980, Ciudad de Buenos Aires, Argentina)

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