Montague Bookmill
Lo que antes fue un molino ahora es
una tienda de libros. Por la entrada a la parte
de discos de vinil se abastecía
de agua a los caballos. Hoy el ático
resguarda una estación de radio.
Una debajo de otra, las maderas rojizas
construyeron la torre. Un río a su costado
lleva cientos de años escuchándose.
El oído se va con él y su violencia
de piedras verdes, de gentío de agua.
Sabemos, sin lugar a dudas, que el oído
es uno de los tantos animales
que conforman al ser humano
y sabemos que al extraviarlo
—en ello va la psique—
pierde su norte nuestra rosa náutica.
De modo que el oído es una suerte
de animal que sitúa. Al volver a mi cuerpo
retomo la escritura de esta carta.
En el envés del sobre están las coordenadas
de tu casa en la vieja Petrogrado.
Viajará en un avión con un logo de agencia
de correos y no como lo hubiera
preferido: semejante a una flecha
dirigida hacia ti por encantamiento.
El caballo no se crea ni se destruye,
sólo se transfigura, escribo. Y después
una chica espigada llega con una cámara
fotográfica al hombro y se inclina hacia el chorro
suspendido del bebedero eléctrico.
Marzo y retrato de mujer en el bosque
El rocío del alba y el viento del mar
existen sin que nadie lo demande
G. Seféris
Marzo se mueve en estos días como otro idioma
para la sangre. Ha llenado el jardín
de salamandras: un larvario azul
alumbrando las piedras, gentilmente
tendido para la mirada.
Las buganvilias dan cálida lumbre al muro
y proveen de una lámpara al olfato.
El cielo, por su parte, con lámpara puntual
atempera la seda, la flora en los vestidos.
Tú en un retrato, dorada a los treinta,
traes a la habitación los perfumes del bosque
y empiezas a moverte por la pieza
con parsimonia de neblina
para después volver a recargarte
en el roble de la fotografía,
pues todo cursa a voluntad de nadie.
Cada elemento natural sucede.
Deja las cosas en su sitio, pienso,
rozando apenas todo con la palabra justa.
Cuídate de no pisar
el área de las flores del lenguaje,
el nacimiento de los jardines,
preso el rumbo de endrinos y abierto de violáceos;
y por la noche, la templada rosa
náutica que se trasmina en el cielo
y tiembla en estas aguas que respiran.
Fuente: Dokumen / La Otra
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