LXI
Pero el anteinfierno existe, basta que se apague
la luz de la escalera, cuando vuelves a subir, ya
sin bolsas, la noche de la basura cotidiana;
de repente, la oscuridad más profunda y densa
te asalta, y te acercas de memoria al led
luminoso del interruptor con temporizador; en el piso,
incluso en ese lapso, de escalón en escalón,
el pensamiento se ve golpeado por el intervalo
y se sobresalta, traduce, alegoriza el sentido
de esta oscuridad inconsciente, cercana,
detrás de la calidez de tu propia casa,
que por la rendija de la puerta envía luz
como si fuera el puerto de arribo de un náufrago…
allí está ella, la cena, una noche más,
y, tras las otras puertas, gente casi ignota,
asomada, como tú, a la barandilla, a la nada
de una existencia que ignora lo adyacente…
LXI
Ma l’antinferno esiste; basta si spenga
la luce delle scale, mentre risali, senza
più sacchetti, la sera del rifiuto quotidiano;
d’improvviso, il buio più pesto e fitto
ti assale, e vai a memoria fino al led
lumicoso dell’interruttore a tempo; al piano,
pure, in quel lasso, di gradino in gradino,
il pensiero è colpito dal frattempo
e trasale, traduce, allegorizza il senso
di questo buio inconsapevole, vicino,
dietro il tepore del proprio appartamento,
che dal taglio della porta manda luce
come fosse l’approdo per un naufrago…
di là, c’è lei, la cena, un’altra sera,
e dietro le altre porte gente quasi ignota,
affacciata, come te, alla ringhiera, al niente
di un’esistenza che ignora l’adiacente…
GIANNI D'ELIA (1953, Pesaro, Italia)
Traducción: Rocío Moriones Alonso
Fuente: AMETLI
Contenido vinculado: Fabián Casas
Imagen en 'In Scena'
Traducción: Rocío Moriones Alonso
Fuente: AMETLI
Contenido vinculado: Fabián Casas
Imagen en 'In Scena'