Puesto que Nicaragua entró en la guerra,
lo justo es que el obispo diga misas
por el triunfo de las armas aliadas.
En las tertulias y en las barberías
se malgasta saliva
defiendo "la causa".
Ya no pueden los periódicos
con los sonetos a Bélgica
y las odas a Francia.
Pero cuando supieron
que venía a la guerra yo,
nicaragüense,
a pelear por Nicaragua,
los beatos,
y los discutidores en público,
y los hacedores de versos,
convinieron en que yo estaba loco.
Granadas de gas axfisiante
Plo-plo-plo-plo hacen las granadas,
y cuando caen, plum.
Y en los días de sol su humo es una nube amarillenta,
y en los días de lluvia de una blancura esplendorosa.
¿Quién no se acuerda de los cuentos de hadas?
¿De los genios, de los duendes, de los gnomos?
¡Plo-plo-plo-plo...plum!
¡plo-plo-plo-plo...
plo-plum-plo!
El gas que he respirado
me dejó casi ciego,
pero olía a fruta de mi tierra,
unas veces a piña y otras veces a mango,
y hasta a guineos de los que sirven para hacer vinagre
y aunque de sí no me hubiera hecho llorar,
sé que hubiera llorado.
SALOMÓN D ELA SELVA (León, 1893, Nicaragua / París, 1959, Francia)
De: "El soldado desconocido", 1922)
Enlaces: Anales de literatura hispanoamericana / José E. Arellano