Junta de Valladolid
Mas detenido el látigo en su vuelo,
la conquista del mundo habrá de congelarse.
Sanguíneas calles de Valladolid, oro sanguíneo naciendo en tierra
de los encomenderos, la teología es una vasija rota o eso gritan,
la guerra justa es justa al comienzo del verano o eso gritan,
treinta proposiciones muy jurídicas,
algo vibrando en el principio de las cosas
y pese a todo no habrá resolución posible.
Podrán vibrar los adoquines y las tristes mercancías en las panzas
de los barcos y los tratados de derecho internacional y las túnicas
negras de los dominicos,
tensos como la cuerda tensa de otro arco,
como la cuerda tensa, el mundo
sólo podrá romperse o disparar,
y pese a todo no habrá resolución:
ambos tendrán que ser declarados vencedores.
Retomarán los ánades salvajes
su vuelo como un látigo en la mente del poeta
y la viruela y nuevas epidemias de viruela y el tifus y la gripe y
la difteria
devastarán campos y bosques de la América lejana
y un niño nacerá que llevará por nombre Garcilaso el Inca
y alguien preguntará si mereció la pena,
este parar y este detenerse
si mereció la pena ver el mundo desde lejos
con su belleza simple, con su horror colapsado.
Alguien dirá que sí, que estuvo bien.
Y yo seré aquel hombre que te besó en la frente.