Utilidad del camino de sirga
Esos hombres embrutecidos por el clima,
el desarraigo, el escorbuto y el hambre
que acarrearon las cuatro chalupas
desde el camino de sirga rumbo oeste
por el Río Negro territorio tehuelche
haciendo valer, al margen de una imaginación
a prueba de balas,
únicamente el derecho de gentes
en favor de la flotación, navegación,
pesca, salvamento y, valga decir,
colonización de tierras indiferentes
al llamado y promesas de dios
iban al país de las manzanas
al país de las manzanas
para que mi mujer hoy pueda,
todavía aletargada por el sueño,
aplicar dos cortes, sin embargo, diestros,
perpendiculares,
sobre una manzana extranjera
mientras mi hija profiere
palabras, todavía, incomprensibles
Plaza de las banderas
De la barda a las banderas hay un paso,
sin embargo, que pasa por Baradero.
Qué ve quien mira la plaza
al fondo de la Avenida Argentina.
Ya no ve los mástiles, veintitantos,
y sus sombras inclinadas si es de día.
Sino que ve, como en encuentro fortuito,
no un paraguas y una máquina de coser,
sobre una mesa de disección, sino
una rotonda inclinada y dos bancos
sobre un puente que enlaza dos puntos
opuestos de una circunferencia perfecta.
Ve un diámetro. Ve el agua. Y una moneda
en el agua. Bajo un puente redundante.
Ve la barda y ve dos banderas,
no el año 1979 y la conmemoración
de los cien años de la campaña al desierto.
No ve el entuerto. No ve Baradero.
No ve Baradero porque no mira a la izquierda
y ve el cristo de la hermandad de Luis Síssara.
No ve la escultura, y aunque la viera,
probablemente no sabría que ver ese cristo
tallado
lo hermana con otros paseantes contemporáneos,
no en La Rioja, porque su cristo se cayó en 2015,
pero sí en Baradero
así como
en Villa Elisa
Pujato Norte
Santa Clara de Buena Vista
Santo Domingo
Crespo
Chajarí
Concordia
Miramar
y Los Chacayes
entre otras localidades, sin relieve,
principalmente pampeanas
Viento
Trunco el cielo y se propaga
primero brisa y cabriola
desprendido de las nubes
sin cabestro, enmarañadas.
Remonta y acaricia superficies
deficientes, de nylon y cartón,
con suerte madera, fabricadas
en el límite borroso de la barriada.
Fisgón, se mete en rendijas,
en tejas vacilantes, en rejillas.
Se quiebra solo en el canto filoso
de piedras y canta. Silba y salta.
Después de escudriñar el terreno,
traza un trazo corvo encabritado.
Desata entonces la finta de la razzia,
de la arremetida sotto voce fraguada.
Encara, fatídico, un recorrer reacio
entre pasillos de tierra o asfalto
a la vera de casas cansadas de
un ulular que, saben, trae trizas.
Eleva la leva del soldadito mal parado.
La pancarta se embolsa, se rasga.
Un techo termina chato, en el piso pisado.
Fulmina un árbol. Y un trecho de chapa.
Y más tarde encalma. Mejora. Abre.
El ventarrón se retrotrae. Deja su huella
esparcida en la vereda. El rastro de su paso
en una ciudad expuesta y acostumbrada.
JORGE J. LOCANE (1979, Buenos Aires, Argentina)
Fuente: INTI Nros. 87/88
Enlaces: Estudios de Teoría literaria | Vallejo & Co.
Imagen en Noticias UNSAM
Fuente: INTI Nros. 87/88
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