BENTEVEO EN BLOOMSDAY
Hoy a la mañana vimos un benteveo
en el ciruelo, exactamente un siglo después
del Bloomsday (Leopoldo Bloom
saliendo de farra a festejar con cerveza negra
fuera de las páginas del Ulises, las sombras
de Jim y de Nora a su lado).
Acá nunca se vieron benteveos, pero ahora
que llegó el cambio climático un benteveo
es un acontecimiento.
Estaba incómodo en el lugar equivocado,
había perdido el sentido de la orientación
o algo le impedía volar como había llegado,
se lo veía exuberante, el plumaje amarillo,
la franja negra que le envuelve los ojos
y se continúa hasta el pico, una especie
de antifaz, los ojos escondidos en el negro,
en el copete otra franja negra rematando
la cabeza a la vez que matando el amarillo
luminoso: los verbos no son casuales
y a veces son necesarios para tensar
la cuerda entre la cosa y la lengua.
Lo dijo Ricardo Zelarayán, si la realidad
está en algún lugar está en el lenguaje.
Estaba atento el benteveo, vería en nosotros
una forma de amenaza, tenía dudas y al mismo
tiempo quería quedarse, tuvo paciencia
para decidirlo: de esa densidad incierta
que es un minuto o un segundo estamos hechos.
El benteveo se movió hacia el Oeste, volvió
a moverse hacia el Este, subió a tres ramas
distintas deteniéndose en cada una hasta llegar
a la copa desnuda del ciruelo, y después
se fue. No lo vimos más.
La duración de ese momento, como el soplo
de una epifanía, admite la descripción de un mundo
completo, donde sólo algunas veces
hay opciones para la excepción.
De: "El viento qué hay acá afuera", Ediciones La Carta de Oliver, 2021
Otros poemas de
JUAN CARLOS MOISÉS,
aquí
Un pollo mojado
Amor, humor, dolor: palabras de usocomún, qu en el poema buscantener ocupación cuando lo leas.No de otro modo es posible admitirque los sustantivos también contemplanun punto medio y justo de las cosas.Tu cuerpo ya había recibido las descargasde fondo, con sus detonaciones,y algo cambió para siempre cuandoel bisturí en la mano del cirujano,bajo la luz irreal del quirófano,se deslizó desde la axila hasta el centrode tu mano, indoloramente,y no sólo porque nos habiámospropuesto desestimar la congoja.El pelo te había crecido de nuevoy fue una sorpresa la apariciónde unos rulos entrometidoscon los que nos permitimosespeculaciones chistosas.De regreso a nuestra casa del sur,donde pies y pensamientos se apareande igual modo, al final del día,en la curación de cada noche, tratabade que no me temblaran las manosen el momento de ayudartea cambiar la gasa de los drenajes.Hoy, durante la mañana, volví a pensaren la otra escena teatral que anochenos tuvo de protagonistas exclusivosen la intimidad del baño de la casa.¡Ay, mi amor, mi amor!, dijiste,como queja, cuando entraste decididaa no salir. Y mientras te desnudabasfrente al espejo con un pudorque no conocíamos y me preguntabascuánto iba a tardar en la ducha,podía ver a través del vaporla imagen mutilada de tu cuerpoque devolvía el reflejo empañado.¡Toda la vida te amaré!, dije, cantando.¿Te parece poco? (no hacía falta decir más),y te reclamaba para que te unierasbajo la lluvia caliente como antes.Tu respuesta fue salpicarme con gotasde agua fría que en la canilla del lavatoriojuntaste en el cuenco de tus manos.¡Soy un pollo mojado!, dije, tiritando.Giré la canilla y salí con los piesresbaladizos fregándome los ojos para verque me esperabas con una muecaen tu cara al alcanzarme la toalla como sifueras Eva recibiéndome en el paraíso.Te asusté cuando di ese grito en el espasmo:¡Aaah, esto sí que es el amor!
De: "El jugador de fútbol", Ediciones La carta de Oliver, 2015
Un bar en el camino
Cuando entré a ese baño de bardel camino y la puerta se trabósin explicación, creí encontrarmeen el mismo infierno; no advertíque hubiera lo que estrictamentese llama fuego, crepitaciones,gritos de dolor, sólo unos pocos malosolores que me envolvierony la lamparita que no prendió.Para estar en medio de la pampa altay desmesurada ese baño era un lugardemasiado pequeño, sucio, opresivo.Ni las frases chistosas escritasen la pared con letra despatarradafueron capaces de provocarmela mueca de una risa.En las manchas de humedaddel revoque descascaradovi con horror la sombra del que soy,vi rostros no amados,vi todo lo que no se desea ver:de mí, de los otros, de lo otro.Dije es el fin, ahora sé cómo esla última visión de una persona.Mi única esperanza fueel ventanuco; después de forcejearen lo alto durante unos momentos,el hierro viejo, debilitado, carcomidopor el óxido, cedió,y cielo y nubes entraronincreíblemente a tiempo.
Flamencos en la laguna
Esos flamencos todoel día al sol sumergenla cabeza movediza en el aguaapoyados en el firme equilibriode una de sus patas; están clavadosen la laguna, tallados en el aire.Cada tanto rompen la monotonía,curvan el fino pescuezo, el pico se levanta,estiran la pata encogida y dan un paso largoy lento que se hunde y se clavacomo la pata anterior,que ahora se pliega y esperamientras bajan la cabeza a bucear.Todo el interés está ahí, en la turbiedaddel fondo, en los pequeños hallazgos nutritivos.Ninguno de esos actos minuciososme incluye, ni soy de la familia de esas aves;tampoco soy lo que se dice trigo limpiopara acercarme a refrescar mis piessin que algo no deseado ocurraen el plan trazado por los flamencos.Y aunque no son mis ojos los que ven bajo esa aguani tengo plumas rosadas, no me aguanto: mordidopor las hormigas de la curiosidadque siempre me empujan a donde no me llamanme acerco a la orillatodo lo que más puedo,hasta que en el límite de la confianzalos flamencos levantan vuelocon tres o cuatro aletazos,las flacas patas colgando sobre la laguna.Si yo fuera ellosdaría un rodeo largo y sin pausacon la esperanza de que se fuera el entrometidoy entonces volvería lo más campantecon las alas desplegadasa posarme otra vez en medio de la laguna,una sola pata apoyadaen la turbiedad del fondo.Pero se ve que esos flamencostienen otros planes para resolver el dilema,y acribillados inútilmentepor la doble intención de mi miradasiguen adelante y se pierden en el cielocapaces como son de ver a lo lejosadónde lleva el camino.
De “Animal teórico”, Ediciones del Dock, 2004
Otros poemas de JUAN CARLOS MOISÉS, aquí
Una carta
la carta que está sobre la mesa
fue enviada hace cuatro días desde
Buenos Aires
siempre
pensé en Buenos Aires
de chico soñé con Buenos Aires
todavía pienso y sueño con Buenos Aires
dos mil kilómetros viajó esta carta seductora
para venir a mi encuentro
y transformar a este pequeño pueblo del sur
en un país desconocido
Respuestas
Lejos los perros ladran
sobre el final del inviernoy se contestande un extremo a otrodel pueblo dormidoy también hay respuestascalladas
humanasdoloridasde algunas voces que la nochecierra
como una mano
JUAN CARLOS MOISÉS (1954, Sarmiento, Provincia del Chubut, Argentina)
De. "Querido mundo", 1988, Ediciones El Lagrimal TrifurcaEnlaces: 12 Poetas chubutenses