Las calles están silenciosas
y desiertas. Solamente cruzan
las sombras de los árboles.
No se oyen pájaros, bocinas,
ni siquiera el motor inminente
de un auto siempre aproximándose.
Los ascensores, las escaleras
y pasillos de los edificios, vacíos.
En una cocina un charco
en torno al refrigerador
que deshiela
con sus bandejas desnudas
y la puerta abierta.
Conservada en el hielo
no hay más que una arveja
muy pequeña, redonda y verde.
El loco
Vuelo por una Línea Aérea Peregrina,
mirando el ala de mi mano siniestra
y el reflejo de mi rostro apresado
en el cubo de hielo de la ventanilla.
¿Quién soy? Para la belleza fría
como un maniquí de la aeromoza,
componiendo la lista de bebidas,
el hombre de bigotes que ordenó
un vaso de leche, sillón 17-F window.
Para ti, aunque digas que es
más difícil quedarse atrás, que irse,
ya comienzo a ser un mal recuerdo.
Para mí mismo, Le Mat de tarot,
los bártulos liados en un pañuelo
y el bordón al hombro.
El frío asciende hasta aquí
y sus caninos me muerden una pierna.
Abajo los nevados bosques perennes,
grises, verdinegros como el pelaje
de un gran danés con arestín,
saltan para morderme los talones,
mientras cruzo, funámbulo por el aire.
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Imagen: www.ediciones.udp.cl