Mis proteínas
Han descubierto, dicen,
la proteína del escozor—
péptido natriurético cerebral—
y que viaja por su propio sendero
a lo largo de mi columna vertebral.
Como lo hacen el dolor, el placer y el calor.
El cuerpo por lo que se ve es una autopista,
un cruce de autovías
bien diseñado, bien trazado.
Parte de mí va hacia el norte, parte hacia el sur.
El noventa por ciento de mis células, han descubierto,
no son parte de mi propio ser,
sino de otros seres que viven dentro de mí.
Del mismo modo que el noventa y seis por ciento de mi vida no es mía.
Además yo, por lo que dicen, soy ellos—
mis bacterias y mis hongos,
mi padre y mi madre,
abuelos, amantes,
mis conductores hablando por el móvil,
mis metros y mis puentes,
mis ladrones, mi policía
que persigue a mi yo noche y día.
Mis proteínas, aparentemente también yo,
pliegan las camisas.
Encuentro en esta metrópolis abarrotada
un rincón tranquilo
en el que con piezas de Lego no-yo construyo
un banco,
palomas, un sandwich
de pan de centeno, queso y mostaza.
Es yo y no es yo
el hambre
que hace bueno al sandwich.
No es yo luego es,
el sandwich—
un misterio que ninguno de nosotros
puede doblar, desdoblar ni consumir.
Mis ojos
Una hora no es una casa,
una vida no es una casa,
no vas de una a otra como si
hubiera una puerta que las conectase.
Sin embargo una hora puede tener proporción y forma,
cuatro muros, un techo.
Una hora puede caerse como un vaso.
Hay quien quiere calma como hay quien quiere pan.
Hay quien quiere dormir.
Mis ojos fueron
hacia la ventana, como perro o gato dejado a solas.
En mi cartera llevo una tarjeta
En mi cartera llevo una tarjeta
que declara que tengo el poder de legalizar un matrimonio.
En mi cartera llevo una tarjeta
que declara que puedo conducir.
En mi cartera llevo una tarjeta
que le dice a los comerciantes que deben confiar en que les pagaré.
En mi cartera llevo una tarjeta
que asegura que puedo tomar prestado un libro en la ciudad en la que vivo.
En mi mano llevo una tarjeta.
Sus líneas declaran que no tengo tarjetas, ni coche,
ni estado, ni dinero.
Es liviana y sin aristas.
Me nombra miembro de la Orden de Cuantos Morirán.
Lejos de casa, pienso en los poetas exiliados
Lejos de casa
leí a poetas exiliados
–Ovidio, Brecht.
Luego, esa noche dejé los libros
a los pies de mi cama.
Toda la noche fingieron ser la gata.
Ni una sola vez
la desperté.
Jane Hirschfield (1953, New York, Estados Unidos de Norte América)
Fuente: https://www.elcultural.com/blogs/rima-interna/2015/08/cuatro-poemas-de-jane-hirshfield/
Traducción: Martín López-Vega
Imagen: Oregon Live