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Pablo Seguí: Los cuerpos de la física


Lizard 




Acomoda la cucha 
pacientemente a un lado 
y al otro, y se reclina, 
satisfecho y seguro. 

Cierra los ojos pero 
no las orejas ante 
la noche numerosa 
de crujidos a ciegas. 

¿Escucha el discurrir 
de mi lápiz, renglón 
tras renglón que pretenden 
dar cuenta de su pose? 

Él sabe del metrónomo 
de esta escritura en marcha. 
Lo que lo tiene en vilo 
no soy yo: es el umbral. 


Puertas abiertas




Apago la pantalla 
de la compu: escribir 
es alejarse. Suena 
el zumbido constante 
de la heladera (algunos 
hacen música con 
los monótonos ruidos 
de sus hogares: tedio 
vivido de otra forma). 
¿Y a dónde llego? Al linde 
de la mirada: canto 
en silencio la pura 
saciedad de mis ojos 
frente a líneas que corren 
cada vez más ariscas 
hasta volverse lumbre. 
poemas que conforman 
sólo por ser sonoros. 



Los cuerpos de la física



Los objetos, sin prisa 
ni pausa —la mirada 
los recorre—, mantienen 
su ser en la fijeza 
impávida que les 
es más propia. Mis manos 
podrían, iracundas, 
destrozarlos, hundirlos 
en lo oscuro. Se da 
que escribo, que me doblo 
ante el papel, y sale
elevar la mirada 
cada tanto y sentir
un vaso, un carillón, 
una reja: un segundo 
de eternidad inmóvil. 


Es que sos reptiliana




No somos compatibles 
pero nos entendemos 
pese a los sucesivos 
desengaños. (Girar 
en tu órbita me vuelve 
un manojo de voces 
que se apagan: precario 
ante el papel, idiota 
en versos que procuran 
apenas si llamarte 
la atención, y fracasan.) 



Nala piensa en Damayanti




El perro, inquieto, busca 
algo incansablemente: 
se acerca a la comida, 
va después al portón. 
En cambio yo, tranquilo 
después de dos semanas, 
pienso en vos, y del centro 
de tu nombre surgís. 
Surgís como una luna 
que cruzará la noche 
dándome, porque sabe, 
un poco de su luz. 
Luz que dice: “mirá: 
mi piel junto a tu piel”. 



De: "Lizard y otros poemas", Barnacle, 2020
Otros poemas de PABLO SEGUIaquí
Entre los ocho y los diecisiete años estudió violín, para luego dedicarse hacia la poesía.
Ha publicado los siguientes libros: Los nombres de la amada (Alción, 1999), Claves y armaduras (Foja/Cero, 2005), Naturaleza muerta (El Copista, 2011),Otro verano y éste (Barnacle, 2017), Animal de bien (Barnacle, 2018), Noción de ritmo (Barnacle, 2019) y Lizard (Barnacle, 2020).
Desde hace varios años ya publica sus poemas en sucesivos blogs, entre los cuales figuran: El tren y la mujer que llena el cielo, El poeta ocasional, La lección de piano, El bakelita, Por el jornal, Crocante de seco y el actual, Voces en La Babía.

Pablo Seguí

Pablo Seguí



Fumando espero



Enciendo un cigarrillo
y me pregunto cuántos
me habré fumado, a medias
o completos, en todos
estos años de dúctil
hábito. Son preguntas
que uno se hace en las pausas
y que nadie responde,
como hacen esas tías
que nos oyen hablar
y callan displicentes.
Una cuestión retórica,
como mimar al perro
sólo para sentirse.



Cuatro de la madrugada



Se sienten a lo lejos
cuatro tiros. Giannuzzi
los pondría al final.
Yo me quedo esperando,
sigo escribiendo. Entonces
notás la diferencia:
sus versos se prolongan
en el ahogo, el morbo
y la torsión: los tuyos
reinciden malamente
en un palabrerío
literario, reptil.


De: "Animal de bien", Barnacle, 2018
Otros poemas de PABLO SEGUÍaquí
Imagen: Letra de cambio

Pablo Seguí





Canción











´



Ella quiere otra cosa, 

a veces, que lo que 

yo quiero, nada más. 

Pero ¡cómo me duele, 

Ahora, que se muestre  

indiferente, lejos! 

Canción, decile que ardo, 

que humeo negramente, 

que mis labios se agrietan.   









Un mundo  









Yo sé que las palabras 

ni las fotos podrán  

tenerte nunca. Que 

el beso que nos dimos  

anoche se conserva 

apenas, desleído 

por la ingrata memoria. 

Que esa risa que estalla 

de repente en tus labios,  

y que yo no manejo 

ni aunque lo intente, surge  

cuando quiere o querés 

que es inútil grabar  

para los venideros  

ese tacto a distancia  

que sonriendo me ciñe.  

Somos ese detalle 

que el otro guarda, que 

recuerda, del que abjura 

o por el que suspira 

o se alegra. Es posible 

que ahora que dormís 

no me tengas presente: 

soñás, quizá, con una 

minuciosa manada 

de elefantes a punto  

de entrar en un bazar;  

o con esa perrita 

que te daba la pata  

anoche. Lo que sí 

es cierto es que, callado,  

y cansado, y desnudo,  

escribo sobre vos. 

Y lo más cierto es que 

estas pobres palabras, 

que leerás mañana  

por la mañana, con  

un mate, a las corridas, 

jamás conseguirán  

mostrar el modo claro 

en que tu cuerpo luce 

de noche al descansar. 

Todavía más cierto 

es que no importa. Puede 

que el futuro no sepa 

nada de vos, ni de  

tus labios rumorosos.  

Los míos guardarán 

su forma, su tibieza, 

su increíble dulzura. 

Ya no puedo olvidarte, 

señora que ha logrado, 

sólo con ser, hacer  

de estos días un mundo.   











Otro verano y éste   









Increíble. Si pienso en esa noche 

de lluvia en que entreví 

la verdad de los cuerpos al mirar  

aquella lluvia que,  

potente, se volcaba sobre las 

carnosas hojas tras 

el vidrio, tras la reja repujada, 

al cabo de los años 

y de una suerte inteligente y ciega 

que atrás dejó los nombres 

de aquellos seres negros que querían  

que negara sin más  

la brisa, me doy cuenta de que nada 

de lo que ahora tengo 

me faltó nunca. Cuánto se engañó 

mi corazón con fuentes  

retorcidas, perversas; cuánto encuentro 

de lo de siempre en vos, 

amor, en tu palabra y en tu risa, 

e incluso en los desplantes 

intempestivos, aguerridos, altos 

de tanto orgullo tuyo,  

respiración que canta. Reconozco 

caricias y destellos 

reveladores de la más ociosa  

infancia que, latente  

n en nuestros rostros de crecidos,  

aflora como un fuego, 

como sonrientes llamas que se besan, 

o más bien como imanes 

que, separados, se buscaban desde 

la lejanía. O como 

lo que jamás podremos olvidar: 

el amor a la vida, 

nacido de una noche de verano, 

de la lluvia, lo verde, 

y ahora constatar que curioseabas, 

de algún modo, detrás 

de esos cristales, duende, aquellos ojos  

que luego te supieron.  















De: "Otro verano y éste", Barnacle, 2017

Otros poemas de Pablo Seguí, aquí

Pablo Seguí (1973, Córdoba, Argentina)

Entre los 8 y los 17 años estudió violín, para luego volcarse hacia la poesía. Ha publicado tres libros: Los nombres de la amada (Alción, 1999), Claves y armaduras (Foja/Cero, 2005) y Naturaleza muerta (El Copista, 2011).  Desde hace varios años ya publica sus poemas en sucesivos blogs, entre los cuales figuran: El tren y la mujer que llena el cielo, La lección de piano, El bakelita, Por el jornal, Crocante de seco y el actual, Voces en La Babía. Los poemas que componen Otro verano y éste han sido seleccionados de algunos de dichos blogs.  




Pablo Seguí




Este cuerpo







Cuerpo que canso, que camino, que

hago sentar, que duermo, que desnudo:

pétalos de sudor,

y volverse a esperar.



Cuerpo oxidado, escolopendra en quiebre,

manija sin destino, esparadrapo:

pétalos de olvidar,

y volver a querer.



Yacija resentida

por mi viente abombado,

por no poder decir.



Silla que se acogota

de verme tan pasivo,

de despreciar mi sed.



Cuerpo proclive al morbo, a la torsión,

huesitos, carnecitas, mucha grasa:

nadie quiere besar

este cuerpo, y se va.







Con otra cosa







Habría que intentar otro pesar,

otra alegría, un sitio

distinto para esta alma que se espeja,

sombra de gestos, nido

de nimiedades. Algo como el ojo

renunciando al sopor

que lo distancia de los vates, sino

volviendo a pernoctar

con la estrellas. Brisa que restalla

en la conciencia, gracias

que doy al mundo indiferente que,

sin embargo, me roza.

Ojo de letras, gestos que la muerte

me sabe sin pensarlo,

catafalco que, urdido, se establece

por años, esparciendo

lo mórbido hasta un punto en que me ciega,

ojo que no respira,

pronunciación de un álamo gregario

que a Caronte se dio

porque creció. Volverme, de algún modo,

hacia la mesa, o hacia

el paladar llagado, o hacia el muelle

del nunca partí,

que no me espera, pero que es anuncio

de una viva emoción.

"Rosa posible, espera la esperanza,

atada a lo presente",

podría murmurar. Pero yo sé

que el sedimento sólo

con otra cosa se desprende que

con la paciencia. Nada

que ver con la voluntad. Sólo un desvio

del átomo, un relámpago.







Cada uno por su lado







Hoy también callaremos, como calla el osario

de lo que no nació, torpes y recurrentes,

y beberemos mucho, y reiremos más,

con la jeta torcida, desalmados sin gracia.



Y el fecundo presente proveerá de excusas

para las horas de ángel, aljibe que se ahoga,

y nos criticaremos sin piedad, minuciosos,

distantes, enervados, eje que se deshace.



Somos tan predecibles...La mañana se acerca

y vos despertarás y leerás, calculo,

estos versos que buscan matices que te traigan,



Fuimos tan imprudentes...Me acostaré queriendo

- sin mucha fe, no creas - que suene el celular,

que me digas que no, nada que ver, yo nunca...













Pablo Seguí (1973, Ciudad de Córdoba, Provincia de Córdoba, Argentina)

De: "Naturaleza muerta", Ediciones del Copista, 2011







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