Cuando partas a Itaca / ruega que tu viaje sea largo"
Cavafy
A esta hora de la noche los objetos de la casa
ya no son inertes o agradables.
Despiden emanaciones cargadas de ceniza.
El frío televisor, el panel de la ventana
y el teléfono tiemblan ligeramente
en sus sueños de baratija.
Hace casi dieciocho años
regresamos del sol
con dos hijos pequeños
a esta, nuestra ciudad universitaria.
Aquí, no lo sabíamos,
planeaban abrir una calle.
En la colina de enfrente
solían pastar dos caballos, Verano e Invierno,
que nuestra hijita adoraba.
Arriba, en las constelaciones,
convergían trayectorias
de estrellas candentes. Pese a las
señales de desastre,
cada colisión fue evitada.
Cuando volví al hogar esta noche
los gatos vinieron hacia mí,
una sombra gris, una nube naranja.
¿Hogar? No hay peligro de elegía.
Ya nunca tendremos treinta años de casados.
Este anillo de bodas
que fue nuestra O de regocijo
y “para siempre” y que está en un
oscuro cajón, todavía me va bien.
Cuando partimos a Itaca
con rostros radiantes, te di juventud
y fuego, tanto como dolor.
Aunque esa isla desnuda no era
el destino esperado,
compramos ámbar y ébano
y nuestro viaje fue largo.
Los caballos ya no están,
reemplazados por casas.
En cada calle, en cada barrio nuevo,
comienza una vez más.
Esta noche de noviembre
hay una luna
atrapada en una tenue malla
de bruma. Me consuela saber
que podría ir hasta la colina de enfrente
donde pastaban la yegua blanca y el caballo marrón
y la bahía se ensanchaba al oeste,
hacia el agua y la fuga.
Calipso
La luna asoma su alta grupa sobre el pueblo.
La marea sube con intención de aclarar y anegar.
En un sueño, un bote se mueve detrás de la hierba.
Lo conozco, veintiocho pies y un mástil.
El motor Lister parece una becasina. Viene
hacia mí. Dos rápidas pinceladas
azul Matisse parten el agua en una V.
Ya craquelado el fuego, todo lo que quiero
es este estado, la raíz cuadrada del amor reducido
a nostalgia, una vocal suave sostenida por dos
consonantes fuertes - el reino de los sueños insiste
en que es peligroso consumirse más que eso.
El desecho de mis años se entrelaza con la marea agitada.
Voy hacia el promontorio, con su escudo de nubes de tormenta.
Trataré de hallar, en este viaje,
a alguien que tenga la receta de los panales.
Dejo mi hogar - no llevo acompañantes -
y subo al bote de mi padre con esta instrucción:
Olvida las estrellas. El ángulo plisado donde el cielo se junta
y forma un techo es lo único en lo que puedes fiarte ahora.
Dos golpes de los remos y responde, liviano como un hueso del deseo,
el caprichoso regalo de los dioses por este arte de estar sola.
Versiones de Gerardo Gambolini
La petición
A las nueve en el hotel.
Si no vienes o llegas tarde
nos veremos en la tumba.
Creo que deberías ponerte
un vestido.
¿Te parece bien?
Por supuesto,
ninguna mujer de Connemara que se precie
aparecería en un cementerio
con menos.
Versión de Enrique Alda
MARY O'MALLEY (1954, Connemara, Irlanda)