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Jorge Luis Borges: De fierro, de encorvados tirantes


Insomnio  



De fierro 
de encorvados tirantes de enorme fierro tienen que ser la noche, 
para que no la revienten y la desfonden 
las muchas cosas que mis aborrotados ojos han visto, 
las duras cosas que insoportablemente la pueblan. 
  
Mi cuerpo ha fatigado los niveles, las temperaturas, las luces: 
en vagones de largo ferrocarril, 
en un banquete de hombres que se aborrecen, 
en el filo mellado de los suburbios, 
en una quinta calurosa de estatuas húmedas,
en la noche repleta donde abundan el caballo y el hombre.
 
El universo de esta noche tiene la vastedad
del olvido y la precisión de la fiebre.
 
En vano quiero distraerme del cuerpo
y del desvelo de un espejo incesante
que lo prodiga y que lo acecha
y de la casa que repite sus patios
y del mundo que sigue hasta un despedazado arrabal
de callejones donde el viento se cansa y de barro torpe.
 
En vano espero
las desintegraciones y los símbolos que preceden al sueño.
 
Sigue la historia universal:
los rumbos minuciosos de la muerte en las caries dentales,
la circulación de mi sangre y de los planetas.
 
(He odiado el agua crapulosa de un charco,
he aborrecido en el atardecer el canto del pájaro.)
 
Las fatigadas leguas incesantes del suburbio del Sur,
leguas de pampa basurera y obscena, leguas de execración,
no se quieren ir del recuerdo.
Lotes anegadizos, ranchos en montón como perros,
charcos de plata fétida:
soy el aborrecible centinela de esas colocaciones inmóviles.
Alambre, terraplenes, papeles muertos, sobras de Buenos Aires.
 
Creo esta noche en la terrible inmortalidad:
ningún hombre ha muerto en el tiempo, ninguna mujer,
ningún muerto,
—aunque se oculten en la corrupción y en los siglos—
y condenarlos a vigilia espantosa.
 
Toscas nubes color borra de vino inflamarán el cielo;
amanecerá en mis párpados apretados.


Otros poemas de JORGE LUIS BORGESaquí

Jorge Luis Borges: Milonga de Jacinto Chiclana

Borges


MILONGA DE JACINTO CHICLANA



Me acuerdo, fue en Balvanera, 
en una noche lejana, 
que alguien dejó caer el nombre 
de un tal Jacinto Chiclana. 
Algo se dijo también 
de una esquina y un cuchillo, 
los años no dejan ver 
el entrevero y el brillo. 
  
¡Quién sabe por que razón, 
me anda buscando ese nombre! 
me gustaría saber 
cómo habrá sido aquel hombre. 
Alto lo veo y cabal, 
con el alma comedida; 
capaz de no alzar la voz 
y de jugarse la vida. 
 
“Nadie con paso más firme
habrá pisado la tierra,
nadie habrá habido como él
en el amor y en la guerra.
Sobre la huerta y el patio
las torres de Balvanera,
y aquella muerte casual,
en una esquina cualquiera”.
 
Sólo Dios puede saber
la laya fiel de aquel hombre
señores, yo estoy cantando
lo que se cifra en el nombre.
Siempre el coraje es mejor
la esperanza nunca es vana
vaya, pues, esta milonga,
para Jacinto Chiclana.





Jorge Luis Borges

Buenos Aires




Antes yo te buscaba en tus confines
que lindan con la tarde y la llanura
y en la verja que guarda una frescura
antigua de cedrones y jazmines.
En la memoria de Palermo estabas,
en su mitología de un pasado
de baraja y puñal y en el dorado
bronce de las inútiles aldabas,
con su mano y sortija. Te sentía
en los patios del Sur y en la creciente
sombra que desdibuja lentamente
su larga recta, al declinar el día.
Ahora estás en mí. Eres mi vaga
suerte, esas cosas que la muerte apaga.



Buenos Aires




Y la ciudad, ahora, es como un plano
de mis humillaciones y fracasos;
Desde esa puerta he visto los ocasos
y ante ese mármol he aguardado en vano.
Aquí el incierto ayer y el hoy distinto
me ha deparado los comunes casos
de toda suerte humana; aquí mis pasos
urden su incalculable laberinto.
Aquí la tarde cenicienta espera
el fruto que le debe la mañana;
aquí mi sombra en la no menos vana
sombra final se perderá, ligera.
No nos une el amor sino el espanto,
será por eso que la quiero tanto.


Camden, 1892



El olor del café y de los periódicos.
El domingo y su tedio. La mañana
y en la entrevista página esa vana
publicación de versos alegóricos
de un colega feliz. El hombre viejo
está postrado y blanco en su decente
habitación de pobre. Ociosamente
mira su cara en el cansado espejo.
Piensa, ya sin asombre, que esta
es él. La distraída mano toca
la turbia barba y la saqueada boca.
No está lejos el fin. Su voz declara:
casi no soy, pero mis versos ritman
la vida y su esplendor. Yo fui Walt Whitman.


JORGE LUIS BORGES
 (Buenos Aires, Argentina, 1899 / Ginebra, Suiza, 1986)

De: "El otro, el mismo", 1964
Imagen: azullilebula.wordpress.com

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