Gregory Corso: Y de todos los fuegos que se extinguen en mí, hay uno que arde como el sol.
Escrito en la víspera de mi cumpleaños 32
Tengo 32 años
y finalmente los aparento, si no más.
¿Es bello un rostro que ya no es el de un muchacho?
Parece más relleno. Y mi pelo
no tiene más rulos. ¿Es grande mi nariz?
Los labios están iguales.
Y los ojos, ah, los ojos se ponen cada vez mejor.
32 y sin mujer, sin chicos, sin dolencias de chicos,
pero hay tiempo de sobra.
Ya no hago estupideces.
Y por eso tengo que escuchar a mis supuestos amigos:
“Estás cambiado. Eras tan delirante tan genial”.
No están cómodos conmigo cuando estoy serio.
Que se vayan al concierto del Radio City Music Hall.
32. Recorrí toda Europa, conocí un millón de gente;
para algunos fui genial, tremendo para otros.
Recuerdo que en mi cumpleaños 31 exclamé:
¡Pensar que acaso llegue a vivir 31 años más!
No me siento así en este cumpleaños.
Ahora quisiera ser un sabio de pelo blanco en una gran biblioteca
hundido en un sillón frente a la estufa.
Un año más sin robar nada.
¡8 años van sin robar ni una sola cosa!
¡Dejé de robar!
Aunque todavía miento a veces,
y sigo siendo un caradura pero se me cae la cara
cuando tengo que pedir plata.
32 años y cuatro arduos sinceros divertidos tristes malos y
maravillosos
libros de poesía:
- el mundo me debe un millón de dólares.
Creo que han sido 32 años bastante raros.
Y no fueron a mi antojo, ni uno solo.
No hubo dos caminos para elegir; de lo contrario,
no dudo que habría elegido ambos.
Me gusta creer que el azar quiso que fuera el que repica las campanas.
La clave está quizás en mi insolente declaración:
“Soy un buen ejemplo de que existe esa cosa llamada alma”.
Amo la poesía porque me hace amar
y me muestra la vida.
Y de todos los fuegos que se extinguen en mí,
hay uno que arde como el sol.
Puede que no ilumine mi vida personal,
mis vínculos con la gente,
ni mi conducta hacia la sociedad,
pero sí me dice que mi alma proyecta una sombra.
Writ on the Eve of My 32nd Birthday
I am 32 years old
and finally I look my age, if not more.
Is it a good face what’s no more a boy’s face?
It seems fatter. And my hair,
it’s stopped being curly. Is my nose big?
The lips are the same.
And the eyes, ah the eyes get better all the time.
32 and no wife, no baby; no baby hurts,
but there’s lots of time.
I don’t act silly any more.
And because of it I have to hear from so-called friends:
“You’ve changed. You used to be so crazy so great.”
They are not comfortable with me when I’m serious.
Let them go to the Radio City Music Hall.
32; saw all of Europe, met millions of people;
was great for some, terrible for others.
I remember my 31st year when I cried:
“To think I may have to go another 31 years!”
I don’t feel that way this birthday.
I feel I want to be wise with white hair in a tall library
in a deep chair by a fireplace.
Another year in which I stole nothing.
8 years now and haven’t stole a thing!
I stopped stealing!
But I still lie at times,
and still am shameless yet ashamed when it comes
to asking for money.
32 years old and four hard real funny sad bad wonderful
books of poetry
—the world owes me a million dollars.
I think I had a pretty weird 32 years.
And it weren’t up to me, none of it.
No choice of two roads; if there were,
I don’t doubt I’d have chosen both.
I like to think chance had it I play the bell.
The clue, perhaps, is in my unabashed declaration:
“I’m good example there’s such a thing as called soul.”
I love poetry because it makes me love
and presents me life.
And of all the fires that die in me,
there’s one burns like the sun;
it might not make day my personal life,
my association with people,
or my behavior toward society,
but it does tell me my soul has a shadow.
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