A la izquierda del noveno hoyo
El viento sopla a través del campo de golf en sombras.
Nadie juega a esta hora. Ningún carro se abre paso
por el verde. El verde ni siquiera es verde sin la luz del sol.
Más allá de la reja, bolas de golf extraviadas
se hunden cada vez más en la tierra.
Con cada aguacero desaparecen un poco más.
La luna ilumina la boca blanca de la trampa de arena.
Parece que se hablaran entre ellas en un idioma íntimo.
Algo acerca de la filosofía y la dificultad de sentirse en casa.
A la izquierda del noveno hoyo, un estacionamiento
divide el universo en líneas paralelas y delimita espacios.
Aquí y allá, una lámpara define los espacios de otra manera
Este oscuro, aquel claro. Desde dentro de una casa,
la música suena y las sombras se alejan
y regresan a través de la cortina de una ventana.
Podrían estar danzando o tratando de evitar rozarse entre sí.
De luchar o abrazarse. Luego una sombra cubre a otra
y la luz de un televisor oscila en colores apagados.
Afuera, todas las cosas los miran:
el campo de golf, el estacionamiento, la luna.
Luchas de arañas
En los campos de trabajo del norte, hay luchas entre arañas
Me lo dijeron mis estudiantes la semana anterior
Como los presos cazan arañas, las almacenan
en botellas de vidrio, las ceban con polillas e insectos
hasta el día en que cada una de ellas trata
de arrancar a mordiscos la cabeza de la otra
mientras los prisioneros hacen apuestas y miran.
Esto me recordó de inmediato al Conde Ugolino
En Dante, que roía la espalda del esqueleto
de su enemigo Ruggiery, como si el hambre y la ira
jamás se satisficieran. Eso es estar en el infierno
Pensé, pero no estaba totalmente en lo cierto
También pensé en Tertuliano, en la manera en que describió
uno de los placeres en el cielo, que sería mirar hacia abajo
el sufrimiento de los condenados. Mis estudiantes
se han reunido en círculos junto a sus literas, en el verano
del norte de la Florida, un clima bastante similar al infierno
y miran hacia abajo, dos arañitas que se desgarran
la carne entre sí. Durante unos minutos
estaban en el cielo.
Left of the Ninth Hole
The wind blows across the golf course in the dark.
No one is playing now. No carts edge their way
Around the green. Even the green is not green
Without sunlight. Beyond the fence, lost golf balls
Sink incrementally into the ground. With each rain,
They disappear a little more. The moon illumines
The sand trap’s white mouth. They seem to be speaking
To each other in a private language. Something about
Philosophy and the difficulty of feeling at home.
To the left of the ninth hole, a parking lot divides
The universe into parallel lines and defined spaces.
Here and there, a lamp defines the spaces differently:
This one dark, that one light. From inside
A house, music is playing, and shadows move back
And forth across a curtained window. They could be
Dancing or even trying to avoid each other’s touch,
Fighting or embracing. Then one shadow covers
Another, and the light of a television flickers
In muted colors. Outside, everything is watching them:
The golf course, the parking lot, the moon.
Spider Fights
In the work camps up north, they have spider fights.
My students told me this last week, how
The prisoners catch spiders, keeping them in
Glass jars, feeding them insects and moths
Until the day when two spiders will each
Try to chew off the other’s head, while
The prisoners place bets and watch.
It reminded me at first of Count Ugolino in
Dante, gnawing at the back of his enemy
Ruggieri's skull—hunger, like
Anger, never satisfied. That’s what it means
To be in hell, I thought. But, I wasn’t entirely right.
I also thought about Tertullian and how he described
That one of the joys of heaven would be to look down
On the suffering of the damned. My students
Had gathered in circles by their bunks in the North
Florida summer, a climate close enough to hell,
And stared down on two small spiders tearing
At each other’s flesh. For a few minutes,
They were in heaven.
George Franklin
Traducción: Ximena Gómez
Fuente: www.alastorliterario.com
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