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La isla en el lago
Oh Dios, oh Venus, oh Mercurio, patrono de los ladrones,
dadme a su tiempo -os ruego- una pequeña tabaquería
con las cajitas relucientes
apiladas con esmero en los estantes
y el cavendish suelto y aromático
y el fuerte shag,
y el rubio Virginia
en hebras bajo el vidrio reluciente
de los mostradores,
y una balanza no muy engrasada,
y las putas que entran a cambiar una o dos palabras al pasar,
a soltar un insulto, y arreglarse un poco el pelo.
Oh Dios, oh Venus, oh Mercurio, patrono de los ladrones,
prestadme una tabaquería
o instaladme en cualquier profesión
excepto esta maldita profesión de escritor,
en que uno necesita su cerebro todo el tiempo.
Otros poemas de Ezra Pound, aquí
Enlaces: Antología poética; Clásica y moderna: un acercamiento a la poética de Ezra Pound
Imagen: poesiaparalaresistencia.wordpress.com
L’Albatre
Esta dama en su blanca bata de baño que ella llama un peignoir
es, por el momento, la amante de mi amigo,
y las blancas patas delicadas de su blanco perrito
no son más delicadas de lo que es ella,
y ni el mismo Gautier hubiera desdeñado sus contrastes en blancura
cuando está sentada en un sillón
entre dos velas indolentes.
Roma
-del francés, de Joachim du Bellay
“Troica Roma resurges” —Propercio
Oh, tú, recién llegado, que buscas a Roma en Roma
y no hallas ninguna cosa en Roma que puedas llamar romana.
Los arcos envejecieron y se han vuelto vulgares los palacios;
sólo el nombre de Roma guardan estos muros.
Mirad cuánta soberbia y cuánta ruina puede acontecer:
una que tuvo al mundo sometido,
que todo conquistó, ahora conquistada;
porque Ella es presa del Tiempo y el Tiempo todo lo consume.
Roma que eres sólo un monumento póstumo de Roma,
Roma que sólo has conquistado la villa de Roma,
el Tíber solamente, de paso en camino al mar,
restos de Roma. ¡Oh tú, mundo, mimo inconstante!
Lo que en ti permanece firme el Tiempo lo derriba
y a aquello que es fugaz el Tiempo veloz aventaja.
L’Albatre
This lady in the white bath-robe which she calls a peignoir,
Is, for the time being, the mistress of my friend,
And the delicate white feet of her little white dog
Are not more delicate than she is,
Nor would Gautier himself have despised their contrasts in whiteness
As she sits in the great chair
Between the two indolent candles.
Rome
-del francés, de Joachim du Bellay
“Troica Roma resurges” —Propercio
And find’st in Rome no thing thou canst call Roman;
Arches worn old and palaces made common
Rome’s name alone within these walls keeps home.
Behold how pride and ruin can befall
One who hath set the whole world ‘neath her laws,
All-conquering, now conquered, because
She is Time’s prey, and Time conquereth all.
Rome that art Rome’s one sole last monument,
Rome that alone hast conquered Rome the town,
Tiber alone, transient and seaward bent,
Remains of Rome. O world, thou unconstant mime!
That which stands firm in thee Time batters down,
And that which fleeteth doth outrun swift Time.
Críticos y conocedores
Hay una gran cantidad de poesía en las inconscientes
afectaciones. Algunos objetos
Ming, las imperiales alfombras de coches
de ruedas amarillas, están muy bien donde están, pero o yo
he visto algo
que me gusta más – un
simple y pueril intento de hacer que un imperfectamente
estable animal estuviera de pie,
un similar propósito al hacer que un cachorro
comiera en un plato.
Yo recuerdo un cisne bajo los sauces en Oxford,
con patas como hojas de arce
y color flamingo. Se desplazaba como un barco
de guerra. Incredulidad y consciente melindre eran
el ingrediente
fundamental de sus pocas ganas de moverse. Por último, su osadía
no era una prueba en contra
de su propensión a estimar enteramente los pedazos
de alimento que la corriente
le allegaba; se fue con lo que le di
para comer. He visto este cisne y
los he visto a ustedes; he visto la ambición
sin sutileza en una variedad de formas. Sucede que estando
cerca de un hormiguero, he visto
una escrupulosa hormiga llevar un tallo hacia el norte, al sur,
al este, al oeste, hasta que giró
sobre sí misma, caminar desde el lecho de flores
hacia el césped,
y volver al punto
desde el que había partido. Luego abandonó el tallo
como algo inútil y esforzando sus mandíbulas
con un pedazo de cal – diminuto
pero pesado, comenzó de nuevo el mismo camino.
¿Qué hay
en ser capaz
de decir que uno ha dominado la corriente
en una actitud de defensa propia;
en probar que uno ha tenido la experiencia
de cargar un tallo?
Marianne Craig Moore nació en Kirkwood (Misouri) el 15 de noviembre del 1887, en la casa parroquial de la iglesia presbiteriana de la que su abuelo materno, John RiddleWarner, era pastor. Era hija de un inventor e ingeniero, John Milton Moore, y su esposa, Mary Warner. Creció en la casa de su abuelo, pues su padre había sido enviado a un hospital psiquiátrico antes de su nacimiento. En 1905, Moore comenzó a atender al "Bryn Mawr College", en Pennsylvania graduándose cuatro años después. Dio clases en el "Carlisle Indian Industrial School" en Carlisle, Pennsylvania, hasta 1915, año en que comenzó a escribir poesía de forma profesional. Trabajó como editora para la revista literaria The Dial entre 1925 y 1929. En un principio se relacionó con el movimiento imaginista pero más tarde desarrolló sus propias estructuras rítmicas y su propia versificación, introduciendo referencias muy claras sobre una amplia variedad de temas. Así por ejemplo, era muy aficionada al baseball, en especial a los Brooklyn Dodgers, y a menudo manifestaba este interés en su poesía. Su obra es más descriptiva y reflexiva que lírica o dramática, y en ella ofrece minuciosas descripciones de paisajes, animales y objetos. En 1955 publicó Predilección (sobre sus escritores favoritos) y en 1961 Páginas escogidas de Marianne Moore Moore fue reconocida por autores tan diversos como Wallace Stevens, William Carlos Williams, H.D., T. S. Eliot, o Ezra Pound quizá a raíz de sus viajes europeos antes de la Primera guerra mundial. Desde 1925 hasta 1929, Moore trabajó como editora del diario literario y cultural The Dial. Esto hizo que Moore tomara un papel similar al de Pound, descubriendo a nuevos poetas como Elizabeth Bishop, Allen Ginsberg, John
Ashbery o James Merrill. Aparte de esta labor editorial, Moore retocó y editó sus propios trabajos anteriores. En 1933 le fue otorgado un premio, el Helen Haire Levinson Prize, por la revista Poetry. Su colección de poemas, Collected Poems, de 1951, es quizá su obra más valorada y la que le hizo ganar el premio Pulitzer, el National Book Award, y el premio Bollingen. En los círculos literarios neoyorkinos Moore se convirtió en una celebridad menor, sirviendo en ocasiones como anfitriona a aquellos más prominentes. Moore atendía a combates de boxeo, partidos de baseball u otros eventos públicos vestida de una forma una forma un tanto extravagante que acabó conviertiéndose en su sello personal: un sombrero tricornio y una capa negra. Moore era una entusiasta de los deportes y los deportístas, y admiraba especialmente a Muhammad Ali, con quien colaboró en su álbum recitado I Am the Greatest! escribiendo algunas líneas. Moore continuó publicando poemas en otros diarios, como The Nation, The New Republic o Partisan Review, así como publicando varias obras y colecciones de poesía y
crítica literaria. También mantuvo correspondencia con W.H. Auden y Ezra Pound mientras este último estuvo encarcelado.
Obra selecta
Poems, 1921. Publicado en Londres por H.D. sin el conocimiento de Moore.
Observations, 1924.
Selected Poems, 1935. Introducción de T. S. Eliot.
The Pangolin and Other Verse, 1936.
What Are Years, 1941.
Nevertheless, 1944.
A Face, 1949.
Collected Poems, 1951.
Fables of La Fontaine, 1954. Traducción.
Predilections: Literary Essays, 1955.
Idiosyncrasy and Technique, 1966.
Like a Bulwark, 1956.
O To Be a Dragon, 1959.
Idiosyncrasy and Technique, 1959.
The Marianne Moore Reader, 1961.
Dress and Kindred Subjects, 1965.
Poetry and Criticism, 1965.
Tell Me, Tell Me: Granite, Steel and Other Topics, 1966.
The Complete Poems, 1967.
The Accented Syllable, 1969.
Fuente: www.taringa
magen: www.anothereyeopens.com
Traducción: Olivia de Miguel
Portrait d'une femme
Tu espíritu y tú son nuestro Mar de los Sargazos;
en estos veinte años, Londres ha dragado en ti
y barcos relucientes te dejaron esto en pago:
ideas, rumores, retazos de todo,
raras bellezas de saber y opacas mercancías de valor.
Grandes intelectos te han solicitado, a falta de otra.
Fuiste segunda siempre. ¿Trágico?
No. Lo preferías a lo usual:
un esposo insulso y aburrido, demasiado tolerante,
un espíritu mediocre, con un pensamiento menos cada año.
Ah, eres paciente... Te he visto sentada largas horas
esperando donde algo podría reflotar.
Y ahora pagas tú. Sí, ahora recompensas.
Eres alguien de cierto interés; uno llega a ti
y se lleva una ganancia singular:
trofeos rescatados, alguna curiosa sugerencia,
un hecho que no conduce a nada, y uno o dos relatos
llenos de mandrágoras o de alguna otra cosa
que podría ser de utilidad, pero nunca lo es,
ni encaja en un lugar,
ni halla su hora en el telar de los días:
el deslucido, fastuoso, admirable bordado.
Ídolos y ámbar -gris, y raras incrustaciones:
son esas tus riquezas, tu gran acopio, y sin embargo,
en todo ese tesoro marino de cosas caducas,
extrañas maderas semi-destruidas, y nuevas baratijas relucientes:
en el lento fluctuar de luz intensa y diferida
¡no hay nada! ¡no! nada en todo eso
que sea enteramente tuyo
Y no obstante, eres tú.
EZRA LOOMIS POUND (1885, Idaho, Estados Unidos de Norteamérica / 1972, Venecia, Italia)
De: "Cantares y otros poemas", Centro Editor de América latina, 1988
Traducción: Gerardo Gambolini
Enlaces: Círculo de Poesía
Imagen: tierradeahulema.blogspot.com
Bunting en Persia, por Christopher Domínguez Michael
Es bien conocido el fragmento del libro sexto de las Confesiones, de San Agustín, en que el de Hipona descubre, sorprendido, a San Ambrosio leyendo en voz baja. Entonces era inusual hacerlo: “Cuando leía, sin pronunciar palabra ni mover la lengua, pasaba sus ojos por las páginas, y su inteligencia en el sentido. Todo el mundo podía entrar a verle, ni era su costumbre avisar, de forma que, cuando yo entraba a menudo a verle, le hallaba leyendo en silencio, pues nunca leía en voz alta”.
El inglés Basil Bunting (1900–1985), fue, entre los poetas del siglo XX, el anti–Ambrosio. Este amante de la recitación consideraba que mucha de la incomprensión pública en torno a la poesía moderna consistía en que antes de ser leída en silencio, debía serlo en voz alta. Aunque amigo muy cercano de Ezra Pound, rechazó el imaginismo lo mismo que a aquel Mallarmé respondiéndole al pintor Degas que la poesía se hacía con palabras y no con ideas. Bunting fue otra cosa: el más sincero defensor de la comunión primigenia entre esas “dos hermanas nacidas de la danza primitiva”, a saber, la poesía y la música. Quiso que la suya –escasa– fuese leída como se escucha a Scarlatti pues sólo la forma sonata le placía al poeta. Es natural que no sea tan fácil, para el lego, seguirlo en esa pretensión, sobre todo a través de sus dos grandes poemas autobiográficos, “Villon” (1925) y “Briggflatts” (1965). Su competente traductor al español es Aurelio Major.
Este curioso cosmopolita, según apunta su biógrafo Richard Burton (uno más de los terrícolas así llamados) en A Strong Songs Tows Us. The Life of Basil Bunting (2013), fue al mismo tiempo uno de los modernistas (en el sentido anglosajón) más audaces y un empecinado poeta regional arraigado en su Northumbria. A esa contraposición se suma otra. Durante su juventud, la vida de Bunting fue la del aventurero mientras durante la segunda mitad de su vida prefirió el reposo. Nunca fue del gusto de la gente de Bloomsbury ni de Auden y sus amigos de izquierda quienes lo hallaban, a Basil, un tanto campesino.
No es casual que Bunting haya elegido al poeta francés Villon (1431–1463) como álter ego pues ambos fueron pendencieros, borrachos y víctimas de la ley. El inglés, formado en una familia cuáquera de inclinaciones fabianas (ese hospitalario y un tanto sonso socialismo británico), fue objetor de conciencia durante la Gran Guerra lo cual convirtió en prisionero político durante los meses anteriores al armisticio de 1918. A diferencia de otros, entre ellos no pocos cuáqueros, Bunting ni siquiera aceptó servir a su Majestad en alguna oficina como no–combatiente, lo cual le valió a él y al resto de los 16, 500 objetores, ser víctimas del escarnio de la sociedad inglesa, envalentonada por supuestos científicos que asociaban sin duda alguna a la objeción de conciencia con la homosexualidad.
Durante la primera postguerra, Bunting se inscribió a la London School of Economics, de la cual desertó sin licenciarse aunque conservó, con Pound, un gran interés por la economía durante toda su vida aunque condenó la deriva fascista de su maestro, quien nunca le perdonó del todo esa falta de solidaridad. Fue el tío Ez quien lo “descubrió” poniéndolo en contacto con la efímera aunque decisiva trasatlantic review (así, en minúsculas) y bajo el dominio de Ford Maddox Ford, escritor y mecenas. Se quejaba Basil, durante sus borracheras, de lo que él llamaba el rigor de la fordmaddoxization.
Con la Segunda Guerra, Bunting se reinventó y el antiguo objetor de conciencia se convirtió en jefe de una escuadra de Spitfirers de la RAF, transferido en 1942 hasta Medio Oriente, según le informó eufórico al poeta neoyorkino Louis Zukofsky (1904–1978), su gran amigo. Cruzando con sus aviones de combate la frontera entre Iraq e Irán, Bunting se enamoró de la antigua Persia y de su poesía clásica, que tradujo, asombrado de que el farsi clásico fuera tan distinto de la lengua vernácula indispensable para comunicarse con los iraníes, que le parecieron los más civilizados entre todos los hombres (“Son una extraña mezcla de licencia y mesura; tienen la dignidad de los árabes del desierto sin su histeria”). No toda la guerra la pasó en esa zona. En la Navidad de 1943 fue requerido en Malta como miembro del War Room del general Eisenhower, quien se aprestaba a invadir la Italia mussoliniana desde Sicilia.
Finalizando la guerra, Bunting volvió a Bagdad y a Teherán, capital de una nación que se había declarado neutral, sabedor su Sha de que en el momento preciso, de extenderse el conflicto, Persia podía cotizarse muy alto, apetecida por Hitler como la supuesta patria de los arios. En Teherán y en Isafahán, se dedicó Bunting no sólo a la traducción sino a otro de sus exitosos oficios, el espionaje al servicio del M16. Se casó con una iraní (Sima, una kurdo–armenia, para ser exactos) y desempleado tras la guerra, deambuló por Italia e Inglaterra hasta que pudo colocarse como corresponsal en Irán de The Times. Pero el gusto le duró poco. Mohammad Mossadeq, el Lázaro Cárdenas de Irán, expulsó del país a todos los corresponsales extranjeros antes de expropiar el petróleo en 1951. El primer ministro nacionalista fue derrocado por un golpe de Estado organizado por la CIA y murió en 1967 confinado en su villa. Bunting, antiguo cuáquero y socialista de salón, nunca le perdonó a Mossadeq la expulsión de aquel paraíso donde tradujo a los poetas persas de los primeros siglos del milenio pasado, como Rudaki, Manuchehri, Saadi, Hafiz, Shirazi y Ubay Zakan.
Es razonable imaginarse al viejo y pobretón Basil recitando en Northumbria a Hafiz en el tono de “No te aflijas si el viaje es amargo y la meta incierta” y esperando la respuesta del joven Basil, quien en agrio recuerdo del autocompasivo Villon, se considerara “sucio e inmaduro”: un salmón que ha perdido su estación en el río. No ignoraba Basil Bunting que así como los compositores no son los mejores intérpretes de sus obras, no por necesidad han de ser los poetas quienes mejor leen sus versos.
¿Un presagio?
El mismo año, súbito cambio de capital, establecida aquí, en Kyoto, durante siglos.
Nada obligaba al cambio ni era tarea fácil
pero rezongar era ya demasiado.
Nos mudamos, los que tenían empleo o buscaban uno o se aferraban al resto
a prisa y presurosos se impacientaban por ser los primeros.
Las cumbreras sobre cuartos vacíos; desmantelados: flotan río abajo.
La tierra volvió a ser un páramo.
Visité el lugar nuevo: estrecho y más accidentado,
acantilados y marismas, costas ensordecedoras, fuertes vientos perpetuos;
el palacio era una cabaña de troncos arrojada en las colinas (aunque el conjunto no deslucía).
No había terreno llano para las casas, muchos lotes baldíos, una ruina la antigua capital, la nueva un campamento,
y los pensamientos como nubes mudables, deshechos con
un soplo:
los labriegos gimen por las tierras perdidas, los recién llegados sorprendidos por los precios.
Nadie de uniforme: las multitudes
parecían reclutas con licencia.
Hubo murmuraciones. El tiempo las determinó.
En invierno se revocó el decreto, volvimos a Kyoto;
pero las casas ya no estaban y nadie tenía medios para reconstruirlas.
He oído de una época en que los reyes bajo los techos de corteza miraban las chimeneas.
Cuando el humo era escaso, bajaban los impuestos.
Portent?
The same year thunderbolted change of capital, fixed here, Kyoto, for ages.
Nothing compelled the change nor was it an easy matter
but the grumbling was disproportionate. We moved, those with jobs
or wanting jobs or hangers on of the rest, in haste haste fretting to be the first. Rooftrees overhanging empty rooms; dismounted: floating down the river. The soil returned to heath.
I visited the new site: narrow and too uneven,
cliffs and marshes, deafening shores, perpetual strong winds; the palace a logcabin dumped amongst the hills
(yet not altogether inelegant).
There was no flat place for houses, many vacant lots, the former capital wrecked, the new a camp,
and thoughts like clouds changing, frayed by a breath: peasants bewailing Iost land, newcomers aghast at prices. No one in uniform: the crowds
resembled demobilized conscripts.
There were murmurs. Time defined them. In the winter the decree was rescinded, we returned to Kyoto;
but the houses were gone and none could afford to rebuild them.
I have heard of a time when kings beneath bark rooves watched chimneys.
When smoke was scarce, taxes were remitted.
BASIL BUNTING (1900, Scottwoods-on-Tyne / 1985, Hexham, Inglaterra)
Enlaces: Buenos Aires Poetry | El dorso de las cosas
Imagen: Adaptación The New YorkerPensé, mientras secaba mis ojos en una punta del delantal:
Penélope también hizo esto.
Y más de una vez: no puedes seguir tejiendo todos los días
y deshacerlo todo por la noche;
los brazos se cansan, y la nuca se endurece;
y se acerca la mañana, cuando crees que nunca habrá luz,
y tu esposo se ha ido, desde hace años, y tú no sabes dónde.
De pronto estallas en lágrimas;
no hay otra cosa que hacer, sencillamente.
Penélope también hizo esto.
Y más de una vez: no puedes seguir tejiendo todos los días
y deshacerlo todo por la noche;
los brazos se cansan, y la nuca se endurece;
y se acerca la mañana, cuando crees que nunca habrá luz,
y tu esposo se ha ido, desde hace años, y tú no sabes dónde.
De pronto estallas en lágrimas;
no hay otra cosa que hacer, sencillamente.
Y pensé, mientras secaba mis ojos en la punta del delantal:
este es un gesto viejo, auténtico, antiguo,
en la mejor tradición, clásica, griega;
Ulises también hizo esto.
Pero sólo como un gesto — un gesto que suponía,
para el gentío reunido, que estaba demasiado conmovido para hablar.
Lo aprendió de Penélope...
Penélope, que realmente lloraba.
Edna St Vincent Millay (1892, Rockland, Maine / 1950, Austerlisz, Nueva York, Estados Unidos de Norte América)
- Enlaces: Zócalo Poets
Gerardo A. Gambolini (Buenos Aires, 1955) Poeta, autor de "Faro vacío" (Buenos Aires, 1983), "Atila y otros poemas" ( Buenos Aires, 2000), "Arañas" (Buenos Aires, 2007) y "Declive de aspiraciones" (en soporte web, 2010).
Tradujo "La invención de Irlanda" de Declan Kiberd (Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2009) y de los "Cuentos completos" de John Mcgahern (Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2009). Con Jorge Fondebrider tradujo la "Antología de Poesía Irlandesa Contemporánea" (Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1999) y ambos seleccionaron y tradujeron el "Ciclo del Ulster" (Buenos Aires, Vergara, 2000), una "Antología de baladas angloescocesas" (Buenos Aires, Vergara, 2000), otra de Cuentos folklóricos irlandeses (Buenos Aires, Vergara, 2000) y "Peter Street y otros poemas" del poeta irlandés Peter Sirr (Buenos Aires, Bajo la luna, 2008).
Es el traductor del ensayo "La invención de Irlanda" de Declan Kiberd (Adriana Hidalgo, Buenos Aires) y de los "Cuentos completos" de John Mcgahern (Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2009).
También ha realizado versiones de Edgar Allan Poe, Ezra Pound, T.S. Eliot, Dylan Thomas, Edgar Lee Masters, Rudyard Kipling, Virginia Woolf y Francis Scott Fitzgerald, entre otros. Fue traductor, junto a Silvia Camerotto, de la Edición Especial de la revista Ñ para la Feria de Frankfurt de 2010.
Administró el excelente blog de poesía Faro Vacío.
Tradujo "La invención de Irlanda" de Declan Kiberd (Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2009) y de los "Cuentos completos" de John Mcgahern (Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2009). Con Jorge Fondebrider tradujo la "Antología de Poesía Irlandesa Contemporánea" (Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1999) y ambos seleccionaron y tradujeron el "Ciclo del Ulster" (Buenos Aires, Vergara, 2000), una "Antología de baladas angloescocesas" (Buenos Aires, Vergara, 2000), otra de Cuentos folklóricos irlandeses (Buenos Aires, Vergara, 2000) y "Peter Street y otros poemas" del poeta irlandés Peter Sirr (Buenos Aires, Bajo la luna, 2008).
Es el traductor del ensayo "La invención de Irlanda" de Declan Kiberd (Adriana Hidalgo, Buenos Aires) y de los "Cuentos completos" de John Mcgahern (Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2009).
También ha realizado versiones de Edgar Allan Poe, Ezra Pound, T.S. Eliot, Dylan Thomas, Edgar Lee Masters, Rudyard Kipling, Virginia Woolf y Francis Scott Fitzgerald, entre otros. Fue traductor, junto a Silvia Camerotto, de la Edición Especial de la revista Ñ para la Feria de Frankfurt de 2010.
Administró el excelente blog de poesía Faro Vacío.
Por Mora Cordeu
Rimbaud en Java, de Jamie James, es el primer libro que indaga en el viaje del poeta al lejano Oriente -del que no hay huellas- solo la información de su llegada a la isla en mayo de 1863 como soldado de infantería del Ejército Real de las Indias Holandesas, del cual rápidamente desertó y huyó a la selva para reaparecer en Francia a fin de ese año.
Publicado por La Bestia Equilátera, el libro traducido por Pedro B. Rey es un estudio sobre ese misterioso viaje de Rimbaud (1854-1891): “sabemos menos de él que de cualquier otro pasaje de su vida”, escribe el autor y crítico norteamericano, residente en Indonesia desde 1999.
James trata de sobrevolar -en su objetivo de circunscribir el viaje a Java- el influjo de la desconcertante vida de Rimbaud; el impacto de su obra -iniciadora de la literatura modernista- y la imagen de rebeldía que inspiró a TS Elliot, Ezra Pound pero también a Jim Morrison o Bob Dylan.
Algo que logra, a medias, al instalar el contexto de esa isla con descripciones de época -fotografías antiguas- y de poner en foco una geografía hasta ese momento casi desconocida para los europeos.
El libro, salpicado por la poesía de Rimbaud, intenta llenar el vacío de información recreando a través de los escritos de viajeros de esa época a “una sociedad agraria, medieval, permeada por la magia, que daba sus primeros y tentativos pasos para sumarse al mundo moderno”.
Allí, en ese lugar olvidado del mundo, el novel soldado huye del ejército y como fugitivo de la justicia militar su paradero entra en un cono de sombra, por lo que James analiza posibles rutas seguidas por Rimbaud, incorpora algunos datos del orientalismo literario y bucea en los cambios radicales del poeta.
En un pequeño resumen, James subraya que Rimbaud escribió El barco ebrio -clásico de la lírica francesa- a los 16 años y a los 21 años había ganado el primer premio de composición de versos latinos en un concurso nacional para alumnos franceses; había sido arrestado por viajar en tren sin pagar boleto; había ido a París para vivir con Paul Verlaine y luego huido a un albergue de indigentes. Allí bebió ajenjo y fumó hashish.
Su relación con Verlaine -que continuó en Londres, donde vivieron como amantes- terminó abruptamente cuando éste le disparó a Rimbaud un tiro en la muñeca por lo que fue condenado a dos años de prisión. Basado parcialmente en esa relación, el libro “Una temporada en el infierno”, “se ha convertido en un texto fundamental de la literatura moderna mundial”, reseña James.
Además, el autor hace hincapié en los idiomas aprendidos por el poeta (inglés, alemán, italiano, español, ruso, griego, árabe, hindi y amárico) y en los múltiples trabajos por los que pasó: desde estibador, mercenario en el ejército carlista, en la España revolucionaria, y luego mercader y traficante de armas.
Alistado como soldado por seis años, el todavía ¿poeta? embarcó en el vapor “Prins van Oranje”, donde el 19 de julio rumbo al estrecho de Sunda, Rimbaud tuvo su primer atisbo de Java.
“Y de pronto una ráfaga de viento, una ráfaga débil y tibia, cargada de extraños olores de flores, de madera aromática, surge de la noche inmóvil, el primer suspiro de Oriente sobre mi rostro”, había descrito Joseph Conrad en uno de sus relatos.
Después de rodear el oeste de Java, poco antes del mediodía del 22 de julio, el Prims van Oranje echó anclas en las radas de Batavia. “Tras cumplir las formalidades portuarias y una inspección sanitaria a bordo, los hombres eran transportados en piragua al Haven-Kanaal, el único, estrecho canal que servía como puerto de la capital de las Indias Orientales Holandesas”, escribe James.
“Rimbaud fue asignado a una compañía de fusileros del primer batallón de infantería apostado en Salatiga, en las frescas colinas de Java central”, cuenta el autor en un relato detallado del viaje del poeta hacia su destino. Dos semanas después de haber llegado a Salatiga, había desertado.
Nada se sabe del paradero de Rimbaud desde el 15 de agosto de 1876 hasta su aparición el día de Año Nuevo, en su casa materna en Charleville. En el medio, se elaboraron toda tipo de conjeturas.
“La laguna que representa Java -afirma James- resulta particularmente intolerable para todo aquel que conozca la isla, bien provista de materia para que, estuviera todavía insuflado o no de espíritu poético, Rimbaud se diera a la reflexión”.
Y después de hacer ese mismo viaje, el escritor concluye que “buscar puntos de correspondencia entre Rimbaud tal como lo conocemos, los lugares que visitó en Java y el año 1876 es como tratar de graficar un problema de álgebra con demasiadas variables”.
El hombre de “las suelas de viento”, como lo bautizó Verlaine, además del viaje a Java, entre 1875 y 1877, pasó 21 de 36 meses en el mar o en el camino, visitó 13 países y viajó más de 50.000 kilómetros.
“El glamour que de manera retrospectiva se le ha otorgado a la odisea de Rimbaud, la razón por la cual cierta gente se preocupa tan apasionadamente por reconstruir el itinerario de sus incesantes esfuerzos por escapar del hogar, forma parte de la magnética atracción de su poesía”, apunta James.
Brisa
El sólo movimiento de una hoja en el limonero puso en actividad toda la casa
A ras de suelo un leve humo disipó sus sombras y dejó al descubierto el dulce
ladrillo de los antepasados
El antiguo fantasmero de caoba fue puras risas entrecortadas y pasos blandos
como guantes
Las vigas en el techo y el soporte de las arañas temblaron como una trapecista
en celo de tendones
-Apagada estaba ya la vela en el altar contra el rincón y no se movía-
Al borde y al centro de una pantalla de adobe había ahora puertas y
ventanas en vaivenes de secos golpes y monótonos
Paso tuvo el sol que quedaba restando y sumando por los postigos y los portillos
En la fragilidad de sus lazos y la corredera del hilambre la hamaca dijo sí o dijo nó
Corrió veloz la mariposa única hasta el escaño deshuesado y sólido que esperaba
en el corredor
Y desde allí la ahumada cocina hizo leve muestreo de rescoldos y cenizas
Viejas ollas en depósito de sentencias y perfumes
Desierto de áridos granos y legumbres florecidas
Leña ya en el musgo y el renacimiento de las parásitas
Tardo hueco del fogón y su encanto
Platos y tazas desportillados por un constante repique de los usos
Pocillos en la pared como una interrogación colgando
Por el patio donde se desvanecía el acento trinitario y el punto aparte de las gallinas
caminó como un murmullo que no era sino roce y frotación de pieles desnudas por la
hierba
El cielo se sostenía en un meridiano preciso que era una nube gris y
muchas blancas más azul
Fue sólo un múltiple movimiento de pies como las hojas cortadas del plátano
Un sólo movimiento en esa tarde
Pero al detenerse el limonero
Todo en aquel sitio continuó como antes
Tentativa de canto en el camino
Meeting at night
“¿Oyen los muertos lo que los vivos
dicen luego de ellos?”
Luis Cernuda
No es fácil encontrar en el cementerio
de la Isola di San Michele
a estos dos habitantes de la noche y el día.
A pesar de que casi se tocan con los pies o las manos,
sus tumbas guardan precavido silencio.
Poco tienen para decirse
estos combatientes derrotados
en la guerra fría.
Victorioso en el desborde de sus palabras,
el uno.
Victorioso en el verbo contenido,
el otro.
Felices de verse a cuerpo entero en el poema,
aunque derrotados al fin.
En la Isola di San Michele
una de las tumbas se regocija entre las flores,
manos dulces y amigas
vienen a menudo a acariciarla.
En la otra sólo se nota una mano solitaria
que a intervalos limpia el polvo
y controla la enredadera.
Nunca se conocieron,
ni hubieran querido hacerlo, de seguro,
estos dos habitantes de rostro maldito por la poesía.
El más viejo,
Ezra Pound
en la ironía de su nombre,
rugía de ira frente a los gusanos
de la usura en su patria, que era el mundo.
El más joven,
Joseph Brodsky
en la ironía de su nombre,
aplastaba con los dedos de sus palabras,
la insana y maligna burocracia de su patria,
que era para él sólo una parte del mundo.
Ninguno odiaba lo que el otro odiaba,
o amaba lo que el otro amaba,
excepto esta tierra que ahora visten
como sepultura.
Esta tierra de marinos y comerciantes
y viajeros atropellados por la muerte
en lápidas envejecidas
por el sol y el descuido.
No es para contemplar fantasmas
que uno se acerca a estas tumbas,
ni para oír sus diálogos secretos
sobre la inmortalidad del alma,
es quizás para ver
que el sol se hace noche
en los versos rimados y los metros precisos
del más joven y moderno,
mientras que en el más viejo y antiguo
sus versos saltan libres
de las rejas de las páginas,
y en diversos idiomas
imponen la prosodia de su osada aventura.
Sin embargo, si un oído allá esta noche
nos permitiera oírlos leyendo sus poemas,
encontraríamos la misma cadencia,
el dejo que permite el arrastre de las sílabas.
Bien sabemos que ambos habitaron
su imagen con orgullo y soberbia,
que apostaron a perder el cielo
para ganar la tierra,
que respondieron con fuego y dolor
a las tres preguntas de Dios,
porque ante el estar, el ir y el venir
imponían el incendio de adentro.
Por gritar desaforado,
por no roer su ira en sus intestinos
como lo hacen los hipócritas,
el de barba blanca y ojos enloquecidos
va al encierro del hospital Saint Elizabeth,
for the criminally insane;
por vagabundo,
poeta sin oficio conocido,
lacra de la sociedad,
parásito,
el de ojos tristes y rostro desafiante,
va a las estepas del Gulag.
Hijos de la historia,
y por ella condenados y consagrados,
sólo les resta el exilio
de lo que a duras penas podrían llamar patria.
Debe haber sido la diosa Fortuna,
que se pasea por la Plaza de San Marcos,
quien vino a anclar juntos en este cementerio
a estos dos seres que atormentados
atormentaron con sus versos los imperios.
No se conocieron,
ni se amarán nunca,
escrito va en la eternidad.
Pero juntos son una verdad
que ya es muy difícil ver
en este mundo de mentiras
que jugamos como niños perdidos.
Ya no nos quedan lenguas y plumas
para aquél que hablaba todas las lenguas,
o para éste que volaba con todas las plumas.
Pienso que si hay una luz
que los hermana y los une,
está allí por los meandros de Venecia,
en la parte roñosa de una iglesia,
en un oloroso portón,
en la calzada de los incurables,
o tal vez en una gárgola, una columna,
el polvo.
Extraño es pensar
que ahora no viene a mí
la palabra
agua.
ARMANDO ROMERO (1944, Cali, Colombia. Reside en EEEUU)
Fuente: Lyrikline | Revista Altazor | La Otra
Imagen: Mecánica Celeste
Fuente: Lyrikline | Revista Altazor | La Otra
Imagen: Mecánica Celeste
En defensa de nada
Creo que estos remolques alineados en el estacionamiento lejos de la carretera servirán.
Creo que el eucalipto torcido también.
Creo que esta carretera tiene que servir y los autos
y la gente en ellos, en camino.
El presente siempre viene a nosotros, rodeándonos.
Es difícil imaginar átomos, es difícil imaginar
al hidrógeno y el oxígeno combinarse, y tiene que servir.
El cielo con sus nubes sucias también
Y la torre eléctrica a la izquierda, una fila liberada.
In Defense of Nothing
I guess these trailers lined up in the lot off the highway will do.
I guess that crooked eucalyptus tree also.
I guess this highway will have to do and the cars
and the people in them on their way.
The present is always coming up to us, surrounding us.
It's hard to imagine atoms, hard to imagine
hydrogen & oxygen binding, it'll have to do.
This sky with its macular clouds also
and that electric tower to the left, one line broken free.
Enlaces: http://elpoetaocasional.blogspot.com.ar/2017/04/peter-gizzi-busca-un-traductor.html
PETER GIZZI (1959, Alma, Michigan, Estados Unidos de Norteamérica). Peter Gizzi ha publicado varios libros de poesía, entre ellos "Archeophonics, 2016, finalista del National Book Award, "Canciones de umbral", 2011, "El Outernationale, 2007 y "Artificial Heart, 1998. Ezra Pound, los poetas beatniks y John Ashbery influenciaron en su poesía. Imagen: www.alchetron.com
Creo que estos remolques alineados en el estacionamiento lejos de la carretera servirán.
Creo que el eucalipto torcido también.
Creo que esta carretera tiene que servir y los autos
y la gente en ellos, en camino.
El presente siempre viene a nosotros, rodeándonos.
Es difícil imaginar átomos, es difícil imaginar
al hidrógeno y el oxígeno combinarse, y tiene que servir.
El cielo con sus nubes sucias también
Y la torre eléctrica a la izquierda, una fila liberada.
In Defense of Nothing
I guess these trailers lined up in the lot off the highway will do.
I guess that crooked eucalyptus tree also.
I guess this highway will have to do and the cars
and the people in them on their way.
The present is always coming up to us, surrounding us.
It's hard to imagine atoms, hard to imagine
hydrogen & oxygen binding, it'll have to do.
This sky with its macular clouds also
and that electric tower to the left, one line broken free.
Enlaces: http://elpoetaocasional.blogspot.com.ar/2017/04/peter-gizzi-busca-un-traductor.html
PETER GIZZI (1959, Alma, Michigan, Estados Unidos de Norteamérica). Peter Gizzi ha publicado varios libros de poesía, entre ellos "Archeophonics, 2016, finalista del National Book Award, "Canciones de umbral", 2011, "El Outernationale, 2007 y "Artificial Heart, 1998. Ezra Pound, los poetas beatniks y John Ashbery influenciaron en su poesía. Imagen: www.alchetron.com
SILVIA CAMEROTTO (1959, Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires, Argentina.) Traductora, publicó los libros de poemas "420 minutos de abstinencia", 2008 y "La Grosse Fuge", 2012, ambos de Ediciones del Dock. Con Inés Garland tradujo poemas de Tiffany Atkinson
ALEJANDRO ZAMBRA (1975, Santiago de Chile, Chile)
Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975) ha publicado, en Anagrama, las novelas Bonsái (2006), La vida privada de los árboles (2007) y Formas de volver a casa (2011), todas traducidas a más de diez idiomas, y el libro de cuentos Mis documentos. Ha recibido, en su país, el Premio de la Crítica (2007), el Premio Altazor (2012), el Premio del Consejo Nacional del libro a la mejor novela del año (2007 y 2012), además del English Pen Award, por la edición inglesa de Formas de volver a casa, y el Premio Príncipe Claus, en Holanda, por el conjunto de su obra. Estudió en la Universidad de Chile y es profesor en la Universidad Diego Portales. Anagrama
Inverness
II
No quisiera quedarse, ni salir
Ezra Pound
Cuatro paredes cuando sopla
el viento:
sin movimientos
o con el solo movimiento de los ojos
un hombre pone su atención
en el suelo
Mañana hablaremos del mar
Mañana cambiaremos el lugar
de esa ventana.
El día siguiente
Sobre la carga de los días persistentes
En el lugar en que debía estar una sombra
En espera del antiglio roce entre los peces y la sal
Desde aquí es posible escuchar
la respiración de la lluvia
(Observa el movimiento de las aguas.
Cuáles son las sombras que originó tu paso.
Cuál es ese sueño que no recuerdas.
Cuál es tu tristeza. Cuáles son las formas de
tu tristeza.
Tu llanto. Cuáles son los colores de tu llanto).
La noche es la invención de la paciencia
Y esta noche todo sucede por última vez
El viento no respeta la forma de los árboles.
Las raíces pierden el sentido de sus años
La música se desvía hacia la orilla del océano
Y tú vuelves a ofrecer
tus cicatrices al viento
Ven, el invierno conoce la duración de tu viaje
Ven, esta noche es el día siguiente
Deja que los dioses calmen tu dolor
Sólo ellos pueden hacerlo
Yo sólo miro por la ventana
Y espero el final de nuestro último abrazo.
Imagen: scoopnest.com
Sólo ellos pueden hacerlo
Yo sólo miro por la ventana
Y espero el final de nuestro último abrazo.
Imagen: scoopnest.com
Hace ya muchos años que me dedico a leer y traducir literatura irlandesa porque considero que es una de las mejores que se escriben en Occidente. Me importa su profunda referencialidad, algo que forma parte de la tradición de Irlanda, país que visité muchas veces y donde tuve la suerte de tratar personalmente con muchos de sus escritores y escritoras. Con ellos aprendí sobre mi propia tradición y mi propia escritura. Por eso, me pone muy contento saber que algunos de los autores que traduje o cuya publicación impulsé encontraron lectores en el ámbito de la lengua castellana. Algunos, como Claire Keegan, despertaron mucho entusiasmo. De vez en cuando, los lectores locales me preguntan por qué los irlandeses escriben tan bien. No creo tener una única respuesta. Con todo, aventuro una posible: gracias a la conciencia de la lengua que impone su tradición, no confunden literatura con expresión; vale decir, al contar una historia o escribir un poema, saben que hay reglas, principios estructurales y no confunden esos elementos con la mera emoción. No escriben por escribir, sino que saben que tienen una responsabilidad. Es lo que aprenden leyendo fundamentalmente gran literatura tanto en la escuela como en la universidad o en forma privada.
De hecho, en Irlanda no hay talleres literarios y mucho menos gente que aconseje públicamente qué leer. Así, para mi sorpresa, cuando le pregunté a Claire Keegan -- que hizo una maestría en escritura creativa en la Universidad de Cardiff, en Gales-- cómo había aprendido a escribir, me dijo que, en realidad no fue haciendo ese máster, sino leyendo por su cuenta, con atención y criterio, a Anton Chejov y a John McGahern. Me dijo que no se concentraba en la historia en sí, sino en cómo estaba contada. Nada más lejos de la costumbre que se instaló en Argentina de buscar que alguien haga ese trabajo por nosotros en un taller de los muchos que proliferan desde hace cuatro décadas, o, desde hace menos, atendiendo el consejo de un booktuber.
De hecho, en Irlanda no hay talleres literarios y mucho menos gente que aconseje públicamente qué leer. Así, para mi sorpresa, cuando le pregunté a Claire Keegan -- que hizo una maestría en escritura creativa en la Universidad de Cardiff, en Gales-- cómo había aprendido a escribir, me dijo que, en realidad no fue haciendo ese máster, sino leyendo por su cuenta, con atención y criterio, a Anton Chejov y a John McGahern. Me dijo que no se concentraba en la historia en sí, sino en cómo estaba contada. Nada más lejos de la costumbre que se instaló en Argentina de buscar que alguien haga ese trabajo por nosotros en un taller de los muchos que proliferan desde hace cuatro décadas, o, desde hace menos, atendiendo el consejo de un booktuber.
NOTA: Ezra Pound recomendaba no seguir consejos literarios de nadie a quien no admiremos mucho.
Una tarde
Mientras escribe, sin observar el océano,
siente entre sus dedos
el temblor de la pluma de su lapicera.
La marea se retira arrastrando
pequeñas piedras, restos de la vida marina.
todo esto no tiene nada que ver, no,
con el origen de su emoción. No.
Su corazón se acelera porque ella
en ese instante ha decidido entrar
completamente desnuda en la habitación.
Somnolienta, por un momento no puede imaginar
dónde está. Se dirige al baño. Sacude su cabellera.
Se sienta en el inodoro con los ojos cerrados,
la cabeza inclinada; las piernas extendidas, abiertas.
No ha cerrado la puerta del baño, él puede verla.
Quizás,
ella esté recordando lo que sucedió esa madrugada.
Porque después de un rato, abre un ojo y lo mira.
Y sonríe con mucha dulzura.
RAYMOND CARVER (Oregon, 1938 / New York, 1988, EUA)
Desocupado y más poemas, Ediciones Calle Abajo, 1989
Versión de Esteban Moore
Enlaces: Hijo Una mujer se baña Madera de balsa
Imagen: http://www.itsnicethat.com/articles/2469-raymond-carver-poetry
RAYMOND CARVER: \"LA ESCRITURA, UNA LUZ CUYO RESPLANDOR ES PERSISTENTE Y FIRME\"
Por Pablo Montanaro
Después de luchar durante largo tiempo contra la necesidad de sobrevivir ejerciendo la más amplia variedad de empleos mal remunerados y dejar definitivamente la bebida, hacia mitad de los años '70 Raymond Carver pudo volcarse plenamente a su oficio más deseado: escribir.
Lamentablemente el trayecto por los caminos del reconocimiento de sus obras por parte de lectores, colegas y críticos fue demasiado corto. El 2 de agosto de 1988, en Port Angeles, Washington, un cáncer de pulmón terminó no sólo con sus renovados deseos de vivir, alejado de aquel caótico y brumoso pasado, sino también con el entusiasmo y la confianza con la que trabajaba en varios proyectos de libros. "Estos últimos diez años fueron como sacar la lotería./Vivo, sobrio, trabajando, amando/y siendo amado por una buena mujer./Once años atrás le dijeron que le quedaban seis meses/al ritmo que iba. Y él en realidad no iba/más que para abajo. Así que cambió de vida/ de alguna manera. (...) Soy un tipo de suerte./Tuve diez años más que los que yo o cualquiera/podíamos esperar. Pura lotería", escribió en un poema. La realidad de la muerte llamó a quien jamás quiso vivir fuera y sin ella.
Raymond Carver nació en mayo de 1938 en Clatskanie (Oregon), un pequeño pueblo a orillas del río Columbia dedicado a la industria maderera. Pero su infancia transcurrió en Yakima, al este de Washington. Acaso de su padre, Clevie, heredó la imposibilidad de mantenerse con un trabajo estable y su afición al whisky. Con su padre compartió la lectura de las historias de westerns de Zane Grey, las populares novelas de literatura policial de Mickey Spillane, las revistas dedicadas a deportes al aire libre y las escapadas al arroyo para pescar y cazar patos y gansos. Sus primeros poemas reflejan situaciones propias de la pesca, acaso guiado por el consejo paterno: "Escribe sobre lo que conoces".
Antes de cumplir 19 años, Raymond descubre la poesía mientras trabajaba como repartidor de medicamentos en una farmacia. Mientras esperaba que el anciano que había solicitado unos remedios encontrara el dinero para abonarle, Raymond se deslumbra ante la inmensa biblioteca atestada de libros y revistas. Una de estas llama la atención del joven. El anciano le obsequia un ejemplar de "Poetry" al tiempo que le dice: "Llévatela, hijo. A lo mejor un día escribes algo y no sabes adónde mandarlo". Esa misma noche se dispuso a leerla, especialmente los poemas y reflexiones acerca de la escritura de Ezra Pound, incluidos en ese número.
Unos años después de aquella noche, accede a lecciones de escritura por correspondencia abonando la suma de veinte dólares mensuales durante tres años. A los dieciocho años ingresa como peón en un aserradero y se casa con Maryann Burk, dos años menor que él. La necesidad de mantener a su familia -tienen dos hijos antes de cumplir tres años de matrimonio-, lleva a Carver a desempeñar la más amplia variedad de trabajos: empleado de limpieza en una clínica, sereno, vendedor de enciclopedias, dependiente de farmacia, vendedor, mensajero, bibliotecario... En síntesis, imposible dedicar su escaso tiempo a escribir, y mucho menos una novela porque para eso "tenía que vivir en un mundo que tuviera sentido, un mundo en el cual pudiera creer, que pudiera sujetar para luego escribir sobre él. Un mundo que, al menos durante un tiempo, se quedara fijo en un solo lugar". Y justamente ese no era el mundo que conocía y vivía. Entonces se inclina por los cuentos y poemas porque los puede escribir en una noche y corregir al día siguiente.
Entre las urgencias por llevar dinero a la casa y las obligaciones familiares, Carver encuentra un resquicio en las clases de escritura en la Universidad de Iowa dictadas por el narrador John Gardner. "Me sentía como una criatura marina bañada por la playa. No sabía nada. Pero sabía que no sabía nada", confesó. Gardner lo introduce en la vida y obra de los maestros del cuento: Chéjov, Isaac Babel, Hemingway. Y no sólo recibirá del maestro la llave de una oficina para que pudiese escribir tranquilo, sino también un acertado y revelador consejo, del cual nunca se apartará: "expresar en quince palabras en vez de hacerlo en veinte o treinta". Esta experiencia resultó decisiva a tal punto que años más tarde confesaría que durante toda su vida, mientras escribía, sentía la presencia de su guía literario, aprobando o desaprobando palabras y frases.
Comienzos de la década del '70. Son esporádicas las veces que Carver se sienta frente a su máquina de escribir. Sin embargo, decide enviar algunos textos a Gordon Lish, encargado del área de narrativa de la revista Esquire, que se los rechaza una y otra vez sin esgrimir ninguna explicación. Hasta que llega a las manos de Lish el titulado "Los vecinos" que de inmediato es aceptado (sólo le quitan el artículo) y a partir de entonces los relatos de Carver aparecen en las páginas de esta prestigiosa publicación.
LA VIDA EN UN INSTANTE
Su primer libro de relatos "¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?", publicado en 1976 (editado al castellano por Anagrama, como el resto de los libros de narrativa de Carver), provoca la atención de la crítica y el público. En este conjunto de relatos breves, Carver consigue reflejar cabalmente el drama de la gente común oficinistas, vendedores, camareras- en su deambular silencioso cargando sus miserias y catástrofes cotidianas. Por otra parte, la infidelidad es también uno de los temas centrales del libro.
Cuatro internaciones por intoxicación pusieron a Carver en el umbral de la muerte. Era tan deplorable su estado por el alcohol que hasta él mismo se llamaba "Ray malo". El 2 de junio de 1977 toma la inmejorable decisión de abandonar para siempre la bebida. Se siente orgulloso de que así sea más que por cualquier otra cosa que haya realizado en su vida. "De mis experiencias alcohólicas no creo que haya surgido nada que no sea el dolor y la miseria", confesó.
En 1981 aparece su segundo libro, "¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?", que muestra a parejas al borde de la ruptura, trabajadores tratando de zafar de la rutina y las conflictivas conversaciones entre padres e hijos. Separado de su primera esposa, en 1977 conoce a la poeta Tess Gallagher en un encuentro literario, quien será su compañera hasta su muerte, y al narrador Richard Ford, quien se convertirá en uno de sus mejores amigos. De aquel primer encuentro, Ford recuerda que Carver intentaba "poner su vida bajo control. Un año antes había dejado de tomar y temía volver a hacerlo. Sabía que se encontraba en una encrucijada. (...) Vio que si dejaba de tomar las cosas le iban mejor. Cuando publicó su primer libro y fue nominado para el National Book Award estaba sobrio, e hizo una conexión entre ambos hechos. Mantuvo esa unión durante el resto de su vida".
Después de meses de no escribir nada que valiera la pena, en 1983 publica "Catedral", uno de los mejores libros de la narrativa norteamericana de los años '80, con el que obtiene el premio de la Academia Norteamericana y el Instituto de Arte y Literatura consistente en 35.000 dólares anuales durante cinco años consecutivos, lo que le permite dedicarse tiempo completo a la escritura. Para Carver la historia de "Catedral" es totalmente diferente a lo escrito anteriormente y acaso refleje el cambio que se había producido en su vida. Los trabajadores desocupados de las industrias básicas son los protagonistas de los cuentos de este libro. Son los nuevos pobres, provenientes de la clase media que en los '60 tuvieron hijos e ilusiones, emergentes de las políticas económicas impulsadas por Ronald Reagan en los años '80.
En tanto, el periodista Bill Buford presenta a Carver como el principal exponente del "realismo sucio" y del "minimalismo" por la economía de recursos que domina su escritura, es decir las narraciones breves, la frase y el párrafo corto, pocos personajes, dejando de lado la acción, la intriga y la trama, con finales poéticos e intrigantes. Pero también el realismo sucio representó una tendencia en la literatura norteamericana de los años '80 para referirse sin ningún maquillaje a una sociedad alejada de los valores y despojados de toda ética.
Pero Carver estaba más allá de esos etiquetamientos, incluso consideraba el término minimalismo como algo peyorativo. Sólo creía en la escritura como producto del placer de hacerla. La escritura decía- irradia una luz cuyo resplandor es persistente y firme.
Desde su punto de vista, los cuentos no emergen de la nada sino de un punto de partida que se transforma en una línea que va de la referencia del mundo real al de la ficción. Por eso se vale de un lenguaje simple, directo, cotidiano, en los que muestra el deseo, la existencia concreta de una realidad. Lo lleva a cabo por medio de un estilo donde prevalece la frase breve pero efectiva; donde se advierte una tensión, una amenaza, una sensación de que algo puede suceder. "Muchos personajes en mis relatos encuentran que el mundo les amenaza. La gente sobre la que he elegido escribir sí se siente amenazada. La amenaza contiene, por lo menos para mí, más posibilidades interesantes que se pueden explorar", explicaba en una entrevista.
Carver alzó su voz para contar el drama humano con todos los sufrimientos, los fracasos, las obsesiones, los vicios, hasta los empleos temporarios y mal pagos. Ese mundo que transmite y recrea, es construido a partir de la observación de todo y de todos. El también era uno de esos personajes perturbados y confusos, provenía de esa clase de gente y había trabajado junto a ellos "y con ellos me he ganado la vida", afirmó. Jamás escribió algo que no tuviera relación con las vidas de las que fue testigo además de la suya.
Respecto a la inclusión en sus relatos o poemas de objetos cotidianos (sillas, anillo, tenedor, persianas) utilizando un lenguaje coloquial, Carver entendía que esos objetos poseían un inmenso y asombroso poder, por lo tanto los incluía porque no podían mantenerse inertes en la escena sino que adquirían vida propia, conectarlas con las vidas que las rodean. "Es posible escribir -aclaraba- una línea de un aparentemente inofensivo diálogo, y transmitir un escalofrío a lo largo de la columna vertebral del lector (el origen del placer artístico, como diría Nabokov). Esa es la clase de literatura que me interesa".
Podríamos afirmar que la literatura de Carver reproduce imágenes del otro lado del Estados Unidos rico, exitoso y opulento. En realidad es la perfecta contracara del gran sueño americano. Sus personajes en su mayoría no tienen empleo o lo tienen pero no les satisface plenamente. Son los que sienten que no pertenecen a ese "primer mundo", poseedores de un futuro incierto, por lo tanto perdedores de una sociedad que los ha ignorado, y que evitan mirar su propio interior y constatar que son sombras cargadas de desesperanza. También hay un elemento constante en la narrativa carveriana que es la falta de comunicación entre los personajes.
ALGO MAS QUE ESCRIBIR UN BUEN POEMA
Su obra poética comprende los siguientes títulos: "Donde el agua se junta con otra agua" (1985), "Ultramarina" (1986), "Bajo una luz marina" (1990) y "Un sendero nuevo a la cascada" (1993), los dos últimos publicados por la editorial española Visor.
Carver no se conformaba con escribir un buen poema. Detestaba la escritura proveniente de la emoción aunque se la disimule como experimentación artística o versión del realismo. La poesía era para Carver esencial, el medio que elegía para expresar mejor sus pensamientos y un cauce espiritual "del que se desvía para escribir sus relatos", según la opinión de su mujer, Tess Gallagher.
Sus poemas surgidos de su imaginación, aunque pueden tener algún fundamento dentro de su experiencia, conmueven a pesar de estar contando una simple historia. Es justamente esa simpleza la que consigue cautivar al lector, como si se hubiera propuesto no decir las cosas extensamente para decirlo todo. Alguna vez explicó que el escritor encuentra lo que quiere decir "en el proceso continuo de ver lo que ha dicho" y que todos los poemas son "actos de amor y de fe".
Ese lirismo cargado de tensión que recorre su obra poética tiene como base un tono confesional que presenta un instante en la vida de una persona. Ahí está su tesoro. Carver tenía una manera particular de observar los hechos por más cotidianos que éstos fueran.
El propio Carver seleccionó los poemas de sus libros anteriores para incluirlos en la edición de "Bajo una luz marina". En esos poemas despliega todo su talento para hacer extraordinario las circunstancias simples y cotidianas de esa gente de vida marginal o desesperada utilizando los recursos de la sugerencia o del leve apunte para conquistar la sensibilidad del lector.
Aunque negara sus influencias literarias (sostenía que criar hijos, trabajar en doble turno, no tener dinero para pagar la luz o divorciarse habían modelado su escritura) podemos reconocer en la constitución de su poética las voces de Faulkner, Hemingway, Fitzgerald, Cheever, Salinger. Pero, por sobre todos ellos, se alza la de Antón Chéjov.
En el cuento que cierra el libro "Tres rosas amarillas" (1988), Carver incorpora una serie de detalles ficticios que le otorgan realidad al episodio que narra de manera emotiva que es la última noche de vida del genial escritor ruso que antes de morir se permitió compartir una copa de champagne con su médico y su esposa.
El realismo y escepticismo son los puntos comunes en las obras de ambos pero en el caso del autor de "El jardín de los cerezos" aparece un sentido de humor más fino y más irónico.
MAS CARVER PARA LEER
Después de la muerte de Raymond Carver han sido varias las ediciones de libros que reunieron sus relatos y poemas inéditos. Uno de ellos, "La vida de mi padre", incluye textos claramente autobiográficos en los que retrata a su padre ("Padre, te quiero, pero cómo darte gracias,/ yo que tampoco aguanto el trago/ y ni conozco los sitios donde se puede pescar", se puede leer), a su maestro John Gardner, recrea la amistad con los escritores Tobias Wolff y Richard Ford y ensaya sobre el acto de escribir.
Bajo el título "Si me necesitas, llámame", se publicaron en el 2001 cinco estremecedores cuentos de Carver, ambientados en el noroeste norteamericano, en los cuales desfilan los hombres que dejaron atrás el alcohol y pretenden una vida sin los vaivenes de la ebriedad como así también los amores que se disuelven como agua entre los dedos.
En el otoño de 2005 apareció en España, "Sin heroísmos, por favor", una recopilación de relatos, poemas, reseñas, críticas, ensayos y artículos escritos por Carver para revistas y periódicos, en los que presenta y explica su relación con la palabra escrita, sus búsquedas, métodos, gustos y moral tanto como escritor y lector.
CARVER EN EL CINE
El cineasta Robert Altman descubrió la narrativa de Carver en un viaje en avión de Roma a Nueva York en el invierno de 1990. Tres años después estrenaba su película más ambiciosa, "Short Cuts" (conocida en nuestro país con el nombre "Ciudad de ángeles"), inspirada en nueve relatos y un poema narrativo de Raymond Carver.
La película de Altman presenta en forma de collage las historias de más de veinte personajes cuyas vidas se entrecruzan en una apocalíptica Los Angeles. Logra retratar con ironía y dramatismo diversos acontecimientos que provocan cambios en la vida cotidiana de los personajes: el matrimonio "perfecto" que se derrumba, un hijo atropellado por un automóvil, la infidelidad conyugal, reproches de padres a hijos, una esposa que trabaja como receptora de llamadas en una línea erótica, un policía infiel que recupera el deseo por su mujer...
"No es mi intención, ni era la de Carver, moralizar sobre este tipo de cosas", explicó oportunamente el cineasta, agregando "no creo que el arte deba buscar la razón definitiva del comportamiento de las personas; no la hay". La película, que hasta puede considerarse como la novela que nunca escribió Carver, fue una de las más premiadas durante el año de su estreno (obtuvo el León de Oro en el Festival de Venecia, entre otras distinciones), incluso los veintidós actores principales obtuvieron un premio a la mejor interpretación además de ser nominada al Oscar en el rubro mejor director, y logró reunir una pléyade de notables figuras como Jack Lemmon, Tom Waits, Julianne Moore, Andie Mac Dowell, Matthew Modine, entre otros.
DEL RAY MALO A UN HOMBRE FELIZ
Después de diecisiete años de la muerte de Carver, su mujer, la poeta Tess Gallagher escribió un relato en el que retrata la relación entre ambos, que está incluido en el libro "Carver y yo" que apareció en España en el 2001. A continuación presentamos un fragmento.
"Ray me dijo una vez, hablando de la época anterior a nuestro encuentro, que nunca había tenido tiempo para caer en una depresión. La 'voluntad de hierro' a la que se refiere en uno de sus poemas es necesaria para la creación y quizá se forje a base de 'no tener más remedio que seguir adelante'.
Ray y yo aprendimos juntos algo más. Aprendimos a seguir adelante con esperanza. Cuando unimos nuestras vidas hace casi once años en El Paso, Texas, empezábamos a recuperarnos tras haber cruzado un desierto de desesperanza. Entre ambos dejábamos atrás algo así como treinta años de fracaso matrimonial. Más tiempo del que tendríamos para reconstruir la confianza. Buscamos juntos un lugar en el que la confianza fuera nuestra segunda naturaleza y prometimos ayudarnos el uno al otro. Solíamos decirnos: 'No me idealices, cariño. No me idealices'. Y puedes creerme, para entonces ya habíamos vivido lo suficiente para saber de qué hablábamos.
Puede que sepas la historia. Ray había dejado el alcohol un año antes de irnos a vivir juntos. Se sentía perdido, tenía miedo de no volver a escribir. Se alejaba literalmente del teléfono cuando sonaba. Había tenido que declarase insolvente un par de veces. Aún recuerdo como alzó los ojos al ver mi tarjeta de crédito.
Ahora me parece que entre los dos logramos que recuperara las ganas de divertirse y algo más, lo necesario para sentir un inmenso placer viendo disfrutar a los demás. Esto no había sido siempre así, desde luego. Tras su muerte he sido la depositaria de todos los recuerdos y las historias que la gente sabía de él. He leído cartas de amigos que le conocieron en el período al que luego se refería como 'Raymond el Malo', época en la que era, como dijo un amigo escritor, 'el hombre más triste que haya conocido nunca'. Veinte años después ambos se volvieron a encontrar y su amigo quedó atónito ante semejante transformación.
Theodore Roethke escribió: 'Las cosas buenas les pasan a los hombres felices', y yo tuve el privilegio de ver cómo Ray se convertía en un hombre feliz".
Fuente: http://www1.rionegro.com.ar/diario/tools/imprimir.php?id=4639
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