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Liliana Lukin: Sueño con pertenecer


Demostración    

(habla Baruch de Spinoza) 



Sueño con una puerta: 
armo mi cerrojo 
como una llave. 
 
Como en todos los 
bellos sueños humanos, 
la puerta da a un jardín. 
Pero mi llave abre hacia 
adentro, donde solo 
hay sombra, perfume y rumor 
de hojas y de viento. 
 
Yo que he sido 
echado, expuesto, amo el resto
de luz que hace posible
ver el jardín donde no
hay un jardín: amo
mi arrojo, mi cerrojo,
el peligro del texto
concebido.

Escolio:

Sueño con pertenecer. Yo,
que nada tengo, a quien nada
pertenece, he sido arrojado.
Amo mi arrojo,
ese acto contra mí
ha hecho de mí lo que soy:
un artífice
que documenta la visión:
un revelador y un
rebelado.

Sueño con ser
recibido,
que mi madre
tome mi rostro entre
sus manos y no pueda
dejar de llorar.

Sueño con perder
el miedo como se pierde
el amor: practicando
su falta.

Sueño con volver
al regazo aún atroz
del mundo,
con los libros que he
escrito, carne de mi carne,
dentro del saco, como
almohada:

Yo, que he sido
puesto fuera, temido y
desoído y siempre a punto
de caer, cuelgo
del hilo de mi razón
como de la cuerda
el ahorcado:
soy mi razón y mi cuerda.

Sueño con dejar
palabras en el oído
de un niño: quién
podrá decir que no
dije lo que pensaba y
amé y entregué y cuidé
mi pensamiento
como un padre ?

Sueño con una puerta:
armo mi cerrojo
como una llave.

Como en todos los
bellos sueños humanos,
la puerta da a un jardín.
Pero mi llave abre hacia
adentro, donde solo hay
sombra, perfume y rumor
de hojas y de viento.

Yo que he sido
echado, expuesto, amo el resto
de luz que hace posible
ver el jardín donde no
hay un jardín: amo mi arrojo,
mi cerrojo, el texto
en el peligro
concebido.


Otros poemas de LILIANA LUKINaquí 
Fuente: "La ética demostrada según el orden poético (2005-2006), Ediciones La cebra, 2011
Enlaces: Sitio de Liliana Lukin | Revista Ruda | Asunto impreso ediciones | Espacio hudson
Imagen en Revista Ruda

—El título del libro, citas y referencias aluden a Ética demostrada según el orden geométrico, de Baruch de Spinoza, donde axiomas e hipótesis científicas intentan explicar el comportamiento de los hombres y sus pasiones y el funcionamiento de la sociedad. ¿Cuáles serían los métodos con que la poesía se aplicaría a demostrar la ética?
Liliana Lukin: —Leí Ética de Spinoza en una traducción directa del latín, durante varios años, desde 2004, sin comprender demasiado, pero la versión resultaba tan rara, y para mí tan literaria, y el método geométrico del razonamiento tan atractivo, que seguí entrando en ese universo deductivo por placer y descubriendo respuestas a ciertas obsesiones: “El cuerpo y la palabra son uno / para ella: dice dolor, y no puede / soportarlo y amor dice y se le hace / agua la boca” (en Retórica erótica, 2002). Este libro, precedido de otras lecturas sobre Spinoza (Deleuze, Henry, sus cartas), es escrito entre 2005-2006 y parte de una intuición que me permitió pensar la filosofía como poesía y devino en estos poemas que se pueden leer, también, tal vez como un “ensayo poético”.
—El sueño es el eje sobre el que se despliega “La Ética demostrada según el orden poético”. ¿Por qué esa elección, qué significa?
—Cuando me propuse escribir sobre la Ética de Spinoza tuve que resolver un problema: qué forma, qué estructura del lenguaje me permitiría una “representación” de lo que ese libro significaba para mí. Esa búsqueda “retórica” fue el gran desafío. La idea de los sueños no es una obviedad, porque se trataba de pensar que si la Historia es el fracaso de la Ética, los sueños, en el sentido de deseos, podían ser explorados en cada poema como un pensamiento aún posible: “Como si fueran / lo que llamamos- todavía- / el sueño de todos”, se lee en uno de ellos. Y si la Ética es el desarrollo de una utopía, soñar otras formas del ser, dudar de esos sueños, concebir distintos modos del soñar, narrar sueños como metáforas del conflicto que la ética implica en cada acto, era un proyecto que desplegaba esa lectura con la que me había “comprometido”.
Mi libro es la escritura de un soñar múltiple, infinito, explorando las direcciones de un pensar que la Ética de Spinoza, maravilla de utopías, explicaba como si fuera realizable, y que 400 años después leemos como deseable. Fracasa, fracasa mejor, eso es Beckett. Es nuestro doloroso siglo. Pero pensando con Spinoza se fracasa peor, y eso ya es una esperanza.
Borges acentuaba lo “querible” de Spinoza, el judío execrado y maldecido, riguroso y humilde, siempre perseguido por una subversión cristalina y pacífica.
—En tus poemas Spinoza habla en primera persona. ¿Esa primera persona, sin embargo, es también la autora y busca la identificación de cada lector?
—Estos poemas son la consecuencia de una lectura; tal vez toda escritura es sólo eso, pero en este caso lo he hecho evidente: puse páginas enteras de citas abriendo cada una de las 5 partes del libro, para dar a leer la fuente, para enamorar a todo lector con aquello que me había enamorado. ¿Cómo leer esas ideas y no sentir que ese hombre habla hoy, que nos habla, que dice lo que supimos y olvidamos y con lo que comulgamos nuevamente?
Al principio la voz del poema era la de un yo femenino, identificable con el yo de la escritura/escritora, pero al trabajarlo tuve esta decisión de pasar todo a masculino y resultó perfecto: era él y no “ella” quien explicaba sus obsesiones, quien soñaba con un mundo mejor, quien develaba su escepticismo y su fe, manteniéndose alerta, porque no era un ingenuo, aunque seguía soñando y fundando con sus libros esa puerta…
—Spinoza, pulidor de lentes, el racionalista, declara en un poema que sueña “porque puede”. No son sin embargo monstruos los sueños de esa razón…
—No, claro, Spinoza concibe un cuerpo no separado de un alma y unas ideas imbatibles sobre lo que es mejor para los hombres y mujeres en esta tierra: la certeza de que no deseamos una cosa porque es buena, sino que es buena porque la deseamos. La Ética de Spinoza es el libro de las demostraciones, y el desafío para mí era encontrar núcleos conceptuales complejos, para que se me ocurrieran alternativas a ese pensamiento, juegos con ese pensamiento, simples ideas poéticas: la palabra inesperada para distorsionar la espera, en un trabajo entre la emoción y la precisión de aquello que era mi deseo: escribir algo que se escuchara musical, sencillo, pero con una visión nueva de ser atravesado por la angustia de la vida en este mundo y ser un cuerpo capaz de amar, pensar y escribir.
—Sus libros suelen conformar corpus compactos, regidos por un eje central que no admite fisura (el cuerpo, las preguntas, los términos comparativos). ¿Cómo nacieron estos poemas?
—Desde la imaginación intensa, quise crear un espejo del libro matriz, una duplicación, en otro lenguaje, en otro registro, español rioplatense del siglo XX, conservando, si se puede creer que eso sea dado a leer, la intencionalidad de un filósofo del siglo XVII, que es un pensador del siglo XXI. La Ética me interpela en mi propio pensamiento político, más o menos visible en todos mis libros, sobre los cuerpos, el sentir y el actuar, pero en el lenguaje. Escribiendo, siempre traté de fundar, más estrictamente, mi propia moral, una estética del sentimiento y una ética del sujeto. Mi vida, mi escritura tendría que demostrar que, contra todo dogma, hay una voluntad posible de felicidad. El texto es una apuesta a hablar del ser, siendo a la vez sujeto y objeto de la letra, porque soy lo que escribo.
—El libro se acompaña por magníficas ilustraciones sobre fondo negro, que juegan con el “Cordero de Dios” (“Agnus-Dei”), de Zurbarán, “El sueño de la razón produce monstruos” de Goya y el texto de Excomunión de Spinoza, de Gustavo Schwartz. ¿Cómo se proyectó esta integración?
—G. Schwartz es siempre el primer lector de mis textos, mi compañero, y es un artista visual al que admiro. A veces trabajamos juntos, es el autor de las fotos de mi libro anterior Teatro de Operaciones. Anatomía y Literatura, y ha hecho el video de esa y esta presentación. Ambos se pueden ver en mi sitio web (www.lilianalukin.com.ar), en la entrada Libros Publicados. También allí, en Sobre su obra, se pueden leer los preciosos textos con que Alberto Muñoz, Alicia Silva Rey y Claudio Martyniuk presentaron el libro. G. Schwartz es también autor de la tapa de este libro, donde a los clásicos de Goya y Zurbarán suma el círculo del sello que usaba Spinoza, con sus iniciales B.D.S. y la palabra “caute”, cuidado, en latín, y en el centro una rosa con espinas, es decir: cuidado, es espinosa.
Siempre trato de llevar todo hasta sus últimas consecuencias: entre el imaginario social y mi propio imaginario (el imaginario que hay en mí de mi propia escritura, también) aparece una forma poética que exploro hasta el agotamiento. Esta sociedad intelectual y amorosa es una de las formas de vivir esa exploración.

Nahuel Lardies


Exvoto    


La sombra del laurel se extiende 
sobre las oraciones tibetanas, dice
buscá refugio en la iluminación
y yo pienso excelente, 

vamos por ahí, hacia la puerta blanca

el viento mueve las palabras
que se pierden en el viento

y no hay adversidad en mediodías de resurrección,
el pensamiento ya no está en las nubes
si no en la forma que les vamos percibiendo,
lejanas, compactas, acumuladas 
como para señalar la posibilidad 
de una inquietud en la memoria,
sin voluntad alguna de cambiarle el tono al lienzo. 

Que suceda algo feliz. Tampoco tanto.

El Martín Pescador aparece de golpe,
se refleja en el río como un subtítulo 
que encaja bien en la película que estabas viendo.

Los sentidos llegan misteriosos,
quedás vibrando con un roce de alas.

Existen las distancias en su enigma, 
distancias que venimos transitando de hace tiempo
como existen los acantilados, las grutas, 
los barcos corroídos por el óxido, 
los fósiles de caracoles
en lugares donde ya no corre gota de agua.

No voy a preguntarte nada nunca más,
saber es alejarse, y a diferencia nuestra
hay cosas que se acercan, con suerte se funden 
como el polvo en la espiral de luz,
la dispersión del polen en la espalda 
del río que se angosta 
y es curva, ligereza, Paraná:

quietos, silencio,

los ojos ceden su esfuerzo 
ante todo lo que viaja y viene con las aguas turbias,
columna fluida, la gran yarará 
es demasiado, abramos la sombrilla,

habrá barreras, lugares 
donde no será posible hacer un picnic, 
propiedades, miedo a perderse en los rencores. 

La fruta está dulce y madura, 
la tetera expectante,
hay arepas en flor, peras y pan,
¿qué nos tiene encandilados?

Danos refugio en la iluminación
de los días fluviales,
en el don no deseado de un punto de vista,

quiero volver a ese lugar
donde la sombra del laurel se extendió
sobre las oraciones tibetanas.


Hospital Israelita




En el principio hubo un lugar
con globos de cumpleaños
pulmones boca viento enloquecido
harina de centeno agua tablas de la ley
el último convenio de alquileres
números nombres de los meses
colores días fórmulas constelaciones
cartas de un tiempo
en el que se extrañaban

un escorpión iluminó la oscura bóveda del techo
la luna sostenía su balanza
el cielo abriéndose como el Mar Rojo
en dos gemelos mientras la Virgen
en ascenso se iba haciendo su lugar

fue entonces que alguien
lo arrancó de sus entrañas
hubiera preferido no salir
pero ella le insistió sopló y estuvo listo su carácter
temperamento cíclico nubosidad variable
aisladas precipitaciones las de esa mañana
en la que recordaba haberla visto
sacudiendo la cabeza como un sauce
ante el espejo del placard
el secador le hacía remolinos de aire cálido
en el pelo húmedo

fue entonces que lo atravesó un flechazo
afuera el motor del Renault 12
ponía en marcha el cielo y las estrellas

en la oscura cavidad del artefacto
despertaba al corazón.


Mirando un documental de la BBC sobre Japón    




Soy solo una persona interactuando a solas 
con los fantasmas de su celular. 
 
Les mentiría si les digo que me puse 
lo primero que encontré. 
 
No quiero más preguntas cuando entremos
en la zona… 
 
En uno de los episodios más álgidos de la novela  
escrita hace un montón de años por la dama Murasaki Shikibu,
Genji acepta a un hijo que no es suyo. 
Lo hace para guardar las apariencias… 
Las apariencias, de por sí la frase es rara.
De puertas para afuera,
¿quién sabe de verdad qué fue lo que pasó?

No te gastes, por más efímero que seas.
No quisiste como deberías
haberlo hecho, ahí, hilo a hilo,
moviendo emociones como marionetas,
a simple vista profundas, aunque ilusas, la verdad,
como un esmalte.
Seguí con el ahorro para ver
si alguna vez lográs mirar en vivo y en directo
esos cerezos
que viste florecer solo a través
del biombo de una traducción.

Al menos día por medio es conveniente
meditar el curso de las obsesiones,
el tránsito de los planetas o el estado del clima,
la tela de una araña a contraluz,
el rastro ultravioleta de un murciélago,
sentir las impresiones como el paso del rastrillo
en un jardín de grava, arena y piedra,
repetir voy tranquilo, soy tranquilo,
no me acuerdo hacia dónde pero bien.

Escuchá, hay voces en los caracoles
no me pierdas, no te pierdas.

Las personas se mueren, las historias reencarnan,
las campanas extinguen y renuevan el vacío.



Boleros para gente adulta




La heladera parece estar dándolo todo de sí
por mantener los alimentos a una atmósfera
razonablemente invernal,
fría como el corazón de un agente secreto
después de otra intriga amorosa.
Hay modos de querer que están desposeídos
de referencia y habitan un espacio rico
en representaciones, conformando así
una danza que consigo misma se conforma.
Hasta que no.
No hay conclusión ni ideas en remate,
es poco más que una tendencia
que arrastra y magnetiza.
Quede a dónde quede, seré
la flecha hasta el retorno del impulso,
será la voz que finalmente se llamó a hibernar
la que nos haga ver el panorama amplio,
como veía el valle entero después de una curva
en la ruta hacia Neuquén, Egipto,
o las playas desiertas de Dover.
Lo que subió tendría que bajar, pero
¿y si está vez fuese distinto?
Renuncio a cierta intensidad, despido
a la improvisación con un pañuelo
desde el muelle.
Busco el sistema que se oculta
y muestra en los cortocircuitos,
como si nos viésemos constantemente
empujados a contar con los ojos cerrados
para salir detrás de las voces anónimas,
persecución, pisadas,
luego una calma, el sonido a cadenas
sin aceite de una hamaca moviéndose sola
en la penumbra de una plaza, risas de hiena
en la noche más oscura.
La canción de las focas no confunde más,
estando ya mi casa sosegada.
Dimos al átomo lo que pedía,
boleros para gente adulta.
Adiós, definitivamente, adiós
y la espuma está arriba y más arriba de la espuma
hay una casa, hecha con dos o tres conceptos inmanentes, ¿por qué no?
la reciprocidad, el resplandor
y al final del túnel el principio del futuro,
a expensas de nuestras expensas,
de espaldas a nosotros, de cara al sol siempre delante, molesto, polarizado.



poesía argentina
NAHUEL LARDIES
(Ciudad de Buenos Aires, Argentina)
Fuente: Aguacero Ediciones | Facebook
Enlaces: La primera piedra | Periódico de poesía | Revista Otra parte

Lucas Margarit

Telesio



el ángel es el peor de los dragones 
J.E. Cirlot     

pasé toda mi vejez reuniendo 
formas ácidas y plantas acuáticas 
observando, cada tanto, en cada ocaso 
la forma cerrada del mar
 
toda la vejez de los hombres hermosos como el cactus 
cada vez que los golpes acariciaban los quiebres de la orilla 
 
pasé mi vida buscando entre las biblias oscuras 
la vida disimulada de Bernat 

a la sombra de la vela de resina oscura vi las primeras ciencias
cinceladas con imperturbabilidad por una mano que todavía no temblaba
leí las primeras lecturas del mito y de los objetos
vi los primeros dibujos que contenían el límite entre esto y aquello,
el límite que formaban las fibras del pergamino mohoso


de Bernat Metge (Buenos Aires Poetry, 2018)



IV




¿has visto desplazarse el océano inclinado 
cuando cada martirio se abre sobre el horizonte? 
¿has podido leer en mis visiones el nombre de la llanura y del vicio?

has inclinado la balanza hacia el norte y hacia el sur
y viste en mi cara de niño terrible la infancia más anónima
y observaste mi tristeza elegante como la piel que se abraza a los árboles
para reunir parte de la historia de los olvidos

vi en las montañas que rodean el óxido
tus brazos alzándose en la tristeza
y seguí el recorrido de los arbustos de oro hasta
llegar a la ciudad de los huérfanos
he visto a eneas desnudo corriendo detrás de los disturbios del fuego
y realizamos el primer sacrificio de la distancia

así inclinaste el invierno hacia la sabiduría y el amparo
y crecí otra vez en el refugio del mundo que ofreciste
mientras elegías el nombre más preciso para el aire
entonces, estaremos tentados de vengar la última insolencia de un dios confuso


de Elis o teoría de la distancia (Suri Porfiado, 2020)



si pongo una célula en un calidoscopio 
se desintegra para ser el átomo del destierro

en un calidoscopio
una célula azul como el cielo que protege el límite
entre el aire y el viento
y entre la selva y la pradera

cuando Telesio observa a través de esos cristales 
con borde de óxido
se desintegra la célula para aparecer 
nuevamente entre el fuego y su naturaleza

ahí, en ese linde estaba la razón 
entre la niebla y su templanza


de Telesio. Brevissimo tratado sobre el asombro (Leteo, 2021)


LUCAS MARGARIT (1966, Buenos Aires, Argentina)
Enlaces: Entrevista / Letralia | Eterma Cadencia | Otra iglesia es imposible
Imagen: Fb Lucas Margarit

Luz Cassino


Tu ventana     




me asomé a tu ventana 
a tu alféizar florido 
a tus alminares 
y sus galerías 
y te acaricié entero 
pétalo por pétalo 
poro a poro 
borde a borde 
 
te seguí los rastros 
caminé tus surcos 
y tus cicatrices 
como una novata 
y al fin del periplo 
recogiendo velas  
me incliné a mirarte 
por si fuera un sueño 

(inédito)

  

Nadie responde     




Casa árbol 
duna que quiebra 
horizontes perplejos 
 
Nadie responde 

Vacíos los espejos envejecen 
al amparo de cabelleras blancas 

Bicicleta de alas rotas
que se perdió una tarde 
de insoportable ausencia

La huella de la lluvia
acuna un camalote triste
La huella de la vida
acaba en callejones
donde habita la muerte.
                                  

    (de Domicilio Equivocado)


Para no dejar de pensarte




No te escribo para que me reconozcas 
y prendas azahares en mi pelo
-que también-
te escribo para no dejar de pensarte
cerca muy cerca 
al costado y encima
dentro muy dentro
No es sólo un pensarte con mi sexo
-que también-
te escribo para no olvidarte
de puntillas y en volandas
hablo con el espejo y le cuento de vos
a cada rato
mientras te voy deseando
sin remedio
                            (de Insight)




LUZ CASSINO  (Buenos Aires, Argentina), vive en  Barcelona desde 2002. Psicóloga Social. Coach Literaria. Como Activista Cultural desarrolla proyectos sobre migración, género y literatura.  Coordina la Plataforma Informativa y Cultural Mézclate Conmigo, premiada en varias ocasiones.
Creadora del Club de Escritura donde dinamiza talleres de Poesía Erótica, Escritura Terapéutica y Escritura Creativa. Como poeta ha recibido premios y distinciones. Su obra ha sido traducida a varios idiomas y es parte de diversas revistas literarias. Participa en una treintena de antologías. Ha publicado dos poemarios en solitario, Insight (Lastura, 2015) y Domicilio Equivocado (Huerga
& Fierro, 2018). El hijo (Filius) está actualmente en proceso de edición.

Pablo Seguí: Los cuerpos de la física


Lizard 




Acomoda la cucha 
pacientemente a un lado 
y al otro, y se reclina, 
satisfecho y seguro. 

Cierra los ojos pero 
no las orejas ante 
la noche numerosa 
de crujidos a ciegas. 

¿Escucha el discurrir 
de mi lápiz, renglón 
tras renglón que pretenden 
dar cuenta de su pose? 

Él sabe del metrónomo 
de esta escritura en marcha. 
Lo que lo tiene en vilo 
no soy yo: es el umbral. 


Puertas abiertas




Apago la pantalla 
de la compu: escribir 
es alejarse. Suena 
el zumbido constante 
de la heladera (algunos 
hacen música con 
los monótonos ruidos 
de sus hogares: tedio 
vivido de otra forma). 
¿Y a dónde llego? Al linde 
de la mirada: canto 
en silencio la pura 
saciedad de mis ojos 
frente a líneas que corren 
cada vez más ariscas 
hasta volverse lumbre. 
poemas que conforman 
sólo por ser sonoros. 



Los cuerpos de la física



Los objetos, sin prisa 
ni pausa —la mirada 
los recorre—, mantienen 
su ser en la fijeza 
impávida que les 
es más propia. Mis manos 
podrían, iracundas, 
destrozarlos, hundirlos 
en lo oscuro. Se da 
que escribo, que me doblo 
ante el papel, y sale
elevar la mirada 
cada tanto y sentir
un vaso, un carillón, 
una reja: un segundo 
de eternidad inmóvil. 


Es que sos reptiliana




No somos compatibles 
pero nos entendemos 
pese a los sucesivos 
desengaños. (Girar 
en tu órbita me vuelve 
un manojo de voces 
que se apagan: precario 
ante el papel, idiota 
en versos que procuran 
apenas si llamarte 
la atención, y fracasan.) 



Nala piensa en Damayanti




El perro, inquieto, busca 
algo incansablemente: 
se acerca a la comida, 
va después al portón. 
En cambio yo, tranquilo 
después de dos semanas, 
pienso en vos, y del centro 
de tu nombre surgís. 
Surgís como una luna 
que cruzará la noche 
dándome, porque sabe, 
un poco de su luz. 
Luz que dice: “mirá: 
mi piel junto a tu piel”. 



De: "Lizard y otros poemas", Barnacle, 2020
Otros poemas de PABLO SEGUIaquí
Entre los ocho y los diecisiete años estudió violín, para luego dedicarse hacia la poesía.
Ha publicado los siguientes libros: Los nombres de la amada (Alción, 1999), Claves y armaduras (Foja/Cero, 2005), Naturaleza muerta (El Copista, 2011),Otro verano y éste (Barnacle, 2017), Animal de bien (Barnacle, 2018), Noción de ritmo (Barnacle, 2019) y Lizard (Barnacle, 2020).
Desde hace varios años ya publica sus poemas en sucesivos blogs, entre los cuales figuran: El tren y la mujer que llena el cielo, El poeta ocasional, La lección de piano, El bakelita, Por el jornal, Crocante de seco y el actual, Voces en La Babía.

Nicos Cavadías: Leía con ardor a la santa de Ávila


Marabú (i)   




Dicen los marineros que viajan conmigo 
que soy un tipo agrio, intratable y malvado, 
que odio a las mujeres de una manera ruin 
y que yo nunca suelo acostarme con ellas. 

Y aún dicen más, que tomo hachís y cocaína, 
que una pasión terrible me tiene poseído, 
que tengo el cuerpo lleno de horribles tatuajes, 
extraños y angustiosos, con los que estoy marcado. 

Y aún dicen otras cosas peores, muchas más,
que, sin embargo, son mentiras e invenciones.
Pues lo que de verdad me marcó mortalmente,
no lo ha sabido nadie, a nadie dije nada.

Pero ahora que ha caído la tarde tropical
y huyen hacia el oeste aquellos marabús
hay algo que me incita a poner por escrito
aquel suceso oculto que siempre silencié.

Yo fui una vez grumete en un barco correo
que llevaba las cartas de Egipto al sur de Francia.
Entonces conocí a mi flor de los Alpes
y nos ligó una estrecha amistad fraternal.

Era aristocrática, ligera y melancólica,
hija de un rico egipcio que un día se mató.
Viajaba sus penas hacia tierras lejanas
–acaso allí sucede que las penas se olviden–.

Solía llevar con ella el Journal de Bashkirtsev,(ii)
o leía con ardor a la santa de Ávila.
A veces recitaba tristes versos franceses
y se quedaba horas mirando el mar azul.

Yo sólo conocía los cuerpos de las putas
–tenía un alma abúlica herida por la mar–,
ante ella recobré la gracia de la infancia
y en éxtasis le oía hablar como un profeta.

Le puse un día al cuello una pequeña cruz
y ella me regaló una hermosa cartera.
Me sentí desdichado, el más triste del mundo
cuando un día llegamos al fin a su destino.

Muchas veces pensé en ella al navegar
como mi baluarte, como mi ángel guardián,
y su foto en el puente para mí era un oasis
que uno hubiera encontrado en medio del desierto.

Creo que debería ya detenerme aquí,
tiembla mi mano, el aire caliente me fustiga.
Las flores tropicales apestan en el río
y allá a lo lejos grazna un torpe marabú.

¡He de seguir!... Un día en un puerto extranjero
me emborraché con whisky, ginebra y con cerveza,
y sobre medianoche, tropezando pesado,
me dirigí a las casas sucias de las perdidas.

Allí sórdidas hembras arrastran a los hombres
y de repente una me arrebató el sombrero
–viejo hábito francés del barrio de las putas–
y casi sin quererlo entonces la seguí.

Era un cuartito oscuro, tan sucio como todos,
a pedazos caía la cal de las paredes.
Ella, un andrajo humano que hablaba roncamente
con los ojos oscuros, negros y endemoniados.

Le dije que apagara la luz. Caímos juntos.
Mis dedos recorrieron sus huesudas costillas.
Hedía a absenta. Desperté, que dicen los poetas,
“cuando la aurora extiende sus pétalos de rosa.”(iii)

Cuando le vi la cara con las primeras luces
me pareció tan digna de lástima y maldita,
que con extraño horror, como si me aterrase,
me saqué la cartera veloz para pagarle.

Doce francos franceses... y lanzó un alarido
y vi que me miraba con sus ojos salvajes
y también mi cartera... pero yo me quedé
con la mirada inmóvil en la cruz de su cuello.

Olvidé mi sombrero, como un loco corrí,
un loco que vacila y que se tambalea,
pues llevaba en la sangre la horrible enfermedad
que juega con mi cuerpo y aún hoy lo tortura.

Dicen los marineros que viajan conmigo
que hace mucho tiempo que no veo a mujer
que soy pellejo viejo, que tomo cocaína,
mas si ellos lo supieran me compadecerían...

La mano tiembla... fiebre... He olvidado mucho.
En la ribera veo un marabú muy quieto,
y mientras él me mira a su vez insistente,
nos parecemos –creo–: estúpidos y solos.



Nagel el timonel

A N. Rando

Nagel Harbor, timonel noruego en Colombo,
después de viajar como siempre en un barco
que partió hacia un lejano puerto desconocido,
desembarcó en su barca pesado, pensativo,
con sus manos robustas cruzadas sobre el pecho,
fumando en una vieja pipa amasada en barro,
mientras hablaba sólo, en una lengua nórdica.
Marchó apenas se fueron los barcos de su vista.

Nagel Harbor, capitán de navíos mercantes,
al mundo entero dio la vuelta, pero un día,
cansado, se quedó de timonel en Colombo.
Pero siempre pensaba en su país lejano
y en las islas Lofoten pobladas de leyendas.
Y, sin embargo, un día se murió en su cabina
cuando escoltaba en puerto al Steamer Tank “Fjord Folden”
que hacia las islas Lofoten partía humeante...



El mono de un puerto en el Índico




Una vez, en un puerto del Índico lejano,
le cambié una corbata polícroma de seda
a un cierto marroquí por un pequeño mono
de ojos grises, oscuros y llenos de malicia.

Mordía una gran pipa en sus labios el mono
y sólo la soltaba cuando quería exhalar
un humo denso que, según el vendedor,
era opio que fumaba desde que era pequeño.

Al principio tan sólo vomitaba en la proa
y me miraba triste y en completo silencio.
Pero al pasar el tiempo, él solo vino a mí
y se pasaba horas sentado sobre mi hombro.

Si me tocaba guardia nocturna en la cabina
y el tormento del sueño me horadaba los ojos,
se quedaba sombrío tiritando en mi hombro
y muy serio miraba la brújula conmigo.

Le compraba en los puertos plátanos y bombones
y en tierra le llevaba con una cadenita,
nos sentábamos juntos, bebíamos en los bares
hasta que ya borrachos volvíamos al barco.

No se enfadaba nunca, me mostraba su amor,
y ni una vez tan sólo escuché sus gruñidos.
Parecía habituado a esta vida y a mí,
y yo me hice a él como a una persona.

Pero una vez que andaba absorto junto a él,
se escapó de mis manos y se marchó feliz.
Tenía una gran virtud: sabía guardar silencio
y de mujer tenía su innoble corazón.



ΜΑΡΑΜΠΟΥ




Λένε για μένα οι ναυτικοί που εζήσαμε μαζί
πως είμαι κακοτράχαλο τομάρι διεστραμμένο,
πως τις γυναίκες με ένα τρόπον ύπουλο μισώ
κι ότι μ’ αυτές να κοιμηθώ ποτέ δεν πηγαίνω.

Ακόμα, λένε πως τραβώ χασίσι και κοκό,
πως κάποιο πάθος με κρατεί φριχτό και σιχαμένο,
κι ολόκληρο έχω το κορμί με ζωγραφιές αισχρές,
σιχαμερά παράξενες, βαθιά στιγματισμένο.

Ακόμα , λένε πράγματα φριχτά πάρα πολύ,
που είν’ όμως ψέματα χοντρά και κατασκευασμένα,
κι αυτό που εστοίχισε σε με πληγές θανατερές
κανείς δεν το ‘μαθε, γιατί δεν το ‘πα σε κανένα.

Μ’ απόψε, τώρα που έπεσεν η τροπική βραδιά,
και φεύγουν προς τα δυτικά των Μαραμπού τα σμήνη,
κάτι με σπρώχνει επίμονα να γράψω στο χαρτί,
εκείνο, που παντοτινή κρυφή πληγή μου εγίνη.

‘Hμουνα τότε δόκιμος σ’ ένα λαμπρό ποστάλ
και ταξιδεύαμε Αίγυπτο γραμμή Νότιο Γαλλία.
Τότε τη γνώρισα – σαν άνθος έμοιαζε αλπικό –
και μια στενή μας έδεσεν αδελφική φιλία.

Αριστοκρατική, λεπτή και μελαγχολική,
κόρη ενός πλούσιου Αιγύπτιου οπού ‘χε αυτοκτονήσει,
ταξίδευε τη λύπη της σε χώρες μακρινές,
μήπως εκεί γινότανε να τηνε λησμονήσει.

Πάντα σχεδόν της Μπασκιρτσέφ κρατούσε το Ζουρνάλ,
και την Αγία της ‘Aβιλας παράφορα αγαπούσε,
συχνά στοίχους απάγγελνε θλιμμένους γαλλικούς,
κι ώρες πολλές προς τη γαλάζιαν έκταση εκοιτούσε.

Κι εγώ, που μόνο εταίρων εγνώριζα κορμιά,
κι είχα μιαν άβουλη ψυχή δαρμένη απ’ τα πελάη,
μπροστά της εξανάβρισκα την παιδική χαρά
και, σαν προφήτη, εκστατικός την άκουα να μιλάει.

‘Ενα μικρό της πέρασα σταυρόν απ’ τον λαιμό
κι εκείνη μου χάρισε ένα μεγάλο πορτοφόλι
κι ήμουν ο πιο δυστυχισμένος άνθρωπος της γης,
όταν εφθάσαμε σ’αυτήν που θα ‘φευγε, την πόλη.

Την εσκεφτόμουν πολλές φορές στα φορτηγά,
ως ένα παραστάτη μου κι άγγελο φύλακά μου,
και μια φωτογραφία της στην πλώρη ήταν για με
όαση, που ένας συναντά μες στην καρδιά της ‘Αμμου.

Νομίζω πως θε να ‘πρεπε να σταματήσω εδώ.
Τρέμει το χέρι μου, ο θερμός αγέρας με φλογίζει.
Κάτι άνθη εξαίσια τροπικά του ποταμού βρωμούν,
Κι ένα βλακώδες Μαραμπού παράμερα γρυλίζει.

Θα προχωρήσω!... Μια βραδιά σε πόρτο ξενικό
είχα μεθύσει τρομερά με ουίσκυ, τζιν και μπύρα,
και κατά τα μεσάνυχτα, τρικλίζοντας βαριά,
το δρόμο προς τα βρωμερά, χαμένα σπίτια επήρα.

Αισχρές γυναίκες τράβαγαν εκεί τους ναυτικούς,
κάποια μ’ άρπαξ’ απότομα, γελώντας, το καπέλο
(παλιά συνήθεια γαλλική του δρόμου των πορνών)
κι εγώ την ακολούθησα σχεδόν χωρίς να θέλω.

Μια κάμαρα στενή, μικρή, σαν όλες βρωμερή,
οι ασβέστες απ’ τους τοίχους της επέφτανε κομμάτια,
κι αυτή ράκος ανθρώπινο που εμίλαγε βραχνά,
με σκοτεινά, παράξενα, δαιμονισμένα μάτια.

Της είπα κι έσβησε το φως. Επέσαμε μαζί.
Τα δάχτυλά μου καθαρά μέτρααν τα κόκαλά της.
Βρωμούσε αψέντι. Εξύπνησα, ως λένε οι ποιητές,
«μόλις εσκόρπιζεν η αυγή τα ροδοπέταλά της».

‘Ηταν την είδα και στο φως τ’ αχνό το πρωινό,
μου φάνηκε λυπητερή, μα κολασμένη τόσο,
που μ’ ένα δέος αλλόκοτο, σα να ‘χα φοβηθεί,
το πορτοφόλι μου έβγαλα γοργά να την πληρώσω.

_ώδεκα φράγκα γαλλικά ... Μα έβγαλε μια φωνή,
κι είδα μια εμένα να κοιτά με μάτι αγριεμένο,
και μια το πορτοφόλι μου... Μ’ απόμεινα κι εγώ
ένα σταυρόν απάνω της σαν είδα κρεμασμένο.

Ξεχνώντας το καπέλο μου βγήκα σαν τον τρελό,
σαν το τρελό που αδιάκοπα τρικλίζει και χαζεύει,
φέρνοντας μέσα στο αίμα μου μια αρρώστια τρομερή,
που ακόμα βασανιστικά το σώμα μου παιδεύει.

Λένε για μένα οι ναυτικοί που εκάμαμε μαζί
πως χρόνια τώρα με γυναίκα εγώ δεν έχω πέσει,
πως είμαι παλιοτόμαρο και πως τραβάω κοκό.
Μ’ αν ήξεραν οι δύστυχοι, θα με είχαν συγχωρέσει...

Το χέρι τρέμει... Ο πυρετός ... Ξεχάστηκα πολύ,
ασάλευτο ένα Μαραμπού στην όχθη να κοιτάξω,
Κι έτσι και καθώς επίμονα κι εκείνο με κοιτά,
νομίζω πως στη μοναξιά και στη βλακεία του μοιάζω...



Ο ΠΙΛΟΤΟΣ ΝΑΓΚΕΛ

Στον ποιητή Ν. Ράντο



Ο Νάγκελ Χάρμπορ, Νορβηγός πιλότος στο Κολόμπο,
άμα έδινε κανονική πορεία στα καράβια
που φεύγαν για άγνωστους και μακρινούς λιμένες,
κατέβαινε στη βάρκα του βαρύς, συλλογισμένος,
με τα χοντρά τα χέρια του στο στήθος σταυρωμένα,
καπνίζοντας ένα παλιό χωμάτινο τσιμπούκι,
και σε μια γλώσσα βορινή σιγά μονολογώντας
έφευγε μόλις χάνονταν ολότελα τα πλοία.

Ο Νάγκελ Χάρμπορ, πλοίαρχος σε φορτηγά καράβια,
αφού τον κόσμο γύρισεν ολόκληρο, μια μέρα
κουράστηκε κι απόμεινε πιλότος στο Κολόμπο.
Μα πάντα συλλογιζόταν τη μακρινή του χώρα
και τα νησιά που ‘ναι γεμάτα θρύλους, τα Λοφούτεν.
Όμως μια μέρα επέθανε στην πιλοτίνα μέσα
Ξάφνου σαν ξεπροβόδισεν το Steamer Tank « Fjord Folden »
όπου έφευγε καπνίζοντας για τα νησιά Λοφούτεν...



Η ΜΑΪΜΟΥ ΤΟΥ ΙΝ_ΙΚΟΥ ΛΙΜΑΝΙΟΥ




Κάποτε σ’ ένα μακρινό λιμάνι του Ινδικού,
δίνοντας μια πολύχρωμη μεταξωτή γραβάτα
σ’ ένα αράπη, μιαν μικρή αγόρασα μαϊμού
με μάτια γκρίζα, σκοτεινά και πονηρία γεμάτα.

Ένα τσιμπούκι δάγκωνε στο στόμα της χοντρό
και το ‘βγαζε όταν ήθελε μονάχα να φυσήσει
έναν καπνό πολύ βαρύ, που, ως μου ‘πε ο πωλητής,
ήταν οπίου, που από μικρή την είχε συνηθίσει.

Τις πρώτες μέρες μοναχή στης πλώρης μια γωνιά ,
ξερνούσε και με κοίταζε βουβή και λυπημένη,
μα σαν επέρασε καιρός, ερχόταν μοναχή
κι ώρες πολλές στον ώμο μου ξεχνιόταν καθισμένη.

Όταν στη γέφυρα έκανα τη βάρδια της νυχτός
κι η νύστα βασανιστικά τα μάτια μου ετρυπούσε,
στον ώμο κρυώνοντας στεκόταν σκυθρωπή
και σοβαρά μαζί μ’ εμέ τον μπούσουλα εκοιτούσε.

Στα πόρτα της αγόραζα μπανάνες και γλυκά
κι έξω με μι’ άλυσο μικρή την έβγαζα δεμένη
κι αφού σ’όλα καθόμαστε και επίναμε τα μπαρ,
στο φορτηγό γυρίζαμε κι οι δυο μας μεθυσμένοι.

_ε θύμωνε και μου ‘δειχνε πολύ πως μ’αγαπά,
ούτε κακά την άκουσα ποτέ να μου γρυλίσει.
Φαινόταν πως συνήθισε τις κακουχίες και εμέ,
Κι εγώ σαν άνθρωπο την είχα συνηθίσει.

Κάποια φορά που επήγαινα μαζί της σκεφτικός
εξέφυγ' απ’ τα χέρια μου χαρούμενη και πάει.
Είχε προτέρημα πολύ μεγάλο: να σιωπάει.
Μα κάτι είχε απ΄την ύπουλη καρδιά της γυναικός.


i El marabú es un pájaro tropical. Es el pájaro triste y maldito que elige el joven poeta para simbolizarse a sí mismo: de hecho, ha sido una especie de pseudónimo por que fue conocido. Puede encontrarse un paralelo en el “Albatros” de Baudelaire en Las flores del mal “Spleen e ideal”.

iiMarie Bashkirtseff: se refiere a Marija Konstantinovna Bashkirtseva, pintora, escritora y mezzosoprano rusa, nacida en 1858 en Ucrania, vivió exiliada en Francia y murió en París antes de cumplir veintiséis años, en 1884. Feminista avant la lettre, en la Riviera francesa comienza a escribir su Journal a los catorce años: un diario personal que llevó durante toda su vida y que se publicó tras su muerte. Decía en sus páginas: “Si no vivo lo suficiente para ser reconocida, este diario interesará a los naturalistas; siempre es curiosa la vida de una mujer en su día a día, sin afectación, como si nadie en el mundo debiera jamás leerla y al mismo tiempo con la intención de ser leída; estoy segura de que me encontrarán simpática... y digo todo. Si no, ¿para qué? Por lo demás, verán bien que digo todo...”. Hay una traducción española de su diario: Marie Bashkirtseff, Diario
de mi vida, Trad: Bettina Pla, CEAL, 1977.
iii Expresión homérica algo cambiada. “La aurora de rosados dedos” o de “túnica azafranada” es un tópico literario para el amanecer desde la poesía épica griega hasta nuestros días (p.e. Ilíada I 477, etc. Cf. Homero, Ilíada, Biblioteca Básica Gredos,
Madrid 2000, pág. 16).

Nicos Cavadías
NICOS CAVADÍAS (NIKOS KAVVADÍAS) 
(1910, Nikolsk-Ussuriysky, Rusia / 1975, Atenas, Grecia) 
Traducción y notas: David Hernández de la Fuente
Fuente: Universidad Carlos III de Madrid, 


Eavan Bonland, otro poema

Eavan Bonland


Y alma




Mi madre murió un verano—
el más húmedo según los registros del estado.
Las cosechas se podrían en el oeste.
Los manteles a cuadros se disolvían en los jardines traseros.
Las reposeras vacías acumulaban agua de lluvia.
Mientras iba hacia ella
a través del tránsito, a través de las lilas que goteaban turbias
detrás de las casas
y en las veredas,  para brindarle
el último homenaje de una hija, pensé en algo
que recordé
haber oído una vez, que el cuerpo es, o
dicen que es, casi todo
agua y mientras giraba hacia el sur, que la nuestra es
una ciudad de eso,
una en la que
cada día los elementos comienzan
un viaje hacia otro que jamás,
debido al clima,
falla—
            el océano visible en los bordes que lo delimitan,
color de nube alcanzando el aire,
con el Liffey almacenando uno y emplazando al otro,
la sal recibiendo en el North Wall la falta de aquello y,
como si esto no fuera suficiente, todo ello
terminando casi todas las tardes
en nuestro discurso—
costa   canal océano río corriente y ahora
madre y seguí manejando y aunque
la mente no es confiable cuando sufre, en
el próximo aguacero casi parecías
que podían ser las sombras uno del otro,
el modo en que el cuerpo es
de cada uno de ellos y ahora
ellos estaban otra vez en marcha— niebla en neblina,
neblina en bruma de mar y ambas en el esmalte aceitoso
que reposa en las barandas de
la casa donde ella se moría
a medida que yo entraba.
                                                            

EAVAN BOLAND (1944/2020, Dublin, Irlanda)
de Domestic Violence, W.W. Norton & Company, Inc., 2007
versión © Silvia Camerotto

And Soul




My mother died one summer—
the wettest in the records of the state.
Crops rotted in the west.
Checked tablecloths dissolved in back gardens.
Empty deck chairs collected rain.
As I took my way to her
through traffic, through lilacs dripping blackly
behind houses
and on curbsides, to pay her
the last tribute of a daughter, I thought of something
I remembered
I heard once, that the body is, or is
said to be, almost all
water and as I turned southward, that ours is
a city of it,
one in which
every single day the elements begin
a journey towards each other that will never,
given our weather,
fail—
       the ocean visible in the edges cut by it,
cloud color reaching into air,
the Liffey storing one and summoning the other,
salt greeting the lack of it at the North Wall and,
as if that wasn't enough, all of it
ending up almost every evening
inside our speech—
coast canal ocean river stream and now
mother and I drove on and although
the mind is unreliable in grief, at
the next cloudburst it almost seemed
they could be shades of each other,
the way the body is
of every one of them and now
they were on the move again—fog into mist,
mist into sea spray and both into the oily glaze
that lay on the railings of
the house she was dying in
as I went inside.


Otro poema de EAVAN BONLANDaquí 
Imagen: Irish Examiner    

Roberto Mussapi: El único exiliado en mí

La casa



Viví en más de una casa
y no se pierde nada de cada una:
la primera en Corso Dante, cuando era niño
y los pinos crecían bajo una gran cantidad de nieve,
luego Viale degli Angeli, en la orilla del río:
desde allí mi madre me vio salir
en coche. , mirando desde el balcón a
la tierra de nadie que me secuestró,
y luego a Valdieri, y a la luz radiante
Via delle Palme, en Liguria, en el mar,
y Via Marsili 11, en Bolonia
donde subí escaleras infinitas,
y ahora aquí, en Milán, en Via Mameli.
De todo lo que recuerdo son las voces, los rostros, las personas,
el aliento imperceptible que se respira
y se transforma en una forma de pensamiento
en el recuerdo que me mantiene vivo.

Pero solo por un corto tiempo cada uno de ellos
fue verdaderamente mi hogar,
en el corto tiempo en que era extraño para mí,
antes de que entrara en mí, con sus propias vidas.
Nunca he vivido realmente en una casa,
soy la casa de cada casa con ellos,
con todos los que la hicieron mía,
tan presente que ya no soy yo, el
único exiliado en mí,
desalojado de mi corazón.



Palabras del buzo de Paestum



Soy el alma de tu padre, el buzo:
te seguí todos los días, estoy a tu lado,
conozco tus áreas de sombra como entonces,
el lenguaje de los movimientos trazados por tu rostro,
nada ha cambiado desde entonces, en este sentido .
Esto es lo primero que descubrí,
lo primero que quería decirte: la percepción
de tus momentos no cambia, ya que no cambió
en la noche, en el sueño o en la distancia.
Sé que mi aliento (desde el fondo del agua, entre las actinias)
será para ti como mis palabras una vez:
eso te inculcó la memoria y el coraje,
más que el vino o una mujer que te mira.
Mi primer descubrimiento, la primera verdad es que nada se
rompe en el secreto del alma.
El resto es confuso, es temprano
para tratar de referirte a ti,
corales, actinias, vidas que se extraen de una moto de agua
y desaparecen instantáneamente.
No todo es luz, transparencia, silencio,
madrigueras de oscuridad, respiraciones comprimidas, luego voces
que inhalan en mí como si estuviera hablando.
Me deslizo hacia un fondo cada vez más distante
y siento que una luz sumergida me llama desde el Este:
no sé dónde termina por ahora,
no sé qué es, pero sé que el amor lo
mueve y determina su respiración.
Hablaré sobre este viaje más tarde,
cuando lo experimente será conocimiento,
puedo hablar sobre lo que me queda,
sobre la superficie azul de las aguas,
entre las arenas blancas, las palmeras,
la sombra de los olivos, el vino
que se derramó de las ánforas:
ama la tierra rosada en la puesta del sol,
sumérgete en el mar por diversión, como un tritón,
prueba la fruta, el pan, bebe y come,
escucha la risa de las chicas,
busca su boca, ríe y desespera,
agradece a tu brillante país todos los días.
No soy tu padre sino su alma,
no sé lo que vivo pero recuerdo,
la orilla, la piscina, los colores que forman
el extraño diseño de la vida mortal.
Vive en esa deslumbrante cerámica y espera
lo que pueda contarte más tarde, al final del viaje.
Pero ahora que duermes como en una cuna
Parecía que estabas buscando los secretos del mundo,
ahora que tienes los hombros más anchos y el cabello más delgado,
escucha las palabras de mi alma:
no sé mucho sobre ella, sobre mí mismo
(es temprano, hijo, no sé lo suficiente,
acabo de empezar, Estoy nadando),
no pienses en mi cuerpo (es tarde,
perlas, cuáles eran mis ojos
y mis labios contraídos en coral),
pero tengo conocimiento de su matrimonio,
de cuándo vivieron al unísono en el mundo
y yo, alma de tu padre, el buzo
, solo te doy esta certeza experta
(desde el fondo del abismo, en la emoción de la inmersión):
ese hombre también puede amar eternamente.



La casa



Ho abitato più di una casa
e di ognuna niente è perduto:
la prima in Corso Dante, quando ero bambino
e i pini crescevano sotto masse di neve,
poi Viale degli Angeli, sull’argine del fiume:
di lì mia madre mi vide partire
in automobile, guardando dal balcone
la Terra di Nessuno che mi rapiva,
e poi Valdieri, e nella luce radiosa
Via delle Palme, in Liguria, sul mare,
e Via Marsili 11, a Bologna
dove ho salito infinite scale,
e ora qui, a Milano, in Via Mameli.
Di tutte ricordo le voci, i volti, le persone,
l’impercettibile respiro respirato
e trasformato in forma di pensiero
nella memoria che mi tiene in vita.

Ma solo per poco ognuna di loro
è stata veramente la mia casa,
nel breve tempo in cui mi era straniera,
prima che entrasse in me, con le sue vite.
Io non ho mai davvero abitato una casa,
io sono la casa di ogni casa con loro,
con tutti quelli che la fecero mia,
così presenti che non sono più io,
unico esule in me,
sfrattato dal mio cuore.



Parole del tuffatore di Paestum



Io sono l’anima di tuo padre, il tuffatore:
ti ho seguito ogni giorno, ti sono accanto,
conosco come allora le tue zone d’ombra,
il linguaggio dei moti tracciato dalla tua faccia,
niente è cambiato da allora, in questo senso.
Questa è la prima cosa che ho scoperto,
la prima che volevo dirti: non cambia la percezione
dei tuoi attimi, come non cambiava
di notte, nel sonno, o per la distanza.
So che questo mio soffio (dal fondo dell’acqua, tra le attinie)
sarà per te come le mie parole un tempo:
che ti infondevano memoria e coraggio,
più del vino o di una donna che ti guarda.
La mia prima scoperta, la prima verità è che nulla
si spezza nel segreto dell’anima.
Il resto è confuso, è presto
per cercare di riferirti,
coralli, attinie, vite che si disegnano da un moto
d’acqua e si dileguano all’istante.
Non tutto è luce, trasparenza, silenzio,
cunicoli di buio, respiri compressi, poi voci
che inalano in me come se io parlassi.
Scivolo verso un fondo sempre più distante
e sento che una luce sommersa mi chiama da Oriente:
non so dove finisca, per ora,
non so che cosa sia ma so che amore
la muove e ne determina il respiro.
Di questo viaggio parlerò più avanti,
quando esperito sarà conoscenza,
posso parlarti di quanto ho lasciato,
sopra la superficie azzurra delle acque,
tra le sabbie bianchissime, le palme,
l’ombra degli ulivi, il vino
che veniva versato dalle anfore:
ama la terra rosa nel tramonto,
immergiti nel mare per gioco, come un tritone,
gusta la frutta, il pane, bevi e mangia,
ascolta le risa delle ragazze,
cerca la loro bocca, ridi e dispèrati,
ringrazia ogni giorno il tuo paese lucente.
Io non sono tuo padre ma la sua anima,
non so quello che vivo ma ricordo,
la riva, la piscina, i colori che formano
lo strano disegno della vita mortale.
Vivi in quella ceramica smagliante e attendi
quanto saprò dirti più avanti, alla fine del viaggio.
Ma ora che dormi come quando in una culla
sembravi cercare i segreti del mondo,
ora che hai spalle più larghe e più radi i capelli,
ascolta le parole della mia anima:
non so molto di lei – di me stessa –
(è presto, figlio, non conosco abbastanza,
ho appena iniziato, sto nuotando),
non pensare al mio corpo (è tardi,
perle, quelli che furono i miei occhi,
e le mie labbra contratte in corallo),
ma ho conoscenza del loro matrimonio,
di quando vivevano all’unisono nel mondo
e io, anima di tuo padre, il tuffatore
ti consegno solo questa esperita certezza
(dal fondo dell’abisso, nel brivido del tuffo):
che anche l’uomo può amare eternamente.






Roberto Mussapi
ROBERTO MUSSAPI (1952, Cuneo, Italia)
Fuente: Poesía in rete
Imagen: Fundazione Teatro Due

Roberto Mussapi , nacido en Cuneo en 1952, vive en Milán. Es autor de teatro, ha publicado ensayos y traducciones de autores clásicos y contemporáneos y numerosas colecciones de poesía: La gravità del cielo (1984), Luce fronte (1987), Gita meridiana (1990), Racconto di Natale (1995), La dust y el fuego (1997), Antártida (2000), El cuento del caballo azul (2000), El hechicero del fuego y la nieve (2001), Al lado del río oscuro (2005), Las cosas de la sombra y las cosas (2007 ), La coronación de pájaros en el jardín (2010),La veneziana (2010), Fragmentos de la existencia de María (2012), todos reunidos en el volumen general Le Poesie (2014).
En https://www.oscarmondadori.it/libri/i-nomi-e-le-voci-roberto-mussapi/


Eduardo Padilla

4.







Soy el extraño.

Me han dado el último cuarto

junto a la escalera de incendios.

Quiero ser como ellos,

quiero una familia.

“No puedes ser como nosotros,

tú eres como él.”

Señalan con el dedo al Hombre Invisible.

El Hombre Invisible no habla con nadie.

Se desliza con rapidez en línea recta.

Cuando gira sólo gira noventa grados.

Sólo es visto de perfil.

Va enfundado en gabardina, gorra y lentes negros.

El Hombre Invisible es un jeroglífico humano.

Un día lo seguí por la calle.

El Hombre Invisible dio vuelta en una esquina,

luego en otra y luego en otra

y caminó veloz de vuelta al hotel.

Pero por un instante lo vi quitarse las gafas:

era el doble de Dustin Hoffman.

“¿Se han dado cuenta que el Hombre Invisible

es idéntico a Dustin Hoffman?”



Pero a nadie ahí le importaba un carajo Dustin Hoffman.







6.







A la mitad del invierno

me supe afortunado

de haber cambiado la escuela

por East Hastings.

Me hice una maestría de estar parado

haciendo fila

en las cafeterías del gobierno.

Perdí la cuenta de todas las veces

que vi a Buddha

parado en la misma fila

frente a mí.

Señorito Siddhartha,

me enseñaste la paciencia del desierto

para esperar en línea

el pan y la sopa caliente

que caían del cielo cristiano

y me eran dados por canadienses angélicos,

palidísimos

y terriblemente

amables.







12.







Llevaba sólo mil dólares

así que debía gastar lo menos posible.



Según el periódico, los cuartos más baratos

estaban en East Hastings.

Además daban tarifas semanales

y no pedían referencia o depósito.

Pero el primer día estaba yo exhausto;

renté por una sola noche

una habitación limpia

con baño y televisor.



Observé la calle

antes de cerrar las cortinas.

Era el verano.

En Vancouver llueve todo el tiempo

y cuando sale el sol hay una ley tácita

que obliga a la gente a ponerse ropa ligera

y salir a caminar con paso suave.

Todo el mundo tenía actitud de millonario,

de gente sin dolor aparente.

No era posible. Jamás había visto algo así.



Sentí un pavor que no había sentido

desde la infancia.



Me acosté sobre la colcha

sin quitarme la ropa.



La posibilidad de morir de hambre

rodeado de gente exitosa

me asaltó con violencia.



Comencé a caer en el sueño que sigue al insomnio,

ese que no espera a que caiga

el telón de los párpados

antes de arrojarte al pozo.

Los turistas entraban a mi cuarto

y se paseaban alrededor de mi cama.

Me tomaban fotos.

Me quitaban los zapatos,

me quitaban la camisa y los pantalones.

Era gente joven y espantosamente guapa.

¿Y qué era yo?



Pero la luz se fue extinguiendo

y yo me olvidé de aquella pregunta









Eduardo Padilla

EDUARDO PADILLA

(1973, Vancouver, Canadá)

De: "Hotel Hastings", Cinosargo Ediciones, 2018

Enlaces: Poesía mexicana contemporánea | Entretextos | Poesía Mexa






















Vicente Luy



NO hace una hora, intervine un recital de Aristimuño.
Vieja Usina. Entradas agotadas.
Igual, insistí, diciendo que venía a ver a Lisandro
que le traía un libro, que le preguntaran a él.
Vicente Luy; soy el poeta Vicente Luy le dije al sujeto a cargo.
Mi plan era otro.
Yo quería entrar antes; fui una hora antes
para curtir camarines y pedirle que me invite a subir a leer.
Iba a recitarle 7 poemas si arrancaba con un No.
Estaba, estoy, muy para adelante.
El tipo no me conoce. Le mandé un libro con Marce
pero no sé si ya lo recibió.
Confío ciegamente en mi poesía
y fui a saludarlo, pero, también, a audicionar.
En síntesis: no me dieron paso hasta empezado el concierto.
Me senté en el piso, en una esquinita, y prendí un pucho.
Y mientras sonaban las canciones, la ocurrencia fue tomando cuerpo



SE HIZO CARNE EN MÍ



Esperé a que terminaran los bises y me trepé al escenario.
La gente iniciaba la retirada.
Corrí al micrófono y grité:
Soy el pez
Soy el pez
Soy el pez
el que por la boca muere
pero también/el que nada contra la corriente
Me cortaron el sonido.
Seguí con Venderle el alma al diablo, y vinieron a sacarme
los de la producción.
No me querían dejar terminar el poema del scrabble
me lo quisieron cortar a la mitad.
Ni los miré.
Seguí gritando.
La gente se iba, y todos pasaban en frente mío.
Algunos prestaron atención en ese lapso
pero sólo respondieron cuando dije “usá tu odio para el bien común”.
Como en un ensayo de orquesta, emitieron un sonido.
Igual, se siguieron yendo.
Los productores volvieron a por mí.
Los ignoré.
Dije 4 poemas más y me llevó la policía
un adicional.
Por suerte, me dejaron ir; me expulsaron.
Llevaba flores empapeladas en la etiqueta.
En un mundo lleno de amor, Lisandro hubiera venido a rescatarme.
En una de esas, con la adrenalina post show, no me oyeron .-



BUSCO una mujer que no conozco.
Alguien ni imaginada.
Hay gente así.
Yo conocí a una que modeló en Milán
y luego se hizo periodista.
Desinhibida, te la cruzabas por la peatonal
trajecito verde de Dior
chatitas al tono
¡y sombrero!
Era alta, preciosa
y a su paso, poniéndose a la altura
todo brillaba.
La ciudad es clase B
nostalgia, gente persignandosé
pero ella la ponía de pie.
Una tarde, no un fin de semana
me llevó a una montaña en La Calera.
Me explicó el método
y me hizo ver el mundo al revés.
Fue la primera vez que salimos.
De vuelta, mientras yo manejaba
preguntó si me podía dar un beso en la oreja
a mí, que tengo las orejas separadas
que siempre tuve complejo con eso.
Estaba harto de verla en fotos en el diario.
Le mandé un libro dedicado con un amigo
y accedió a que la llamara.
Quedamos en tomar un té.
Bajó del ascensor, abrió la puerta; nos presentamos.
Se rió.
Se reía.
Íbamos hacia el auto y tuve que preguntar
_Nada; me gustó lo que vi. Por la foto, pensé que eras gordo.
Fuimos juntos a ver a Maia Plisetskaya.
Siempre tenía algo que decir
sobre el valor de las hojas exteriores de la lechuga
o lo que fuere.
Siempre, con algo, me sorprendía.
Llegó a decirme que me amaba.
Pero no se dio permiso.
Lastimada, malherida, temió al encuentro.
Con espacio de meses probamos 2 veces.
Fue la + especial.
Le pasé raspando al amor.
Ahora está casada; integrada.
Creo que tiene un hijo.
Y yo, la sigo esperando.
No a ella/a la que viene.
Tu pecho propaganda de paraíso.



DOBLARON por Obispo Trejo
todavía no era peatonal.
Un carro de asalto; bajaron muchos, rápido. Gritaban.
Nos pusieron contra el vidrio del bar
estábamos al frente del Monserrat
año 74; teníamos 13
y la Itaka, o el FAL, en la espalda, me asustó
-no sé si eran milicos o canas; creo que canas
el miedo no te deja ver-.
Acabábamos de salir, una hora antes
y cafeteábamos
y hablábamos del partido por la Copa.
Aparecieron de improviso.
Yo me decía: “somos muy chicos, inofensivos.
¿qué les pasa?”.
Nada les pasó.
Todo lo hicieron a conciencia.
Voló alto el Plan Cóndor.
Esta vez van a perder.
Hemos aprendido.
No vamos a dar ventaja
y la llamaremos guerra.
Aunque algunos de los nuestros
prefieren decir que no fue una guerra
es la guerra.
Cambian los nombres.
Se templan los espíritus
y vamos cerrando el círculo.
Reuniéndonos, coincidiendo, planeando
cogemos a + no poder.
Hay que disfrutar ahora.
Vienen tiempos violentos .



VUELVE el dolor.
Sé muy bien que pronto estaré dormido.
Cerré la ventana, y estoy sentado; pero no para siempre.
Cada tanto me levanto y vomito.
Una mariposa da vueltas por la habitación, como buscando.
No, no es aquí, le digo.
Son ciertos el frío y el hedor
y la pared, ansiosa y brutal; pero no es aquí.
Me despido.
Estoy entumecido, hecho una caja.
No obstante, no se me ve tan mal, me explican.
Y me dan unas pastillitas, por si las moscas.
La mariposa se ha ido.
Vuelve el dolor.
La pared se mueve.
Me miro las manos y cuento hasta 10 muchas veces.
Si no es la vida será la vida.


Grupo de Artillería 141, San Isidro. Calabozo.
Agosto-septiembre de 1980


VICENTE LUY (1961, Ciudad de Córdoba, Córdoba / 2012, Salta, Argentina) 

Incorrecto. Crudo. Sexual. Actual. Ateo. Rebelde. Valiente. Romántico. Suicida. Vanguardista. Generoso. Sabio. Inconformista. Político. Popular.
Los versos avanzan, las líneas se acumulan y en la cabeza se disparan con impulso explosivo todas estas palabras que parecen inconexas pero que encuentran una lógica indescriptible y potente cuando se resumen en el nombre del autor que las hizo libro: Vicente Federico Luy.
Es que su poesía no se deja domar. 
Nació el 3 de mayo de 1961 en Córdoba. Sus padres fallecieron en un accidente aéreo sólo cinco meses después. Hasta los 7 años, pasó de una familia adoptiva a otra hasta que su abuelo, el poeta español Juan Larrea, dijo que quería hacerse cargo. Gracias a él conoció la literatura de los malditos, de Vicente Huidobro, de César Vallejo. Lo dejó sólo y con mucho dinero a los 18 años. Luy nunca se recuperó de esa muerte. Además de su abuelo, según él, lo educaron Charly García, Alberto Spinetta, Mafalda y Dostoievski. También el cine. A los 14 años empezó a escribir, justo cuando decidió abandonar el colegio.
Su literatura reclama lectura, relectura, reflexión, análisis, comprensión y hasta a veces humildad para aceptar la derrota.
Porque Vicente es inclasificable.
No tenía modo más que el suyo propio. Y no respetaba un patrón único.
De hecho, eran varias las cosas que no respetaba. Por eso, porque no quería pasar inadvertido, empapeló la ciudad de Córdoba con un afiche en el que aparecía desnudo junto a algunos de sus amigos y a un slogan que decía: “Lo esencial es invisible a los ojos”.
Escribió sobre todo lo que quiso. Se animó a decir lo que se le cruzaba por la mente sin pensar en las consecuencias, en si sería callado, repudiado o prohibido. Su pluma fue grosera pero sincera; letal pero cierta; rebelde pero adecuada; rockera pero romántica. Dijo sin pensar de más pero con mucho corazón. Utilizó todos los medios a su alcance para lograr una imagen real en su obra: puso un poema dentro de otro, los repitió, los reescribió, pegó recortes, fotos, dibujos y hasta cartas.
Su poesía es un collage minado.
“Caricatura de un enfermo de amor”, “La vida en Córdoba”, “Aviones”, “No le pidas peras a Cuper”, “La sexualidad de Gabriela Sabatini”, “¡Qué campo ni campo!” y “Poesía popular argentina” fueron los libros que publicó. Casi siempre pagados por él.
Amaba jugar al scrabble y también al tenis. Se la pasaba fumando todo lo que encontraba. Era desparejo pero lógico: vivía como predicaba. Definió su poesía como express: un lenguaje oral rápido y político, aunque nunca lo pareciera del todo.

"La irreverencia y la escritura", por Dolores Caviglia en Continuidad de los libros
Enlaces: Clarín | Eterna Cadencia

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