Liliana Lukin: Sueño con pertenecer


Demostración    

(habla Baruch de Spinoza) 



Sueño con una puerta: 
armo mi cerrojo 
como una llave. 
 
Como en todos los 
bellos sueños humanos, 
la puerta da a un jardín. 
Pero mi llave abre hacia 
adentro, donde solo 
hay sombra, perfume y rumor 
de hojas y de viento. 
 
Yo que he sido 
echado, expuesto, amo el resto
de luz que hace posible
ver el jardín donde no
hay un jardín: amo
mi arrojo, mi cerrojo,
el peligro del texto
concebido.

Escolio:

Sueño con pertenecer. Yo,
que nada tengo, a quien nada
pertenece, he sido arrojado.
Amo mi arrojo,
ese acto contra mí
ha hecho de mí lo que soy:
un artífice
que documenta la visión:
un revelador y un
rebelado.

Sueño con ser
recibido,
que mi madre
tome mi rostro entre
sus manos y no pueda
dejar de llorar.

Sueño con perder
el miedo como se pierde
el amor: practicando
su falta.

Sueño con volver
al regazo aún atroz
del mundo,
con los libros que he
escrito, carne de mi carne,
dentro del saco, como
almohada:

Yo, que he sido
puesto fuera, temido y
desoído y siempre a punto
de caer, cuelgo
del hilo de mi razón
como de la cuerda
el ahorcado:
soy mi razón y mi cuerda.

Sueño con dejar
palabras en el oído
de un niño: quién
podrá decir que no
dije lo que pensaba y
amé y entregué y cuidé
mi pensamiento
como un padre ?

Sueño con una puerta:
armo mi cerrojo
como una llave.

Como en todos los
bellos sueños humanos,
la puerta da a un jardín.
Pero mi llave abre hacia
adentro, donde solo hay
sombra, perfume y rumor
de hojas y de viento.

Yo que he sido
echado, expuesto, amo el resto
de luz que hace posible
ver el jardín donde no
hay un jardín: amo mi arrojo,
mi cerrojo, el texto
en el peligro
concebido.


Otros poemas de LILIANA LUKINaquí 
Fuente: "La ética demostrada según el orden poético (2005-2006), Ediciones La cebra, 2011
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Imagen en Revista Ruda

—El título del libro, citas y referencias aluden a Ética demostrada según el orden geométrico, de Baruch de Spinoza, donde axiomas e hipótesis científicas intentan explicar el comportamiento de los hombres y sus pasiones y el funcionamiento de la sociedad. ¿Cuáles serían los métodos con que la poesía se aplicaría a demostrar la ética?
Liliana Lukin: —Leí Ética de Spinoza en una traducción directa del latín, durante varios años, desde 2004, sin comprender demasiado, pero la versión resultaba tan rara, y para mí tan literaria, y el método geométrico del razonamiento tan atractivo, que seguí entrando en ese universo deductivo por placer y descubriendo respuestas a ciertas obsesiones: “El cuerpo y la palabra son uno / para ella: dice dolor, y no puede / soportarlo y amor dice y se le hace / agua la boca” (en Retórica erótica, 2002). Este libro, precedido de otras lecturas sobre Spinoza (Deleuze, Henry, sus cartas), es escrito entre 2005-2006 y parte de una intuición que me permitió pensar la filosofía como poesía y devino en estos poemas que se pueden leer, también, tal vez como un “ensayo poético”.
—El sueño es el eje sobre el que se despliega “La Ética demostrada según el orden poético”. ¿Por qué esa elección, qué significa?
—Cuando me propuse escribir sobre la Ética de Spinoza tuve que resolver un problema: qué forma, qué estructura del lenguaje me permitiría una “representación” de lo que ese libro significaba para mí. Esa búsqueda “retórica” fue el gran desafío. La idea de los sueños no es una obviedad, porque se trataba de pensar que si la Historia es el fracaso de la Ética, los sueños, en el sentido de deseos, podían ser explorados en cada poema como un pensamiento aún posible: “Como si fueran / lo que llamamos- todavía- / el sueño de todos”, se lee en uno de ellos. Y si la Ética es el desarrollo de una utopía, soñar otras formas del ser, dudar de esos sueños, concebir distintos modos del soñar, narrar sueños como metáforas del conflicto que la ética implica en cada acto, era un proyecto que desplegaba esa lectura con la que me había “comprometido”.
Mi libro es la escritura de un soñar múltiple, infinito, explorando las direcciones de un pensar que la Ética de Spinoza, maravilla de utopías, explicaba como si fuera realizable, y que 400 años después leemos como deseable. Fracasa, fracasa mejor, eso es Beckett. Es nuestro doloroso siglo. Pero pensando con Spinoza se fracasa peor, y eso ya es una esperanza.
Borges acentuaba lo “querible” de Spinoza, el judío execrado y maldecido, riguroso y humilde, siempre perseguido por una subversión cristalina y pacífica.
—En tus poemas Spinoza habla en primera persona. ¿Esa primera persona, sin embargo, es también la autora y busca la identificación de cada lector?
—Estos poemas son la consecuencia de una lectura; tal vez toda escritura es sólo eso, pero en este caso lo he hecho evidente: puse páginas enteras de citas abriendo cada una de las 5 partes del libro, para dar a leer la fuente, para enamorar a todo lector con aquello que me había enamorado. ¿Cómo leer esas ideas y no sentir que ese hombre habla hoy, que nos habla, que dice lo que supimos y olvidamos y con lo que comulgamos nuevamente?
Al principio la voz del poema era la de un yo femenino, identificable con el yo de la escritura/escritora, pero al trabajarlo tuve esta decisión de pasar todo a masculino y resultó perfecto: era él y no “ella” quien explicaba sus obsesiones, quien soñaba con un mundo mejor, quien develaba su escepticismo y su fe, manteniéndose alerta, porque no era un ingenuo, aunque seguía soñando y fundando con sus libros esa puerta…
—Spinoza, pulidor de lentes, el racionalista, declara en un poema que sueña “porque puede”. No son sin embargo monstruos los sueños de esa razón…
—No, claro, Spinoza concibe un cuerpo no separado de un alma y unas ideas imbatibles sobre lo que es mejor para los hombres y mujeres en esta tierra: la certeza de que no deseamos una cosa porque es buena, sino que es buena porque la deseamos. La Ética de Spinoza es el libro de las demostraciones, y el desafío para mí era encontrar núcleos conceptuales complejos, para que se me ocurrieran alternativas a ese pensamiento, juegos con ese pensamiento, simples ideas poéticas: la palabra inesperada para distorsionar la espera, en un trabajo entre la emoción y la precisión de aquello que era mi deseo: escribir algo que se escuchara musical, sencillo, pero con una visión nueva de ser atravesado por la angustia de la vida en este mundo y ser un cuerpo capaz de amar, pensar y escribir.
—Sus libros suelen conformar corpus compactos, regidos por un eje central que no admite fisura (el cuerpo, las preguntas, los términos comparativos). ¿Cómo nacieron estos poemas?
—Desde la imaginación intensa, quise crear un espejo del libro matriz, una duplicación, en otro lenguaje, en otro registro, español rioplatense del siglo XX, conservando, si se puede creer que eso sea dado a leer, la intencionalidad de un filósofo del siglo XVII, que es un pensador del siglo XXI. La Ética me interpela en mi propio pensamiento político, más o menos visible en todos mis libros, sobre los cuerpos, el sentir y el actuar, pero en el lenguaje. Escribiendo, siempre traté de fundar, más estrictamente, mi propia moral, una estética del sentimiento y una ética del sujeto. Mi vida, mi escritura tendría que demostrar que, contra todo dogma, hay una voluntad posible de felicidad. El texto es una apuesta a hablar del ser, siendo a la vez sujeto y objeto de la letra, porque soy lo que escribo.
—El libro se acompaña por magníficas ilustraciones sobre fondo negro, que juegan con el “Cordero de Dios” (“Agnus-Dei”), de Zurbarán, “El sueño de la razón produce monstruos” de Goya y el texto de Excomunión de Spinoza, de Gustavo Schwartz. ¿Cómo se proyectó esta integración?
—G. Schwartz es siempre el primer lector de mis textos, mi compañero, y es un artista visual al que admiro. A veces trabajamos juntos, es el autor de las fotos de mi libro anterior Teatro de Operaciones. Anatomía y Literatura, y ha hecho el video de esa y esta presentación. Ambos se pueden ver en mi sitio web (www.lilianalukin.com.ar), en la entrada Libros Publicados. También allí, en Sobre su obra, se pueden leer los preciosos textos con que Alberto Muñoz, Alicia Silva Rey y Claudio Martyniuk presentaron el libro. G. Schwartz es también autor de la tapa de este libro, donde a los clásicos de Goya y Zurbarán suma el círculo del sello que usaba Spinoza, con sus iniciales B.D.S. y la palabra “caute”, cuidado, en latín, y en el centro una rosa con espinas, es decir: cuidado, es espinosa.
Siempre trato de llevar todo hasta sus últimas consecuencias: entre el imaginario social y mi propio imaginario (el imaginario que hay en mí de mi propia escritura, también) aparece una forma poética que exploro hasta el agotamiento. Esta sociedad intelectual y amorosa es una de las formas de vivir esa exploración.

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