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Tristan Tzara

Declive     




enfermo de noches demasiado amargas 
amargas sombras 
sobre el áspero muro pujan en las subastas 
los perros ladran a la inalcanzable distancia 
 
vino del sueño en el ánfora del cráneo 
y sobre el mantel dispuesto por manos esqueléticas 
manos que recogen otras manos de ramas muertas 
iluminan los diluvios en las vidas sin salida 

manos que llevan la palabra hasta la boca del niño
que llevan el niño hasta la boca del día
día tapizado de fuego que roza la audacia de las primeras veladas
en las que se aferra crispado a la cuerda de salvamento

cantas canciones de cuna en el idioma de tu luz
n la frescura de las noches présbites envueltas en mantillas de viento
madre de las canciones degolladas que la creciente ahoga
tu mano sabe agitar tanto tenue lenguaje

cuántos despojos los recién nacidos sobre las eternidades del sueño
mecen por turno al mundo en la concavidad de la ola cantarina
mientras en el fondo ya nevado de tu juventud
tus ojos renacen en la sangre de las cálidas interrogaciones



TRISTAN TZARA (Samuel Rosenstock, 1896,  Moinesti, Rumania / 1963, Paris, Francia)
Fuente: "Antología de la poesía surrealista", de Aldo Pellegrini, Compañía Fabril Editora, 1961, Buenos Aires 
Enlaces: Tristan Tzara y Dadá | Isliada | A media voz

Nicolae Prelipceanu


Esperaba




Esperaba un sinfín de cosas
esperaba envejecer
esperaba no tener miedo
de un sinfín de cosas
esperaba que un sinfín de cosas
pasaran
Y he envejecido
y las cosas no han pasado
están donde estaban
mirándome fijamente
con benevolencia
He pasado yo
entre sus fijas miradas
y mi cuerpo visto por ellas
empezó él mismo a ver

Justo cuando nevaba por primera vez
con la última nieve.






NICOLAE PRELIPCEANU
(1942, Suceava, Rumania)
Traducción: Joaquín Garrigós
Fuente: Casa del Tiempo N° 98
Enlaces: Barcelona Review | Emma Gunst
Imagen en Facebook



Ana Blandiana

Iglesias cerradas

Iglesias cerradas     




Iglesias cerradas 
Como casas cuyos propietarios se han marchado 
Sin decir por cuanto tiempo, 
Y sin dejar dirección. 
Alrededor de la ciudad, 
Dan vueltas tranvías y bicicletas, 
Bocinas, reclamos, 
Los habitantes apresurados 
Venden y compran, venden y compran, 
Comen de pie, 
Y, de vez en cuando, cansados, 
Se sientan a tomar café 
En una terraza 
Próxima a una catedral del siglo XI, 
A la que miran sin ver, 
Puesto que hablan por teléfono
Y no preguntan
Quién es aquel que ha vivido…
Alguna vez en
Una casa tan grande.


La espera




La luz casi verde del aire,
Que se vuelve negra cuando llega a ser cielo,
Las tejas mojadas
Y las hojas alargadas por las gotas de agua –
Cierto estado de espera,
Desprovisto de incertidumbre,
Como el intervalo entre el fulgor del relámpago
Y el trueno.
Un violento presentimiento sin sujeto
Por el que las golondrinas
Trazan inquietas volutas.



La patria del desasosiego




Esta es la patria del desasosiego
A punto de cambiar de opinión
De un momento a otro
Y, no obstante, sin renunciar a esperar algo indefinido.
Esta es mi patria,
Entre estas paredes
A unos metros los unos de los otros
Y ni siquiera en el espacio completo entre ellos,
Sólo en la mesa con papel y lápices
Dispuestos a moverse solos y a empezar a escribir,
Esqueletos animados bruscamente por unas plumas más antiguas,
Sin usar desde hace mucho tiempo, con la pasta seca,
Que se deslizan frenéticamente sobre el papel
Sin dejar ninguna huella…
Esta es la patria del desasosiego:
¿Conseguiré alguna vez
Descifrar las huellas que no se ven,
Pero que sé que existen y esperan
Que las pase a limpio
En mi patria A4?



Biserici închise




Biserici închise
Ca nişte case cu proprietarul plecat
Fără să spună pe cât timp,
Fără să lase adresa.
În jurul lor oraşul
Roteşte tramvaie şi biciclete,
Claxoane, reclame,
Locuitorii grăbiţi
Vând şi cumpără, vând şi cumpără,
Mănâncă în mers
Şi, din când în când, obosiţi,
Se opresc să bea o cafea
La o măsuţă pe trotuarul
De lângă o catedrală din secolul XI,
Pe care o privesc fără să o vadă,
Pentru că vorbesc la telefon
Şi fără să se întrebe
Cine este cel ce a locuit cândva
Într-o casă atât de mare.



Aşteptare




Lumina aproape verde a aerului
Care se face negru când devine cer,
Olanele ude
Şi frunzele prelungite de picuri –
O anumită stare de aşteptare,
Lipsită de îndoială,
Ca între strălucirea fulgerului
Şi tunetul lui.
O violentă presimţire fără subiect
Prin care rândunelele
Fac îngrijorate volute.



Patria neliniştii




Aici este patria neliniştii,
Gata să se răzgândească
Din clipă în clipă
Şi, totuşi, nerenunţând să aştepte
Ceva nedefinit.
Aici este patria,
Între pereţii aceştia
La câţiva metri unul de altul,
Şi nici măcar în spaţiul întreg dintre ei,
Ci doar pe masa cu hârtii şi creioane
Gata să se ridice singure şi să scrie,
Schelete brusc animate ale unor condeie mai vechi
Nefolosite de mult, cu pasta uscată,
Lunecând pe hârtie frenetic
Fără să lase vreo urmă...
Aici este patria neliniştii:
Voi reuşi vreodată
Să descifrez urmele care nu se văd,
Dar eu ştiu că există şi aşteaptă
Să le trec pe curat
În patria mea A4 ?





ANA BLANDIANA (1942, Timisoara, Rumania)
Traducción: Viorica Patea
Enlaces: Letras Libres | Revista Altazor | Zenda Libros
Imagen: World Literature Today

Dinu Flamand




Aubade     




la soledad me ayuda a amarte 
como yo no sé amar la soledad 
y dos soledades reunidas 
son una sola sobre dos 
 
ya que las sumas nos separan 
y las multiplicaciones conducen a la muerte 
unámonos separándonos sólo de nosotros 
como juntas llegan a la hierba las ciruelas que abandonan la rama 

podríamos ser la riqueza de este otoño 
así como la respuesta es una buena pregunta 
con nuestros alejamientos llevados al inicio 
donde se tocan lo improbable y lo imposible 
 
si tú no me amas entonces nadie jamás amará 
lo que no existe en mí sin ser amado ni siquiera por mi amor
porque si yo no te amo incluso sin amarte
noamada serás por la más sedienta ausencia del amor
 


Introito




con asombro
mi amor
con todo la furia y con todo
mi asombro
enmarañados en tu regazo
con furia y con toda la furia y mi asombro
y con más que todas las morrenas que arrastra
el bloque de hielo de mi vida
detrás del bloque del hielo de mi vida
con un silencio que no encuentra su mutismo
y con el cabeceo de las manos vibrátiles
y con toda la urgencia de mi balbuceo babeando
la verdadera falsedad de mis palabras
falsas-verdaderas
que salen sonámbulas de la camisa de dormir de la muerte
y con todo el fuego ahogado en mi pavor
de cuerpo de madera de cerezo húmedo bajo una lluvia vieja
y con todo lo que no sé sobre todo lo que creo saber
y con toda la energía que me brinda la ausencia de mí mismo
entrando clandestino a la serenidad que la sorpresa
de tu existencia
trae a mi vida
en ti
me demoro en ti indefinidamente






DINU FLAMAND (1947, Susenii Bârgaului, Rumania)
Fuente: Círculo de poesía | Trianarts | Ojos de papel
Imagen: Diario Digital Luz Cultural

Grete Tartler: Es obvio que la realidad nace de las palabras

PALABRAS     




Es obvio que la realidad nace de las palabras. 
Fue decir Hamlet que algo olía a podrido 
en el reino de Dinamarca y enseguida los daneses 
se dieron cuenta de que su salvación estaba 
en los quesos fermentados. 
Fue decir César: Alea jacta est!, 
y empezar por doquier a abrir los casinos. 
Dicen que hasta existe un campeón de locución, 
no una mujer, claro, eso cosa de hombres, 
que cotorreó sin parar durante cinco días y dieciocho horas; 
no sabemos si por teléfono, con alguien o para 
el cuello de su camisa. 
Los hilos de las palabras 
dividen el paisaje, acuarela fallida. 
Nos encontramos en el tercer milenio, 
el milenio sin hilos; corren bajo tierra, 
y la tierra se estremece con el seísmo 
de los ritmos enterrados. 
Pero conseguiremos salvar algunas, por los pelos, 
con las piernas meciéndose sobre el puente. 



LA ALFOMBRA VOLADORA




En verano, a la orilla del lago
rodeado por edificios azules y blancos
hay quien sale a tomar el sol
y quien a lavar las alfombras.

Me acuerdo de la niña
que saltó por la ventana
con una alfombra al hombro,
creyendo que era voladora.
Y debía de serlo,
porque la atraparon a tiempo
entre los brazos.

Y tú te aferras con obstinación
a la hierba quemada,
y ves a través de los párpados cerrados
una pelota roja
que rebota contra la pared.
Y por si fuera poco
en la feria compraste un reloj
que consigue detener el tiempo. 





La realidad, las palabras
GRETE TARTLER (1948, Bucarest, Rumania)
Fuente: Yo, etc
Traducción: Martín López-Vega
Enlace: Modern poetry in translation
Imagen: Yorick

Mircea Cărtărescu


juguete mecánico     



este verano los árboles se habían vestido con hojas de oro
que caían crujiendo sobre el asfalto hinchado
este otoño las mujeres habían llevado pequineses de oro
accionados por un mecanismo complicado
el propio viento parpadeaba como ruedas dentadas transparentes
las mujeres tenían todas sentimientos
las casas eran de látex y tenían un balcón cuadrangular
todo era gangoso y hacía muecas estirando los pechos de chicle
todo dependía de las pequinesas desobedientes
accionadas por un mecanismo complicado.
–¡quiéreme, quiéreme!
–¡abrázame, abrázame!
este otoño tengo el miocardio de oro y todos los doctores llevan bata blanca
y el quirófano está hecho de un celofán que se arranca
–¡cuídame!
–¡estoy en el suelo!
mi vida fue dura, movida por una rueda dentada y una vara
paso a paso caminé por el asfalto curvado
–¡quiéreme, mujer!, y ella había gritado
accionada por un mecanismo complicado.
el propio viento limpió el cristal y la joya y la montura del reloj
escuchaba cómo las hojas de oro se golpeaban crujiendo de modo extraño
contra el asfalto
y cómo los pequineses con su poca vergüenza arañaban con uñas de circonio
en el asfalto
y hasta los trolebuses se espantaron…
–¿por qué ya no quieres? ¿por qué nunca quisiste? ¿a qué viene tanta tozudez?
¿por qué esta obstinación de decidir tú sola lo que deberíamos decidir los dos?
¿por qué no me escribes? ¿por qué no me mandas una cinta grabada con tu
voz? ¿en qué
te has convertido? ¿qué les pasó a nuestros recuerdos comunes? ¿por
dónde andan nuestros amigos?
¿sobre qué colcha
deshaces tu cuerpo verdadero?
–¡quiéreme!
¡abrázame!
aguanta a mi lado
tira del otoño como de un chicle
mira cómo se deshilachan los vestidos en los escaparates
mira cómo las láminas de oro se cuartean en tus mejillas, en ti
mira: pasa un rayo por los bloques de ladrillos de rubíes
y pasa también el viento dentado
y caen también las hojas crujiendo sobre el asfalto hinchado
accionadas por una llavecita de oro, por resortes de oro
por volantes de oro, por palancas de oro
dando vueltas, retorciéndose, haciendo ruido
complicado,
complicado,
complicado…


se fue el amor…




del 80 al 81, miserable invierno
un vertedero de cafés, mecheros, “dire straits”, cenáculos, vasos
y por la noche un pantano de gominola dolorosa: caras, muslos y palabrería
y a veces una mirada lanzada por la ventana, hacia el tráfico que avanza
con
dificultad
por la
nieve.
pero ¡he aquí el sol! ¿nos ha comprendido por fin la primavera?
brillan las ventanas de la plaza de bucur obor y el bulevar colentina está amarillo
el asfalto apesta más seductor que nunca a renacuajos, hay arcoíris en la gasolina,
hay sardinas en aceite albanesas, y mujeres y alumnas
miran con desprecio el escaparate de menaje del hogar.
más arriba los árboles han tenido brotes en los patios
las señales de tráfico parecen ahora periódicos enrollados
como palomas de óxido. y el poderoso sol que ilumina
tanto las fábricas, como los castillos de agua, las escuelas, el cementerio…
–¿y yo? participo también de la alegría general.
y mira tú cómo: me bajé de la línea 109 una estación antes
y me fui andando sin rumbo sobre la hierba del borde de la calzada.
los autobasculantes, los vehículos TIR, los camiones zumbaban con sus planchas
arriba y abajo, cargando tubos, sacos y hormigón
los tranvías se deslizaban como en sueños…
así que me senté en el bordillo y miré la hierba reluciente.
y mira tú, una abeja tirada en el polvo
el envoltorio de un caramelo de leche
un escarabajo con el caparazón reventado, que huye por un lado, cuánto sucede
en la raíz de una brizna de hierba, trémulo
en la brisa de aire caliente que sopla por entre las ventanas de la fábrica de alambre.
un cielo azul, sol, sombras enredadas, ruidos de tubo de escape
raíles dorados de tranvía, hierba verde, lombrices, escarabajos…
¿habría deseado algo más Tao o Boddhisattva?
La colina sube bien con sus andamios, casa, limusinas, su bulevar, ya no quería a
nadie…
me levanté al final, porque unos querían aparcar su camión
me puse de pie y los miré
–¡métele fuerte!
dale, dale, dale, dale
un poco más... más, más, más, más, más, más…
¡así está bien! un poco más a la izquierda… ¡ya!
dale que va… más, más, un poco más…
¡ya estááá!
¡para!
ya está bien.
y el sol flotaba en lo alto del cielo.



poesía rumana
MIRCEA CARTARESCU
(1956, Bucarest, Rumania)
Fuente: Ángulo recto
Traducción: Diego Muñoz Carrobles
Enlaces: Jotdown | Eterna cadencia | FILBA 
Fotografía Jorge Quiñoa

Lucian Blaga




Morada     








Habría señales de que vivo en alguna parte 

en la ciudad, en una calle 

con nombre de proscrito de balada. 

Pero no me albergo en la ciudad, 

me perseguiría la maldición del arroyo y del árbol. 

Mi forma de ser desmiente el rumor. 

 

Dirían que mi morada está 

en una aldea con techo de paja, 

con nombre de una vieja historia. 

Pero no vivo

en el campo o en un cuarto.

Vivo en un canto de pájaro.







Heráclito junto al lago








Junto a las verdes aguas se encuentran los senderos.

Hay silencios aquí, pesados silencios abandonados por el hombre.

Calla perro, que husmeas el viento con la nariz, calla.

No ahuyentes los recuerdos que llegan

llorando a enterrar los rostros en su propia ceniza.



Apoyado en los troncos adivino mi suerte

en la palma de una hoja otoñal.

Tiempo, cuando quieres emprender el camino más corto

¿por dónde te encaminas?



Mis pasos resuenan en la sombra

como si fueran unos frutos podridos

que caen de un árbol invisible.

¡Oh, cómo enronqueció de vejez la voz del manantial!



Toda mano que se alza

es una duda más, sólo eso.

Los dolores insisten

hacia el misterio oculto de la tierra.



Arrojo espinas desde la orilla al lago,

con ellas en círculos me deshago.







Lăcaş






Semne-ar fi că locuiesc undeva 


La oraş, într-o stradă 

cu nume de haiduc de baladă. 

Dar nu sălăşluiesc la oraş, 

m-ar blestema pârâul şi pomul. 

Felul meu dezminte zvonul.



S-ar spune că lăcaşul îmi este 

într-un sat cu streşini de paie, 

cu nume de veche poveste. 

Dar nu locuiesc 

la sat şi-n nici o odaie. 

Locuiesc într-un cântec de pasăre.







Heraclit Lânga lac







Lângă ape verzi s-adună cărările. 

Sunt linişti pe-aici, grele şi părăsite de om. 

Taci, câne care-ncerci vântul cu nările, taci. 

Nu alunga amintirile ce vin 

plângând să-şi îngroape feţele-n cenuşa lor.



Sprijinit de butuci îmi ghicesc soarta 

din palma unei frunze tomnatice. 

Vreme, când vrei să iei drumul cel mai scurt, 

pe unde apuci?



Paşii mei răsună în umbră, 

parc-ar fi nişte roade putrede 

ce cad dintr-un pom nevăzut. 

O, cum a răguşit de bătrâneţe glasul izvorului!



Orice ridicare a mânii 

nu e decât o îndoială mai mult. 

Durerile se cer 

spre taina joasă a ţărânii.



Spini azvârl de pe ţărm în lac, 

cu ei în cercuri mă desfac.






LUCIAN BLAGA (1895, Lancrăm / 1961, Cluj-Napoca, Rumania)


Traducción: Omar Lara

Fuente:

http://www.humanidades.uach.cl/documentos_linguisticos/document.php?id=1269









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