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Juan Secaira Velástegu

Una persona    


 

Las imágenes 
de la resonancia magnética 
traen la novedad de la estridencia, 
la deformada suerte que no da aliento ni promueve 
el discurso de la valentía. 
 
La vida no debe enfocarse en la tristeza de aguantar. 
 
La orilla también puede ser el final de una densa
aventura entre los trópicos.

El cansancio saca los brazos,
en los múltiples
sentidos de la combinación de palabras.

Deslices en medio del agua
que ya no viene del mar,
ya no es el mar,
se ajusta a unas cuantas gotas en la cicatriz.

Catarata o bilis.

Un punto en la mirilla,
sobre
la ruta
inmaculada.



Riel




Último asiento del tren sin música
voces ofreciendo trizas
soñar frecuentemente con el número dieciocho
vasos en hielo
 reflejos de polvorientas lámparas
 en la niñez
 sentado en una esquina por norio
 por confiado
 por sano
 por anhelar un instante de felicidad
 después de caer veinte años y más
 en aquel rincón
 hoy desear lo mismo
 por razones contrarias
 inocente o sabido
 el final es semejante
 soñar con un amor
 que corta un rastro
 trenes viajando
 la malsana
 marcha a contraluz.


Fotografía en blanco y negro del poeta Juan Secaira V. apoyado contra una pared al lado de un cartel
JUAN SECAIRA VELÁSTEGU 
(1971, Quito, Ecuador)
Fuente: Casa Bukowski | Madame Ho
Enlaces: Letralia | Revista Matapalo
Imagen en La palabra abierta

Edwin Madrid: Intrigado por la muralla china


NI SIQUIERA LA CIENCIA ES UNA VACA SAGRADA        




intrigado por la muralla china 
dediqué gran parte de mi vida 
              a su investigación 
en el principio 
             me parecía imposible 
que exista 
             pues con su material 
se pudo haber edificado una ciudad
            para diez millones de chinos
así motivado por mis cavilaciones
                                         indagatorias
estudié ingeniería civil
              obtuve un masterado en construcciones imposibles
dicté cursos
              sobre diseños de puentes
conferencias acerca
              de la arquitectura greco-romana
pero la muralla china
          me seguía despertando a media noche
hasta que decidí
             realizar una expedición al tíbet
y palpar con mis propias manos la colosal muralla
            a mi regreso
alemania
quiso contratarme
para que reconstruyera el muro de berlín
             mafiosos de todas partes
             hacían largas colas en mi oficina
             esperanzados en mi firma
para la edificación de sus búnkers
  mas hoy cuando he descifrado
                          los misterios de la gran muralla
me despierto
intrigado por los castillos de arena
              que mi nieto
              construye sobre la playa.




poesía ecuatoriana
EDWIN MADRID
(1961, Quito, Ecuador)
Imagen en Facebook






Iván Carvajal

La imagen muestra a una persona de edad, con el pelo corto y canoso. Tiene lentes y apoya la mano en el mentón

Memorial     



Camino desde el lecho a la butaca, 
vengo a la cocina, enciendo la luz, 
hiervo agua en una olla 
y vuelvo tras mis pasos 
a la butaca y después al lecho. 
 
Son malos tiempos. 
Llueve y a causa de la artritis 
sufren mis huesos. 
Hay mucho polvo en casa. 
Barbado y en pantuflas la recorro 
de un extremo al otro. 
 
No soy un héroe, 
no nací para serlo. 
Persigo por la casa una mosca 
con una mueca y tal vez con miedo.
Miro al jardín y luego hacia las nubes.

Más tarde empiezo a destapar conservas,
despilfarro mi acre sarcasmo abriendo latas
y aunque afuera maduran los higos
comeré salchicha y fruta seca.

Miro la taza única,
el único pan sobre la mesa,
el café muy negro.
Mordisqueo un trozo,
la silla cruje
y no hay más movimiento
que mi balanceo,
ni otro ruido.
¿Y qué diré?
¿Con quién conversaré?

Óyeme gato ― ¿pero qué gato? ―.
Era tu risa la que llamé un día
«felina insensatez».

Están aquí el pan, la taza, el café,
una ventana abierta que da al jardín
y en él la higuera y allá las nubes.
Adentro está mi cuerpo en bata y en pantuflas,
dentro del cuerpo el hígado maltrecho,
unos huesos crujientes,
los pulmones en duelo
y tanto humo tragado
y mucho más sin duda.

Pero si bambolea la puerta
es que la empuja el viento.
Aquí no hay gato encerrado,
es el aire es el aire es el aire.

IVÁN CARVAJAL (1948, San Gabriel, Ecuador)
Fuente: Ablucionistas
Enlaces:  Material de lectura UNAM | Contramarcha
Imagen: Plan V

Jorge Enrique Adoum

Primer plano del poeta Jorge Adoum con anteojos


Resumen de la infancia     




Ante todo, es preciso ordenar la infancia 
como un país disperso, hallar las fechas 
de su límite: la dulce iniciación 
en la desobediencia, la cerradura 
que por necesidad puse a mi alcoba 
o la primera mujer que se guardó la noche 
entre sus telas estériles, sus párpados. 
Y descubrí de pronto que nadie compartía 
mis costumbres: la muerte había entrado
antiguamente al patio, a la bodega,
y yo crecía sobre un osario familiar.
No sé por qué, porque sí, por pura
gana, cambié las órdenes para la cena,
el sitio de los adornos, el precio
de las plumas; odié el muro
que cercaba la viña y el camino de orina
a los establos. Y ya no pude vivir más,
no podía establecer mi edad, mi oficio, destruir la seguridad de cada día
o levantar los párpados hacia la luz
de afuera: un hombre pasaba sin llorar bajo la lluvia, las aldeanas
completaban su cuerpo entre la hierba,
pero debía conservar la herencia intacta, conocer los secretos del ganado,
calcular la distancia entre mi seca seguridad y la aventura.
Así empecé
a soñar solamente con la llave,
con la bahía donde nadie hubiera
a despedirme, con migraciones de pájaros
azules. No era la pegajosa soledad
lo que buscaba sino una familia
diseminada en la distancia, una
hora de paz bajo los árboles, una hoja
sin odio entre mis manos.


Otro poema de JORGE E. ADOUM,  aquí
Enlace: Zenda
Imagen: El Telégrafo

Juan José Rodinás

Poesía latinoamericana

Teorema de la bolsa de compras      




La vida es esa lotería donde todos pierden. 

Un hipódromo en tu cerebro- 
y le apuestas siempre al caballo incorrecto. 
La vida llama por teléfono y le contestas en un país remoto. 
No respiras sino en esta línea invisible que va de un eucalipto a otro. 
Y no entiendo qué significa eso. 
Los niños comen sin hablar, ni sentir. 
Hay una casa dentro de la casa. 

Hay una casa dentro de la mente. 
Un corazón dentro de la nevera está sangrando.

Y eso debería decirnos algo de los hombres que lloran 
mientras hacen ejercicio. 

Una figura transparente cuyos recuerdos son latas como sueños 
que, ni siquiera como broma cósmica, estaban por cumplirse. 
Esto deberías tatuartelo: 
“un niño que se corta los dedos por fabricar cometas 
aprende igual a volarlas sin los dedos”. 

La mente cuida al que cuida la mente: 
arrulla al loco que se encierra. 

Soy un niño feliz solo mientras el hombre adulto que seré 
me cubra los ojos con una venda roja. 

¿Te recuerda esto a una película italiana? 

Entonces quizás eres de mi época, 
y veías cine italiano pasado por el ojo de Hollywood, 
imaginando que las vendas tenían amaneceres dorados 
(o gafas de realidad virtual). 

Entonces quizás eres de mi época. 
O quizás no: ya me veo a la distancia. 

Hay trenes. Hay teléfonos, trenes. 

Una tijera sirve para cortarse el pelo pero también podría 
servir para que la persona correcta 
decapite una flor en el camino a casa. 

Una flor amarilla, pero negra y quizás un juguete imposible. 

La casa retrocede. 

Yo soy una persona que solo puede comunicarse con los demás 
alejándose de ellos. 

Hay colmenas de luz en el camino que lleva del camino 

al camino. Y no hay casa, pero hay colmenas de luz y un jardín 
donde ves bolsas de basura y un magnolio que parece 

el rostro de un niño que cae por la pendiente y sangra. 

¿No será que estoy muerto y que esto es un monólogo 
desde una urna cineraria sueño? 
Quizás en algún lado me espera mi silencio, se propaga, 
se presenta en flores, girasol, amarillísimas. 

He sido este cuerpo que, lejos de defenderse, 
me ataca. Enfermedad de tantas personalidades 
donde las células se comen todo proyecto y destino. 
Y canta un tango sideral, mi sueño, 

un tango infinitesimal en ángulos de luz chorreada 
que lentamente caen en una botella transparente. 

Pertenezco a varios universos, pero claramente no a éste. 
Señorita realidad, le pido incluirme en su historia de límites 
donde hay personas que me atacan a la hora precisa, 
donde los árboles me atacan o me sobreprotegen 
como a ese perro negro que cuenta las estrellas. 


Pequeña vida no disponible 




Tras una hilera de álamos, 
un hombre enciende el motor de un Volkswagen naranja. 
Allí se van personas, juguetes, varias bolsas de plástico.

Muchas cosas se alejan, llevándose gente en el núcleo de su materia oscura. 

Estoy en muchas partes: ligero, inofensivo. 
(Esa falta de peso en el centro de mi esqueleto). 

Lo que no fui: una vieja fortaleza en el desierto. 
Lo que fui: una hoja luminosa y frágil.

Un cráneo pensativo y una fortaleza de hojas 
resistiendo los círculos de un tornado invisible. 

Así, inmaterial, el mundo crece 

como las olas de un lago sobre la nieve de un sueño. 
Y tú eres aquel sueño.

Y tú estás llorando la sed que destruye los países que añoramos, 
esas cosas con nombre de lugar, 
esos lugares con nombre de persona y animales muertos (o vacíos). 

Entonces,
¿por qué te esconderías en un bunker, 
si la guerra está dentro del bunker?. 
Esa lucha donde el único enemigo eres tú mismo. 

Igual es la belleza de un mundo inexistente. 
Inexistente como la foto de mi barrio 
con varios setos en forma de persona 

como si las explicaciones de toda destrucción 
estuvieran en manos de una herida de perímetro escaso, 
pero marcada hondura:

y jamás del olvido. 

Todo se trataba de un río de peces muertos 
y algo hermoso que nos desmoronaba. 
Aquellos árboles con demasiada historia: 
¿qué saben de nosotros? 

Soy mis pies sobre la carretera. 

Soy los pasos a desnivel por los que suben 
motocicletas ante avisos de tráfico sobre una eminencia de terreno. 
Soy mi ciudad devastada y esa devastación llena de flores negras. 

Yo no sé del paisaje.

Aquí hay un avión y un árbol despedida. 
Lo único que sé: mi desaparición depende 

de que estas cosas huyan 

y de que no se me ocurra llorar mientras mi mundo muere. 
Saco una fotografía sobre la colina. 
Y todo es todo en el llanto. 

Desmoronado yo y el verano sobre la muerte

se trata de bromas ante mezcladoras de cemento 
y motocicletas que circulan ante

mezcladoras de cemento ante 

los edificios de gobierno. 

Edificios desiertos, mis tres vidas 
y un vaso de cerveza 
donde la noche ha sida abandonada 
por la última persona que quiso saber algo de mí, 
que se preguntó, lejana, dónde estaba,
o cómo era lo que me destruía. 


Rapsodia del pub Turk’s Head 




Yo solamente he narrado mi estrella. 

Mi casa es tu casa y también del viento. 
Amargo, nada es mío, excepto: 

1. Un campo de trigo en una estrella distante.

2. Bob Dylan acostado en ese campo.

3. Bob Dylan entonando la canción del final de los tiempos. 

El médico me dice:

Creo que vives en una escena imaginaria. 
Creo que vives en una célula degenerativa. 
Como esos productos congelados

que, de pronto, se ponen en el microondas: 
y resultan magníficos.

Pero no vienen de ninguna parte. 

Cambias de lugar:

¿De dónde vienen tus sueños, sino de esas latas 
que alguien abre dentro de tu mente?

Alguien proyecta la estrella: un holograma. 
Alguien proyecta la casa. 
Alguien proyecta este hombre que escribe 
dentro de la casa bajo la estrella: un holograma 
que escribe una serie de objetos destruidos. 

También tú: a menos que uses una tijera 
para explorar tus límites
y deduzcas que puedo estar equivocado. 

Llevas una montaña
entre el corazón y la cabeza. 

Cambias de lugar:

y la montaña es tu madre 
y la montaña termina. 

Lloras con la cabeza enterrada
y es irónico:
la realidad es borramiento
de cosas que se pliegan,
mientras el universo se destruye. 
Algo que simplemente está tardando. 

En la casa, en esta habitación sin casa, 
hay un niño que reclama 
su lenguaje roto:
lo busca en el lugar donde todo se ha ido. 


JUAN SOSÉ RODINÁS (Ambato, Ecuador, 1979) 
Enlaces:
Imagen: El Telégrafo

Sara Vanegas



Paseo 



una torre de hojas se desploma contra tu sombra 
y tu sombra cruje toda verde 
húmeda y libre mientras te alejas 

un pájaro extraviado sueña anidar en ella 



La espera 



antiguos muros oxidados 
el sol es una brasa triste sobre las piedras 
mientras el musgo milenario torpemente se arrastra de los postigos a tus ojos 
cansados de tanta espera  



Al ángelus 



se recogen los pájaros 
en la tarde transparente 
(mi corazón es un ave más 
arrodillada) 



Inútil 



inútil la espera y la esperanza 
inútil la carcajada roja 
de la tarde 
demasiado tarde para recuperar el anillo  
plateado de su risa 
la gaviota sin cuerpo 
que cruzó mi espalda a la mañana 
y se perdió por siempre 
en la arruga impiadosa de los días  



SARA VANEGAS COVEÑA (1950, Cuenca, Ecuador)
Filóloga (Munich). Magíster en Docencia Universitaria (Cuenca). Profesora de Lengua y Literatura Española (Madrid). Ex profesora en las universidades de Munich y Bielefeld (Alemania). Catedrática de la Universidad del Azuay. Embajadora Universal de la Paz (Ginebra). Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade, 2000, 2004. Premio Hoja de Encina, Asociación Prometeo de Poesía, Madrid, 2001. Mención Especial de Pegaso Editores, Rosario, 2000. Finalista en el Concurso de Poesía “Sor Juana Inés de la Cruz”, Valparaíso, 1995. - Mención de Honor en el Primer Concurso de Poesía y Relato El Fausto, 2006. Seleccionada en elCertamen Literario Internacional Literatura Fugaz (www.ajaenigma.org) 2006. -Directora-fundadora de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo Cuenca y su revista MARGINALIA. Directora de la revista internacional de literatura y arte FRANCACHELA (Buenos Aires), representación Ecuador.Miembro Fundadora del Parlamento Hispanoamericano de Escritores, México, 2006. Representante Regional de la Red Mundial de Escritores en Español (Remes). Coordinadora en Ecuador de la Sociedad de Escritores Latinoamericanos y Europeos (SELAE, Italia) Miembro de la Asociación Cultural Myrtos (Córdoba, España). Corresponsal de la Asociación Prometeo de Poesía (Madrid), de la revista Goizaldia/Alborada (Bilbao). - Su nombre consta en la Enciclopedia Mundial ENCARTA. - Organizó y presidió el Primer Encuentro Internacional de Literatura Francachela, Cuenca 2007 (12 al 15 de julio de 2007). Dirige dos talleres literarios.
Fuente: Arte poética
Referencia: Facebook Jonio Gonzalez
Imagen: www.actaliteraria.blogspot.com

Euler Granda



Mía



Oh rota,
oh carcamal,
recontra mía,
hasta cuando no pueda más;
hasta la cacha mía;
en las malas y en las peores
pegada a mí,
a mí adherida;
pereciente ventosa,
liquen,
jarro viejo,
queloide,
que a veces da vergüenza acostarse
contigo.
Como los que no pisan en el suelo
yo renegué de ti,
yo te mandé a comer en la cocina;
al virar las esquinas te pateaba
pero tú me seguías;
para dejarte atrás
me ponía a volar
pero tú me seguías;
me emborrachaba y vomitaba
pero tú me seguías
y cuando me quitaba la peluca
de las buenas costumbres
y me tiraba de cabeza en el silencio
al lado me gemías como un perro.
Tú me comprendes,
las mujeres a veces,
te echaba a que durmieras en la calle,
me escondía de ti, pero tú me seguías
y hasta hubo un momento
que llegué a creerme demasiado bueno
para ti,
pero igual me seguías.
Oh! miísima,
oh! contrahecha,
oh! patoja,
oh! tuerta,
oh! desdentada,
bacinilla de perro,
oh! vida sarnosamente mía,
he regresado a ti
hasta que llegue el día
en que no puedas soportarme.



Érase lo que se era


"Gringo:
El odio engendra odio.
Los monstruos paren monstruos." 
(Grafito)



Entre latas doradas,
Mc Donalds,

Soles de chicle,
Halloweens de plástico,
Entre telas de araña
Del FBI, la CIA,
Capuchas Ku Kux Klanes,
En un país que diluviaba Coca Cola,
Erase que se era
Una bestia bermeja
Un engendro hocicudo,
Una hidra genocida
Que destripaba flores,
Babeaba libertad y democracia
Y a punta de masacres
Se devoraba al mundo,
Hasta que un día vino un ángel
En forma de mosquito
Y le tumbó los cachos.
Era de ver
Cómo rodaron por la tierra
Esos sanguinolentos fetiches del abuso.
Era de ver cómo se desataron
Las furias del averno
Cómo sus coletazos y bramidos
Estremecían al planeta;
Pero nada había que hacer,
Con sus Supermanes, sus Mujeres maravilla,
Sus Batamans, sus Guasones,
La gran bestia quedó preñada de la muerte.


EULER GRANDA (1935, Ríobamba / 2018, Portoviejo, Ecuador)

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