
No es para hablar de mí que escribo
de la glicina: cayó
su lluvia ligera
azul-
violácea-
celeste.
Ni es para hablar de la glicina
que la comparo con una lluvia
y adjetivo esa lluvia.
Es para detener este momento nocturno:
la casa en calma
y los pensamientos que ennoblecidos velan
por un ordenamiento que lo abarque todo
Abril
El año pasado
por este mes
me compré un bolso
que tenía muchos compartimientos.
Me acompañó un año.
El año más atroz de mi vida.
Pero para qué extenderse
en una descripción de situaciones
que reclaman olvido.
Este año el cierre se rompió
y compré otro.
Ya sin compartimientos
y del mismo color.
Pasaron unos días
hasta que llegó el momento de la ceremonia.
Sobre la colcha floreada de mi cama
vacié el bolso viejo.
Todos sus compartimientos.
Aparecieron recibos de sueldo
propagandas de distintos comercios
remedios
boletos de ómnibus
una libreta en blanco
mi documento de identidad
monedas
y una carta enviada desde Madrid
donde un joven me escribe
que momentáneamente está allí
que todas las noches
piensa en mí que
fue una pena que
sabré de él por
otra carta o…
He orado
por él
por mí.
Bolso de la vida:
sé benévolo.
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