Mostrando las entradas con la etiqueta Diego Brando. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Diego Brando. Mostrar todas las entradas

Diego Brando | Es lo opaco del viento

1    

Mudas las campanas no hacen más que incendiar la noche en nombre de un santo o un reo, fiebre que repica el oro en las aguas. Aquí solo veo caballos pasar ante el caos del césped y su luz y un agravio en el canto del pájaro que se dirige al fuego y al deseo, murallas altas de pan que brotan de cada boca y el sol, ese imperio de muecas que solo al barro enaltece. 

2    

¿qué voz oír cuando el aire es frío y la niebla un animal? En los pliegues de la noche se ilumina el día, astros penden y la luz que deviene en sangre es lo opaco del viento en donde aparece un hombre, y en sus pupilas la forma del mundo donde todo fuego cabe


Otros poemas de DIEGO BRANDOaquí










Diego Brando: Una acumulación de pesadillas



LA confusión es un punto que hace oscilar
la totalidad del cuarto. Un cuadro en donde 
los detalles adquieren presencia y vástagos
fantasmales. Sierpes, flores en apertura y un 
sonido de quiebre ante la incredulidad de los ojos
del animal de la calle. He aquí sus colmillos,
su baba espesa, el diamante en la explosión
del fuego; y voces en la novedad de la noche
que dejó de ser oscura. Aquí cada maniobra
de luz es una conspiración, el manto de piedad
que nace al quebrarse, un ángel que desova.



DARSE cuenta de vivir en el error puede traer 
fantasmas del pasado, una acumulación de pesadillas,
y la seguridad de haber conducido a la familia al lado oscuro
del río. No se comprende el mundo desde el silencio 
y tampoco se lo imagina sin sus cadáveres. Aquí la piel 
al calor de la arena, las disculpas y el anzuelo en busca 
de un pez que lleve la carnada hasta el fondo; y que el paisaje
se disipe como quien grita desde un puente, tierra
en movimiento por el discurrir de los insectos. Buscaba
eludir la noche y apareció el desierto, manos en la arena, huesos.



El reino de los peces, Barnacle
Otros poemas de DIEGO BRANDOaquí
Imagen en Ediciones Barnacle


Diego Brando: El reino de los peces



3     




Hubo promesas de fin del mundo, 
pero ahora lo que existe es el silencio 
y un aire que gira como un huracán 
ante la idea de una posible ofrenda. 
¿Ofrenda? Sacrificio, inmolación, 
la pérdida de las extremidades 
con que construíamos castillos de arena, 
endebles como tierra y agua 
en pleno abatirse contra el fuego. 
¿Llegaste a ver el ocaso? 
¿Su tono azul en tus ojos de insecto? 
De esa manera va a girar la noche, 
como si nuestras familias afuera 
bailaran en un ritual de despedida; 
lo prometido, aseguran, se aproxima 
aunque de lejos solo se vea 
un estallido o una tormenta de nieve.



8




No fui hacia los hechos,
fueron ellos los que vinieron y destruyeron,
calmaron su hambre, famélicos
como el astro que al ocultarse
piensa ya en incendiar la tierra
al día siguiente. Y cuando enmudecí
olvidé cómo seguir, y desenterré
a los animales del patio para huir
con sus huesos al hombro. Busqué luego
lo interminable en la nervadura de una hoja,
en los insectos que se reproducían
invisibles como el hielo que me tapaba
por la noche, la capa del metal más hiriente.
Hasta que envejecí. Aún así, si
después de todo, me recuerdan,
seré siempre aquel que se deshacía
en la esquina de una habitación,
un grillo, la ansiedad, el exilio.



10




Todas esas campanas que suenan
en la madrugada, como flores abriéndose
dentro de la selva, saben de alucinaciones.
Unos perros afuera, la maquinaria de un sistema
eléctrico de trenes, la humareda del basural,
nos llegan hasta aquí como moscas,
o bichos que cruzan el patio del suburbio
hasta enterrarse en los rincones.
Y un espacio siempre abierto para el milagro,
un tiempo que se agota en lo salvaje de una tierra
poblada de rarezas que se articulan hasta desaparecer



23




Mi memoria hecha de fragmentos
de vos, de tierra arrojada sobre baldíos, tan
abandonados como una osamenta iluminada por la luna,
y el humo que esparce la calma cuando ya es
demasiado tarde pero aún así, todavía a tiempo.
Regresás pero retrocedés, un orificio en el presente,
una mantis que fagocita a otra, siempre en el pasado,
y un futuro que no promete nada de calma, salvo
bajo una idea de encierro y separación.
Todas tus flores apuntan hacia el cielo,
aunque las nubes prometan escarnio, soledad
de ala batiente, como de pájaro, como de hombre
odiado en secreto, por más que suene la melodía
en tu mente, en espera de una visita incómoda y real.



31




Nadie se percate que convalece,
que tantea las paredes de la irrealidad y vuelve,
inmune, entregado al delirio como si no bastara, 
y hubiera que subirse abierto a la sed de una tierra
en medio de la sequía que lleva meses de encanto, 
a toda una basura a la que llamamos restos, 
mar de podredumbre. Y como si la realidad fuera
solo un cuarto oscuro, un par de cordones en las manos.



42




Pienso en el final, mientras
el recuerdo de lo vivido se aquieta
en el cuerpo. Solía confundir las ideas
con las formas del mundo, canto inútil
y ridículo, un odio que nacía desde adentro
hasta perforar las aguas, un túnel directo
al infinito. Los balcones dan a la calle
y las personas circulan y enloquecen
por el ruido, todo devorado aquí por el viento,
autos hacia el norte, figuras en los techos.
Todo enrarecido, la sombra de un cuervo.





De: "El reino de los peces", Barnacle Libros, 2021
Otros poemas de DIEGO BRANDOaquí

4 poemas de Diego Brando


poesía argentina



Ruido de ángeles cayendo en el patio 
y de insectos tragados por las arañas. 
Los frutos crecen y absorben la noche 
y destilan el azul más bravo del universo. 
He oído demasiado caerse 
el mundo sobre la casa, 
y cargar con sus cimientos sería 
darle de comer a los chacales. 
Se precipita la lluvia y las gotas golpean 
sobre el cobertizo, como un oro pálido. 
Huyo entre la bruma y pienso en no regresar; 
detrás cuelgan las ropas de los muertos. 
Qué loca idea fue nacer, madre, 
en noche de tormenta y lloviznas.
Algo se quebró desde el principio.




Cuando mi madre hace un silencio
es porque sobrevuela sus flores
un colibrí de tonos azules.
Las tardes de verano en el patio
con los gatos extendidos a la sombra
de un aromo que crece enorme
suelen tener esa manifestación divina.
El pájaro puede irse y luego volver
construyendo otro silencio.
Yo sólo pienso y contemplo,
así ha sido la vida de mi madre,
un momento detenido tras otro
en el que la muerte se ha querido posar en ella
con la prestancia de un pájaro eléctrico.




En el fondo de la segunda mitad de mi vida 
solo hay basura acumulada,
tropeles de caballos que huyen hacia el desierto.
No recuerdo ahora cómo era antes,
todo aquello quedó lejos
como la sombra de nuestros ancestros
bajo el limonero.
Si hago un esfuerzo solo sé
que algo desapareció y que lo lloramos,
y que lo que comenzó a acumularse
cedió ante la nieve.
Agua podrida de la que sin embargo bebo.




1



No esperábamos tanto viento,
pero aquí está,
cambiando todo de lugar.
También nosotros,
que miramos con extrema quietud desde la ventana
de qué manera se mueven las hojas acumuladas
al fondo de la casa y la ropa que olvidamos colgada
en el tendedero de cemento.
En su soporte, la inscripción de una fecha:
primero de diciembre de mil novecientos noventa y dos.
De los años
en que no hemos aprendido nada
queda el suave paso de las hojas,
la virtud del movimiento.
Seres ateridos por el frío,
admiramos lo que no entendemos.

Otros poemas de DIEGO BRANDOaquí

Diego Brando, un poema inédito


14    



Hay un silencio de catedrales 
y un búho atraviesa la noche. 
Grazna y me recuerda 
que no hay descanso en los ojos abiertos, 
que el corazón lleva años latiendo. 
Y que no se detendrá hasta el diluvio, 
hasta que entregue con mis manos 
la memoria que abandoné en el campo. 
Soy el hombre peculiar que fuma 
y ve en el humo el deseo de una mujer 
calcinada como una flor en el verano,
mientras su propia cabeza se asemeja
a una piedra suelta sobre el asfalto.
Erro por los suburbios y veo el fogonazo
de mis huesos sobre la niebla.


El poeta Diego Brando con un gato negro
De: "Todo lo que se hunde" (inédito)


Diego Brando, inédito: Detrás de las ventanas las bestias se hunden en el barro...

Imagen de Diego Brando, hombre calvo sonriente.


Detrás de las ventanas
las bestias se hunden en el barro
y adornan el paisaje de un cielo
recortado por la cámara.


Como quien contempla 
la caída de un árbol
que había sido plantado para inaugurar una casa
filmo el movimiento y luego me detengo
durante minutos.
Los demás vecinos mientras tanto
traman un plan y piensan irse
con un dinero que no es nuestro;
dicen alejarse de esta granja
en donde reina la desgracia.
A su tiempo, también habré de escapar,
a otra velocidad, a otros bosques.
Después de todo, aquí tan solo quedarán
los animales pastando la nada, y un sol obstinado
sobre sus lomos.



Otros poemas de DIEGO BRANDOaquí

Diego Brando


Me pregunto si duermen en la madrugada 
los pasajeros del tren que avanza
en las cercanías del barrio.
Dentro de la casa se mueven
los vidrios de las ventanas,
las botellas de Vodka y Whisky
y las cenizas amontonadas
en ceniceros de madera.
Eso sin contar nuestras pobres cabezas
quemadas por la voz de un noticiero
que habla de restos de aviones en un pantano.
Alguien canta y repite para sí
una canción de moda
y los mosquitos succionan nuestra sangre
sin perturbarse.
Después de todo
también nosotros viajamos a la velocidad de la luz
hacia el norte.
Aunque no lo tengamos.


Otros poemas de DIEGO BRANDOaquí

Diego Brando


Durante el día, el cielo 
cambió de colores. 
Parado en medio del patio, 
observé cómo el celeste 
se convirtió en negro 
y de qué manera los truenos 
y los relámpagos 
amenazaron la tarde. 
Soy un centinela que vela 
por su tierra y por sus plantas. 
Cuando cae granizo 
corro hacia lo salvable, 
las plantas en macetas. 
Cuando la furia pasa 
presto atención a la estrelicia 
y al aromo, los sobrevivientes. 
Entro y salgo de casa, nunca descanso. 
Aunque debo reconocer que a veces 
me imagino flameando al cielo 
un banderín blanco. 



El aromo deja 
una hoja más 
en la oscuridad 
de la mañana. 
¿Puede discernir 
quien contempla 
entre el cielo 
y el suelo 
correctamente? 
Mis ojos recorren 
la posible línea 
de separación, 
tratan de percibirla 
y de trazarla. 
La madrugada 
puede ser eso: 
una hoja que cae, 
alguien 
que intenta comprenderla. 



El tren de carga partió 
y ha venido su sonido a dividir la noche. 
Partículas de oscuridad aparecen ahora 
ante mis ojos. 
¿En qué sector de la habitación 
habrá encontrado la paz un refugio?
Mi compañera duerme a pesar de todo
y los hilos del invierno acarician su pelo.
Suena a lo lejos una nueva bocina
y se confirma mi pensamiento:
lo que con el viento helado huye
solo un nuevo día lo restablece.



DIEGO BRANDO (1987, Leones, Provincia de Córdoba, Argentina)
De: "Frontera", Vilnius, 2016
"El tren de carga..." en Facebook

Designed by OddThemes | Distributed by Blogger Template Redesigned by PRD