Fontanelas
Cuando ha de ser olvidado excepto el amor,
cuando ha de ser perdonado, incluso el amor.
W.H. AUDEN "Canción"
Greda y hayas. El mar de inviernose busca a sí mismo en la nueva oscuridadvolviéndose casi incoloro.
Trajimos a nuestra hija aquíantes de ser mortal. Antes de saber yoque una persona puede ser una oración. Antes dehaber bañado alguna vez a un niño, antes desentir que la muerte de otropodía ser la mía propia.
Hemos avanzado, cada añoun poco más adentro, hasta el lugardonde la tierra es geología, donde los objetos se definenpor el espacio que les ocupa.Donde las proteínas se ensamblanen las almas. Hemos venido en invierno,bajo la lluvia. A las islas, a la abadía, siemprecon frío, siempre mirandopara recordar. Fotografiando las ruinascerca de Roan Fell. En North. Beach yen Melmerby Fell. Todos los lugares donde la tierrase desmigaja por los bordes.Parajes que vimosdesde el amor. Desde el amora la hierba alta de un arenal que ruge bajo dos milmillas atlánticas de luz de luna, su olor borradopor la sal como si una mujer invisiblenos abrazara en la oscuridad; el rastrodel trébol en el aliento de la vaca, en la dulce leche,trenzado por el viento en la hierba alta,sus raíces anudando arena. Islas fértilesde lava porosa e islas tan secas que la lluviaabolla la turba, huellasparietales en la gneiscomo apacibles lagosen un cerebro infantil.
Islas ulteriores. No áridassino meticulosas. Ni una flor silvestremarchita.
El angosto cauce un desfiladero de dos milmillones de años. Las recónditas islas de basaltoun verde de cincuenta millones de años donde los pavosfertilizaban jardines frondosos y alzaban rápidamenteel vuelo desde macizos setos de rododendro,mientras los azúcares y fosfatos, la timinay citosina, la guanina y adeninase alineaban y dividían en sus tres grados de fluidez;en el invierno, bajo la lluvia.
No hay canción que el marno tuviera en su boca.
*
El color de la mermeladaen las montañas de noviembre,sombras minerales. Un hilo de carretera se pega a la costa.Tienda, hotel, destilería.Los misteriosos senderos de la turbapueden volcar un camión como si fuera de juguete;las mareas tragan un barco en segundos.Un mar glacial mordisquea las cuevas y deja atrásplayas fermentadas para varar todo su grosor por encima de [las olas.Desde Ardlussa, donde termina la carretera,siete millas por el bosque tupido de robleshasta la mortecina granja de Orwell,los silenciosos ojos de cinco mil ciervos rojoscercándole en la noche.
Desde Ardlussa, donde termina la carretera.
*
Juntos hemos velado por la caliza y la apoptosis,por las teorías refutadas y los abates Gloria yBreuil, que iban tras la pista de niños en las cuevas pintadasde Altamira y Lascaux. Por Jaques Loeb yJaques Monod, cuya fe era la biología,sabedores de que el temor es como una manzana,más dulce allí donde se recoge la luz,bajo la piel. Por todolo que la ciencia abre para saberlo que hay dentro, Iréne Carie buscando la verdaden una placa de parafina. Por pruebas tan increíblescomo la propia muerte de uno. Por icebergstan viejos como la piedra. Por la esfinge de granitoy por los doscientos cincuenta kilos de sacerdotede Isis,izado en la oscuridaddel puerto de Alejandría tras un baño en el marde seiscientos años.
Y por todo cuanto
la huella de una mano ha trazado en la cueva,y por los nueve meses, y el doblede tiempo que tardan las fontanelas en cerrarse.
He observado a una mujer mientras nadabaen North Beach, su vientre rosaun eclipse surgiendo de las olas; más tarde,la historia que contó, tan cerca de míel olor del café, el ruido del hielo, el suave chasquidode los billares a lo largo de su Europa y sus bosques,con prisa por hablar antes de que el amor le hiciera olvidarpor dónde empezar. Mucho antes delas primeras veinte células, antesdel cuerpo lúteo, antesdel corazón microscópico,mucho antes de las manos y los ojos.
Regresé a North Beach y asus palabras, en el lagoel vacío invernal, la marea arrastrando una ramapor la arena mientras los nérveos plieguesse derretían. Antes del cerebro, antes de que las branquiasse convirtieran en huesos y orejas; "la primerainformación genética compartida con los peces".
La distancia que recorre un niño,decenas de miles de añosuna célula. Células que sabencómo cicatrizar una herida de lado a lado,desde el interior. Células que sabenensamblarse o volver aensamblarse unas a otras.Para regenerar la sangre y la piel,como una estrella de mar que pierde sus brazosy los hace brotar de nuevo.El cuerpo es un palacio de la memoria;como la "escritura interior" de Simónides,donde cada detalle de cada estancia se correspondecon uno de los novecientos setenta versosde la Eneida de Virgilio,o como las tribus que utilizan todo el Sáharapara recordar una historia.
Catálogo de la entropía.
La huella primitiva, las islas de sangre.Proteína sagrada.
*
Vinimos a la fotografía de la noche. Al desfiladero,a la película ennegrecida por los últimos átomosdel dia. Luego miraremos con el rostrocasi en el papel para ver las olas,pliegues de sombra más oscuros que la oscuridadrevelada. Anula nuestrainvisibilidad el blancodel aliento.
Tarea difícil, este aguardarla oscuridad, la lenta disgregaciónde la luz del sol, imposible registrarel instante que sucede al anteriorcomo lo es nombrar el instante en que el embriónse convierte en feto; el único momento del díaen que la teoría del quantum parece razonable. Cuando la [clavees una sensación. Pienso en el crepúsculo de Heisenberg,su paseo por Faelled Park con la intención fijade liberar el universo de las olas,apretando la cabeza con las manos, concentradoen sus p's y q's. O en su paseo por el puertode Copenhague contemplando un carguero "fabulosoe irreal en la brillante tiniebla azul...las leyes biológicas ejerciendo su poderno sólo en las moléculas proteicas sinoen el acero y la corrientes eléctricas..."O a las cuatro de la mañana leyendoen el suelo el Timeo de Platón, nide día ni de noche, el instante en que comprendió"que las más pequeñas partículas de materiadeben reducirse a una fórmula matemática."Como lugares sagrados levantados conpiedras laicas — el priorato devastado del Muro de Adrianoo el monasterio cisterciense levantado entre altarespaganos a Júpiter y Silvano —el espíritu se enreda en el mecanismo del quantum.Células hijas, organelos, mórula.La forma del vientreprefigura la forma de la cabeza.Desde Ardlussa a North Beach.Desde la piedra al átomo.Desde el átomo a la piedra.La química de la observación;Mirar hasta que el ríonos trague, hasta que la rojezde la piedra colme nuestras venas.Mirar hasta que seamosvistos. Pero esto es sólo un deseo.Abandonamos el calor de nuestras sombrasen el musgo conmocionado por la helada.Incluso tu cámara
ve más; el detalle que ansías.
Nos forzamos a verlo que ve la cámara, lo que el ojo no puede; y es tan válidocomo una filosofía. Un abrazodel fracaso, como sien el mismo instante, es imposible,atrapáramos el reflejo visiblede lo que es invisible.El blanco de nuestro aliento en la oscuridad.
Cómo fotografiar esto,la oscuridad cuando uno ha habladodemasiado. La oscuridadde un sentimiento repentino. La oscuridaddel amor.
El mar un papel desplegado;la lluvia colmando cada pliegue.Un surco brillante de sal,un surco de espuma.Fosfeno.
Oscuridad con esperanza.
*
Un domingo de invierno.En la superficie,peregrinando por la caliza, los espéologos se tumban,el aliento de la tierra en el pelo,el aliento de la profundidad oscura,diez metros y treinta milaños. De cabezase sumergen en la corriente del aire.
Dieron un grito en una estanciademasiado profunda para el alcance de las lámparas,el sudor mineral de un espaciode la blancura de una película proyectada en la oscuridad.Desplegaron un sendero de plástico negroa lo largo del suelo reluciente de calcita;así su andadura no perturbaríalos huesos esparcidos, los dientes yhuellas de animales arcanos.
Bisontes y mamuts en carbón de leña y ocre.En el pasadizo de los caballosse quedaron sin palabras,un regocijoimpronunciable.
Al lado de sus pies,bajo la mirada fija de los melancólicos caballos,la huella de dos manos.
Ascendieron hasta el limpioescalofrío del desfiladero, a oscuras,la afilada luz de las estrellascristalizando su aliento.Aturdidos, no podían sino descender otra vez.Y otra vez más al olor del lodo húmedo;esa tercera vez a través del pasadizo,casi a medianoche, al finalllevando a alguien que no se lo creeríasin verlo por sí misma
la hija de un espéologo.
«Habíamos perdido toda noción del tiempo."
*
Llevas tu cámara
bajo tierra.La lluvia hiere la nieve. Largos cortes de lodoennegrecen el sendero. Encendemos las lámparasy bajamos. Tus sesenta trillones de célulasy los míos. En las cuevas de Aldéne y deFontanet los niños del paleolítico jugabanmientras sus padres pintaban. Pequeñas huellas
de sus pies y sus rodillas en el Iodo.Miles de años después, los niños regresan:Maria, que encontró el bisonteen el cielo de piedra de Altamira;Marcel que siguió a su perro, Robot,hasta la boca de Lascaux.
Ocho semanas después, las manos.
Una boca sin labios.
Veinticinco semanas después, los filamentos
siguen un rastro de alientoquímico en la corteza del cerebroy conectan orejas y ojos.Treinta semanas después un susurro del quantum:el pensamiento.
A ligera diferencia
del tiempo geológico,lleva generaciones
convertirse en isleño.
Sólo los espíritus se ganan un sitio.
El viento restriega el aire, tan limpio
que incluso el corazón más abrumadorecuerda todo lo que ama.
*
Bañamos a nuestra hija,
una oración de cada lado,como si la laváramoscon una canción.Dedos tan frágiles como cuchillas de hierba.Miles de huevosya en su interior.
*
Amar como si también
hubiéramos elegido el dolor.
*
Todo amor es un viaje por el tiempo.
Orilla pulida, cuevas pintadas,
desfiladeros de caliza.Ciruelas y agua fría en el desierto.
El río en invierno. Esta lejanía.
De: "Buceadores de la piel", Bartebly Editores, 2003Traducción: Jaime Priede
Los huesos del amor, por Javier Rodríguez Marcos en El País
Los poemas de Anne Michaels (Toronto, 1958) parecen escritos con los ojos cerrados. Es decir, su lectura produce la sensación de las voces oídas en la oscuridad: suenan más claras que a la luz del día y a la vez más secretas, más severas y también más cercanas, como una confidencia. Con la publicación de Buceadores de la piel (Skin divers en el original, que remite también a la modalidad de buceo a pulmón libre, sin traje y sin botellas de aire), toda la obra de Michaels está ya traducida al castellano: sus dos primeros libros de poemas,
El peso de las naranjas y Miner's pond (ambos en Bartleby), y su única novela, Piezas en fuga (Alfaguara). Cabría decir que esa novela es el mayor poema de la escritora canadiense, una intensa mezcla de narración, reflexión y poesía en torno al Holocausto, el exilio y la memoria y en torno al drama de expresar todo eso. "Ninguna palabra tiene tanto sentido como una vida, / solamente el cuerpo pronuncia perfectamente el nombre de otro", se leía en el poema que cerraba El peso de las naranjas, y esa certeza es la que recorre este tercer libro, marcado de principio a fin por un erotismo que conlleva a su vez toda una teoría del lenguaje. Una teoría, por cierto, que se remonta al momento en que no existía la palabra teoría. Por eso este libro habla del alma y de los genes, de la noche oscura y de la noche de los tiempos. No hay, pues, división entre razón y sentimiento; los huesos también piensan. Y la carne: "Entonces, el amor, / tan alejado del cuerpo, se alcanza sólo / por vía del cuerpo. El tiempo es el alambique / que transforma lo conocido / en misterio". Así, si la piel es para Michaels un yacimiento arqueológico, el cuerpo es como el tronco de un árbol que guarda en sus anillos la memoria de todo lo que ha sido, incluido el sonido del hacha que lo corta: "En tus manos todo lo que has perdido, / todo lo que has tocado. / En un rincón de tu cabeza / cada promesa y / cada promesa rota. En tu piel, / cada vez que fuiste rechazado, / cada vez que fuiste aceptado". En cierto sentido, la escritura de Michaels funciona por acumulación, como las capas del subsuelo, mezclando elementos orgánicos y minerales, topónimos y términos científicos. De ahí que sean los suyos poemas llenos de gente, de tiempos, de lugares, poemas atravesados no por una idea del amor, sino por la experiencia física y química del amor ("Tus sesenta trillones de células / y los míos"). Narrativos pero no prosaicos, los versos de este libro -traducido con solvencia por Jaime Priede en una edición que lamentablemente no reproduce el texto original- parten de la certeza de que, como se apunta en el monólogo dramático que la poeta ha puesto en boca de Marie Curie, a la verdad le gusta ocultarse en lo abierto
Imagen: bookfans.net Otros poemas de Anne Michaels, aquíí
Se denomina gneis a una roca metamórfica compuesta por los mismos minerales que el granito (cuarzo, feldespato y mica) pero con orientación definida en bandas, con capas alternas de minerales claros y oscuros. (Wikipedia)