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Jorge Fondebrider y la tradición irlandesa

Hace ya muchos años que me dedico a leer y traducir literatura irlandesa porque considero que es una de las mejores que se escriben en Occidente. Me importa su profunda referencialidad, algo que forma parte de la tradición de Irlanda, país que visité muchas veces y donde tuve la suerte de tratar personalmente con muchos de sus escritores y escritoras. Con ellos aprendí sobre mi propia tradición y mi propia escritura. Por eso, me pone muy contento saber que algunos de los autores que traduje o cuya publicación impulsé encontraron lectores en el ámbito de la lengua castellana. Algunos, como Claire Keegan, despertaron mucho entusiasmo. De vez en cuando, los lectores locales me preguntan por qué los irlandeses escriben tan bien. No creo tener una única respuesta. Con todo, aventuro una posible: gracias a la conciencia de la lengua que impone su tradición, no confunden literatura con expresión; vale decir, al contar una historia o escribir un poema, saben que hay reglas, principios estructurales y no confunden esos elementos con la mera emoción. No escriben por escribir, sino que saben que tienen una responsabilidad. Es lo que aprenden leyendo fundamentalmente gran literatura tanto en la escuela como en la universidad o en forma privada.
De hecho, en Irlanda no hay talleres literarios y mucho menos gente que aconseje públicamente qué leer. Así, para mi sorpresa, cuando le pregunté a Claire Keegan -- que hizo una maestría en escritura creativa en la Universidad de Cardiff, en Gales-- cómo había aprendido a escribir, me dijo que, en realidad no fue haciendo ese máster, sino leyendo por su cuenta, con atención y criterio, a Anton Chejov y a John McGahern. Me dijo que no se concentraba en la historia en sí, sino en cómo estaba contada. Nada más lejos de la costumbre que se instaló en Argentina de buscar que alguien haga ese trabajo por nosotros en un taller de los muchos que proliferan desde hace cuatro décadas, o, desde hace menos, atendiendo el consejo de un booktuber.

NOTA: Ezra Pound recomendaba no seguir consejos literarios de nadie a quien no admiremos mucho.

Paula Meehan

Paula Meehan
poesía irlandesa con pelo blanco sobre fondo oscuro


MI PADRE VISLUMBRADO COMO UNA VISIÓN DE SAN FRANCISCO     


                                                                                                                            para Brendan Kennelly 


Fue el caballo overo en el jardín vecino 
el que me despertó asustada 
con su relincho madrugador. Estaba de nuevo 
en el trastero de la casa, 
que ahora es la habitación de mi hermano, 
lleno de vigas, suéters y secretos.
Las botellas tintinearon en el peldaño de la puerta,
el primer autobús se detuvo en la parada.
El resto de la casa dormía

a excepción de mi padre. Lo oí
rastrillar la ceniza del hogar,
enchufar la tetera, tararear un fragmento de canción.
Después abrió la puerta trasera
y salió al jardín.
El otoño casi había concluido, la primera escarcha
blanqueaba las tejas de la finca.
Él era mayor de lo que yo había supuesto,
tenía el cabello completamente plateado,
y por primera vez vi que encorvaba
los hombros, vi que tenía
las piernas rígidas. ¿Qué hace ahí,
tan temprano que hacia el oeste aún hay estrellas?

Entonces llegaron ellos: pájaros
de todos los tamaños, formas, colores; llegaron de
los setos y los arbustos,
de los aleros y los cobertizos de los jardines,
de los polígonos industriales, los campos lejanos,
llegaron de Dubber Cross
y de las cunetas de North Road.
El jardín se convirtió en un pandemonio
cuando mi padre levantó rápidamente las manos
y arrojó las migajas al aire. El sol
iluminó la chimenea de O’Reilly
y él resplandeció de pronto,
una perfecta visión de san Francisco,
sano, joven de nuevo,
en un jardín de Finglas.

Patrick Kavanagh: Un embrollo tan profundo como los Arcanos de alto nivel

Poesía irlandesa


X     




Su vida intelectual consistía en leer 
Reynolds News o el Sunday Dispatch, 
con algunas veces un viejo almanaque bajado del techo 
o un lector de escuela con los excrementos de paja. 
Los resultados deportivos o los titulares de la guerra 
fue un embrollo tan profundo como los Arcanos de alto nivel. 
Pat trató de ser sabio a la abstracción de todo eso, 
pero su secreto se deslizaba por su chaleco como una bebida de un colador. 
Apostó una sacudida en cada sentido en el Derby. 
Obtuvo una propina directa de un hombre en una tienda. Era un 
doble de las Guineas y se creía 
un matemático maestro cuando surgió uno de ellos. 
Y podía explicar cuánto ha dibujado 
En el doble si el segundo tramo hubiera seguido al primero.
Estaba apostando a la forma y la reproducción, afirmó,
y el hombre que hizo eso nunca podría estallar.
Después de eso siguieron a la guerra, y
se mostró que los generales de ambos lados eran estúpidos como el infierno.
Si hubiera tomado ese camino, comentaron acerca de un mariscal,
Él tendría ... O ellos conocen bien su geografía
Esta era su universidad. Maguire era un estudiante universitario
que soñaba desde su humilde posición de ascender
a un profesorado como Larry McKenna o Duffy,
o el cerdito Nallon, cuyo conocimiento era asombroso.
'Un triple, lleno de probabilidades múltiples ... Eso es portero plano ...
Otro ... No, te equivocas con lo que te estaba diciendo. .
¿Te separaste de tu potra, Jack? Escuché que la vendiste ... '
Los estudiantes eran todos sabios al momento del cierre del pub.



X




Their intellectual life consisted in reading
Reynolds News or the Sunday Dispatch,
With sometimes an old almanac brought down from the ceiling
Or a school reader brown with the droppings of thatch.
The sporting results or the headlines of war
Was a humbug profound as the highbrow's Arcana.
Pat tried to be wise to the abstraction of all that
But its secret dribbled down his waistcoat like a drink from a strainer.
He wagered a bob each way on the Derby,
He got a straight tip from a man in a shop -
A double from the Guineas it was and thought himself
A master mathematician when one of them came up
And he could explain how much he'd have drawn
On the double if the second leg had followed the first.
He was betting on form and breeding, he claimed,
And the man that did that could never be burst.
After that they went on to the war, and the generals
On both sides were shown to be stupid as hell.
If he'd taken that road, they remarked of a Marshal,
He'd have … O they know their geography well
This was their university. Maguire was an undergraduate
Who dreamed from his lowly position of rising
To a professorship like Larry McKenna or Duffy
Or the pig-gelder Nallon whose knowledge was amazing.
'A treble, full multiple odds … That's flat porter …
Another one … No, you're wrong about that thing I was telling you. .
Did you part with your filly, Jack? I heard that you sold her.…'
The students were all savants by the time of pub-close.





PATRICK KAVANAGH (1904, Inniskeen / 1967,  Dublin, Irlanda)
Fuente: Fausto Marcelo. blogspot
Enlaces: Otra iglesia es imposible | Estudios irlandeses | Wiki
Traducción: Fausto Marcelo Ávila
Imagen: Evelyn Hofer

Richard Murphy

Stone mania


Piedra manía     




Cuánto me duele poner orden cuando todos mis papeles están 
apilados en desorden sobre el escritorio desde hace tres meses, 
recuperar el control de esta deriva de dias perdidos en 
mi pasión por construir en granito,  
y hacer frente a las cuentas que tengo que pagar por dejar la 
casa que tanto me costó agrandar, 
en la que pasé el tiempo preparando demasiado rápido un lugar 
para trabajar en el futuro dentro de paredes a prueba de ruidos, 
por lo que nunca tuve un momento en el presente para escribir 
sobre los momentos que estaban pasando: 
cuánto duele ver la destrucción que todo buen 
edificio, incluso el mejor, tiene que causar, 
no sólo las cercas, que primero tienen que ser derribadas 
antes de que los cimientos se caven,
sino cortes más profundos en las venas de la mente que llevaron
la sangre de la memoria al cerebro:
cuánto me duele haber descuidado durante todo este verano
a los amigos a los que debería haber visto,
por mi loca obsesión de construir más cuartos
para hospedarlos en tiempos venideros:
porque esos tiempos tienen la aptitud de eludirnos, nos morimos,
o nuestros amigos caen muertos antes de que podamos decir
me encantarla verlos y disfruten de la casa cuya construcción
nos mantuvo completamente separados.



Stone mania




How much it hurts me to tidy up when all my papers are.
heaped on the desk in a three.month mess
To regain control of this drift of days, I’ve lost in' my passion for building in granite;
And face the bills I must pay by leaving the house
that has cost me too much to enlarge,
Where I passed the time too quickly preparing a place for
the future to work within soundproof walls
So I never had a moment in the present for writing about
the moments that were passing away
How much it hurts to see the destruction that all good
building, even the best, must cause
Not only the hedges that had to be first cut down
before the foundations were dug
But deeper cuts through veins in the mind that carried
the blood of memory through the brain: How much it hurts me to have neglected all this summer
the friends whom I might have seen
But for my mad obsessions of building more rooms
to entertain them in time to come:
Because these times are apt to elude us. we die, or our
friends drop dead before wc can say
I'd love you to and enjoy the house whose construction
has kept us entirely apart.





RICHARD MURPHY (1927, Milford House, Irlanda / 2018, Sri Lanka) Poeta anglo-irlandés
Traducción: Jorge Fondebrider
Enlaces: Buenos Aires poetry
Imagen en The Irish Times

Derek Mahon: La Musa está en otra parte

Derek Mahon


El gran poeta Derek Mahon ha muerto, este es mi modesto homenaje: mi traducción de "Ovid in Tomis" (Fb Adam Gai, 13/10/2020)  

Ovidio en Tomis    




¿Qué burda divinidad 
era la caja de velocidades, bajo la lluvia, 
junto a la ruta? 

¿Qué Nereida la insumergible
Coca Cola 
que golpea las rocas heladas?

Me miran
con la casta gravedad
y el orgullo feral

de los nobles salvajes
establecidos
sobre una costa ajena.

Hace tanto
desde mi propia transformación
en piedra,

que a menudo me olvido
de que hubo un tiempo
antes de que mi nombre

fuera barro en las bocas
del Danubio, 
una mala palabra en Roma.

Imaginad a Byron desterrado
en Botany Bay
o a Wilde en Dawson City

y tendréis cierta idea
de lo que es para mí
estar en las costas del mar Negro.

Yo, que otrora iba a paso largo,
la frente alta, por el foro,
una leyenda viva,

llevo ceñida mi pelliza
junto a aguas grasientas
bajo un viento escita.

Mi mujer y mis amigos
hacen lo que pueden
en mi favor;

aunque de Tiberio,
al que Dios preserve,
nada espero.

Pero no quiero
morir aquí
en el más remoto confín

entre estos morosos
Getas, echadores de dados,
y en el polvo de Tracia.

Sin duda, en el tiempo
por venir, este apiñamiento de
chozas de barro será

una hermosa ciudad,
un puerto importante,
un balneario popular.

Con un oleoducto,
terrazas de Martini
e incluso una digna

estatua de Ovidio
mirando el mar
desde la rambla;

pero, por el momento
es meramente un sitio
donde tengo que estar.

Seis años ya
desde mi confinamiento
a esta ciudad

por el difunto Augusto.
La Halieutica.
aunque esporádicamente

me da cierto
empuje,
aunque artificial;

pero pienso que son los pájaros
los que más me complacen,
las grullas y los pelícanos.

A menudo me siento en las dunas
para oír atento
el no inhibido

virtuosismo de una alondra
que da serenatas al sol
y medito sobre

la transitoriedad
del dominio terrenal,
la perfidia de los príncipes.

La mediocridad, se dice,
se consuela
con la reflexión

de que la genialidad tan a menudo
arriba a un mal final.
La adversidad de las cosas

nos enseña
sobre la naturaleza humana
en tanto que los aforismos nos afectan hondo.

Sé que  la vida simple
sería buena para mí
si yo fuera un hombre simple.

Tengo cabal sentido
del espíritu mudo
en la piedra y en el árbol,

Haciendo rebotar piedras en el mar, me doblego
con vicario dolor
mientras un tejo pequeño va dentro.

Y las altas cañas
del delta,
¡allí cunde el patetismo!

Siempre que se inclinan
y suspiran en el viento
no es meramente Siringa

recordando a Siringa
sino Siringa plañendo
su horror desnudo

del futuro certero,
ella y su especie
destinadas en masa

a las máquinas de hacer papel
y volverse cordón
de neumáticos de coches.

Pan está muerto y ya
yo siento que una antigua
unidad abandona la tierra,

la vasija con su rostro evita mi mirada
como si avergonzada
por mi incapacidad de mantener la fe.

 (Sabe que yo
he reemplazado la creencia
por la documentación.)

La Musa está en otra parte
no aquí,
junto a este lago congelado 

O, si aquí, entonces yo no soy
 asaz poeta 
para establecer el contacto.

¿Estamos verdaderamente solos
con nuestra física y nuestros mitos
las estrellas no más

que polvo brillante,
con nadie ahí
para escuchar nuestras odas corales?

Si es así, podemos comenzar
a ignorar el silencio
de los espacios infinitos
ante nuestras mismas narices

El grito en el corazón
del alcaucil,
la alegría de los átomos.

Mejor es contemplar
la página vacía
y dejarla así

antes que modificar
su sustancia por
 no más que un trazo de pluma.

Tejida de ninfas de los bosques,
habla de volúmenes
que nadie escribirá jamás.

Inclino la cabeza
ante su candor
y lloro por nuestro exilio.


Ovid in Tomis



What coarse god
Was the gearbox in the rain
Beside the road?

What Nereid the unsinkable
Coca-Cola
Knocking the icy rocks?

They stare me out
With the chaste gravity
And feral pride

Of noble savages
Set down
On an alien shore.

It is so long
Since my own transformation
Into a stone,

I often forget
That there was a time
Before my name

Ws mud in the mouths
Of the Danube,
A dirty word in Rome.

Imagine Byron banished
To Botany Bay
Or Wilde to Dawson City

And you have some idea
How it is for me
On the shores of the Black Sea.

I who once strode
Head-high in the forum,
A living legend,

Fasten my sheepskin
By greasy waters
In a Scythian wind.

My wife and friends
Do what they can
On my behalf;

Though from Tiberius,
Whom God preserve,
I expect nothing.

But I don’t want
to die here
In the back of beyond

Among these morose
Dice-throwing Getes
And the dusts of Thrace.

No doubt, in time
To come, this huddle of 
Mud huts will be

A handsome city,
An important port, 
A popular resort

With an oil pipeline,
Martini terraces
And even a dignified

Statue of Ovid
Gazing out to sea
From the promenade;

But for the moment
It is merely a place
Where I have to be.

Six years now
Since my relegation
To this town

by the late Augustus,
The Halieutica,
However desultory,

gives me a sense
Of purpose,
However factitious;

but I think it’ s the birds
That please me most,
The cranes and pelicans.

I often sit in the dunes
Listening hard
To the uninhibited

Virtuosity of a lark
Serenading the sun
And meditate upon

The transience
Of earthly dominion,
The perfidy of princes.

Mediocrity, they say,
Consoles itself
With the reflection

That genius so often
Comes to a bad end.
The things adversity

Teaches us
About human nature
As the aphorisms strike home!

I know the simple life
would be right for me
If I were a simple man.

I have a real sense
Of the dumb spirit
In boulder and tree;

Skimming stones, I wince
With vicarious pain
As a slim quoit  goes in.

And the six-foot reeds
Of the delta, 
The pathos there!

Whenever they bend
And sigh in the wind
It is not merely Syrinx

Remembering Syrinx
But Syrinx keening
Her naked terror

Of the certain future,
She and her kind 
Being bulk-destined

For pulping machines
And the cording
Of motor-car tyres.

Pan is dead, and already
I feel an ancient
Unity leave the earth,

The bowl avoid my eye
As if ashamed
Of my failure to keep faith.

(It knows that I
Have exchanged belief
For documentation.)

The Muse is somewhere
Else, not here
By this frozen lake ---

Or, if here, then I am
Not poet enough
To make the connection.

Are we truly alone
With our physics  and myths,
The stars no more

Than glittering dust,
With no one there
To hear our choral odes?

If so, we can start
To ignore the silence
Of the infinite spaces

And concentrate instead
On the infinity
Under our very noses ---

The cry at the heart
Or the artichoke,
The gaiety of atoms.

Better to contemplate
The blank page
And leave it blank

Than modify
Its substance by
So much as a pen-stroke.

Woven of wood-nymphs,
It speaks volumes
No one will ever write.

I incline my head
To its candour
And weep for our exile.


Otros poemas de DEREK MAHON, aquí
Traducción: Adam Gai
Imagen: The Guardian

David McLoghlin

Café Derby, poesía irlandesa



Café Derby 




Al cruzar el oscuro paragüero de madera, chorreando
junto a la puerta, chica para chico, cuatro jovenzuelos
galantean serios con la madurez. Los chicos y su cabello,
fijado a lo torero, intensamente engominado;
a la francesa, las chicas revisten sus hombros
con jerséis pastel, y a la cintura otro.
Los atiende un camarero, calvo y retaco,
de menester quizá madurado desde mozo
en las tertulias de Valle Inclán. Hierático,
algo renco, viste una blanca chaquetilla sin cuello
abotonada hasta la garganta, parsimonioso.
Les lleva una bandeja a la mesa—denso,
de las américas, caliente chocolate negro,
infusiones en ánforas de alquimia, bullendo.



Antonio



Muchas noches merodeaba un músico
bajo el palacio del Obispo Xelmirez, bajo el arco
—la acústica tan buena que lo escuchabas
mucho antes de pasar el Obradoiro y subir las escaleras.
Sentado por la larga jornada, cuando se ponía de pie
andaba como con la pierna mal torcida.
No sabía su nombre.

10 años más tarde, descendíamos por Cervantes Lucía y yo,
Santiago tocándome la fibra de nuevo.
Él tocaba “Te Recuerdo, Amanda”
de Víctor Jara. “¡Claro!” le dijo a ella,
“¡Tú tocaste en el Modus Vivendi, en las noches de cantautores!
A las doce lo recogía su novia
con su Golden Retriever. Era universitaria,
10 años más joven. Y pensé entonces en las segundas oportunidades
mientras se marchaban, y en los días
de estudiante de Lucía, cuando decía “todas las ventanas
abiertas al ritmo de Pablo Milanés, Mercedes Sosa y Silvio,”
temas latinoamericanos de esperanza. Y tras la canción,
compañeros, Víctor Jara—y ella y yo
sin encontarnos en ningún bar del casco antiguo,
echando yo de menos estar en otro libro.

En Tarasca ponían a veces los temas de esperanza,
o más bien himnos rebeldes, e izaban la Ikurriña vasca
a la par de la estrella Cubana. Cuando pedí en castellano,
el velludo camarero me miró receloso
bajo fotos de prisioneros en blanco y negro,
amigos del hacha y la áspid—ecos de una iconografía
mural. Se volvió impasible, decidí no sacarme de la manga
a Irlanda. Pegado a mi codo, un parroquiano
llevaba el pasamontañas y el armalite sobre fondo
de la Tricolor: la camiseta inevitable.

Sonaba Víctor Jara en la gramola.
“Intenta tocar eso con la guitarra,”
le dirían los soldados entre risas en el estadio
de Santiago de Chile, al partirle la mano.
Víctor Jara les cantó desde el suelo.



Café Derby




Past the leaking umbrella bin of dark wood
by the door, girl facing boy, four teenagers
play seriously at adulthood. The boys’ hair
is bullfighter-gelled, deeply engominado;
French-style, each girl wears a pastel sweater
around her shoulders, another at the waist.
They are attended by a small bald waiter
who might have served as apprentice
at the tertulias of Valle Inclán. Hieratic,
a slight limp, the collarless white coat
buttoned to the neck, unhurrying
he carries a tray to their table—the dark
thick hot chocolate from the Americas,
the infusiones in alchemical jars, unfurling.



Antonio




Most nights there was a busker
in the arch under Bishop Xelmirez’s palace
—the acoustics so good you heard him
long before you came up the stairs from the Obradoiro.
He sat because of the long hours, and when he stood
he walked as if his leg had been turned the wrong way.
I didn’t know his name.

10 years later, Lucía and I were walking down from Cervantes
Santiago starting again for me.
He was playing “Te Recuerdo, Amanda”
by Víctor Jara. “¡Claro!” he said to her,
“you played at singer-songwriter nights at Modus Vivendi!”
At midnight his girlfriend collected him
with their Golden Retriever. She was a student,
10 years younger. As they walked away
I thought of second chances, and Lucía’s student
days when she said “every window was open
playing Pablo Milanés, Mercedes Sosa, and Silvio,”
Latin American hope songs. Behind the songs,
compañeros, Víctor Jara—and me and her
missing each other in every Old Town bar,
me missing being in a different book.

Tarasca sometimes played the hope songs,
more often rebel songs, flew the Basque Ikurrina
beside the Cuban star. When I ordered in Spanish
the bearded bartender looked at me askance
under black-and-white photos of prisoners,
friends of the axe and the asp—echoes of a mural
iconography. He turned stony, I wouldn’t play
the Irish card. Off my elbow, a local wore
the balaclava and the armalite, foregrounded
on the Tricolour: the easy t-shirt.

Víctor Jara was on the juxebox.
“Try playing that on the guitar,”
the soldiers mocked in the stadium
in Santiago de Chile, after they broke his hands.
Víctor Jara sang back at them from the ground


DAVID MCLOUGHLIN (1972, Dublin, Irlanda)
Traducción: Germán Asensio Peral
Fuente: Estudios irlandeses
Imagen: Coldfront

Pearse Hutchinson


Distorsiones     












Qué sorpresa te llevaste — 


mientras envejecías y usabas 


tan tranquilamente a sexagenarios 


como si fuesen espejos 


que en realidad no distorsionan 


sino que son simplemente proféticos


y tanto más confiables


que el vidrio del baño


que recibe el sol de la mañana


o el del vestíbulo


que no lo recibe jamás —


Qué sorpresa te llevaste


cuando un confiable espejo, que se sabía 60 y no 40


de modo que no te necesitaba a ti


como espejo, pensó que eras carne


y no vidrio, humano y no mineral


y por tanto irrompible, 



y sin verse a sí mismo


como espejo,


a tu extravagante manera de ver las cosas


comenzó a tratarte


como un juguete, como a un hermano,


y aunque tú eras carne y no vidrio,


te rompiste, y sangraste,


no arena, tampoco calcio


tampoco pálido plomo rojo—


de modo que, cuán grande fue


tu sorpresa, al rearmarte sobre


el pavimento, carne y no vidrio


al observar cómo su erguida nuca


se desviaba, con calma,


como si jamás se hubiese visto


reflejado en una flor, en un niño,


o en otro anciano. 









Distortions 











What a surprise you got —


ageing yourself and using


sexagenarians calmly as mirror


s not really distorting


but merely prophetic


and so much more reliable


than the glass in the bathroom


that gets the sun in the morning


or the one in the hall


that never gets any at all —


What a surprise you got


when one reliable mirror,


who knew himself 60 not 40


so could not need you as a mirror,


thought you were flesh not glass


human not mineral and therefore unbreakable, 




and not recognizing


himself as a mirror


in your extravagant sense


proceeded to treat you


like a toy, like a brother


and though you were flesh not glass


you broke, and bled,


not sand or calcium either


nor dull red lead —


so how surprised you felt


assembling yourself on the pavement


flesh not glass


watching his creased nape


moving away, calmly,


as if it had never seen


itself in a flower, a child,


or another old man. 


















PEARSE HUTCHINSON


(1927, Glascow, Escocia / 2012, Ratghar, Irlanda)



Traducción: Jorge Sagastume



Imagen: Portraidi/ Foto de Bill Doyle







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