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José Watanabe


El pan



Perdonen que lo diga sin pudor,
pero mi madre y yo vivíamos en un pueblo
                                         de hambrunas.

Las carencias
nos llevaban a todos a una especie de inocencia,
                                     a un vivir
en el centro puro de nosotros mismos.
Así es cuando ya no queda nada, salvo
la postura orgullosa de mi madre
                                    que dormía como saciada.

cada cierto tiempo pasaban profetas
que repetían monsergas en nombre de un dios
                                   prometedor, pero cruel.
Ninguno trajo lluvia sobre los campos yermos
                   ni hizo el milagro de una simple lechuga.

Una tarde se asomó a nuestra puerta
un extranjero de mirada llameante, otro agorero,
pero no supimos quién ardía en él, si su dios
                                         o su demonio.
Dijo llamarse Elías y tenía tanta hambre como nosotros.
              Se quedó mirando a mi madre
que en la artesa mezclaba un puñado de harina Santa Rosa
              con una cucharada de manteca sin nombre
Estoy haciendo un pan para mi hijo y yo. Lo comeremos
y después, con la dignidad de los pobres satisfechos,
nos moriremos de hambre, dijo mi madre
                                          en Reyes 17:12

Otros poemas de JOSÉ WATANABEaquí
De: "La piedra alada", Bajo La Luna, 2009
Imagen: www.emaze.com


José Watanabe: En el cauce del río seco...


Fábula



En el cauce del río seco
una espigada yegua orina sobre un sapo agradecido.
Yo, que voy de paso, sonrío y recuerdo
             una antigua ley de compensaciones
de la magia: más feo el sapo
más bello y deslumbrante el príncipe.

Ay, pero la abundante orina de la yegua no es amor
Y, aunque amorosamente regada,
              no rompe los hechizos más

perversos: es
sólo un poco de agua ácida en esta sequedad solar

La yegua se aleja trotando aliviada, moviendo
las ancas
como una muchacha. Yo voy por los espinos resecos
recordando al sapo:
               el pobre no tenía encantamiento
y se quedó solo
y soportando su fealdad inmutable
                                      y ahora
meada


Vivero



La luz del sol atraviesa las cañas de la ramada
y cae moteada
                 sobre los helechos muertos.

Más allá la luz es atmósfera. Aquí
                 ss una lluvia de círculos
intensos que
se hunden como
el humus y las plantas pútridas.

                  Amo esta luz
porque es el albor enterrado y fértil
que tiene toda serena corrupción.


Otros poemas de JOSÉ WATANABEaquí
Imagen:http://www.discovernikkei.org/



José Watanabe

José Watanabe


El árbol

                                                              Para Alicia y Lucho Delboy



En el bosque que bordea la carretera
un árbol ha desenterrado una de sus poderosas raíces
                 para abrazar una peña blanca.
La tierra no le fue suficiente:
                       la raíz es una extremidad
donde el árbol se apoya para subir aún más alto.

No conozco el nombre del árbol
pero sus largas ramas caen lacias y rápidas
              como una cascada 
                        sobre la peña.

Como te lo digo: para el lenguaje
subir y bajar son dos conceptos enfrentados,
                     y nunca se funden.

Mejor ven a la carretera,
la mismidad del doble movimiento del árbol
sólo se resolverá limpiamente en nuestros ojos.



En las aguas termales



Las aguas termales afloran
entre bocanadas de vapor blanco y denso.
             Cuando se disipa
deja ver las piedras que rodean la fuente, caprichosas
formas erosionadas por el agua hirviente
        que sólo se muestran un  instante
                            y luego
como un grupo de seres extraños
             vuelven
a su territorio brumoso.

El agua desciende burbujeando hacia los baños,
se entibia en canales y pozas
donde ancianos adormecidos y tullidos
                     sueñan un nuevo vigor.

Aquí arriba, en la fuente,
yo vivo otro engaño: los vapores
me permiten entrever la silueta de una mujer,
no bíblica
      sino de bien moldeado culo (ay nostalgia),
                  pero ya se desvanece
entre el humo y mi doliente memoria.


JOSÉ WATANABE (1945, Trujillo / 2007, Lima, Perú)
De: "La piedra alada", Bajo la luna, 2009
Otros poemas de JOSÉ WATANABEaquí

José Watanabe: El ciervo es mi sueño más recurrente.


José WatanabeJosé Watanabe | El ciervo



El ciervo es mi sueño más recurrente.
Siendo animal de manada aparece mirándome con alzada
y orgullo
de hombre solo.
A media distancia pasta en un espacio pequeño, y alrededor
todo petrificado, ningún cuerpo
de carne
que se le compare.
El ciervo se mueve como articulado por fuertes elásticos
internos
que convergen en un poderoso órgano desconocido y central.
De allí su caminar gracioso
que disimula su enorme fuerza
elástica, su potencial
de vuelo.
Imaginemos la eventualidad de un cazador y de un certero disparo,
ya el ciervo está desarrollando su instantáneo salto
en el cielo.
La jauría sólo llegará a su primera sangre, a la sorprendida,
y luego no lamerá
ninguna
porque en el ascenso
el ciervo curará su herida
con simple
saliva.
Y aterrizado y salvo aparecerá otra noche en mi sueño.
de hipocondriaco
Mi miedo volverá a cubrirlo de atributos
de inmortal y así mirándolo
yo mismo me miro
pero sólo en mi sueño
porque la voz de mi vigilia no entra allí, y el ciervo
nunca oye
mi cólera:
No eres de vuelo y vivirás en el suelo, mordido
por los perros.


JOSÉ WATANABE (1945 / 2007, Trujillo / Lima, Perú)
De: "Elogio del refrenamiento", Editorial Renacimiento, 2003
Imagen: adondevamos.pe
Enlaces: DramaTeatro, revista digital: entrevista a José Watanabe

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