IV
Llevo no sé cuánto insomnio
rezándole al techo
yo
la sin fe
la sin garbo
como nunca en plegaria
que el ojo de dios (si es que existe)
perfore la mampostería
y sea otra vez de nosotros
el lugar tibio
Éramos cachorros vehementes
jugando a ignorar
la escasez de origen
Todo el resto
era urgencia
no había qué comer
ni con qué pagarlo
igualito que ahora
pero ahora además
lo precario
hizo nido en mi escritura
Cuando quiero dejarte por escrito
nada es
como lo recuerda mi cuero
Estoy convencida:
envejecer es ir perdiendo
poco a poco
esa indolencia propia de los felinos
ese ir y venir
de lengua en lengua
buscando calor
alguna pelea
la sangre que esconde la luna
Llega un momento
en que a lo único a lo que podemos aferrarnos
es a ese gesto imperceptible
que nos hace arrastrar por la casa
rozar cada mueble
cada adorno
para ver si así
en sacrificio
recuperamos el rumor de esa tarde
en que abriéndose paso entre la mugre
alguien más
nos dio de beber
la fatalidad de su lujuria
NUNCA supe traducir lo que dicen mis uñas
cuando hundidas en la gomaespuma de la noche
abren al lenguaje como a un fruto podrido
y me dan a beber
una solemnidad que me marea
un cierto sopor
el duelo
un loop monocorde:
una
y otra
y otra vez
mi madre
dándome leche
en el descanso de sus sueños de operaria
La plusvalía es una trampa – dice bajito -
como el amor
o la poesía
Una no puede evitar ser el conejo
que corre detrás de la zanahoria
pero también, mi chiquita
no hay cuero que aguante
no llegar a tocar nunca
el borde afilado de lo que se desea
La cría que alguna vez fui
la mira con terror
o indignada
¿Cómo puede ser
que no sepas cantar
canciones de cuna más luminosas?
decir: “mirá mi amor,
aquello
es el horizonte
del otro lado
también hay mundo”
No pudiste
ya no importa
Lo imposible en la lengua de la madre
es un hongo
que se disemina en las branquias
de la hija cuando escribe
Hay que tener
otra clase de escamas
otra clase de idioma
para atreverse a la intemperie
El dialecto que me legaste
apenas si alcanza
para boicotear
de vez en cuando
a la tristeza
No es suficiente talismán
para llegar hasta la boca del otro
Yo no sé
cómo es que finalmente
me pongo de pie todas las mañanas
abrazada como estoy
al recuerdo de tu murmullo derrotado
Yo no sé
de la caricia
esa parte de la belleza
sepultada por lo urgente del hambre
No sé
si lo que hago para subsistir
tiene que ver con la escritura
o a la inversa
si escribo
para que un rayo alumbre el monte
y deje de ser el campo de tiro
donde los hombres descargan su ira
Pero si dejo de escribir
es decir
si renuncio a ser una extraña entre las de mi especie
en tu lápida crecerá un musgo inaudito
que tapará para siempre tu nombre.
En “Doméstica, o el libro de las costumbre” (inédito)
Enlaces: Carruaje de pájaros | El ganso negro | Emma Gunst
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