Marzo
La tarde estrecha relámpagos
y el sendero se corrompe
por el barro oscuro, impenetrable.
Nadie detiene la agonía
de la ausencia de los muertos.
Toda la calma es un cansancio sin fin,
una lenta caricia
prolongada en el tiempo.
La tierra repiquetea, imperceptiblemente,
al compás del otoño que inicia.
Natural
En estos caminos
todo es silencio, mi señora.
Ese sonido que usted oye
son las voces agudas
de las catas en los algarrobos.
Eso también es el amor, lo natural,
como una pequeña vertiente del cerro.
Así corre el sonido de los pastizales.
El viento, de noche, adelgaza
el silbido de las almas en pena,
pero eso también debe ser natural,
como el sonido, o como la muerte.
El amor también es silencio,
aunque a veces cantemos juntos,
como amantes, y movamos el sueño del río.
El silencio no calla las cosas de su interior,
en eso somos idénticos,
pero mantenemos las bocas bien cerradas,
por las dudas.
Aquí todo parece silencio,
hasta la luz de un nuevo día,
aunque nada sea como es,
y aunque todo parezca natural
la carne que tiembla
últimamente soy el muerto que viaja
hacia la muerte en motocicleta
dos ruedas de aire
y sin casco protector
soy el suicidio
esa forma de decir no me importa
ruge el viento arriba de un arma
revienta la carne que tiembla
como un globo
soy los ojos
que ven venir a la muerte
y no pueden evitar
ese abrazo
ANÍBAL COSTILLA (1980, El Mojón, Santiago del Estero, Argentina)
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