Alejandro Carrizo | El poeta ocasional

Alejandro Carrizo


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ars poetica I



algunos periodistas me preguntan sobre mis antecedentes
en la literatura y no tengo respuesta razonable, mi padre
y mi madre no pasaron el segundo grado de la primaria,
en mi casa no había muchos libros, no teníamos amigos
intelectuales y el pueblo siempre fue bastante chato
pero
si pienso bien, todo se lo debo a “la loca leila”,
esa bella mujer salía todas las noches a caminar
por las calles del pueblo vestida como para una fiesta:
polleras cortas, ojos bien pintados y tacos altos,
una y otra vez recorría las pequeñas calles (nunca
miraba a nadie; miraba lejos y hacia arriba –y pasaba.
en el lenguaje que no se dice era una puta una loca
una trastornada (los hombres –incluido el cura
la deseaban y las mujeres la envidiaban, claro,
pero sobre todo le tenían miedo, entonces, con
sacrosanta piedad la perdonaban / yo también la miraba
en silencio y con ojos de niño (pero un día entendí:
leila hablaba con las estrellas, y les ofrecía su cuerpo
para que derramasen la luz en su piel. era libre
(y eso no es fácil para
los ojos de una sociedad correctamente correcta
bueno, me dije,
alguien tiene que dejar registro
espejo selvático de las acelgas
(qué largo este verso
me digo (jorge levanta una ceja y me cuenta de
“cantinas enfermas de sombras” en la araucanía
y de “viejas casas envueltas en mortajas de
bruma” (¿hay otro sabor más exquisito? pienso.
y a coro vociferamos
“agua de luz volcada de la copa del silencio”
cuando llegamos a las aromáticas es como ver
la enagua en las piernas del deseo.
luego volvemos despacio hacia el puente
en fin, días así
de dar de comer a la poesía


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sé que te gusta
quedarte desnuda sobre mi pecho
mirando por la ventana las luces
anaranjadas del puente
escuchando
la lejana musiquita
que sube desde el caserío
yo fumo
dibujo trenes con el humo
y pienso:
              puto mundo
              puta muerte
              acá tienen su merecido



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me gustan los sábados de feria en la terminal:
busco a jorge teillier y vamos a mirar manos (a
alimentarnos de esa ternura
olor a comino y a rumor y a sexo escondido
entre las papas milenarias y la soberbia de los
pimientos y el api morado (manos que
descuidadas suben al cielo negro del pelo y
cuelgan un pendón detrás de la oreja para que
aparezca la niña tímida de una sonrisa en el
espejo selvático de las acelgas
(qué largo este verso
me digo (jorge levanta una ceja y me cuenta de
“cantinas enfermas de sombras” en la araucanía
y de “viejas casas envueltas en mortajas de
bruma” (¿hay otro sabor más exquisito? pienso.
y a coro vociferamos
“agua de luz volcada de la copa del silencio”
cuando llegamos a las aromáticas es como ver
la enagua en las piernas del deseo.
luego volvemos despacio hacia el puente
en fin, días así
de dar de comer a la poesía


ALEJANDRO CARRIZO (1959, Ledesma, Provincia de Jujuy, Argentina)
De: "Tocata y fuga", Cuadernos del Duende. 2010
Imagen: El Tribuno

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