Flores
a Sonia Scarabelli
Es cierto: hay flores
que prefieren abrirse sobre aguas oscuras
los pensamientos
también son flores
de algún modo soy el tallo
que alguien arrancó
sin miedo
arrastrado
por el río de la culpa
y cuando las hojas
lleguen a la orilla
digo, cuando el barro
las devuelva a su primera forma
no sé en qué lugar
estaré
y si así no fuera
si el barro
si las hojas
no se encontraran
en lo real
sino aquí
donde confundimos
agujeros con faltas
al unísono
con el canto de las chicharras
tampoco sé
lo que sucederá
con los lirios
y los ojos
maravillados
por el resplandor de los peces,
mi padre todavía lleva una tacuara
en su corazón
silbando, yéndose
en el viento
y qué de los errores del paisaje
reunidos
en la palma de tu mano
si aún desordenados
te recuerdan
una tarde familiar
donde las risas parecen extenderse
por todas partes
hasta que como un remanente
de vaya uno a saber qué
la circunferencia
de la alegría regresa
sin darnos cuenta
decía: hay flores
que prefieren abrirse
sobre aguas oscuras
pero hay otras
que buscan
no el contacto del aire
sino los claros
de la luz.
Otra forma de decir árbolAntes confiaba en el aprendizaje
de los árboles, dije álamo, dije alerce, dije acacia
y así, nada que tenga sentido
puede prescindir de un nombre,
de mí se dirá: fuiste el barro
arrojado al vacío
y fuiste el vacío,
estuviste solo, fruto
de la nada, arraigado en el humus
como la lluvia,
¿vamos a dudar de aquello
que nos contaron? ¿de la narración
de las hojas muertas,
de la materia donde anudaste
el canto de los pájaros?
¿fuiste acaso el pájaro indiferente
que requiere otro cuidado?
¿o fuiste la soga para retener al pájaro
roto por dentro en la trampa
del presente? ¿quién
recuerda el filo
y quién recuerda la herida
cuando no quiere otra cosa
más que esclarecer el olvido?
¿te aprendiste la fábula
de los que partieron?
¿podemos amar aquello
que no tuvimos,
si es cierto que todo al final
se enciende?
Lo tuyo fue, y lo tuyo será,
recordar el mínimo efecto de la claridad
la voz del relámpago
con sus raíces a la intemperie,
y que no hay nada romántico
en lo que se precipita
a la primera luz del día.
En el interior de mi árbol
dejé un anillo
y en el interior del anillo
dejé un collar de oro
en esta formación de la lírica
como los racimos
y los frutales de los árboles
que todavía en la oscuridad
te alumbran
como si te hubiese tocado un rayo
o como si hubieses sido el rayo
antes que el ángulo de la sombra
creciendo desde la oscuridad
brotando desde la nada,
esta otra manera de decir
soy yo el contorno de las hojas
cuando arden, el árbol perfecto,
mudo, incandescente, labrado
en el aprendizaje inverso
de lo que es irreparable
y que aun así puede desatar un pájaro
de sus ramas
y que aun incompleto
puede reparar
cualquier daño anterior
perdurable como los milagros.
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