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Marcelo Díaz: El pensamiento regresaría después de varios movimientos concéntricos

Música   




No sé por qué pienso en la trayectoria de un cometa 
la misma representación; 
hace unas horas mi mente se detuvo: sería su trayectoria 
a punto de completar su recorrido. 
¿Te preguntaste qué te dirías 
a vos misma si pudieras observarte a miles de kilómetros 
de distancia? O mejor: miles de años luz 
a la velocidad de las estrellas  -qué te dirías- 
¿Te reconciliaste con el mundo? 
¿Cómo se te ocurrió vaciarte así 
de todo cuidado? ¿De toda formación sensible? 
¿Te reconciliaste al final 
con la experiencia sentimental?
¿De quién era la voz que decía:
vamos a permanecer lejos
para encontrarnos en el futuro?
¿Por más que en el porvenir
nuestra esperanza sea del tamaño del corazón
de una manzana
el núcleo invisible de un agujero negro?.
¿En qué te vas a convertir?
Yo haré de mi propio invierno
un fuego demorado
para que más adelante la llama
te toque  en otra vida con la precisión de la luz
cuando en su alumbramiento
atraviesa el espacio y enciende algo parecido a tu voz
pero que no es tu voz sino el eco relegado
en la sombra del universo
lo más parecido a la música de mis sueños
donde lo único que se ilumina es el silencio
¿Lo escuchaste? Vos te vas y regresa
yo parto y vuelve. ¿Se escucha?
Acá voy, acá vas, el efecto de un boomerang
justo en el momento en que la mente se apaga
el pensamiento regresaría
después de varios movimientos concéntricos
la misma idea, la trayectoria del cometa,
una manera de decir, seré como vos
serás como yo,  y el día
en que la circunferencia del astro
nos queme ni siquiera lo ardido
nos sobrevivirá

Marcelo DíazOtros poemas de MARCELO DÍAZaquí

Marcelo Díaz: La lluvia antes de la lluvia


No puedo contar estrellas    
al infinito 
pero sí puedo repasar 
el diagrama sentimental 
en el que descansan 
nuestras voces y que aparece 
cada vez que pienso 
en cuanto quisiera 
perderme en el brillo de las flores 

-cómo pudo encontrarme tu corazón-

¿Quién advierte la hoja agitándose en solitario ?
si agitándose en el vacío
hasta la soledad se desintegra como si fuera
el día anterior al último día
y lo supiéramos
al igual que esos insectos
que anuncian la lluvia antes de que la lluvia
anillada en el mismo sentimiento
que los une los separe, digo,
entonces por qué (no) nos retiramos de la vida
¿por qué volver a caer?
¿cuántas cosas guardaste en tu memoria?

¿fantaseaste con no regresar nunca
con arder en la lluvia, apagarte en la soledad de un jardín de provincia
salpicado de lavanda?

Todos tenemos una proyección mental
multiplicando la ausencia
en la mía somos millones
de luciérnagas
convertidas en luz
y más adelante convertidas en sombra y así

por más que no te asuste la ausencia
en algunos es más lírica
que en otros
y la mía es una llamarada
formando un espiral de oscuridad
que termina con tu nombre


Marcelo Díaz
Otros poemas de MARCELO DÍAZaquí



Marcelo Díaz lee a Irene Gruss



El mundo incompleto  



El reverso del mundo plagado de

margaritas
ondulantes, iluminadas. 
El mundo, tal como es, 
difícilmente pueda completar
la llegada a las
ondulantes margaritas. 
¿Quién necesita esas flores
quién se queda en describirlas
tal como están, allá lejos,
quién sabe cómo son esas flores?
¿Y si no son margaritas?
¿Si no se llega
si no se completa el mundo? 

a mi hijo


Irene Gruss (1949, Buenos Aires, Argentina)

Marcelo D.Díaz 1981. Licenciado en Letras. Premio Bienal Arte Joven Universidad Nacional del Litoral. Publicó el libro de poemas “La sombrilla de Wittgenstein” (Cartografías. 2007 Reeditado en el año 2013 por Colectivo Semilla. Bahía Blanca). En el año 2011 publicó el libro “Newton y yo” (editorial Nudista). En el 2014 “El fin del realismo” (Viajero insomne). Y en 2012 publicó el ensayo “La máquina de enunciación K” con editorial EDUVIM. Participó en la antología de jóvenes narradores “Es lo que hay” llevada a cabo por Lilia Lardone en el año 2009 y de la antología “Penúltimos: 33 poetas de Argentina (1965-1985)” selección a cargo de Ezequiel Zaidenwerg (UNAM.2014). Y en el año 2015 editó junto con Patricio Foglia el libro “Los fuegos de Orc: antología de poesía y ciencia ficción argentina” disponible en línea en:

Textos suyos aparecen en las revistas ADN, Veintitrés, No-retornable, Indie Hoy y .
Enlaces relacionados con Marcelo Díaz:

Marcelo Díaz: Una ráfaga retornando una y otra vez

Marcelo Díaz


Whiplash    




La música ejerce una resistencia en la velocidad del sonido 
no importa que no lo sientas por más que así lo desees. 
Te diría que se trata de una barrera 
ordenando los movimientos, las notas.  
Imagina que alguien te llama por tu nombre 
imagina que la persona que te llama y vos 
están discutiendo como si uno de ustedes
fuese un animal a punto de ser domesticado
y el otro su entrenador inmóvil
silbando en forma exagerada.
Alguien arroja un cigarrillo con la esperanza
de que se apague su débil resplandor
al tocar la tierra: ¿no ocurre lo mismo
con la fuerza interna que resuena
en tu voz esperando que se apague el mundo
en los límites del silencio?
En una oportunidad escribiste:
“ si el sonido fuese un signo
como la luz de un relámpago
o una ráfaga retornando una y otra vez
en el momento de la pérdida
entonces me quedaría a escuchar el estallido
de la oscuridad pero es un ruido
como de colmena expandiéndose
hacia el aire libre que desborda”



Otros poemas de MARCELO DÍAZ, aquí

Imagen: Facebook

Marcelo Díaz


Quería hablar del aprendizaje de los sueños




entonces me acordé de tu voz
acompañada
por un espiral de sombra
haciendo algo parecido
a lo que hacen los pájaros
o lo peces
cuando nadan juntos
uno al lado del otro
como si no importara
la forma ni el contenido
así sea de día
o de noche
hasta dar con el principio de la claridad
donde se anuda la pérdida
y la memoria de la pérdida;
si me muero
quién hablará de las astillas
quién hablará
de la imagen mental de nuestro árbol
si puede acaso una hoja
-ahora en lugar de tu voz-
por cada instante recuperado
provocar una calma
parecida
a la de habernos perdido
en este mundo


Otros poemas de MARCELO DÍAZ, aquí

Marcelo Díaz: Es cierto: hay flores.





Flores   

a Sonia Scarabelli
 

Es cierto: hay flores 
que prefieren abrirse sobre aguas oscuras 
los pensamientos 
también son flores 
de algún modo soy el tallo 
que alguien arrancó 
sin miedo
arrastrado
por el río de la culpa
y cuando las hojas
lleguen a la orilla
digo, cuando el barro
las devuelva a su primera forma
no sé en qué lugar
estaré
y si así no fuera
si el barro
si las hojas
no se encontraran
en lo real
sino aquí
donde confundimos
agujeros con faltas
al unísono
con el canto de las chicharras
tampoco sé
lo que sucederá
con los lirios
y los ojos
maravillados
por el resplandor de los peces,
mi padre todavía lleva una tacuara
en su corazón
silbando, yéndose
en el viento
y qué de los errores del paisaje
reunidos
en la palma de tu mano
si aún desordenados
te recuerdan
una tarde familiar
donde las risas parecen extenderse
por todas partes
hasta que como un remanente
de vaya uno a saber qué
la circunferencia
de la alegría regresa
sin darnos cuenta
decía: hay flores
que prefieren abrirse
sobre aguas oscuras
pero hay otras
que buscan
no el contacto del aire
sino los claros
de la luz.



Otra forma de decir árbol



Antes confiaba en el aprendizaje
de los árboles, dije álamo, dije alerce, dije acacia
y así, nada que tenga sentido
puede prescindir de un nombre,
de mí se dirá: fuiste el barro
arrojado al vacío
y fuiste el vacío,
estuviste solo, fruto
de la nada, arraigado en el humus
como la lluvia,
¿vamos a dudar de aquello
que nos contaron? ¿de la narración
de las hojas muertas,
de la materia donde anudaste
el canto de los pájaros?
¿fuiste acaso el pájaro indiferente
que requiere otro cuidado?
¿o fuiste la soga para retener al pájaro
roto por dentro en la trampa
del presente? ¿quién
recuerda el filo
y quién recuerda la herida
cuando no quiere otra cosa
más que esclarecer el olvido?
¿te aprendiste la fábula
de los que partieron?
¿podemos amar aquello
que no tuvimos,
si es cierto que todo al final
se enciende?
Lo tuyo fue, y lo tuyo será,
recordar el mínimo efecto de la claridad
la voz del relámpago
con sus raíces a la intemperie,
y que no hay nada romántico
en lo que se precipita
a la primera luz del día.
En el interior de mi árbol
dejé un anillo
y en el interior del anillo
dejé un collar de oro
en esta formación de la lírica
como los racimos
y los frutales de los árboles
que todavía en la oscuridad
te alumbran
como si te hubiese tocado un rayo
o como si hubieses sido el rayo
antes que el ángulo de la sombra
creciendo desde la oscuridad
brotando desde la nada,
esta otra manera de decir
soy yo el contorno de las hojas
cuando arden, el árbol perfecto,
mudo, incandescente, labrado
en el aprendizaje inverso
de lo que es irreparable
y que aun así puede desatar un pájaro
de sus ramas
y que aun incompleto
puede reparar
cualquier daño anterior
perdurable como los milagros.


Otros poemas de MARCELO DÍAZ, aquí

Marcelo Díaz: La llegada de la felicidad


Allegro  




No sé por qué pienso en nubes con formas de animales 
aquella –por ejemplo--es un oso polar  
debajo suyo dibujo un pez 
en el aprendizaje celeste  
de cerca parece decir: 
“yo que tenía la felicidad del frío 
ahora descanso en la nieve 
yo que temía la separación del mundo 
ahora soy la idea de un cuento de hadas 
y esto será extraordinario” 
Por qué alejarnos del día 
cuando creemos en la llegada de la felicidad  
si lo que creíste irreparable se reparó. 
¿Será cierto que todos los poetas del mundo 
escribimos una y otra vez 
el mismo poema? ¿Quién te lo dijo?
¿El pez? ¿El oso polar? ¿La grafía invisible de las nubes?
Entonces había una historia
dicen que para salvarnos
tendríamos que hacer
como los mamíferos del ártico 
la prueba existencial consiste en recuperar la canción
la acústica de la alegría 
los versos más sentimentales
y bajo el círculo de la esperanza decir
cada uno debería ser amado
al margen de los demás. Y así será.

Otros poemas de MARCELO DÍAZ, aquí
Imagen en Eterna Cadencia

Marcelo Díaz: Cowboys




Por la noche revisas
necrológicas
de repente te preguntás
cómo será cuando aparezca yo
como en esas películas de cowboys
en las que un cuerpo 
termina desnudo en una bañera sucia,
pensás en un western
vos y yo representados
por un cardo 
rodando al infinito
¿alguien tendrá deseos
de pensar en vos
y en mí, no en otra vida,
sino en esta?
nos iremos degradando, 
es lo que ocurre
con las ramas de los árboles 
durante el mediodía
juntas, secándose; 
podría contarte más
si el corazón no fuera
el auricular negro 
que arrojaste al extremo silencio
con la esperanza
de que algún eco
te devuelva la fuerza
para reparar el vacío.


Otros poemas de MARCELO DÍAZ, aquí

Marcelo Díaz



Monólogo de Donnie Darko




En algún punto del jardín descansa un motor diesel.
Yo no era nadie en el universo
pero dibujaba accidentes aéreos.
Esa era mi particular manera de estar integrado
a la vida de los aeropuertos
hasta que leí el texto sobre una dimensión invertida
que cambia o duplica las historias personales
escrito por un hombre disfrazado de conejo.
Viajar por el tiempo es una tarea abstracta
como imaginar una antena portátil
dentro de la bóveda celeste o calcular la trayectoria
de la turbina de un avión cayendo al abismo.
Quizás existió un proyecto distinto para mí
entre las diferentes opciones de la oscuridad.
Temprano pasaré de ser el fogonazo
de una bengala a la última grabación de una caja negra.



Catamarán



Fotograma: hombre con sombrero de mimbre
entrena a su pájaro en una balsa de bambú.
Es la doctrina del aire ¿Soñará con un bosque
una cúpula invertida en un espejo de pinos?
Tras el ataque el pescador recoge los peces
en un recipiente de paja. De otro modo
si desata el hilo de su garganta el ave
partirá lejos enfocada en el mapa de ruta
de las migraciones transcontinentales.     
En condiciones seguras será como un arqueólogo.
Excavará el terreno, anidará en su propio islote
alejado del gráfico elemental de los ríos
pero en el fondo sabe, como lo saben
todos los pájaros acuáticos, que el método
es inalterable, lo mismo que sucede con
la ingeniería de las represas o el movimiento
de sable de un samurai. De repente
te extraño ¿Serás el pescador en la corriente
sosteniéndose con una soga en la mano?
Pronto una nube negra, liviana como
una alfombra voladora, estará aquí
y recorrerá tu interior como un collar
un regalo que alguien echó de menos.

a Tom Maver


Invierno



Manejabas en la noche y chocaste un ciervo.
Encendimos las linternas, no encontramos a nadie.
Éramos animales solitarios que
se extendían por el territorio como
la sombra de una mancha solar. La aceleración del motor
idéntica a la de las nubes del horizonte.
De haber tenido un perro rastreador
hubiese sido diferente. Existen espacios en blanco
que ni la fuerza de gravedad puede enmendar.
¿Dormiremos en el pico de los árboles
donde descansa nuestro auto
y nos desintegraremos con los campos
concentrados en la calma de los pájaros?
Lo más probable es que sin luz
perdamos la transparencia. Este accidente
no puede ser sino pieza de una maquinaria
con la misión precisa de fabricar olvido.
Aprendemos a cuidarnos
de los ángulos de la pérdida
como de la oscuridad que dejamos atrás
después de la onda expansiva.
En las rutas del futuro no existirán animales
que se eleven por el asfalto ni tampoco
seres como nosotros dispersos por el aire
como una llamarada
moviéndonos en la dirección del invierno.



El cielo sobre Berlín



Los álamos de la casa forman una puerta por
la que desciende mi vecina. La niña baja
del remolque en bicicleta como si llevara
un trapecista en el canasto. Le duele la garganta,
los músculos de la ciudad tienden canales
donde se arremolina el humo de las fábricas.
En la cafetería alguien afirma que el norte es
más frío que el sur, que la mayoría de las personas
son aburridas porque así son las calles, las plazas,
los departamentos que habitamos. Los viejos,
con sus asuntos domésticos anuncian el milagro
la fisura en los bloques de cemento. Recuerdo
que regresabas de Ratisbona en un vehículo
con techo corredizo, una neblina compacta como
el débil resplandor de un túnel subterráneo,
cómo se dice, de una pista de hielo variable
como la condición cardíaca del suicida
que abandona su coche a mitad del puente sobre
el río en un día soleado. Buscando romper el
récord de los corredores de largas distancias
sin desplazarme de mi posición actual
cada vez que la bicicleta parte hacia la autopista
pienso en cómo saludarnos cuando el tráfico
desaparezca por esa puertita arbolada.
Tejeremos una red elástica como una telaraña
en la superficie áspera de las paredes. En fin
no somos la luz, tampoco el mensaje.
Dependemos de las cosas que desaparecen.


Otros poemas de MARCELO DÍAZaquí

Fuente: "El fin del realismo", Viajero insomne Editora, 2015
Imagen: Facebook de MD

Marcelo Díaz: Para el ojo del astrónomo...






Satélites







Para el ojo del astrónomo

somos pequeñas gotas que caen en la


tierra desde un cielo ladeado en sus


extremos.Y para el ojo de los seres queridos

brillan los paneles de los satélites.

No sé explicarlo: es un candado de luz

ahogando la materia oscura.






Newton y yo








La manzana que cayó
durante la siesta de Newton

descansa en mis manos

como un agujero negro hambriento de


sentidos.

La muerte de los cometas cabe en su


núcleo.

Escribo el poema

con lo que tarda un rayo de luz

en aparecer en el mundo.

Newton sabía que los árboles

trabajan a la inversa de la


gravedad,

lo leyó debajo de sus píes:

en cada hombre, comprimida,

hay una descarga universal

del tamaño de un planeta.




De: "Newton y yo", Editorial Nudista, 2011



MARCELO DANIEL DÍAZ nació en 1981. Vive en Río Cuarto, Provincia de Córdoba, Argentina. Es profesor y Licenciado en Letras egresado de la Universidad Nacional de esa ciudad,  colabora con la cátedra "Análisis del discurso". Participó en la antología “Es lo que hay”. Ese mismo año publicó el libro de poemas “La sombrilla de Wittgenstein” y un conjunto de relatos que se llamó “Los límites de Tlön” (Ambos premiados en el concurso provincial de Editorial Cartografías). En 2010 participó de las residencias literarias del Centro de Arte Contemporáneo de Córdoba a cargo de Silvio Mattoni, María Teresa Andruetto y Alejo Carbonell. En 2011 publicó el libro de poemas “Newton y yo” con Editorial Nudista. Y hace unos meses publicó el texto de lingüística “La palabra y la acción: la máquina de enunciación K” con el sello de EDUVIM. Integra el consejo editorial de la revista de estudios literarios Borradores de la Universidad Nacional de Río IV y  ha colaborado con reseñas y textos críticos en No retornable, La guacha  y El lince miope.






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