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Marcelo Fagiano



Del big bang al big crush    



Es mentira que el universo 
expande sus costillas hacia Orión 
todo se reduce en los rincones del olvido 
añora la inmensidad de aquellos paisajes: 
me he quedado solo 
como aquella vez 
cuando te buscaba en el mundo. 



Nudos ciegos    




Ahora que me voy por un rato 
o tal vez para siempre 
pasan pensamientos como dardos maduros
a clavarse en mi cuerpo
tiro al blanco sobre el corcho del recuerdo
golpes secos en las costillas de otro cielo.
Ahora que no estaré en las ceremonias nocturnas
desenredando esta madeja de pelo negro
detenida en la ráfaga de tu pecho.
Ahora que el paraíso es corroído
por las astillas del desamparo
las costumbres
de los nudos ciegos y las palabras
que callaron o gritaron el amor.
Ahora que la resaca de la pasión
devora cada noche
los abrazos y los pétalos
de un ramillete de eternos besos
ahora
es una palabra que duele en esta boca
por un rato o tal vez para siempre.



Forastero




Sintió curiosidad por los estruendos
pánico por las cañitas voladoras
que perforaban la noche.
Le fue difícil comprender
la alegría el festejo
quién sabe de qué
con tanta pólvora
olor a guerra hueca -se dijo-.
Tripas rellenas de comida y alcohol
en envases descartables
creados por un dios
que cultivaba seguramente
un exagerado gusto por lo inútil.



Geometría




Los amantes pasan
como barcas
sobre sus sueños.
Los acuna el suspiro
de sus miradas.
Detienen el eje terrestre
con ramilletes de besos
cifran con un gesto
el alfabeto del amor
solfean de memoria
garabatos de caricias
caminan
tomados de la mano
y el universo entero
se reduce a un átomo
enamorado de su propio peso
a un espacio cautivo
de la geometría del deseo.
Deseo que los dioses envidian
cuando al fin
te tengo en mis brazos.



Teología de la silla



a Joaquín Giannuzzi
a Leo Fagiano

Tan cotidiana como ausente
geométrica y elemental
sentada sobre sí misma
observa y espera.
Desafía la verticalidad humana
se usa para detener la marcha
pensar
descansar
ejercitar el silencio o la palabra.
Si un día retiran su presencia
en rebelión silenciosa
nacerá
un símbolo que crucifique su memoria
para instalar la teología
de los dioses de cuatro patas.
El evangelio del reposo
cautivará a cuerpos en movimiento
los hombres
erguidos sobre si mismos
no se sentarán en espacio alguno
por respeto e idolatría a las divinidades
dejando de pensar
descansar
ejercitar el silencio o la palabra.
Convertidos al fin
en peatones sonámbulos
a la espera de sus dioses
para poder sentarse.
Tan cotidiana como ausente
geométrica y elemental
sentada sobre si misma
observa y espera.
¿Cuántas veces te habrás sentado
en el lugar equivocado
en el lugar perfecto?





MARCELO FAGIANO (Río Cuarto, Córdoba, Argentina, 1959). Poeta, narrador y
dramaturgo. Trabajador docente en la UNRC y Doctor en Ciencias Geológicas.
Integrante y fundador del grupo de poesía callejera "Poetas del Aire" (1991-
2002). Publicó "Las manzanas de la libertad". 1º Premio Publicación (Teatro,
1993); “Jeroglíficos en la arena” (Poesía, 1997); “Las florecillas del diablo”
(Poesía, 2009); “La sed de Heráclito” (Poesía, 2017) y participado en las
siguientes antologías: "50 Poemas rotos tirados en la calle" (1992); "15
Cuentos de autores Cordobeses" (1993); “Antología de Cuentos II" -
Página 12 (1993); “De lo fantástico a la ficción científica" (Narrativa, 1994);
“Premio Publicación de Poesía-Córdoba” (1997); “Poemas de Humo”
(Poesía, 2001); “Microficciones Teatrales” (2015); “La ciudad ficcional”
(Narrativa, 2015); Trapalanda II (Narrativa, 2015), “Ciclo Literario 10 x 10”
(2015) y Antología Federal de Poesía-Región Centro (2018). En teatro: las
obras La última mujer de la creación y El diario de A.F. fueron
representadas y seleccionadas en el 1º y 2º Encuentro Nacional de Teatro
Semimontado en el Teatro Nacional Cervantes (Buenos Aires, 2000 y 2001). El
diario de A.F. también se representó en el ciclo TEATROXLAIDENTIDAD 2002
(Córdoba). Ha obtenido premios y menciones en concursos nacionales y
provinciales en poesía, dramaturgia y narrativa. En este último género ha
obtenido un 1º Premio Internacional (México).

De: "La sed de Heráclito", Ediciones del Dock, 2017

Santiago Sylvester responde ‘En cuestión: un cuestionario’ de Rolando Revagliatti

Santiago Sylvester


Santiago Sylvester nació el 16 de junio de 1942 en Salta, capital de la provincia homónima, la Argentina, y reside en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es Abogado, por la Universidad Nacional de Buenos Aires, desde 1970, título convalidado académicamente por la Universidad Complutense de Madrid en 1979. Entre otras distinciones, recibió el Premio Jaime Gil de Biedma, en España, en 1993, el Gran Premio Internacional Jorge Luis Borges, en 1999, y el Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, en 2008. Es Miembro de número de la Academia Argentina de Letras (2014) y Miembro correspondiente de la Real Academia Española (2015). Ensayos de su autoría incluyen los volúmenes “La tierra natal – Lo íntimo”, de Juana Manuela Gorriti (1998) y “En tierras de Magú Pelá”, de Federico Gauffin (2009). Es el antólogo, entre otras obras, de “El gozante. Antología de Manuel J. Castilla”, “Poesía del Noroeste Argentino. Siglo XX”, “Anuarios del tiempo” (Antología de Néstor Groppa), “Juan Carlos Dávalos, una obra en su lugar” y “Los que se fueron (25 poetas argentinos contemporáneos)”. Participó en los siguientes libros colectivos: “Tres décadas de poesía argentina (1976-2006)”, “El verso libre”, “Giannuzzi”, “Dificultades de la poesía”, “Viel Temperley”, “Otro río que pasa” y “Lugones, diez poemas comentados”. Es el autor del libro de cuentos “La prima carnal” y de los ensayísticos “Oficio de lector”, “La identidad como problema. Sobre la cultura del Norte” y “Sobre la forma poética”. Algunos de sus poemarios publicados entre 1963 y 2020: “En estos días”, “El aire y su camino”, “Esa frágil corona”, “Palabra intencional”, “La realidad provisoria”, “Libro de viaje”, “Perro de laboratorio”, “Entreacto”, “Escenarios”, “Café Bretaña”, “Antología poética” (Fondo Nacional de las Artes, 1996), “Número impar”, “El punto más lejano”, “Calles”, “El reloj biológico”, “La palabra”, “Los casos particulares”, “El que vuelve a ver”, “La conversación”, “Llaman a la puerta”y “Ciudad”.

1: ¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?

S Sylvester: Que la cosa iba literariamente en serio, lo supe más o menos a mis 17 años. Hasta entonces, todo había sido un poco de juego y otro poco de pose. Creo que a aquella convicción me llevó algún poema que ya no recuerdo y que prefiero no recordar, aunque suene a ingratitud. Lo cierto es que en esa época supe dos cosas: que tenía un destino en la poesía y que tenía que hacer todo lo posible para que eso fuera cierto.
2: ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?

S Sylvester: Con los fenómenos de la naturaleza me llevo muy bien, salvo con el viento. El viento me desasosiega, los otros no. Me encantan las tormentas de verano de Salta, que aparecen bastante en mis poemas. Por otra parte, viendo llover se puede tomar un trago, o al lado de un río crecido; en el viento, no.

En cuanto a la sangre, me remite a un problema sanitario, así que es mejor dejarla donde está: en las venas. En realidad, no me gusta ni como metáfora.

Sobre la velocidad, si es la de un automóvil, depende de las prisas. Y si es figurada, me gusta poco: siempre digo que me parece bien que la gente sea rápida, pero no que se le vea la velocidad.

Y las contrariedades, por definición son eso: prefiero que no lleguen. Y si llegan no me ofenden tampoco: la vida está llena de contrariedades y hay que negociar.

3: “En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?…

S Sylvester: Hubo algún romanticismo que consideraba al poeta como intermediario entre la musa y el papel en blanco. Y esto es claramente una exageración. Ahora que han desaparecido las musas, hay otro abuso, el de creer que lo que haga el poeta será poesía, con lo que se confunde poesía con auto expresión. En estos excesos está la idea de inspiración, que sería un regalo que el poeta recibe por ser quien es. Esta concepción, tanto del poeta como de la inspiración, no es la que frecuento.

Lo que sí hay son imponderables, momentos de más lucidez, en los que se nos ocurren cosas o soluciones que en otro momento no llegan. Estos momentos existen, y posiblemente los tenga todo el mundo, cada uno en su materia. Lo que sucede también es que hay quienes utilizan mejor esos imponderables, porque están más capacitados, o más atentos, o porque saben más, o tal vez porque llegan a donde tienen que llegar. Y esos son los buenos poetas. Un poeta trabaja para serlo y lo consigue.

4: ¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?

S Sylvester: En general, de ninguno. De un artista me interesa sobre todo su arte, no sus avatares. Y si alguna vez curioseo, como todos, en esos avatares, es porque están respaldados por los resultados artísticos. O los complementan.

5: ¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?

S Sylvester: No soy muy de refranes, tal vez porque siempre me han parecido un poco sabiduría de viejos, aun siendo un lector asiduo de Don Quijote: un libro pródigo en refranes. En cuanto a armar frases, es consecuencia de la relación con las palabras. El otro día me salió una frase en una carta, que te la hago llegar: “Había un tiempo en que para escribir poesía había que saber escribir poesía”.

6: ¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?

S Sylvester: De lo primero, es decir estremecimientos, ya hay poco. Esto me sucedió en mi juventud: por ejemplo, con César Vallejo, con Pablo Neruda o García Lorca.

En cuanto al asombro o la perplejidad, me ocurre bastante, a pesar de los kilómetros de lectura que tengo necesariamente a mis años: con T. S. Eliot, Carlos Drummond de Andrade, Borges, y muchos más.

El Quijote, Francisco de Quevedo o San Juan de la Cruz son perplejidades perpetuas.

7: ¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?

S Sylvester: El ridículo, si se trata de eso, es algo que todos queremos evitar, sobre todo cuando es involuntario. No veo entonces la gracia de recordarlo. Por otra parte, el peor ridículo es el que uno desconoce de sí mismo; y de eso habría que preguntarle a otro, tratando de que no sea un enemigo.

8: ¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?

S Sylvester: Me remite a la muerte, así que prefiero dejarla por ahora donde está.

9: “¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?

S Sylvester: Utilizo la rutina, y la aprovecho. A veces, hasta la necesito, incluso para romperla. Y es una paradoja, porque no he llevado una vida rutinaria, así que en realidad de lo que hablo es de obsesiones y de viejas manías, como estar siempre leyendo o tener a mano una libreta de notas.

10: ¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.

S Sylvester: Me gusta más lo de Stevenson, cuando dijo que el estilo consiste en que todas las palabras de una página miren en la misma dirección. En realidad, un estilo no se busca: se lo encuentra, y en general, no es deliberado. Es la recurrencia de ciertos giros, de palabras, de manías, y es finalmente lo que hace que exista, por ejemplo, lo kafkiano, lo borgeano o lo cervantino (o mejor, lo quijotesco). Un estilo fuerte y reconocible es propio de un gran escritor. Corpus Barga confunde estilo con manierismo.

11: ¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?

S Sylvester: Indignación me producen muchas cosas: la violencia, la injusticia, las dictaduras, las desmesuras del poder, tanto en lo público como en lo privado. Pero quisiera mencionar algo de mucha actualidad, que no llega a la indignación lo que me produce, pero sí a un enojo mezclado con decepción: hablo de una vieja conocida nuestra, “la grieta”.

En Argentina no tienen prestigio los matices; incluso no es bien visto el que matiza. Esta limitación es empobrecedora, y produce algo peor: nos deja a merced de “los profesionales de la grieta”. Por supuesto, me refiero a la grieta política, que está poblada de mala fe, y que necesita de las dos orillas. Pero esto se repite en todas partes: literatura, futbol, etc.

Para mí, pensar es matizar, mientras que la idea maniquea de blanco o negro es la comodidad de las consignas, que eluden el pensamiento por cuenta propia, y que me tienen harto. En la vida en democracia tendría que ser obligatorio pensar y por lo tanto matizar, porque es lo que permite llegar a consensos, y sólo con consensos se desarrolla una sociedad. Pero estamos empeñados en no hacerlo, para beneficio de los que viven de la grieta, que están en todos los oficios, y que abundan en política, periodismo, entre los intelectuales y los opinólogos. Con el añadido de que en la grieta todos terminan pareciéndose a lo mismo que critican. No tengo un sentido angélico o ingenuo de la política ni de la vida, ya no tengo edad para eso, ni, por supuesto, propongo que seamos equidistantes: hablo de queprefiero los argumentos a las consignas y a los tópicos, el debate al discurso único; y esto no suele suceder en nuestro país.

12: ¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?

S Sylvester: Mi niñez feliz transcurrió en Salta, en una casa con patios. Menciono los patios porque es algo que ha desaparecido de la arquitectura actual. Gran parte de mi felicidad estuvo en esos patios con canteros y macetas, con el olor del agua y de la tierra cuando los regaban por la tarde. Y el toldo y las parras aplacando el solazo de las siestas del verano.

De mi adolescencia recuerdo que fue tan complicada como la de cualquier otro, contando con la protección relativa en la que transcurrió la mía. Salta era por entonces, aunque no lo sabíamos, una ciudad chica, penetrada por el campo. Los carros y los coches a caballo circulaban por el centro de la ciudad, y también llegaban las vendedoras de quesillos y tamales, a caballo y con las árganas cargadas. Y ya ves, de eso no ha quedado ni la palabra árgana.

13: ¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?

S Sylvester: La verdad es que no lo sé. Pero para elegir, preferiría algo muy distinto a lo que conozco como, por ejemplo, haber peleado en la Guerra de Troya y haber acompañado a Ulises en su viaje. No estaría mal ser personaje de Homero, pero preferiría que los dioses no me cayeran en cuenta: eso era peligroso.

14: El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?

S Sylvester: De esa enumeración, lo que necesito de verdad es el silencio. No sólo cuando escribo, que finalmente puedo hacerlo en un café, sino simplemente para estar; el ruido me irrita, como me irritan un poco hasta las palabras demasiado sonoras. Con el resto de las cosas pongo un “depende”: la oscuridad no me molesta de noche, pero sí de día; las sorpresas no me molestan si son buenas; el fervor si no es excesivo, lo mismo que la gestualidad. Intemperancia y desasosiego no me gustan nada y creo que no tienen el afecto de nadie.

15: ¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?

S Sylvester: Entre los que no han sido amigos míos, a Quevedo, a Miguel de Cervantes en el Quijote. Entre los que han sido mis amigos, podría ser Joaquín Giannuzzi. Les aparece de pronto un punto irónico, que a veces puede llegar al sarcasmo, y que me parece propicio para el viejo latinazgo: “ridendo castigat mores” (“riendo, enmendar las costumbres”).

En otro tono, deliberadamente humorístico, recuerdo las dos ‘Antologías apócrifas’ de Conrado Nalé Roxlo, que son un prodigio de “saber hacer”: impecables imitaciones de estilos, con un humor insuperable.

16: ¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?…

S Sylvester: No aprecio, en poesía, lo confesional, el poeta que cuenta dónde y cuánto le duele; el abuso trivial de la primera persona del singular. En cuanto a las imprecisiones, me gustan cuando significan algo.

17: ¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?

S Sylvester: Tuve que resolverlo cuando hice alguna antología de la poesía del Norte: y lo he resuelto siendo honesto. Me resultó muy comprometido por ser yo del Norte: tuve que incluir a un par de poetas que no me quieren, ni yo los quiero; y a la vez tuve que dejar fuera a algunos amigos. Ahí no valían ni el amiguismo ni el enemiguismo, sino que tenía que opinar sin cargas emocionales. Es un problema serio, pero de problemas se nutre todo, así que corresponde encararlos lo mejor posible. Sé que me pude equivocar, no soy infalible, pero he usado mi criterio, que es el único que tengo.

18: ¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?

S Sylvester: No lo creo. Ese tango es buenísimo, pero no creo en su filosofía. Puede sonar a paradoja, pero no lo es tanto. En general, no creo en una cierta filosofía callejera que propaga el tango, que la identifico como “el prestigio del fracaso”. Por ejemplo, “primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamiento”: me parece una secuencia atroz. Ese “andar sin pensamiento” lo identifico con el infierno: algo a resolver, pero no a imitar ni a proponer como un proyecto, como lo hace el tango. Y sin embargo “Naranjo en flor” es un tango que me gusta. Son los escalones que separan a la estética de la vida: no son la misma cosa.

19: Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?

S Sylvester: Hay tres momentos de la humanidad que me parecen ejemplares, a pesar de sus contradicciones: el siglo de Pericles, el Renacimiento y la Ilustración. En esos períodos hubo gente como Sófocles, Leonardo o Voltaire, entre muchos otros, que hicieron que la vida, y sobre todo las expectativas, sean mejores que como las recibieron. Doy esos nombres en representación de muchos.

20: ¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?

S Sylvester: Algunas bromas al estilo de Chaplin. Pero en realidad mi risa, que existe y mucho, no es muy batiente.

21: ¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?

S Sylvester: Esa pregunta describe bastante la vida. Tener un ideal es común; y sentir que no se lo alcanza, también. Como poeta, para hablar de lo visible, uno tiene la esperanza de ser de lo mejor, y la realidad no nos dice siempre lo que queremos. No estoy exponiendo una falsa modestia, que suele ser más falsa que modesta, sino considerando lo que creo de mí y de lo que he podido ser.

22: El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?

S Sylvester: Soy y al parecer he sido, por temperamento y convicción, bastante realista. Por eso mismo, he tenido momentos a favor y momentos con el viento en contra. Brevemente, en amor me fue bastante bien; en contemplación también, aunque sin exagerar; en dinero ni me ha faltado ni me ha sobrado, con lo que estoy hablando de mi buena suerte; en religión comencé siendo un católico muy creyente y fui derivando hasta mi actual descreimiento; y en cuanto a la política, tengo una relación de opinante sin partido. Es curioso, esto me pasa en Argentina, porque en mis largos años en Madrid me sentí muy cómodo e identificado con el PSOE y trabajé como abogado en la UGT, el sindicato del partido socialista. Al volver a Argentina, no pude encontrar un partido como el PSOE, así que soy un socialista sin partido. Tal vez no sea cómodo, pero es consecuencia de lo que expuse un poco antes: de mi intención de pensar por cuenta propia y de no dejar a otro mi responsabilidad de analizar.

23: ¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?

S Sylvester: Muchas cosas son insufribles, en todos esos terrenos. Por ejemplo, la poesía catártica, además de que oculta un abuso del yo, termina en puro narcisismo. Pero tampoco me ensaño, con no usarla me conformo.

24: ¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?…

S Sylvester: Son muchas las calles a las que me gustaría volver, situadas en varias ciudades, y a las que quizás alguna vez vuelva. Pero hay unas a las que ya no será posible: las calles de una Salta que existió y que ha desaparecido. Aclaro que no es nostalgia, con su etimología peligrosa de regreso doloroso, sino más bien simple remembranza. De cuando el tamaño de la ciudad la hacía transitable a pie, y en poco más de media hora estábamos en el río; de cuando terminaba la ciudad y empezaba el campo, sin esa zona terrible que ha crecido en todas las ciudades, de viviendas precarias y carentes de todo. Y, en fin, de cuando tenía toda la vida por delante, que es seguramente la clave de cualquier remembranza. También digo, a cambio de eso, que Salta ha crecido bastante bien, me gusta caminar por la ciudad actual, llena de energía y variada, a tono con la época.

25: ¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.

S Sylvester: Lo que haría, y es lo que hago con mucha frecuencia, no es una microficción que nunca he practicado, al menos conscientemente, sino acudir con todas esas palabras a un diccionario etimológico. Ahí sí que se esconde una cantidad enorme de relatos apasionantes, que acompañaron a la humanidad en nada menos que en su construcción social.

26: “Donde mueren las palabras” es el título de un filme de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?…

S Sylvester: De las palabras puede decirse todo, hasta que mueren. Y entre otras cosas, hay que decirlo con palabras. La paradoja es que para saber que una palabra ha muerto hay que usarla, si no, no hay manera de saberlo. La palabra péñola ¿la damos por muerta? Mientras siga en el Quijote seguirá mandando alguna señal.

El hecho de que no la usemos no es más que un hecho, no una ceremonia fúnebre. En todo caso, lo que sí es cierto, es que hay cosas que, para decirlas, no se encuentran palabras. Hay otros lenguajes, sin palabras, que son tan válidos como las palabras; y a veces más. Pero un cementerio de palabras, que seguramente existe en cualquier idioma, es siempre provisorio, hay que saber que todas mantienen por las dudas un ojo abierto.

27: ¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?

S Sylvester: He podido y puedo. Siempre he separado ideología de resultado artístico. Nos pasó famosamente con Borges, con quien estar en desacuerdo era inevitable. Durante un tiempo no querían leerlo ni algunos sectores de la izquierda, ni la derecha nacionalista, ni el peronismo en general, y cuando lo leían era para demolerlo. Con el tiempo se pusieron las cosas en su sitio, para beneficio de todos.

Ahora pasa algo parecido con Mario Vargas Llosa, sectores de la izquierda no quieren leerlo por sus declaraciones políticas. Yo reconozco que me fastidia, por ejemplo, su deslumbramiento por las multinacionales, ¿pero no voy a leer por eso “Conversación en La Catedral”, o “La orgía perpetua” sobre “Madame Bovary” de Flaubert, o “La fiesta del chivo”, una novela extraordinaria que es una denuncia brutal contra las dictaduras latinoamericanas?

Y desde la otra orilla, puede pasar con Neruda: tiene poemas de alabanza a Stalin o al “ángel de Comité Central”; ¿y en consecuencia no habría que leerlo?

¿O no vamos a leer “Viaje al fin de la noche” porque Céline era nazi?

Sobre esto, se podría hacer una larga lista, empezando por Virgilio, que pertenecía al grupo más próximo de Augusto, y que escribió el primer libro de encargo para mayor gloria del emperador y del Imperio Romano. ¿Habría que no leer por eso “La Eneida”?

Uno puede decidir, con todo derecho, no leer a un escritor; pero me parece una equivocación que la causa sea ideológica. Son autolimitaciones con las que no estoy de acuerdo, y que son consecuencia, no de una ideología, sino de su distorsión. Si una ideología nos limita la inteligencia, quiere decir que estamos usando mal las dos cosas: la ideología y la inteligencia.

28: ¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?

S Sylvester: La verdad es que, sin ponerme en sarcástico, ya me he acostumbrado. Esa es una conducta que es imposible no conocer si se ha vivido mucho. Hay una excusa frecuente, que unas veces es tácita y otras enunciada de muchas maneras, que podría sintetizarse así: “Disculpame, necesité hacerlo”. Es el principio de necesidad aplicado a alguna fallada.

29: No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?

S Sylvester: A muchos. Galileo, Darwin. Montaigne, Mandela, Alberdi, Sarmiento, gente que ha tenido la tozudez y la capacidad para enfrentarse, por las mejores razones, con los sólidos muros del prejuicio y la ignorancia.

30: ¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?

S Sylvester: No sé por qué, el uso de la “pasión” (que suele ir entre signos de admiración, se vean o no), ha derivado en cierta justificación de la teatralidad de uno mismo, y me resulta un poco molesto. Las pasiones existen, por supuesto, pero hablar de ellas me suena a bolero. Sin las pasiones faltaría un condimento importante; es imprescindible que existan, pero me parece bien combinarlas con algunos valores antiguos, como la discreción, cierto pudor para mostrarse, disimular al narcisista que todos llevamos puesto. Creo y mucho en el entusiasmo, que me fomento; y descreo de la gestualidad, que me molesta bastante: suelen servir para la auto exaltación.

31: ¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?

S Sylvester: Muchos, y sin embargo no me molesta la sobrevaloración de un artista sino lo contrario: el olvido; sobre todo si es programático y rencoroso, como pasa muchas veces.

32: ¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?

S Sylvester: Por suerte, no. Existe el simétrico, y me tocó conocerlo.

33: ¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?

S Sylvester: Mejor la tarde que la mañana. Por la mañana suelo estar ficticiamente lúcido; por la tarde mejoro. Y como dijo Hemingway (siempre un poco fanfarrón, pero esta vez decía una verdad), la noche es otra cosa.

34: ¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?

S Sylvester: Si es de todos los tiempos, que por lo menos no falten Homero, Platón, Kafka, Borges, Flaubert, y varios más. El problema que veo es que yo no estaría ahí ni sirviendo las copas, así que no podría ni hacer la crónica.

Y es posible que una reunión como esa termine en fracaso. Hay un precedente que viene al caso. Un matrimonio de ingleses reunió a comer en un hotel de París a Pablo Picasso, Ígor Stravinski, Marcel Proust y James Joyce. Proust llegaba del teatro y comentó que había estado oyendo a Beethoven; Stravinski le contestó que no soportaba a Beethoven; y cuando Proust aclaró que se trataba de los cuartetos, Stravinski respondió que eso era lo que más odiaba de Beethoven. Joyce se dedicó al pernod y no dijo ni una palabra, y Picasso comió rápido y se fue. Y así fue esa cena inolvidable para los que la propiciaron, pagaron y luego contaron. Egos demasiado grandes para una sola cena.

35: Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?…

S Sylvester: Acabo de leer en una carta de Raymond Chandler, que el ajedrez era para él el más grande desperdicio de inteligencia después de la publicidad. Creo que exagera, pero la verdad es que soy muy poco ajedrecista. Hablo sobre todo de lo simbólico: soy muy poco estratega, así que no sé cuál es mi partida actual, salvo salir vivo y más o menos bien de la pandemia.

* Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Santiago Sylvester y Rolando Revagliatti, julio 2020.



Joaquín Giannuzzi por Constantino Mpolás Andreadis



Joaquín GiannuzziEs hora, y esa hora es ahora, menos que un instante, pero más que un siglo, de que les hable, y me calle, de Joaquín Giannuzzi, un poeta secreto.Afirma como si interrogara, ensimismado en su guitarra sin cuerdas. No Macedonio ni Roberto Arlt: Montale, Montaigne. Estas crónicas, estas serpentinas, no son retratos sino charcos de agua. Si su cisne es la lluvia, la mitad de esa lluvia es Buenos Aires, señora entera, naranja nocturna. Entre un espejo sucio y un mate lavado, esta poesía nos mira con los ojos cerrados y la pasión abierta. Sensual en la metafísica, mental en lo corporal de sus conceptos, su límite es la araña pero su centro es el mundo. Mundo interior por anterior, por barrilete y suma de hojas secas. Pero cuidado, no hay verdad más exacta que estas verdades íntimas, raíces o esqueletos, labios pintados con mariposas y fotografías, con humedades y rostros como guantes gastados, como tranvías, como colectivos, como andenes vacíos, como baldosas flojas.Claro que el tango, por supuesto. Pero tampoco el salto, cuándo no. Sino el crepúsculo, la sonrisa de la Gioconda del crepúsculo, entre la rueda de bicicleta y el ajedrez.Sus versos no son perfectos, aunque ni siquiera perpetuos. Si ustedes quieren, casi prosa profana, tuñón ambiguo. Clásico en la mirada, romántico en lo clásico, Joaquín Giannuzzi es también un mendigo: un premio Nobel para este pobre ciego.Su desborde es su borde, pero si el ditirambo es mío, permítanme que mire para otro lado, no me pregunten más, que así es la rosa y el diluvio, y el buzón de la esquina, y la vereda de enfrente.Si exagero es porque vive Dios, pero si miento es porque Dios no miente.Después de todo, qué le vamos a hacer. Si no nombré a Pavese es porque está en sus versos. En estos versos medidos, desmedidos, lo brillante es lo opaco, y sin contradicción, un ramo de regresos, una novia sin pétalos.Yo apunto hacia lo deshojado de esta mano sedienta, de este río de cinco dedos y ninguna flor sino sólo una rosa.La poesía de Joaquín Giannuzzi no nos llama, la poesía de Joaquín Giannuzzi es una llama de agua y un espejo roto no como un puente ni como una máquina de coser ni como una copa ni como una espada.Esta poesía es una puerta, pero esta poesía lo que no es es la ventana que es ni el otro lado ni ningún otro lado sino esa ninguna parte que está aquí.



Alberto Geria, un poeta ocasional


Hace años,  Leonor García Hernando, me recomendó  'El púrpura y las tazas', de Alberto Geria. Releo los poemas que publicó Ediciones del Dock en la colección El mono hablador dirigida entonces por Joaquín Giannuzzi y me sorprenden tanto los textos como este otro ejemplo de ocultamiento deliberado, que se incorpora a la lista de algunos autores con un solo libro publicado, y sin continuidad en referencias de orden literario. 


El rostro maquillado de entero blanco
su quimono de flores la guarda mientras pasea
en talle de ondeadas espigas doradas.
Ah! Cuando su piel tornasolea desnuda y sus poros
emanan mimosas y delicadas chispas multicromáticas,
chispas de abrazar y acariciar
de embriagadora fragancia
que ¿en manos de quién está la fórmula?
Oh! Cuando sus músculos centellean
y la estremecen arremolinada en sus chispas
¿Cuántas luces le habrán dicho
que no fue construida para merecer a alguien?
Oh! Las conexiones de adentro de su nuca,
una noche vieron cómo se las arrancaba
y lloraba derramando colores a la calle
su cuerpo manchado de llanto, acurrucada
al fondo de un escaparate de lencería.
La gente la rodeó, los chicos querían tocarla.
Fatigada de soledad, con la cabeza tendida de congoja
aún tenía que sonreír y seducir
aún con ojos tristísimos, distantes.

Cartel de Coca-Cola frente al obelisco, 3

Del tragaluz llega una luminosidad sinuosa
muchas veces quebrada.
Las máquinas se describen en sus contornos
una pinza adherida a su desnudez
unos martillos tienen aletas de pez.
El aire lejano de los mares
ejerce aquí su pesadez
de lugar precisado de rescates
de oceáno que no me completa.
Con las burbujas huídas de mi caída
me acerco a una música que presiento subamarina.
Manchas graciosas en los pantalones de los pintores
el aserrín querosenado oleaje de escobillones
cúmulo de remaches frío que aprobarían las Górgonas
la forma de la tijera abierta - la forma de la tijera cerrada
la cola de chispas de una dureza que chilla
el silencio que vuelve a las máquinas apagadas.
Bailan las partículas sobre líneas fatigadas
sin más incitación que la sed de los metales
es posible ver cuerpos en legiones revolcándose
en ascensos sinfín, sin más suben.
Los rostros que esconden mi rostro.
Burbujas de ánimo que mi piel suelta
en pacto cosquilloso con el cielo.
Y quiero huir al sitio en que esto ocurre.


ALBERTO GERIA 
(S/D)




Poemas de Osvaldo Picardo: No los habías visto hasta entonces



De “Quis quid ubi (Poemas de Quintiliano)” (1997):


Picaflores




Antes de correr la cortina frente a las calas
la velocidad se congeló en el aire.
Primero fue uno borroneando las alas
en el hilo desatado ante un gladiolo.
El otro cayó al lado en rebote pausado
y giraron trenzando el tallo de la tarde.

No los habías visto hasta entonces. Luego
leíste que tienen corazones enormes
para el tamaño diminuto de sus cuerpos.

Y también
que mueren de quietud durante el sueño.



En un viejo laboratorio de fotografía



Hay una suma de cosas en la sombra que las ventanas clausuradas
dejan crecer desde hace años. Además del piletón, la ampliadora, 
el abrillantador, los frascos de ácido y la luz inactiva. Hay además 
ese presentimiento, el mismo de la primera revelación 
cuando la inexistencia tuvo un colapso y mil partículas
se concentraron en la historia de una sonrisa.
No es algo nuevo sino todo lo contrario, apenas si es algo.
Se parece a los bares oscuros del puerto entre putas 
y algún extranjero. No se trata de palabras ni de costumbres,
hay una suma de cosas flotando como cadáveres 
que nadie podrá identificar.


Del libro “Una complicidad que sobrevive” (2001):



Seguramente muchas cosas

“seguramente muchas cosas 
buscan ser cantadas por mí” 
 Anna Ajmátova


Demasiadas cosas no serán dichas.
No importa cuántas vengan 
desde los rincones del viejo bécquer
o patinando con un hilito de sol
sobre una mesa mojada de fiesta.
Todas son demasiadas en medio
de esta época.

Y la memoria de amor 
como una obstinación de anticuario
todavía sin poder soltar tu mano.

Y escribo 
“no me perdones, no me olvides”.

Este mundo, seguramente,
fue hecho para ser abandonado.
Para soltarle la mano y perderlo
traspapelado en el viento.
Pero ocurre a veces
creer que será terrible.


La abeja




La abeja sobrevuela la caléndula amarilla
con un acento agudo de presente.
Y en realidad, su vuelo enroscado a un poder invisible
no cesa de inventar la vieja y terrible mentira
en que nos ponemos de acuerdo. Es hermosa.

¿Habrá pensado en tu mirada? 
¿Tendrá tus ojos su viaje por el jardín de la tarde?
No hay límite. Todo es interrupción entre las flores
y también diálogo 
que se quiebra, donde aparece.


Del libro "Pasiones de la línea”  (2008):


La lila es una flor eslava 

a Marta

Es curioso ver cómo los libros
tropiezan con las personas y cómo 
inundan de significado algo 
que no tenía lugar en tu cabeza. 

Hoy ya no se necesitaba encender la luz, 
a esa hora de la tarde, y llegaste a leer 
en un libro de poemas,  
que las lilas son flores eslavas. 

También las flores han viajado, pensaste.
También lo que tiene una raíz y un color...

El nombre de dios en griego, por ejemplo,
da forma a otra palabra 
que quiere decir “el que mira”. También 
“el que viaja para ver el mundo”. 
Una especie de embajada que llega 
desde un lejano rincón y cuenta 
con familiaridad lo que es tan distinto... 

¿Qué mano, sino la de tu amor, ha puesto
este ramo de lilas  -tus preferidas-, 
sobre la mesa, bajo la crespa luz de la tarde? 

Huelen desde ahí, saben 
que estás leyendo sobre ellas. Que nada
de esta calma es en verdad, quietud.

Las ves y lo que ves, siempre 
te está encontrando. 



Error de cálculo




Este jardín quedó abandonado,
incompleto e incomprensible 
como una mentira que se olvida.

Jugabas ahí con la codiciosa hormiga,
con sus veredas cavadas llevando 
a la espalda el peso de un elefante.

Lo que en su lugar dejó nada 
puede llenarlo, aunque pensés
que bien pudiera no haber existido.

El rosal, la camelia y el espectáculo 
de los misteriosos tomates, 
el pulgón y la paciencia de la araña.

No sentías la fiebre cercana,
el absceso que la vejez prometía.
Un granito de arena en la uretra, 

una arruga, una caries, un silencio
en medio de una charla y por último,
un bisturí contra el cáncer. 

La distancia en sí misma 
entre lo que fue y es toda una vida
parece un error de cálculo:

el trazo recto de una voluntad 
con su centro en todas partes 

y su circunferencia en ninguna. 

Tus esfuerzos fueron inútiles
y lo único cierto fue lo que no tuviste. 
De este cúmulo de dudas, exaltaciones 

y desánimos ante lo hecho, inmodificable, 
un alivio te queda al menos: una línea 
escrita con el corazón, 
una intimidad cumplida. 

del libro  "Mar del Plata" (2012)


IX



Debería hablar sobre el mar, 
el que le da nombre a la ciudad 
tanto como el que la niega.  

El mar -decir por ejemplo-  respira. 
Suben y bajan, apoyados, tres patos marinos.
Y sobre el ronquido de su sueño

se sostiene el insomnio del pescador.
No está  un marinero pensando en las playas
de un vago, lejano, brumoso país…

Me viene en cambio, la imagen del pescador. 
De su espera larga, en la escollera. 
Horas bajo el farol, horas de termo y de radio. 

Y el brillo de unos ojos muertos 
que traducen la incógnita de otro mundo.
No es el mar, sino una caña en el tiempo.

Debería hablar sobre el mar: El que da nombre
a la ciudad tanto como que la niega. 
Decir algo así como Fogwill dice: 

Pero no hay mar: el mar es solo ausencia
en la sílaba mar: pasa el sonido
y queda el hombre frente a un mar que inventa.

Es cierto, no hay sino un invento.
Y sólo, fuera del lenguaje, 
es posible que lo miren y que lo vean.



Del libro 21 gramos (2014)

[Rivers solo, moribundo]: 

“-¿Cuantas vidas vivimos? ¿Cuantas veces morimos? Dicen que en la muerte todos perdemos 21 gramos. El peso de cinco  monedas. El peso de un chocolatín. El peso de un picaflor...”
de la película “21 grams”  


Entre dos fondos, en la superficie del mar, todo pesa menos




Hay algo único en nadar
cuando se acerca una tormenta.
Sorprende y tranquiliza ver boca arriba
la velocidad con que el aire frota
las partículas de los cúmulos grises y blancos.
Se puede con cada brazada tocar
la intemperie, mar adentro.

Nadás de espaldas. Y tus ojos flotan
con tu cuerpo, sin resistirse,
en otras aguas, en un archipiélago de nubes
entre la visible consistencia
y la más transparente inconsistencia. 
La corriente te lleva a donde quiere,
rendido a su deseo y su fuerza.

Pensás que también así debería flotar
tu pequeña historia, sobre el doble fondo,
entre toneladas de relámpagos
y el sordo respirar de los peces.



"Perdóname, estaban muy ricas, tan dulces y tan frías" (William C. Williams)




¿Este sabor en la boca
entre ácido y algo dulce de una ciruela 
no fue igual hace ya más de tres mil años?

Uno no sabe cómo explicar finalmente
esto que queda de la hinchada redondez
con que se llenó tu mano
ni tampoco ese duro deseo de durar
que resiste la copia de su podrida carne.

Una ciruela morada, casi negra
no es capaz de contener el universo.
Ni podrá hacer que nada cambie.

Ese sabor es una continua pausa
en que tropiezan la culpa y el amor.



No tienen nombre los colores con que oímos hablar a la luz

a M.F.

Ningún color vuelve a ser el mismo. Imaginá 
un resplandor, una blancura que no te ciegue.
Algo más que un crepúsculo borgeano
en que se va, como cualquier otro, un día de otoño.

Mi daltonismo deriva en locura 
de colores imaginarios. Conozco sus nombres 
desde que era un chico pero los colores 
me siguen preguntando ¿será verde el verde, 
rojo el rojo, azul el azul, amarillo el amarillo? 
¿Cuál será el verdadero color de las cosas?

Por suerte, a vos te sé no sólo con los ojos
mientras la luz en tus manos me habla 
bajo el peso de un arcoiris.



El nudo doble de los pescadores deja suelta algunas cosas 



I



El viejo Mamino todavía navega
en una lancha amarilla, el mar de sus muertos.
Cuando tenías siete años, al viejo lo viste,
en la banquina, y te enseñó a hacer nudos.

De esos nudos dobles
para empalmar dos pedazos de sogas
con el símbolo del infinito.

Era un ocho acostado y entre los dedos
lo daba vuelta, hasta cerrarlo de un tirón.
Un nudo doble que ni Dios desata.



II



Pescaban con red, del amanecer
hasta el mediodía, no lo que ya había
bajo la superficie. No el abadejo
ni la anchoita, no el calamar
ni la chernia que anidan
en las formas de lo conocido.

Por eso debían cortar las sogas,
volver a hacer nudos
y llegar por atrás del viento
con una lógica de desencantos
y años perdidos.

No traían de vuelta más que la sospecha
de haber llegado al otro extremo 
donde se hacen todas las cuentas 
y el tirón de la soga desata el alma. 



III



¿Cómo asegurar que lo que no vuelve,
no pueda llegar a regresar? Después de todo, 
se olvida con el tiempo una y otra vuelta
del fijo e inamovible nudo de los muertos.

Los que nos esperaban, se han cansado,
y sin saber que íbamos a venir, murieron;
han cruzado sus brazos, sin poder abrazarnos
y en lugar de recuerdos, dejan remordimientos.

Uno se siente como un pescador frente a un desierto 
que alguna vez, increíblemente fue también mar.
Ahí hubo pesca, hambre y quien sobre las aguas
habló de incomprensibles enigmas, diciendo: 

Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.

Así de desatados e incomprensibles 
estos nudos de la vieja banquina, aprietan, 
al otro lado, lo que parecía perdido. 


NOTA : El poema en su 3ra. parte incluye un cuarteto traducido del primer soneto de “Sept poèmes pour une morte” de Margaritte Yourcenar. La versión es propia y dice: Los que nos esperaban, se han cansado,/ y sin saber que íbamos a venir, murieron;/ han cruzado sus brazos, sin poder abrazarnos/ y en lugar de recuerdos, dejan remordimientos./ / Las oraciones, las flores, el gesto más tierno/ llega muy tarde para que Dios los bendiga./ Los vivos no se hacen oir por los muertos;/ la muerte, cuando viene, junta sin unir./ / No conocemos la serenidad de las tumbas./ Tarde ya, damos gritos que cansan, retumban,/ penentran sin eco la sorda eternidad;/ / y los muertos desdeñosos u obligados a callar,/ en el umbral oscuro del misterio, no oyen/ llorar por  un amor que no fue nunca./   

Osvaldo Picardo
OSVALDO PICARDO (Mar del Plata, Bs.As., Argentina, 1955) es un poeta, ensayista y crítico argentino. Una figura destacada de la «poesía de pensamiento» que se dio en el período posterior a la dictadura cívico-militar (1976-1983) en la Argentina. Docente e investigador universitario, exdirector de la Editorial de la Universidad Nacional de Mar del Plata (EUDEM) y director de la revista  La Pecera. 

Algunos de sus libros de poemas son:  Quis quid ubi: Poemas de Quintiliano (1998), Una complicidad que sobrevive (2001), Mar del Plata (2005 y 2012)”,  Pasiones de la línea. Poemas de Nicolás de Cusa (2008); O.P.Vida de poesía (2008),  y 21 gramos (2014). 

Entre sus libros de ensayos se destaca: Primer mapa de poesía argentina. Solicitudes y urgencia. El noroeste: la carpa y tarja (2000); con su prólogo y a su cuidado, la  Antología poética de Joaquín O. Giannuzzi, Madrid, en 2006, Visor, que constituye la primera publicación de Giannuzzi fuera del país. En 2016 publicó el ensayo y antología Poesía de pensamiento, en Madrid, Endymion. Su último libro de ensayos es Colgados del lenguaje. Poesía en las ciencias, en Rosario, 2018, Baltasara editora.

Ha traducido junto a F. Scelzo y E. Moore The love poems de James Laughlin y otras versiones suyas de E. Pound, D.H.Lawrence, M. Yourcenar o K. Rexroth han sido publicadas en revistas y en periódicos del país y el extranjero.

Joaquín O. Giannuzzi: Donde hubo una intención de belleza



La disolución  



En el centro exacto de la mesa 
una fuente de manzanas y en torno 
tres sillas desiertas. El conjunto 
donde hubo una intención de belleza 
atiende ahora a su propia degradación. 
Nada eterno me rodea. Mi nervio principal 
palpa las primeras señales de un desorden 
incubándose en algún sitio de mi cabeza 
donde se organizaba un final suntuoso 
de acordes musicales alcanzando el cielo. 
Pero mi carne perpleja 
entre objetos condenados y paredes que oscurecen 
gira buscando el fraude 
de una suave anestesia. Juro 
que nunca había apostado a la humillación 
de este dolor de
huesos en un cuarto cerrado.
 


poesía argentina, poema La disolución
Otros poemas de JOAQUÍN GIANNUZZIaquí 
De: Violín obligado, Libros de Tierra Firme, 1984
Imagen: aullidolit.com

Joaquín O. Giannuzzi


Anémonas de Matisse     



Qué materia ligera para el ojo   
sometido a presión. Girando 
sobre cada eje verde, se agrupan 
en explosiones suaves 
de rojo, violeta y blanco totalmente recientes 
hacia un centro de ingrávidos objetos.
Dominación frontal, casi con nada y al descuido
en la hora indistinta, cuando todo
está bien. Alegrías
de agua liviana en un solo plano. La gracia más conforme
de estar allí como en el campo
de una dulce costumbre. Un poco ebria
la perspectiva asegura
la inestable sociedad de las cosas.
Pero amar el mundo, su abundante presente,
es obtener más luz:
esta celebración de la apariencia
que sin embargo se sostiene hasta el fin.


Enlaces: El poeta ocasional
De "Violín obligado", Libros de Tierra Firme, 1984

Stázis Intzés


Fotografía de Apostolos Ntomatis
Versión de creación


a


En el principio fue materia arremolinada
como ella manó del nicho
   del primer ojo
Después, el alejamiento del alquitrán por un sol


b


En el principio, la mezcla hervida de las venas
como ella maduró en el corazón de las estrellas
    haciéndose estrella de nuevo
Luego, las circunstancias favorecieron el nacimiento del destello



Teorema



La vida un círculo
que se comporta
normalmente,
y a veces, en espirales

que al encontrarse una a otra
se desploman y colisionan;
se atrapan entre vórtices
juntándose, después de los años,
en huesos de los que envejecen.

La vida un circulo
que se comporta
normalmente,
y a veces en espirales.



Víctima de conjuración


                                         «Τὸ φρικωδέστατον οὖν τῶν κακῶν ὁ θάνατος
            οὐθὲν πρὸς ἡμᾶς͵ ἐπειδήπερ ὅταν μὲν ἡμεῖς ὦμεν͵
            ὁ θάνατος οὐ πάρεστιν͵ ὅταν δὲ ὁ θάνατος παρῇ͵
            τόθ΄ ἡμεῖς οὐκ ἐσμέν.»
                                                            Epicuro


Sólo un instante dura la muerte,
luego es víctima de conjuración.
Sólo un momento,
cuando el sufrido gato
al borde del camino muere
y el pasajero indolente arroja su mirada
   como si a él compadeciera
Su mirada entonces se retira por la fuerza
-sólo un instante dura la muerte
Y él,
la muerte y el gato se le olvidan
como si no nunca existieron
ni pudieran de nuevo existir
-sólo un instante dura la muerte
y cuando cae la noche
se cierra la última persiana
en la esquina más alejada de la calle.
El pasajero -que para él,
el gato y lo que ha precedido
dejó de existir-
cierra sus ojos
y la idea del terror
brota cual parásito
por debajo de sus cejas.
Y al despertar…
-sólo un instante dura la muerte.
Lo ignora de nuevo;
arrojado a las calles
ha vuelto a triunfar
y deja su suerte a gracia de Dios,
víctima de sus propias pasiones.


STAZIS INTZES nació en Grecia en 1986.
Ha
publicado dos poemários en griego Συνωμοσία
Ταυτοχρονισμού, Εκδόσεις Γαβριηλίδης 2011
y Σεληνάκατος, Εκδόσεις
Μανδραγόρας 2013
y una novela corta Κάτω η σκουριά, Εκδόσεις Ενδυμίων
2013
. Sus poemas se publican por primera vez traducidos en castellano.






Además de autor es editor de la revista griega Θράκα y ha publicado traducciones de poetas argentinos contempοráneos como Joaquín O. Giannuzzi,Oliveiro Girondo, Alejandra Pizarnik, Raúl Gustavo Aguirré, Hugo Mujica.



De: "Módulo lunar", Ediciones Mandragoras, 2013

Traducción: Evi Smarlamaki, Javier Guitiérrez Lozano


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