carver
carver en parís. y el río que presuroso
corre ante ellos. y más allá el sol
se hunde en el ocaso: no podrían
existir sin vos, le dice y desprende
la ceniza del cigarrillo; y que acaso
el mundo les deba una pensión
vitalicia a tantos perritos de entrecasa
que expresan ideas definitivas
con tono vacilante ante un público
que no existe más que en su imaginación
mientras se dirigen a la fama,
a las giras mundiales; alguien comprará
lo que escriban, muchachos
(luego farfullan y sonríen bajo
la llovizna helada); y supongamos,
sin mirar una vez hacia atrás, para no
volver nunca más, hablando a través
de volutas de humo mientras ocurre
la combustión de hebras y pulpa,
que fuesen más verdaderas
las palabras, más firme el recodo
de oscuridad y que nos bastase
con nuestras camperas de cuero,
nuestras drogas y nuestras arrugas,
incluso con el mal, aunque sin incitar
la piedad, no, a menos que la gracia
lograse captarnos; eso supone algo
que deberemos averiguar por nosotros
mismos, encontrar al fin un final feliz,
en lo posible por medios decentes
y dentro de cierta legalidad;
lo mejor sería responder eneo
a todo, y que todo cuanto digamos
estemos dispuestos a firmarlo después;
eneo mientras nuestros cuerpos
se mantengan en posición vertical,
ladeados los sombreros, ocultándonos
la cara, dormitando en la sombra
de los portales, inventando otros
personajes para contar sus historias.
con tinta o con sangre en las propias
manos: había una vez un hombre, etcétera;
con la secreta misión de alterar
la estructura del universo y lo que acontece
en nuestro sistema nervioso,
no alcanza con asumir el riesgo,
requiere valor, desconocer el punto
de vista de la crítica especializada
al respecto; y de los mercaderes,
banqueros y representantes del pueblo,
aventuras en el circuito del hampa;
y hoy un día tan feo y tan bello no
hemos visto; era acá, hace ya demasiados.
días, en el fracaso pero no en la derrota.
sabemos dónde estábamos, dónde
estaríamos, dónde estaremos esperando;
tal dato quizá conlleve algún signo,
aunque rante, o tal vez sólo se trata
de nuestra fantasía, el empapelado hecho
trizas de las paredes, sucio del hollín
de la chimenea, sus flores decoloradas
y armarios que nunca logramos cerrar
con llave; tantos vidrios rotos
en los ventanucos, tantas despedidas,
tantas ciudades de cuyos nombres
no guardamos ya el recuerdo; simulacros
convertidos en poemas por muchachas
de quienes suponíamos estar prendados,
proposiciones de casamiento y otras
menos deshonestas (soñando sueños
que siempre terminaron mal);
eran planes perfectos, sólo que habían
sido perpetrados de cualquier manera;
igual nunca bebimos como los demás
y tampoco logramos adaptarnos
como ellos; si alguien decía querernos,
agradecíamos, y luego extrañábamos
de lo meticuloso a lo burdo, como ancianos
melancólicos y resignados, como la lluvia
cuando cae, como quienes intentan
protegerse de algo; luego simplemente
rompíamos nuestra palabra, simplemente
nos alejábamos; también recordamos
verlas marcharse sin tornar a mirar
en nuestra dirección; ningún otro ademán,
renuencia o postrer saludo; y nada salvo
a su alrededor, salvo fotografías rasgadas
de dos desconocidos; habría de cobrar
sentido en algún momento la misma
luz de antaño sobre túmulos, puentes,
bulevares, aquella torre, aquel molino;
a unas palabras responderemos con otras,
o repetiremos frases extranjeras, antiguas
y perdidas; y sólo muchos años después,
abstraídos en un libro, con un libro sobre
las rodillas, alzando los ojos de un libro,
abriendo un libro, en el atardecer todavía
luminoso de abril, nuestras palabras
aludirán a que no nos estábamos
volviendo más jóvenes y a que creímos
haber recordado algo muy lejano,
que nos acompañaría siempre en la vida.
son las cambiantes hipótesis de la mente,
igual a ver mecerse las lilas en una tela.
no giran como la tierra; silencio, tres
veces silencio; se puede ir al carajo
el racionalismo porque esta noche estamos
alegres y con las luces apagadas; alegres
de que hayamos sobrevivido para encontrarnos,
a través de aeropuertos y callejones; y no
vamos a apartarnos del aguacero; callemos
y corra el tiempo, el tiempo siempre
puede más que la prisa.
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