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Osvaldo Sauma: El rumor de los silencios


Efectos colaterales      




la luna se alza 
como un ícono sobre la noche 
afuera los seres humanos 
se matan en las carreteras 
o en los bares 
o en las calles asidas 
al tropiezo de sus obsesiones 
otros se protegen de la soledad 
bailan la danza de las diversiones 
se revuelcan en las camas 
para olvidarse de sí mismos 
en el cuerpo del otro
o se suicidan bajo la claridad
de los altos puentes del vacío
sólo los solitarios se ensimisman
en el sinsentido de los días
sin que los rayos lunares
alteren sus marejadas internas
en medio de las musas extintas
hallan consuelo
a pesar de que no exista salida
a pesar de los baños de la luna llena
en su ir y venir sobre el flujo marino
entre las aguas interiores de las mujeres
o al fondo de esa nostalgia de lobos
que los hombres llevan consigo
los solitarios viven
del rumor de sus silencios
y beben a solas brindan
con la luna y su propia sombra
emulando a Li-Tai-Po
en los eternos rituales del desamparo






poesía costarricense, Efectos colaterales
OSVALDO SAUMA (1949, San José, Costa Rica.) Poeta. Profesor del Taller de Expresión Literaria en el Conservatorio Castella, San José, Costa Rica desde 1981 a 2010. Autor de: Las huellas del desencanto (1983), Retrato en familia (Premio Latinoamericano EDUCA, 1985), Asabis (1993), Madre nuestra fértil tierra (1997), Bitácora del iluso (2000), El libro del adiós (2006). Bitácora del iluso (Chronicle of the decived) Edición bilingüe, inglés- español. (2009). Traductor Ricardo Ulloa. En el 2013 obtuvo el Premio Nacional de Poesía “Aquileo J. Echeverría con el libro ontológico, La canción del oficio.
Utopia del solitario.es un libro bilingüe, (italiano –español), publicado en Milano, Italia (2014). Traducción Zingonia Zingone. Doble fondo XIV, (Antologias) en coautoría con Manuel Pachón, Biblioteca Libanense de Cultura. (2018) Bogotá, Colombia.
Su obra ha sido traducidaal inglés, al italiano, al francés, al portugués, al árabe, y al hindi. Ha participado a numerosos festivales de poesía. 
Fuente: Esteros 
Enlaces: USAL | Revista El Golem | Festival de poesía de Nicaragua | Hiedra | Círculo de poesía
Imagen en Revista Altazor

Jeymer Gamboa: "Los pequeños globos aerostáticos de fabricación casera..."


Los pequeños globos aerostáticos




Los pequeños globos aerostáticos
de fabricación casera, que la gente pone a volar
los 31 de diciembre, desde azoteas y balcones,
como una expedición de carabelas que surcan
el cielo iluminado por los fuegos artificiales.

Se parecen a los poemas que me gustan.
Tienen una estructura precaria
y celebran el fin de un ciclo.

Una combinación de factores aleatorios,
el viento, la combustión, la altura y los obstáculos,
definen su trayectoria y qué tan lejos pueden llegar.

Desaparecen esa misma noche,
enredados en las ramas de un ginkgo
o dando tumbos por el Camino del Ministro Inglés,
pero lo que importa es la impresión que dejan,
los comentarios de la gente cuando los señala.

Es dramático ver cómo se incendian.


Globos
Otros poemas de JEYMER GAMBOAaquílaces:
https://www.jeymergamboa.com.ar/
https://transtierrosblog.wordpress.com/2017/11/28/3-poemas-jeymer-gamboa/Imagen: Editorial Municipal de Rosario

Juan Carlos Olivas

Poesía costarricense


Tanatosis (o el arte de hacerse el muerto)


Sentado en la mecedora
del patio de mi casa leo a Cioran,
a Borges, a los poetas chinos
de una dinastía de casi 2000 años atrás.

La belleza aún sigue latente en sus textos,
también el hastío, lo solitario y lo abyecto
que se traduce en las sílabas que conforman mi mundo.
Estos poetas tuvieron pánico a la muerte.
Me pregunto si hay dolor, si vienen por nosotros,

si uno sube y desciende por un túnel escarchado
en la más fiera luz que hayamos visto,
si se siente el frío que dicen que se siente
o es como quedarse dormido
entre lunas de espuma y sábanas de opio.
Yo también viví mis días

como si nunca fuera a morir
y ahí estuvo el error.
Escribí porque tuve miedo y arrogancia

y ahora la verdad me golpea
como un trapo en la cara;
quizás no viví lo suficiente,
quizás me fui perdiendo
en el bosque sagrado de la procrastinación,
dejando para última hora las cosas esenciales:
mi hijo que sopla un diente de león,
el vecino que grita gol desde lo eterno,
la canción que mi esposa tararea,
el hombre o la mujer que cede ante la noche
y lee a Cioran, a Borges, a los chinos,
un libro de poesía
como un paliativo real
contra la muerte.

JUAN CARLOS OLIVAS (1986, Turrialba, Costa Rica)
Enlaces:

Jeymer Gamboa



La parte que sustituye el todo



Cada vez me atrae menos la pintura.
Pero debo decir que me gustan
esos cuadros de Limberth
donde se limita a pintar sus zapatos.

Limitar: imponerse límites en lo que se dice o se hace, con
renuncia voluntaria o forzada a otras cosas posibles o deseables.

Porque es sólo eso:
un par de zapatos
que han resistido
otro invierno.



Gillettes usadas



La puerta está abierta
para que la canción de la radio
llegue hasta el baño.

Ella está depilándose las piernas
y pensando en que esto va mejor.

Su momento cumbre de reflexión
se interrumpe justo
con ese corte cerca del tobillo.



Estos hombres de café, periódico y rituales gregarios 
(indiferentes, por decisión propia,
al uso de la agenda y el teléfono celular;
la punta de sus zapatos desgastada; años sin ir al dentista y al optometrista) 
retornan a sus casas cuando está por anochecer
y se paran detrás de una ventana
–siempre le dan dimensión a sus vidas con una ventana–
a esperar que la fogata del cielo termine de apagarse.
Ahí permanecen contemplativos y cinematográficos
sosteniendo un vaso de whisky
en una habitación a oscuras. Hay que cambiar el fusible de sus conciencias.
Con la otra mano se palpan el tórax
porque saben que entre una duda y una resolución
hay un dolor físico. Fuman, obvio.
Y les gusta que su cara y las paredes del cerebro
se llenen con las sombras que proyecta el alumbrado público
o las luces del río vehicular.



Me voy despacio hacia el oeste.
El sol se ve borroso por el polvo que levanta
una colonia de insectos hidráulicos
–grúas y excavadoras–
sobre las construcciones cerca del río.

Ahí las formas han perdido su contorno y materialidad
como la imagen de un billete olvidado en unos jeans
que uno encuentra después de tres o cuatro lavadas.


Jeymer Gamboa
JEYMER GAMBOA (1980, Santa Cruz de León Cortés, Costa Rica)
Enlaces: https://elcoloquiodelosperros.weebly.com/entrevistas/jeymer-gamboa
https://elcoloquiodelosperros.weebly.com/entrevistas/jeymer-gamboa

Luis Chaves



33 r.p.m  




La empleada lleva el pelo atado 
hasta el final de su espalda, 
se acerca a la mesa 
envuelta en aroma a Vitamaíz. 
Cuando se va,  
la trenza marca rítmicamente sus pasos
igual que un metrónomo invertido.

En el tornamesa que desechó mi padre,
todas las tardes escucha
un elepé rayado de Memo Neira
y los ojos se le cargan
de algo que nunca me quiere explicar.

Tengo nueve años y cada domingo
invado el cuarto par oler su ropa usada,
hasta que desde el espejo
la postal de San Cristóbal
-a mitad del río y con un niño a cuestas-
me obliga a interrumpir mi misión.

Tantas personas que entran y salen
de nuestra cabeza,
tantas que solamente se asoman a nosotros
como quien husmea frente a la vitrina.

Ya no recuerdo bien cuando se fue de casa,
sé que era de noche
y que guardo esta última imagen:
los caños desbordados
inundando las calles,
ella con el agua hasta los tobillos,
su valija a cuestas.


Video de alquiler




La película terminó mal.
En el cuarto a oscuras,
hasta los créditos
irradian un sentimiento
de equivocación.

No es fácil
reunir a cuatro extraños
y, en pocos días,
hacerlos actuar
como una familia.

Nosotros, en el intento,
llevamos toda la vida.


LUIS CHAVES (1969, San José de Costa Rica, Costa Rica)
De: "Historias Polaroid", Ediciones Perro Azul, 2000)
Imagen en Poeta pachuco

Rolando Merayo



I



Hay multitudes
cayendo
detrás de ti
y hombres que desarman
los campos
viendo caer sus cuerpos
a la intemperie
de sí mismos.

Yo me arrincono en la distancia celeste
y me arranco la mirada
cada vez que piso el aire
o
la persiana desequilibrada
de tu belleza
inepta
frágil.

Me despierto herido
y nacen llagas
en las galaxias
mientras las estrellas
se precipitan
para volver a tu sombra
sangrando como animales.

Es la hora del insomnio
y la vida me mira
sin siquiera percibirlo.

Caen hojas
y cae el mar
y alguien lo barre
preguntándome
si las agujas del reloj
son tristes.

Yo solamente me callo
tacto lo puro
el mundo
el limbo.

Tú vas cayendo
como un ave sin pliegues en los ojos.

En la esquina del día
el carpintero de los leones
cierra la tarde
con un botón
al tanto
las agujas del reloj lo cosen
en el río.

Tú retornas
y preguntas la hora.

Y la hora fue ayer
mañana
o
quizá nunca.


poesía costarricenseROLANDO MERAYO (Turrialba, 1985, Costa Rica)
De: rolandomerayo.blogspot.com
Imagen: myspace.com

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