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Raymond Carver: Alguien debería hacer algo.

Raymond Carver

Venta desastrosa



Domingo por la mañana, todo fuera desde muy temprano:
la cuna de los niños, el tocador,
el sofá, mesas, lámparas, cajas llenas
de libros y discos clasificados. Después sacamos
los utensilios de cocina. un radio despertador, ropa
en perchas, un sillón
que tenían desde el principio
y al que llamaban Tío.
Por último, sacamos la mesa de la cocina
y se sentaron alrededor para llamar la atención.
La palidez del cielo prometía justicia.
Aquí estoy con ellos. intentando dejar de beber.
Anoche dormí en esa cuna.
Esta venta es dura para todos.
Es domingo y pretenden hacer negocio
a la salida de la iglesia episcopal de al lado.
Vaya situación. Vaya desgracia.
Todo el que echa un ojo a la colección de trastos
desde la acera acaba siendo mortificado.
Una señora, un familiar, un amante.
La esposa, que hace tiempo quiso ser actriz,
habla con otras parroquianos
que sonríen incómodos y curiosean
entre la ropa antes de seguir su camino.
El marido, mi amigo, está sentado a la mesa
e intenta parecer interesado en lo que
está leyendo, Crónicas de Froissart.
según veo por la ventana.
Mi amigo está acabado, lo sabe. hizo lo que pudo.
Para qué seguir con esto. ¿Acaso alguien va a ayudarles?
¿Tiene todo el mundo que ser testigo de su fracaso?
Nos humilla a todos.
Debería aparecer alguien que les eche una mano,
alguien que les saque todo eso de encima ahora mismo,
cada trasto de su vida anterior antes de que
esta humillación dure demasiado.
Alguien debería hacer algo.
Voy a por la cartera y así es como lo veo:
yo no puedo ayudar absolutamente a nadie.



Distress sale



Early one Sunday morning everything outside - / the child's canopy bed and vanIty table. / the sofa. end tables and lamps, boxes / of assorted books and records. We carried out / kitchen ítems, a clock radio. hanging / clothes, a big easy chair / with them from the beginning / and which they called Uncle. / Lastly, we brought out the kitchen table itself / and they set up around that to do business. / The sky promises to hold fair. / I'm staying here with them. trying to dry out. / I slept on that canopy bed last night. / This business is hard on us alt. / It's Sunday and they hope to catch the trade / from the Episcopal church next door. / What a situation here! What disgrace! / Everyone who sees this collection of junk / on the sidewalk Is bound to be mortified. / The woman, a family member, a loved one. / a woman who once wanted to be an actress, / she chats with fellow parishioners who / smile awkwardly and finger items / of clothing before moving on. / The man, my friend, sits al the table / and tries to look interested in what / he's reading - Froissart´s Chronicles it is, / I can ser it from the window. / My friend is finished, done for, and he knows it. / What's going on here? Can no one help them? / Must everyone witness their downfall? / This reduces us all. / Someone must show up at once to save them, / to take everything off their hands right now. / every trace of this life before / this humiliation goes on any longer. / Someone must do something. / I reach for my wallet and that is how understand it: / I can't help anyone.


De: "Todos nosotros", Editorial Anagrama
Traducción: Jaime Priede
Otros poemas de RAYMOND CARVERaquí
Imagen: Rob Stolzer

Un poema extraordinario de Raymond Carver traducido por Adam Gai

Raymond Carver


En Suiza 




Lo primero que hay que hacer en Zurich
es tomar el trolebús No. 5 al zoológico
hasta el fin  del recorrido
y bajarse. Ir sabiendo
lo de los leones. Cómo  sus rugidos
pasan desde el complejo del zoológico
al cementerio de Flutern.
Allí camino por
el hermosísimo sendero
que lleva a la tumba de James Joyce.
Siempre fue un hombre de familia, está aquí
con Nora, su mujer, por supuesto.

Y su hijo, Giorgio,
que murió hace unos años.
Lucía, su hija, el gran dolor de su vida,
aún vive, aún confinada
en un sanatorio psiquiátrico.
Cuando le trajeron la noticia
de la muerte de su padre, dijo:
¿Qué está haciendo ese idiota  bajo tierra?
¿Cuándo le va a dar por salir?
Nunca nos quita el ojo de encima.
Me quedé un rato. Creo
que le dije al señor Joyce alguna cosa en voz alta.
Debo haberlo hecho. Sé que debí hacerlo.
Pero ahora no recuerdo qué
y tengo que dejar las cosas así.
Una semana después de aquel día, partimos
de Zurich en tren a Lucerna.
Esa mañana temprano, tomé
el trolebús No. 5 una vez más
hasta el final de la línea.
El rugido de los leones cae sobre
el cementerio, como la vez anterior.
El césped ha sido  cortado.
Me siento allí por un rato y fumo.
Uno se siente bien estando allí,
junto a la tumba. Yo no tenía
nada que decir esta vez.
Esa noche jugamos  en las mesas
del Grand Hotel-Casino
en  la costa misma del lago Lucerna.
Más tarde fuimos a ver un espectáculo de striptease.
¿Pero qué hacer con el recuerdo
de aquella tumba que me venía a mí
en  medio del espectáculo,
bajo la luz rosada,  muda, del escenario?
No hay nada que hacer.
O sobre el deseo que vino después,
que desplazó todo lo demás
como una ola.
Más tarde, nos sentamos en un banco
debajo de algunos tilos,  bajo las estrellas.
Hicimos el amor.
Metiéndonos uno  dentro de la ropa del otro.
El lago a unos pocos pasos.
Después, nos mojamos las manos
en el agua fría.
Entonces, volvimos a nuestro hotel,
felices y cansados, dispuestos a dormir
ocho horas.
Todos nosotros, todos nosotros, nosotros todos,
tratando de salvar
nuestras almas inmortales, ciertos caminos
aparentemente  más indirectos
y misteriosos
que otros. Estamos pasándola
bien aquí. Pero esperamos
que pronto todo sea revelado.



In Switzerland



First thing to do in Zurich/is take the No. 5 "Zoo"/trolley  to the end of the track, and get off. Been warned about the lions./ How their roars  carry over from the zoo/compound to the Flutern Cemetery./Where I walk along  the very beautiful path/to James Joyce's grave./Always the family man, he's here/with his wife Nora, of course./And his son, Giorgio,/who died a few years ago./Lucia, his sorrow,/still alive,/still confined/in an institution for the insane./When she was brought the news of her father's death, she said: What is he doing under the ground, that idiot?/When will he decide to come out?/  He's watching us all the time./I lingered awhile. I think/I said something aloud to Mr. Joyce./I must have. I know I must have.  But I don't recall what, now, and I'll leave it at that./A week later to the day, we depart/Zurich by train for Lucerne./But early that morning/I take  the No. 5 trolley once more to the end of the line./The roar of the lions falls over  the cemetery, as before./ The grass has been cut. I sit on it for a while and smoke./Just feels good to be there, close to the grave. I didn't  have anything to say this time./That night we gambled at the tables at the Grand Hotel-Casino/on the very shore of Lake Lucerne. Took in a strip show later. But what to do with the memory  of that grave that came to me in the midst of the show,/under the muted, pink stage light? Nothing to do about  it./Or about the desire that came later,  crowding everything else out,  like a wave./Still later, we sat on a bench under some linden trees, under stars.  Made love with each other.  Reaching into each other's clothes for it./The lake a few steps away. Afterwards, dipped our hands into the cold water. Then walked back to our hotel,  happy and tired, ready to sleep  for eight hours. /All of us, all of us, all of us/ trying to save  our immortal souls, some ways  seemingly more round- about and mysterious  than others. We're having a good time here. But hope / all will be revealed soon.


Otros poemas de Raymond Carver, aquí

Adam Gai nació en Argentina y vive en Israel. Es Licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires y Doctor en Letras por la Universidad Hebrea de Jerusalén. Fue catedrático de literatura española y latinoamericana en la Universidad de Tel Aviv y en la de Jerusalén. Publicó en diversas revistas digitales y en las antologías Grageas (Ediciones Desde la Gente, Buenos Aires, 2007), La monstrua: Narraciones de lo innombrable (Vavelia, México, 2008)  y Otras miradas (Ediciones Desde la Gente, Buenos Aires 2008).

Poesía completa de Raymond Carver



En poco más de diez años de intenso trabajo literario, los que van desde que dejó atrás el alcoholismo hasta su temprana muerte, Raymond Carver (1939-1988) forjó una obra de primera. Sus cuentos fueron celebrados internacionalmente y le valieron el calificativo de “Chéjov americano”, pero, en paralelo a esa carrera como narrador, a lo largo de los años ochenta del pasado siglo también fue escribiendo varios poemarios....

En Aristegui Noticias



Raymond Carver: Asia


Asia



Qué bueno es vivir cerca del agua.
Los barcos pasan tan próximos a la tierra firme
que un hombre puede tender la mano
y quebrar una rama de uno de los sauces
que crecen aquí. Los caballos corren salvajes
junto al agua, a lo largo de la playa.
Si los hombres de a bordo quisieran, podrían
hacer un lazo, arrojarlo
 y  traer a cubierta a uno de  los caballos.
Algo que les sirva de compañía
en el largo viaje al Este.
Desde mi balcón puedo leer los rostros
de los hombres mientras miran fijamente a los caballos,
 a los árboles y a las casas de dos pisos.
Yo sé en qué están pensando
cuando ven a un hombre saludándolos con la mano desde el balcón,
su auto rojo abajo en la calle.
Lo miran y se consideran
afortunados. Qué misterioso golpe
de suerte, piensan, los ha traído
por todo este camino hasta la cubierta de un barco
con destino a Asia. Esos años de empleos temporarios
o de trabajo en los depósitos o como estibadores
o simplemente vagando por los muelles,
han sido olvidados. Cosas así les han sucedido
a otros más jóvenes,
si realmente sucedieron.
Los hombres de a bordo
agitan las manos, devolviendo el saludo.
Están inmóviles, agarrados a la borda,
mientras que el barco pasa deslizándose. Los caballos
salen de entre los árboles hacia el sol.
Se paran como estatuas de caballos.
Observando el barco mientras pasa.
Las olas se rompen contra el barco.
Contra la costa. Y en la mente
de los caballos, donde
siempre es Asia.


Asia




It’s good to live near the water.

Ships pass so close to land
a man could reach out
and break a branch from one of the willow trees
that grow here. Horses run wild
down by the water, along the beach.
If the men on board wanted, they could
fashion a lariat and throw it
and bring one of the horses on deck.
Something to keep them company
for the long journey East.
From my balcony I can read the faces
of the men as they stare at the horses,
the trees, and two-story houses.
I know what they’re thinking
when they see a man waving from a balcony,
his red car in the drive below.
They look at him and consider themselves
lucky. What a mysterious piece
of good fortune, they think, that’s brought
them all this way to the deck of a ship
bound for Asia. Those years of doing odd jobs,
or working in warehouses, or longshoring,
or simply hanging out on the docks,
are forgotten about. Those things happened
to other, younger men,
if they happened at all.
The men on board
raise their arms and wave back.
Then stand still, gripping the rail,
as the ship glides past. The horses
move from under the trees and into the sun.
They stand like statues of horses.
Watching the ship as it passes.
Waves breaking against the ship.
Against the beach. And in the mind
of the horses, where
it is always Asia.

Raymond CarverTraducción: Adam Gai
Otros poemas de RAYMOND CARVERaquí
Imagen: Penguin NZ

Los poetas y el trabajo: Raymond Carver

Raymond Carver
Sala de autopsias


Sala de autopsias     




En esos tiempos yo era joven y la fuerza 
de diez hombres habitaba mi cuerpo. Para 
lo que mandaran, eso pensaba. 
Trabajaba en el hospital en el turno noche 
y una de mis responsabilidades 
cuando el forense terminaba su trabajo 
era la de limpiar la sala de autopsias. 
Ellos no tenían horario, algunas veces 
terminaban temprano, otras demasiado tarde. 
Y, dejaban objetos olvidados en la mesa de trabajo
construida para esas tareas en particular.
Un pequeño bebé quieto como una piedra
y más frío que la nieve. Otra vez un  negro corpulento
de pelo blanco con el pecho partido al medio
todos sus órganos vitales
en una bandeja a un costado de su cabeza.
La manguera derramaba agua.
Las luces colgadas del techo encandilaban.
Una vez dejaron sobre la mesa una pierna,
una pierna de mujer, pálida y bien formada.
Yo sabía para qué era la pierna,
en ocasiones los había observado.
A pesar de eso me quedé sin respiración.

Cuando regresaba a mi casa tarde en la noche mi mujer
me decía “Dulce, todo va a salir bien. Podemos permutar
esta vida por otra.” Pero, no era así de fácil.
Ella agarraba mi mano entre las suyas, con fuerza,
yo me reclinaba en el sillón y cerraba los ojos.
Yo pensaba en... cualquier cosa. No sabía en qué.
Yo dejaba que ella llevara  mi mano a su pecho.
En ese momento yo abría los ojos y miraba el cielorraso o el piso,
Entonces mis dedos se arrastraban hacia su pierna, tibia
y bien formada, que ante la más suave caricia temblaba
lista para elevarse con delicadeza. Mi mente
estaba confundida y cómo decirlo  ¿sacudida?
No pasaba nada. Todo estaba pasando. La vida
era una piedra, moliéndose, tomando filo.  




Traducción: Esteban Moore
Otros poemas de Raymond Carver, aquí
Imagen: Amanece Metrópolis



The autopsy room





Then I was young and had the strength of ten.

For anything, I thought. Though part of my job
at night was to clean the autopsy room
once the coroner’s work was done. But now
and then they knocked off early, or too late.
For, so help me, they left things out
on their specially built table. A little baby,
still as a stone and snow cold. Another time,
a huge black man with white hair whose chest
had been laid open. All his vital organs
lay in a pan beside his head. The hose
was running, the overhead lights blazed.
And one time there was a leg, a woman’s leg,
on the table. A pale and shapely leg.
I knew it for what it was. I’d seen them before.
Still, it took my breath away.

When I went home at night my wife would say,
“Sugar, it’s going to be all right. We’ll trade
this life in for another.” But it wasn’t
that easy. She’d take my hand between her hands
and hold it tight, while I leaned back on the sofa
and closed my eyes. Thinking of … something.
I don’t know what. But I’d let her bring
my hand to her breast. At which point
I’d open my eyes and stare at the ceiling, or else
the floor. Then my fingers strayed to her leg.
Which was warm and shapely, ready to tremble
and raise slightly, at the slightest touch.
But my mind was unclear and shaky. Nothing
was happening. Everything was happening. Life
was a stone, grinding and sharpening.

Raymond Carver: Siempre he deseado truchas frescas para el desayuno.


Buscando trabajo




Siempre he deseado
truchas frescas
para el desayuno.

Repentinamente
descubro
un nuevo sendero
que me conduce
a la pequeña cascada,

apuro
el paso.
Mi mujer 
me despierta.
"Estás soñando."
Murmura.

Intento levantarme,
la casa se inclina.

¿Quién
está soñando?

"Es mediodía."
Dice ella.

Mis zapatos nuevos
me esperan
cerca de la puerta,

brillan
intensamente.



Otros poemas de Raymond Carver
De: "Un sendero nuevo a la cascada"
Versión: Patricia Ogan Rivadavia y Esteban Moore 
Imagen: www.elmalpensante.com

Raymond Carver: Propina


Propina




No hay otra palabra posible. Pues eso es lo que fue. Una propina.
Una propina, estos diez años pasados.
Vivo, sobrio, trabajando, amando y
siendo amado por una buena mujer. Hace once
años le dijeron que tenía seis meses de vida
si seguía como hasta entonces. Y que no iría
a parte alguna sino al fondo. De modo que cambió
su modo de vivir. ¡Dejó de beber! ¿Y lo demás?
Después de eso todo fue una propina, cada uno de los minutos,
hasta ahora, incluyendo cuando le dijeron eso;
bueno, algunas cosas se vinieron abajo y
algo creció en su cabeza: "No lloréis por mí"
-les dijo a sus amigos-. "Soy un hombre de suerte.
He vivido diez años más de los que yo o cualquiera
esperaba. Pura propina. Y no lo olvido".



RAYMOND CARVER (1938, Oregon / 1988, Nueva York, Estados Unidos de Norteamérica)
De: "Un sendero nuevo a la cascada", Colección Visor de poesía, 1993
Traducción: Mariano Antolín Rato

Raymond Carver: "Quedé tumbado hasta que se rompió el día..."

Raymond Carver


Circulación



Y al fin todos están reunidos
                Louise Bogan


Para cuando empecé a notar dolor
y desperté, la luz de la luna
inundaba el cuarto. Tenía el brazo paralizado,
sujeto como un viejo ancla bajo
tu espalda. estabas soñando,
dijiste luego, que llegabas pronto
a un baile. Pero después
de un momento de ansiedad, estabas perfectamente
porque en realidad era un mercado
callejero, y los zapatos que llevabas,
o no llevabas, era los adecuados para eso.

"Ayúdame" - dije. Y traté de alzar
el brazo. Pero allí se quedó, doliéndome
incapaz de alzarse por sí solo. "¿Qué te pasa?"
- y me quedé mudo, inmóvil.
Le gritamos, y aumentó el miedo
cuando no respondió. "Se me ha dormido" -
dije, y al oír estas palabras
comprendí lo absurdo que era. Pero
no conseguía reir. Nos las arreglamos,
entre los dos, para levantarlo. Este no es mi brazo -
es lo que seguía pensando cuando
le dimos golpes, lo pellizcamos, y
lo devolvimos a la vida,
Nos dijimos pocas palabras uno al otro.
No recuerdo qué. Lo que suelen decir
para tranquilizarse las personas
que se quieren entre sí
dada la hora y la extraña
situación. Recuerdo
que señalaste que había suficiente
luz en la habitación como para que
distinguieras ojeras en mi cara.
Dijiste que necesitaba dormir de un modo más regular
y estuve de acuerdo. Fuimos uno detrás del otro
al cuarto de baño y volvimos a la cama
por nuestros sitios respectivos.
Nos tapamos. "Buenas noches".-
dijiste, por segunda vez aquella noche.
Y quedaste dormida. Quizá
dentro del mismo sueño, o de otro distinto.

Quedé tumbado hasta que se rompió el día, manteniendo
los dos brazos sujetos encima del pecho.
Moviendo los dedos de cuando en cuando.
Mientras mis pensamientos hacían círculos,
volviendo siempre adonde habían partido.
Ese hecho ineludible: hasta cuando
emprendimos este viaje
había otro, mucho más extraño,
que todavía debíamos hacer.



Sencillo




Un claro entre las nubes. El perfil

azul de las montañas.
El amarillo oscuro de los campos.
El negro del río. ¿Qué estoy haciendo aquí,
solo y lleno de remordimientos?

Continúo como quien no quiere la cosa terminando
el tazón de frambuesas. Si estuviera muerto,
me acordaría de mí, y no las podría
terminar. No es tan sencillo.
Es así de sencillo.



Enlaces: aquí
De: "Bajo una luz marina", Colección Visor de Poesía, 1990
Traducción: Mariano Antolín Ratto

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