Cuando digo lo que digo, es porque me ha vencido lo que digo
A. Porchia
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Habrá que masticar al mundo y así agotar toda
obsesión o cómo hacer versos y masticar
piedras y elementos de origen. Nuevamente, la
materia es fuente, lenguaje y horizonte que reclama.
No basta con aquello que las palabras significan, sino
con lo que callan. La falta de forma busca su ser, su estrépito. La tarea delimita caminos que encierran
este enjambre de la poesía y su imposibilidad.
En torno a las palabras de enlace, a las cuevas
displicentes del verso, habrá que vallejear
en empeño diligente todo denuedo y cruce mutuo.
Persistencia y derredor en la tregua, tantear el
complot vencedor cuando se dice. Si verbo y hambre
no vivencian en yunta, la imposibilidad del lenguaje
gana o parece reducir la emergencia estruendosa
gramatical, semigramatical o agramatical.
Persistencia y derredor en la tregua, tantear el
complot vencedor cuando se dice.
Habla seca, inconclusa. O ese lugar erial en el
lenguaje donde toda segunda lectura denota y
reconstruye esquemas indicadores y niveles en
recluso de ser.
Si la escritura o el mensaje escrito fingen decir, la
poesía, así, no tendrá ni tiempo ni espacio propio,
sino componentes sintácticos que se engendran en
base de rótulos. Esta complejidad y su nivelación
sanea y reubica nuevos diálogos, descolla sueños,
cobija sacrificios y reformula componentes de
producción en profundos signos antagónicos.
Entonces, la página en blanco continuará siéndolo.
En demasía, a rabiar, en un raudal de palabras al pedo
como rasgos hartos ya de cualidades y opciones
sonoras en la refriega.
Dificultad. Conflicto. Esto es lo que suplementa todo hecho poético.
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La gramática del mundo está llena de vacíos, de
piedras que, de inmóviles, hacen de la vorágine
decisiones sin esfuerzos; como si pasar orando frente
a dos siglos antes alejara la tierra donde se pisa. Así,
las palabras nuevas muestran su fleje y se nos
presentan más muertas que las viejas.
Titubeos agachados entre la hoja y la vida,
vacías de labor, latiguillos de marcas sin huellas,
más humo en este todo presente.
Quebrada, la palabra, intenta, nuevamente, la
cadencia de su uso.
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En los posibles sentidos o en la reducción de posibles métodos poéticos, el hecho
verdadero busca códigos para no quedarse mudo. Ahí, afuera, en la carroña implicada
y en el principio comunicacional subyacente.
Resumen, o estadística dialectal recíproca. Algo,
qué sé yo. O esta esencia musical de mis
versos inútiles que se empecinan, una y otra vez, en
marcar el ritmo de alguien que quedó al
margen de sus propios posibles. Demostrable y
abstracto, la subjetividad fundante; inferencial los momentos en las variaciones del hablante.
Berrinche manifestado. Organización textual como
rol, y yo acorde a eso. A eso que la infinitud
combinable si bien arriesga, por lo menos hace.
¿Hace? Sí, o hacemos. O hicimos hace ya tanto verso
libre por ahí. Ciertamente, los problemas particulares
del ya colonizado estructuran y concretan su
constante.
(1977, Avellaneda, Buenos Aires, Argentina)
De: "Escombros", Barnacle, 2017
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