Sueño 4
La mesa de los poetas. Van pasando al micrófono. Es el lugar de la escucha. Se aplaude. Se escucha. Pasamos nosotras. Como yo desgajada. Me siento y no hay silencio. Intervalo. Espero y como si envejeciera. Nada pasa, nadie ve ni escucha. No quiero ni puedo gritar, me duele la boca, del estomágo sale un crujido, negro y fuego. Giran las cabezas como figuritas redondas de carbón, miles, que ríen y arden, ardidas, entrenós. El signo de interrogación sobre mi cabeza presiona, la presiona y la aplasta a una de ellas, quiere que desaparezca, aturdir con una voz chiquita y ascendente, una preguntita malvada y obvia, removedora.
Sin mis acompañantes, quedo. Vacíada me siento a mirar.
Vigilia 1
Ahora no puedo dormir porque sueño. Voy al baño y me mato. Detrás de la cortina, en la bañera, en la ventana, puede haber algo, detrás de la puerta, al girar, cuando empiezo, puede haber algo
menos en mi cama, en mi almohada: es mi cabeza ahí tirada, la reconozco de atrás por los pelos, o es alguien con peluca que me imita o es alguien desprendido de mí o nacido pero de igual tamaño, con la cabeza tan desarrollada, es alguien que no me mira pero qué pasa si lo hace, no quiero ver más porque si gira yo caigo, si gira soy robada de este momento y puede que nunca más tenga ojos y todo sea oscuro y palabras deformes
si hago sonar los elásticos que me aprietan quizás desaparezca y el cuerpo vuelva a mí cabeza abandonada, pero cómo hacerlos sonar si el pijama está allá, tendido en la silla, fosforeciendo, fantasma, acostado, tranquilo, al acecho para escapar
Karina Macció (Buenos Aires, Argentina, 1974)
De: "Diario de la Transformación" (inédito)
Imagen: www.poetassigloveintiuno.blogspot.com
La mesa de los poetas. Van pasando al micrófono. Es el lugar de la escucha. Se aplaude. Se escucha. Pasamos nosotras. Como yo desgajada. Me siento y no hay silencio. Intervalo. Espero y como si envejeciera. Nada pasa, nadie ve ni escucha. No quiero ni puedo gritar, me duele la boca, del estomágo sale un crujido, negro y fuego. Giran las cabezas como figuritas redondas de carbón, miles, que ríen y arden, ardidas, entrenós. El signo de interrogación sobre mi cabeza presiona, la presiona y la aplasta a una de ellas, quiere que desaparezca, aturdir con una voz chiquita y ascendente, una preguntita malvada y obvia, removedora.
Sin mis acompañantes, quedo. Vacíada me siento a mirar.
Vigilia 1
Ahora no puedo dormir porque sueño. Voy al baño y me mato. Detrás de la cortina, en la bañera, en la ventana, puede haber algo, detrás de la puerta, al girar, cuando empiezo, puede haber algo
menos en mi cama, en mi almohada: es mi cabeza ahí tirada, la reconozco de atrás por los pelos, o es alguien con peluca que me imita o es alguien desprendido de mí o nacido pero de igual tamaño, con la cabeza tan desarrollada, es alguien que no me mira pero qué pasa si lo hace, no quiero ver más porque si gira yo caigo, si gira soy robada de este momento y puede que nunca más tenga ojos y todo sea oscuro y palabras deformes
si hago sonar los elásticos que me aprietan quizás desaparezca y el cuerpo vuelva a mí cabeza abandonada, pero cómo hacerlos sonar si el pijama está allá, tendido en la silla, fosforeciendo, fantasma, acostado, tranquilo, al acecho para escapar
Karina Macció (Buenos Aires, Argentina, 1974)
De: "Diario de la Transformación" (inédito)
Imagen: www.poetassigloveintiuno.blogspot.com