ESCRIBÍ, madre, sobre vacas.
No te creas que es sobre vínculos
reales que escribo, siempre es otra
cosa que finge volverse vínculo lo
que escribe, siempre es al revés
de lo que uno piensa lo que pasa,
y lo que pasa así no pasa, y lo
pensado no es que lo piense uno
y uno tampoco es la suma de
uno, un vínculo no es entre dos
elementos sino que casi naturalmente
siempre hay tres, y se restan para
chocar y continuar chocando esos
tres levemente porque chocando
se vinculan y chocando también
se gastan y en el gasto hay
comercio y comercio es circulación
y circulación no siempre es vínculo.
No sé a cuánto está el pan y la
leche porque me he quedado
hablando, madre, con el kiosquero
y hablar no siempre requiere el saber
sobre cantidad o peso de las cosas,
hablar es también gastarse entre las
cosas, pulir hasta achicar esa parte
de uno que se quiere acabado en uno,
desembocado en uno y no en tres,
en dos, en los choques anteriores,
en los residuos de los choques
anteriores a los anteriores, en los
olvidos del saber, en las marcas
chisposas del olvido, en la pérdida
de peso de la cosa consistente por
la que ahora escribo, podría escribir
así madre, toda la tarde, sobre vacas.
Si vieras en sus ojos manchados
de negro, de pronto una luz, azulísima
como desde un fondo fulgura.
comienzo de clases. Composición
Composición
Ese dedo dice: este es un dedo
que señala: hacia aquel hombre
pensando contra el
árbol
a metros de sí
en la vaca,
en la carnal mancha de la vaca metafísica,
en la carnal mancha que tiene
en el ojo
la vaca
metafísica.
Pero ese dedo que dice
no dice en verdad vaca sino ojo negro
de la real metafísica. La real
metafísica que lo tiene al hombre
además, así: mirado por la profunda
academia de la vaca. Lo tiene
al hombre contra el árbol, de tal modo
viendo el ombligo profundo que hace
crecer de raíz la negritud vacuna
de las cosas.
Es un atardecer de otoño.
Después ese dedo dice: ese
no es un dedo sino éste y no
dice necesariamente sino observa.
Está observando este dedo: la brisa
de los últimos días de marzo
golpear un rostro. Y es leve
el rostro
en esa brisa de marzo atardecida.
Ahora sí. Este dedo entonces
muestra: en el profundo atardecer
de otoño el árbol, el amplio pasto, la carnal negrura
de lo profundo, el minúsculo viento
formando un rostro que se borra, un rostro llevado
ahora por el dedo
profundo de la real negrura metafísica
a la mancha.
Es llevado hasta aquí,
donde apenas si sabe de la fuerza
que declina y quema
el pasto de las cosas,
el amplio pasto sobre cuyas láminas gastadas
dibuja la vaca metafísica su carnal
sombra
extendida.
Después dice:
ese hombre recostado
en el extenso pasto del otoño
muestra
ese decir que no llega a dedo ni a carne
ni
a
hueso,
ese dedo que no llega
sino a la real cadencia de la metafísica
cuando hace materia al caer contra el pasto,
cuando hace materia al caer, cuando hace
peso contra el amarillo quemado
de las cosas y del hombre,
ese dedo no
dice sino
hiere.
Entonces esta vaca que ha quebrado
digo esta (monu)mental vaca otoñal que ha
quebrado
más bien el dedo metafísico del hombre
ha apuntado una vez hasta mí
apunta ahora mismo hasta
mí
que estoy a metros de todo esto
mirando el hilo continuo de su sed
que crece de mis órganos
como un levísimo viento que mueve las formas
de la mancha, un levísimo
viento ondulándose
sobre un espejo de agua.
No te creas que es sobre vínculos
reales que escribo, siempre es otra
cosa que finge volverse vínculo lo
que escribe, siempre es al revés
de lo que uno piensa lo que pasa,
y lo que pasa así no pasa, y lo
pensado no es que lo piense uno
y uno tampoco es la suma de
uno, un vínculo no es entre dos
elementos sino que casi naturalmente
siempre hay tres, y se restan para
chocar y continuar chocando esos
tres levemente porque chocando
se vinculan y chocando también
se gastan y en el gasto hay
comercio y comercio es circulación
y circulación no siempre es vínculo.
No sé a cuánto está el pan y la
leche porque me he quedado
hablando, madre, con el kiosquero
y hablar no siempre requiere el saber
sobre cantidad o peso de las cosas,
hablar es también gastarse entre las
cosas, pulir hasta achicar esa parte
de uno que se quiere acabado en uno,
desembocado en uno y no en tres,
en dos, en los choques anteriores,
en los residuos de los choques
anteriores a los anteriores, en los
olvidos del saber, en las marcas
chisposas del olvido, en la pérdida
de peso de la cosa consistente por
la que ahora escribo, podría escribir
así madre, toda la tarde, sobre vacas.
Si vieras en sus ojos manchados
de negro, de pronto una luz, azulísima
como desde un fondo fulgura.
comienzo de clases. Composición
Composición
(Línea argumental)
Ese dedo dice: este es un dedo
que señala: hacia aquel hombre
pensando contra el
árbol
a metros de sí
en la vaca,
en la carnal mancha de la vaca metafísica,
en la carnal mancha que tiene
en el ojo
la vaca
metafísica.
Pero ese dedo que dice
no dice en verdad vaca sino ojo negro
de la real metafísica. La real
metafísica que lo tiene al hombre
además, así: mirado por la profunda
academia de la vaca. Lo tiene
al hombre contra el árbol, de tal modo
viendo el ombligo profundo que hace
crecer de raíz la negritud vacuna
de las cosas.
Es un atardecer de otoño.
Después ese dedo dice: ese
no es un dedo sino éste y no
dice necesariamente sino observa.
Está observando este dedo: la brisa
de los últimos días de marzo
golpear un rostro. Y es leve
el rostro
en esa brisa de marzo atardecida.
Ahora sí. Este dedo entonces
muestra: en el profundo atardecer
de otoño el árbol, el amplio pasto, la carnal negrura
de lo profundo, el minúsculo viento
formando un rostro que se borra, un rostro llevado
ahora por el dedo
profundo de la real negrura metafísica
a la mancha.
Es llevado hasta aquí,
donde apenas si sabe de la fuerza
que declina y quema
el pasto de las cosas,
el amplio pasto sobre cuyas láminas gastadas
dibuja la vaca metafísica su carnal
sombra
extendida.
Después dice:
ese hombre recostado
en el extenso pasto del otoño
muestra
ese decir que no llega a dedo ni a carne
ni
a
hueso,
ese dedo que no llega
sino a la real cadencia de la metafísica
cuando hace materia al caer contra el pasto,
cuando hace materia al caer, cuando hace
peso contra el amarillo quemado
de las cosas y del hombre,
ese dedo no
dice sino
hiere.
Entonces esta vaca que ha quebrado
digo esta (monu)mental vaca otoñal que ha
quebrado
más bien el dedo metafísico del hombre
ha apuntado una vez hasta mí
apunta ahora mismo hasta
mí
que estoy a metros de todo esto
mirando el hilo continuo de su sed
que crece de mis órganos
como un levísimo viento que mueve las formas
de la mancha, un levísimo
viento ondulándose
sobre un espejo de agua.
De: "327 vacas", Barnacle, 2023
Imagen en Youtube